Géneros Literarios
Entre España y América, interacción cultural
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Asentados en América, los españoles comenzaron a
escribir aquí sus obras, dando así origen a la literatura
hispanoamericana. Las formas antiguas sirvieron para contener las
descripciones y relatos del Nuevo Mundo. Pero también para formar el
marco en el cual pusieron sus escritos los criollos (hijos de españoles
nacidos en América).
Los movimientos artísticos europeos
pasaron al continente americano y aquí fueron adaptados, renovados,
modificados. Pero al cabo de los años, cuando los asentamientos humanos
se consolidaron y empezó a germinar la inquietud por independizarse de
España, aparecieron formas propias que, a fines del siglo pasado
culminaron y se transformaron en movimientos que exportaron desde las
nuevas tierras al Viejo Continente.
Sobre
esta interacción entre la cultura europea y americana, vamos a hablar
esta semana.
Romanticismo en el Nuevo Mundo
Durante el siglo XVIII en Europa imperaba un
movimiento caracterizado por el racionalismo y el positivismo,
corrientes ambas basadas en la lógica del conocimiento científico.
Como reacción a este pensamiento, que coloca al
hombre como un ser capaz dominar la naturaleza y cuya felicidad depende
del fortalecimiento de la razón y el dominio de las pasiones, surgió el
romanticismo, que exaltó la rebeldía e independencia del hombre y la
naturaleza, rechazando los conocimientos científicos y aceptando los
hechos, aunque no pudieron comprobarse a través de la ciencia. La
belleza fue reivindicada como un valor en sí misma y una meta del
pensamiento y la creación artística.
¿Por qué se usó la palabra romántico?
Porque se quiso revivir el espíritu misterioso y
sobrenatural, y la atmósfera fantástica y heroica, de las creaciones
poéticas del siglo XVII, en Francia e Inglaterra. Cómo este tipo de
creación se denominaba roman o romant, de ahí se tomó el apelativo.
Antecedente: El romant, creación poética de
Francia e Inglaterra en el siglo XVII, es heredera de los romances
medievales y de los cuentos y baladas que florecieron en el sur de
Europa, durante los siglos XI y XII.
Contexto histórico
El romanticismo fue una reacción fuerte a la
tradición establecida; defendía la libertad del individuo, cuyos rasgos
particulares parecían correr el peligro de disolverse en la masificación
social creciente. Lo subjetivo, lo irracional y lo imaginativo empezaron
a abrirse paso en un movimiento que planteó un giro total hacia lo
humano, la naturaleza y la belleza inalcanzable, ideal y sublime.
Los artistas románticos buscaron una huida de la
realidad circundante, adentrándose en territorios menos explorados,
dando rienda suelta a la fantasía, la emoción y el encuentro con la
naturaleza y la historia remota.
En política se desarrollaron vivamente los
nacionalismos que buscaban los rasgos peculiares de los pueblos y
rechazaban la uniformidad del dominio del dominio imperial tal como
había sido concebido por Napoleón. En su reacción frente a la etapa
anterior, el romanticismo planteó una ruptura con el equilibrio racional
y objetivo que había establecido el clasicismo del siglo XVIII: de esta
manera se planteaba una dualidad entre lo clásico y lo romántico, que no
sólo pertenece a un período concreto de la historia, sino que es, más
bien, una dualidad entre dos modos de ver el mundo, dos mentalidades
distintas.
Literatura Romántica
Los movimientos literarios se desarrollan de
manera heterogénea en las distintas partes del mundo. Las influencias
estilísticas van viajando en el tiempo y en el espacio, y a los lugares
distantes siempre llegan con grados de atraso. En Francia, el gusto
romántico por lo salvaje fue anticipado por Jean Jacques Rousseau, que
propugnaba un modo de vida natural, sin la influencia enajenante de la
civilización: una mirada a la ingenuidad libre de malicia salvaje. Pero
fue Víctor Hugo (en la fotografía) quien logró dar una expresión
completa a la prosa romántica francesa, y se convirtió en el abanderado
del movimiento con su prefacio al drama Cromwell (1827), verdadero
manifiesto literario, y sus novelas, entre las que cabe destacar Notre
Dame de Paris (1831); Nuestra Señora de Paris y Les Miserables (1862).
Aunque llegó tardíamente, el romanticismo español
abrió, por su parte, nuevos cauces en el teatro, entre cuyas figuras
sobresalientes figuraron Francisco Martínez de Rosa y el duque de Rivas
a quien se debe la celebrada Don Alvaro o la fuerza del sino (1835).
Pero fueron Mariano José de Larra, José Esponceda, Gustavo Adolfo
Bécquer y José Zorrilla quienes configuraron en España una literatura
plenamente romántica.
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