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"Einstein era un judío de Ulm, donde su padre dirigía una pequeña empresa electroquímica. Trabajó en la oficina de patentes suiza de Berna, donde formuló la Teoría Especial de la Relatividad (1905) y la Teoría General (1915). Sus descubrimientos esenciales, , fueron realizados antes de la Primera Guerra Mundial; después, buscó tenaz pero inútilmente una teoría del campo general que incluyese la física cuántica, en cuya formulación también representó un papel esencial."
Parece que Einstein nunca fue un judío practicante en el sentido usual de la palabra.
[..] Pero no desechó como una ilusión la creencia en Dios; más bien intentó redefinirla. Desde el punto de vista intelectual perteneció por completo a la tradición judía racionalista de Maimónides y Spinoza. Fue un científico empírico del tipo más riguroso y formuló sus teorías específicamente para que fuese posible su verificación exacta, e insistió en que se realizara antes de conceder la más mínima validez a sus opiniones;
[..] estaba dispuesto a admitir la existencia de la verdad inverificable.
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Einstein conservó su carácter de racionalista, pero reconoció la existencia de una esfera mística.
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Más allá de "la razón más profunda y la belleza más radiante" había verdades impenetrables "que sólo en sus formas más primitivas son accesibles a nuestras mentes". La conciencia de esto, sostenía, era lo que constituía el auténtico sentimiento religioso, y "en este sentido, y sólo en este sentido, soy un hombre profundamente religioso".
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Einstein creía que el macrocosmo y el microcosmo debían sujetarse a las mismas leyes, y que su Teoría General de la Relatividad en definitiva sería simplemente parte de una teoría unificada que regiría todos los campos electromagnéticos. Así, todas las relaciones físicas del mundo material podrían describirse exactamente con unas pocas páginas de ecuaciones. Sentía profunda afinidad con Spinoza, que también estaba "absolutamente convencido de la dependencia causal de todos los fenómenos, en una época en que el éxito que acompañaba los esfuerzos para obtener el conocimiento de la relación causal en los fenómenos naturales todavía era muy modesto".
Einstein, que vivió trescientos años después de Spinoza, tal vez lo lograra. La búsqueda era peculiarmente judía, en cuanto estaba impulsada por la abrumadora necesidad de hallar una ley-verdad global acerca del universo, una Torah científica. La alternativa a una teoría general era la indeterminación, un concepto especialmente desagradable para la mente judía, porque parece imposibilitar todo lo que sea ética o certidumbre en historia, política o derecho. De ahí la búsqueda de cuarenta años realizada por Einstein, y finalmente inconclusa. Como Maimónides, que en su código, su comentario y su Guía estaba tratando de reducir la inmensa herencia judaica a un cuerpo de conocimiento claro y racional, de proporciones modestas -una summa judaica-, Einstein estaba persiguiendo una desnuda y monumental sencillez, una summa científica que confiriese un sentido claro al universo.
En realidad, el logro de Einstein se detuvo en la formulación de la teoría de la relatividad. La verdad del concepto ha sido demostrada muchas veces, y durante los últimos sesenta años o más ha sido una parte fundamental del cuerpo del saber científico. Pero en la mente general introdujo, no una nueva y gran sencillez, sino una nueva y gran complejidad, pues se confundió la relatividad con el relativismo, y sobre todo con el relativismo moral. La confluencia de Einstein y Freud, por lo menos en la percepción popular, asestó un golpe devastador a las certidumbres absolutas de la ética judeocristiana, en las cuales por lo menos Einstein creía profundamente.
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La llegada de la teoría de la relatividad marcó el momento en que muchos hombres educados e inteligentes renunciaron al intento de mantenerse a la altura de los descubrimientos científicos.
Un judío, el filósofo de la literatura Lionel Trilling (1905-1975), señaló las consecuencias:
Esta exclusión de la mayoría de nosotros, apartados del modo de pensamiento que según se afirma habitualmente es el resultado característico de la edad moderna, probablemente será vivida como una herida que se ha infligido a nuestra dignidad intelectual. Todos coincidimos en guardar silencio frente a esta humillación; pero, ¿podemos dudar de que ella... ha incorporado a la vida mental un elemento importante de duda y alienación, que debe tenerse en cuenta en todos los cálculos que hagamos acerca de los destinos actuales de la mente?
De ahí que el resultado de esta furiosa actividad intelectual y de la innovación cultural de principios de siglo, una actividad en que se percibió a los judíos como protagonistas principales, fuese en definitiva producir no sólo una carrera de armamentos entre los progresistas y los conservadores, sino un difundido sentimiento de desconcierto y ansiedad. "
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(Fragmentos de la siguiente fuente bibliográfica).
Libro: Paul Johnson - La Historia de los Judíos (1987)
NOTA: Titulos y subrayados del fragmento no corresponden al autor.
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Acerca de Paul Johnson
Renombrado periodista, historiador y escritor británico nacido en 1928.
Colaborador asiduo de los mas prestigiosos periodicos de Gran Bretaña y los EE.UU. Prolifico escritor desde comienzos de los 70 de obras que abarcan Arte, religion, antologias, novelas e historia. Como historiador, su genero mas destacado ha escrito entre muchos otros libros: La Historia del Cristianismo - Tiempos Modernos (historia del siglo XX) y La Historia del pueblo Americano.
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