Consecuencias de una
guerra...
Por:
Mario R. Cancel & Mayra Rosario Urrutia
En 1895, año en que estalló el Grito de Baire en Cuba, se
abrieron perspectivas novedosas en la historia de la colonia. Desde aquel
momento España comenzó a jugar con su promesa de autonomía para desarmar a
los cubanos y, de paso, distanciar a los puertorriqueños de aquéllos. En
noviembre de 1897 se impuso a través de tres decretos una autonomía colonial
administrativa distinta de la que había aspirado Baldorioty de Castro, el
fundador del Partido Autonomista. Las tendencias de Labra habían vencido. La
organización política quedó irremediablemente dividida. La Carta Autonómica
vino a ser la manzana de la discordia entre los muñocistas y los barbosistas
y, a la vez, el último intento desesperado del imperio español por retener
políticamente a sus colonias antillanas. El esfuerzo fue en vano
Muchos puertorriqueños vieron aquello como un triunfo
político pero lo cierto es que, si lo fue, no sería muy duradero. En la
medida en que la guerra de independencia de Cuba se desarrollaba, los
sectores de opinión y de poder en Estados Unidos fueron tomando posiciones
respecto a aquella situación. Algunos grupos imperialistas respaldaban la
intervención directa y el cumplimiento del sueño de la expansión ultramarina.
Después de todo, ya tenían gran influencia económica en aquellos territorios.
Incluso el anexionismo había hecho notables avances entre la alta dirigencia
de Cuba en armas y entre los puertorriqueños que se habían organizado en la
Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano. Otros sectores
estadounidenses, conocidos como los antiimperialistas, se resistían a ocupar
territorios con diferencias étnicas y culturales cuya población podía
representar, incluso, una amenaza a las oportunidades de los trabajadores
nacionales.
Consecuentemente fueron los imperialistas, respaldados por
una activa campaña de prensa, los que vencieron en aquel proceso. Lo único
que necesitaban era una excusa para intervenir en el conflicto. La
oportunidad la ofreció el hundimiento accidental del acorazado "Maine" en la
bahía de La Habana en febrero de 1898. En medio de la presión estadounidense,
el gobierno autonómico no tuvo ocasión de establecerse. De inmediato la
sombra de una nueva guerra arrebató los pocos derechos ganados. Puerto Rico
volvió a ser gobernado como un territorio en estado de sitio desde abril de
1898 hasta su entrega definitiva a Estados Unidos en octubre de aquel año.
En general, la imagen que ofrece la guerra de 1898 en
Puerto Rico es que España se había quedado sola con su ejército y con algún
fragmento del liderato político. Tanto los incondicionales como los
liberales autonomista hicieron alarde de españolismo en aquel momento de
tirantez. La derrota parecía inevitable por lo que otros representantes del
poder guardaron silencio en espera del cambio. Las masas populares, los
obreros, los libertos, la gente común, las mujeres y amas de casa, las
trabajadoras, no parecieron dispuestos a mover un dedo para defender la
soberanía española en la isla. Desde antes de la guerra tenían razones para
quejarse de la presencia hispánica aquí. Quizá eso explique la ola de
violencia contra todo tipo de autoridad que estalló a raíz de la invasión.
Las llamadas partidas sediciosas son un buen ejemplo de ello. La violencia
de clase y el ajuste de cuentas fue la orden del día en la campaña de 1898.
Expresiones culturales del sector
criollo
Hay que considerar que en los últimos años del siglo 19 la
clase criolla había afirmado una expresión cultural distanciada de las masas
populares. En ese territorio no se trataba de ser liberales o conservadores.
La expresión cultural romántica de José Gautier Benítez, las influencias
simbolistas en la lírica de Muñoz Rivera, la vida cotidiana en las haciendas
tanto de café como de caña, todo se elaboraba con el fin consciente o
inconsciente de parecerse al europeo. Para la gente común esa no era una
meta accesible.
El pensamiento criollo de fines del siglo 19 podía
enorgullecerse de un José Julián Acosta o de un Salvador Brau. Los dos
habían sido portavoces de la ideología liberal en diversos momentos del
siglo. Pero el rescate de pensadores internacionales como Hostos no vendría
sino más tarde porque había barreras ideológicas, su separatismo y el
destierro, que les impedían entrar al canon cultural. La construcción de esa
imagen de "lo nacional" no dejaba de ser un ejercicio de las minorías
letradas que representaban acaso un 11 % de la población en 1898. Aquella
nación en formación dejaba de ser española 405 años después de su encuentro.
Apenas en 1893 habían celebrado los sectores de poder en la isla el Cuarto
Centenario del Descubrimiento de Puerto Rico.
Del gobierno militar al gobierno civil:
1898-1900
La firma del Tratado de París puso fin a la guerra que
libraban Estados Unidos y España. Entre 1898 y 1900 la isla estaría bajo un
gobierno militar a cargo sucesivamente de John R. Brooke, Guy V. Henry y
George W. Davis. La decisión de Estados Unidos sorprendió a sectores
puertorriqueños que deseaban mayores libertades, la democracia y el progreso
que no disfrutaron bajo el dominio hispánico. La elite puertorriqueña
aspiraba a la anexión de la isla tras la ocupación estadounidense y al
acceso al mercado libre. Sectores de asalariados confiaban en mejorar sus
condiciones laborales. Mas sus aspiraciones quedaron tronchadas ante la
indefinición del estatus de la isla por parte de una nación que recién
comenzaba a experimentar con posesiones coloniales.
Las Órdenes Generales emitidas a juicio de los militares
serían los decretos que marcarían nuevas pautas de control político y
administrativo. Con el cambio de régimen se disolvió la Diputación y el
Parlamento Insular, instituciones distintivas del régimen hispano, y se
emprendió una agresiva política de americanización. Estas políticas fueron
resistidas por sectores puertorriqueños que, aunque aspiraban a la
modernidad, reafirmaban sus costumbres y su identidad cultural rechazando la
asimilación. El nuevo gobierno se dio a la tarea de ampliar la educación
pública instaurando el inglés como idioma oficial. Se registrarían cambios
en las políticas de higiene dirigidas a mejorar las condiciones de salud de
los puertorriqueños. Nuevos días de fiesta, como el 4 de julio, se
registraban en el calendario insular acordes con la idiosincracia de los
gobernantes. Costumbres como los juegos de azar serían suprimidas con el fin
de controlar el comportamiento popular. Se creó la Policía Insular y se
decretó la ley del divorcio, contraria a los preceptos de la Iglesia
Católica. Con el decreto de libertad de culto llegarían a la isla las
iglesias históricas protestantes quebrando la hegemonía arraigada del
catolicismo. Al igual, masones, espiritistas y otros sectores heterodoxos
encontrarían un espacio de expresión que les había sido vedado anteriormente.
Entre las medidas económicas se sustituyó el peso español
por el dólar norteamericano y se suspendió el cobro de muchos impuestos y
deudas de los agricultores. A la larga, esta última medida perjudicó la
economía de la isla. Puerto Rico perdió sus mercados principales de
exportación, España y Cuba, y quedando limitado a las relaciones económicas
con Estados Unidos. Cosechas como el café, disminuidas por el impacto del
huracán San Ciriaco de 1899, se afectaron grandemente al ser declaradas "productos
extranjeros" en sus mercados tradicionales. Aunque algunas mejoras se
implantaron en la transportación, la comunicación y la infraestructura, en
general, las condiciones de la mayoría del pueblo permanecieron precarias.
En el Congreso se discutía la aprobación de una carta
orgánica para Puerto Rico. En 1900 se aprobó la Ley Foraker que remató la
desilusión de los puertorriqueños. En el proceso no medió consulta alguna de
los sectores locales. Entre las disposiciones, el gobernador de la Isla
sería un norteamericano nombrado por el presidente. Su Gabinete estaría
compuesto por seis secretarios que a la vez formaban parte del Consejo
Ejecutivo o Cámara Alta de la legislatura en abierta violación al principio
de la separación de poderes.
En la legislatura bicameral, al menos cinco de los 11
miembros serían puertorriqueños nombrados por el Presidente. La Cámara de
Delegados sería el único foro con 35 miembros electos cada dos años. Las
leyes propuestas por la Cámara de Delegados podían ser vetadas por el
Consejo, el Gobernador o el Congreso de Estados Unidos, restándole de esa
forma poder a los puertorriqueños. La ciudadanía puertorriqueña creó un
problema de reconocimiento internacional pues Puerto Rico, aunque pertenecía
a Estados Unidos, no era parte de la nación ni había sido declarado
territorio incorporado. La controvertible Foraker dispuso del cargo de
Comisionado Residente, el cual no tendría ni voz ni voto en el Congreso (en
1904 se le concedería voz). Por otro lado, el Acta era un instrumento
económico pues Puerto Rico, quedaría integrado a los aranceles y al mercado
norteamericano mediante las leyes de cabotaje. Entre el 1900 y el 1904 el
sufragio estaría restringido a los hombres mayores de 21 años que supieran
leer y escribir y fuesen propietarios.
Contiendas partidistas de principios de
siglo
La formación de los partidos políticos principales de
principios de siglo revela varias similitudes. El partido Federal, bajo el
mando de Luis Muñoz Rivera, y el Republicano, bajo el de José Celso Barbosa,
promueven la anexión gradual a Estados Unidos. Sus plataformas eran
bastantes similares y sus dirigentes ejercen un liderazgo de arraigo
personalista. Mas las contiendas electorales se transformarían en un campo
de batalla entre los seguidores de ambos bandos que dejaría atónitos a los
funcionarios norteamericanos. Sectores de republicanos, conocidos como "las
turbas" arremetieron contra la propiedad de unionistas creando un estado de
desorden público.
En el 1900, después de aprobarse la Foraker, los federales
recurrieron a la abstención electoral en protesta por las actuaciones
arbitrarias del Consejo Ejecutivo. Los republicanos, que gozaban de la
simpatía de las autoridades norteamericanas, ganarían las elecciones
legislativas de 1900 y 1902. A partir de 1904, los triunfos eleccionarios
corresponderían al Partido Unión. Ese año, aunque se inició el sufragio
masculino sin restricciones de literacia, las mujeres todavía no disfrutaban
del derecho al voto.
La Unión aglutinaba a sectores que favorecían la
independencia, la anexión y la autonomía y le hacía frente a la defectuosa
Ley Foraker en foros locales y congresionales. El Partido Federal se integró
a la Unión, mientras que el Republicano se mantuvo solo. La fórmula de la
estadidad sería abandonada por el partido en 1913, mientras que la de la
independencia se eliminó en el 1915.
El 1909 fue un año de intensas protestas por parte de los
miembros de la Cámara de Delegados que se encontraba bajo el control
unionista. El blanco principal de la discordia fue la Ley Foraker,
especialmente, por el problema que representaba la ausencia de separación de
poderes, la ciudadanía, la presencia del Tribunal Federal y el autoritarismo
de funcionarios norteamericanos que ocupaban puestos públicos en la Isla.
Como resultado de la inconformidad con la Ley y con el poder autocrático del
Consejo Ejecutivo, la combativa Cámara de Delegados electa en 1908 no aprobó
el presupuesto anual de gastos gubernamentales. El año fiscal subsiguiente
comenzaría sin presupuesto. La reacción del gobierno federal contra la
Cámara de Delegados por no haber aprobado el presupuesto fue de repudio.
Como respuesta se sometió la Enmienda Olmsted para ordenar la aprobación del
presupuesto anterior y terminar unilateralmente con la crisis. El año
siguiente se presentó el Proyecto Olmsted para sustituir la Ley Foraker. El
Proyecto, que también generó las críticas de sectores locales, no fue
aprobado por el Senado de Estados Unidos.
Otros partidos se formaron a principios de siglo. El
Obrero Socialista ha sido considerado como un "brazo político" del
movimiento obrero organizado. Este partido se abstuvo de participar en las
elecciones y exigió mejores condiciones de trabajo al igual que disfrutaban
los obreros en Estados Unidos. La anexión también formó parte de su
plataforma. No fue hasta 1915 que se fundó el Partido Socialista que
aglutinaba gran parte de los sectores trabajadores y adquirió una gran
fuerza electoral. Sus demandas giraron en torno a las reivindicaciones
laborales y su auge causó preocupación entre las autoridades norteamericanas.
En 1912, luego de una escisión en el Partido Unión,
Rosendo Matienzo Cintrón y Luis Lloréns Torres fundaron el Partido de la
Independencia. Aunque no tuvo suficientes votos en las elecciones de ese año
como para permanecer inscrito, sus líderes fueron los precursores de un
partido que exigía la independencia política y económica.
La economía de principios de siglo
Según el censo de 1899, la población de la isla ascendía a
953,243 habitantes. Se estima que un 90 por ciento era analfabeta. La
mayoría se dedicaba a las tareas agrícolas y vivía en francas condiciones de
miseria. Con el embate del Huracán San Ciriaco ese mismo año, las cosechas
de café y tabaco se vieron seriamente afectadas, así como los que dependían
de su cultivo. Muchos puertorriqueños emigraron a Hawai y a otros destinos
de Estados Unidos y del Caribe en búsqueda de empleos agrícolas.
Con la llegada del nuevo régimen, la principal cosecha, el
café, fue reemplazada por la siembra de caña de azúcar. Los valles costeros
comenzarían a cubrirse con este cultivo cuya producción se concentraba en
cuatro grandes corporaciones ausentistas; la Fajardo Sugar Company, la South
Porto Rico Sugar, la Central Aguirre y la United Porto Rico Sugar Co. Las
corporaciones impusieron una economía de monocultivo y ejercían un gran
poder político. Los asalariados trabajaban entre diez y 14 horas diarias
durante la zafra. Durante el tiempo muerto quedaban desempleados. Su sueldo
era de miseria si se comparaba con los precios de los productos. El éxodo de
trabajadores de la montaña a las costas en búsqueda de empleos agudizó el
problema de la vivienda y llevó a la organización de barrios obreros en los
alrededores de las plantaciones.
El auge del tabaco, debido a su libre acceso al mercado
estadounidense, también se experimentó a principios de siglo, especialmente
en la región centro oriental. La principal corporación fue la "Porto Rico
American Tobacco Company". Las mujeres pobres se contrataban como
asalariadas en la industria del tabaco haciendo una gran aportación en la
fase del despalillado y a la economía del país.
A partir de la década de 1920, la industria de la aguja
fue una de gran expansión. Se estima que en 1926, más de 40,000 mujeres
estaban empleadas en la industria. A pesar de que le brindó a sectores
femeninos la oportunidad de trabajar a cambio de un salario, fuera del hogar
o a domicilio, así como de exportar sus reconocidos productos, las
condiciones de trabajo se caracterizaron por los abusos, la explotación y
los míseros sueldos. Los trabajadores, en general, formularon protestas,
huelgas y reclamos. Éstos se negaron a aceptar pasivamente las condiciones
de vida que enfrentaban.
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