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En 1180 murió
el rey
Luis VII de Francia y fue sucedido por su hijo Felipe II.
Tenía
entonces quince años, y sus tíos maternos, los condes
Enrique
II de Champaña y Teobaldo V de Blois, trataron de ejercer de
regentes,
pero al final se impuso el conde Felipe de Flandes, que ese mismo
año
casó a su sobrina Isabel de Hainaut con el joven rey. El
matrimonio originó un roce entre Felipe II y el conde de Flandes
en relación con el condado de Artois, que Felipe de Flandes se
negó
a entregar como dote.
Más trascendente fue la muerte del emperador bizantino Manuel I. Su heredero era un niño de once años que reinó con el nombre de Alejo II Comneno. Su madre, María de Antioquía, ejerció de regente. La monarquía bizantina se occidentalizaba cada vez más: si Manuel I había sido un admirador de occidente, ahora su hijo Alejo II era medio occidental, y estaba tutelado por una madre completamente occidental. La insatisfacción del pueblo crecía por momentos. El rey de Servia, Esteban Nemanja, aprovechó la situación para sacudirse la tutela bizantina, con lo que Servia obtuvo la independencia plena. En Japón se recrudeció la lucha entre los Taira y los Minamoto. Los disturbios políticos favorecieron el bandidaje. Una hambruna debilitó el clan de los Taira. Los Minamoto se agruparon bajo las órdenes de Minamoto no Yoritomo, que organizó tropas de partisanos. Pronto se le unió su hermano Minamoto no Yoshitsune. El rey Balduino IV de Jerusalén firmó una tregua con Saladino, pero en 1181 Reinaldo de Châtillon atacó una caravana que iba de Egipto a Siria y Saladino consideró esto un acto ofensivo, por lo que declaró rota la tregua. El güelfo Enrique el León intentó recuperar los ducados de los que había sido desposeído por el emperador Federico I Barbarroja, pero fue derrotado y en la dieta de Erfurt se vio obligado a renunciar a casi todas sus posesiones, y se refugió en la corte de su suegro, Enrique II Plantagenet. Ese año murió el Papa Alejandro III, y fue sucedido por el cardenal Ubaldo Allucingoli, que adoptó el nombre de Lucio III. Ahora que los alemanes ya no parecían una amenaza seria, los romanos volvieron a rechazar la autoridad pontificia y no permitieron que Lucio III entrara en la ciudad. El nuevo Papa tuvo que residir en otras ciudades, principalmente en Verona. Los partidarios del conde Raimundo V de Tolosa asesinaron al conde Ramón Berenguer IV de Provenza, hermano del rey Alfonso II de Aragón. Éste concedió el condado a su otro hermano, que pasó a ser el conde Sancho I. Los shampa fueron expulsados del reino de Angkor por Jayavarman VII, que restauró la monarquía y reconstruyó el país, a la vez que restablecía la hegemonía sobre los reinos vecinos. Se convirtió al budismo y construyó una nueva capital, Angkor Thom, sobre un cuadrado casi perfecto de tres kilómetros de lado, rodeado de una alta muralla con cinco puertas monumentales. El hijo segundo de Enrique II Plantagenet estaba demostrando ser un consumado guerrero capaz de mantener bajo su férreo dominio a los señores de Aquitania. Esto le valió el apelativo de Ricardo Corazón de León. Su hermano, Enrique el Joven, temió que Ricardo se negara a reconocerlo como rey cuando muriera su padre, y por ello, en 1182 persuadió a Enrique II para que ordenara a Ricardo rendirle vasallaje como heredero. Ricardo se negó a ello, lo que desencadenó una guerra entre los dos hermanos. Enrique II trató de mediar entre ambos, pero sólo logró que los dos hermanos se volvieran contra él, pues cada uno pensaba que su padre favorecía al otro. El rey Felipe II de Francia hizo cuanto pudo para avivar el conflicto. Por otra parte, ese mismo año hizo prender a todos los judíos de sus dominios y los envió al exilio. Al parecer se les acusaba de que "cada viernes santo cogían a un cristiano y lo conducían a sus grutas bajo tierra, lo torturaban y al final lo estrangulaban". Muchos de los judíos se refugiaron en las tierras del conde Enrique II de Champaña. El duque Hugo III de Borgoña obtuvo los condados de Albon y Viennois, al este del Ródano, por su matrimonio en segundas nupcias con Beatriz Dauphin. Esto aumentó considerablemente su poder y el rey Felipe II de Francia apoyó contra él a Hugo de Vergy. En Dinamarca murió el rey Valdemar I el Grande. Fue sucedido por su hijo Canuto IV, quien entregó el gobierno al obispo Absalón. El emperador bizantino Alejo II tenía un primo llamado Andrónico Comneno. Había conspirado en varias ocasiones contra Manuel I, quien terminó desterrándolo. Pocos años antes de la muerte del emperador volvió suplicando su perdón y Manuel I lo había destinado como gobernador al Ponto, en Asia Menor. Ahora tenía más de setenta años, pero no dudó en aprovechar el rechazo que Alejo II y su madre provocaban entre sus súbditos y marchó hacia Constantinopla al frente de un ejército. Cuando la noticia llegó a la capital el pueblo se rebeló e inició una matanza de occidentales. Andrónico fue recibido entre aclamaciones y Alejo II se vio obligado a reconocerlo como emperador asociado (Andrónico I). Saladino dejó Egipto bajo el gobierno de su hermano al-Malik al-Ádil, y marchó a ocuparse personalmente de la guerra contra los cruzados. Averroes fue nombrado médico personal del Califa almohade Yúsuf I, en sustitución de Abentofail, que tenía ya más de setenta años. El rey Alfonso VIII de Castilla dirigió una campaña contra los almohades en el sur de la península y en 1183 logró apoderarse de algunos territorios junto al Júcar. Llegó finalmente a un acuerdo territorial con Fernando II de León, quien fracasó en un intento de conquistar Cáceres. Ishaq, el rey almorávide de las islas Baleares, se encontraba en serios apuros. Su despotismo le llevó a asesinar a sus principales servidores almorávides, lo que hizo que su principal apoyo militar, el almirante Lope ibn Maymún, se pasara a los almohades. Se vio obligado a iniciar negociaciones con el Califa Yúsuf I, pero no pudo concluirlas porque murió asesinado en una sublevación de cristianos. Fue sucedido por su hijo Muhammad, que continuó las negociaciones con los almohades a través de Alí, hijo del vizconde Reverter. Ese año murió el poeta Chrétien de Troyes. Entre sus obras más famosas se encuentran Lanzarote o El caballero de la Carreta, dedicada a su protectora María de Champaña, que fue quien le sugirió el tema y el inacabado Parceval o El cuento del Graal. En ellos introdujo dos de los de los tópicos más famosos relacionados con el ciclo artúrico: los amores secretos de Lanzarote y la reina Ginebra y la leyenda del Santo Grial. En la novela de Chrétien de Troyes era un vaso misterioso relacionado con una leyenda celta, pero, poco después, otro autor llamado Robert de Boron lo convirtió en el cáliz que usó Jesucristo en la última cena, y en el que san José de Arimatea recogió la sangre de Cristo crucificado. El conflicto entre Enrique el Joven y Ricardo Corazón de León terminó con la muerte del primero. Así Ricardo se convertía en el heredero del Imperio Angevino. La tregua que Federico I había firmado con la Liga Lombarda había expirado, pero el emperador no tenía interés en reanudar los combates y firmó la Paz de Constanza, en la que reconoció los derechos de las ciudades italianas. Tras la muerte de Otón de Wittelsbach, el ducado de Baviera pasó a su hijo Luis I. El emperador bizantino Andrónico I hizo estrangular a su primo Alejo II y a la madre de éste, María de Antioquía. Además se casó con la prometida de Alejo II, que era Inés de Francia, hermana del rey Felipe II, de once años de edad. Andrónico I comprendió que el Imperio estaba al borde del colapso y que era necesario tomar medidas drásticas y rápidas. Luchó contra la corrupción de la administración, pero no pudo dominar a la aristocracia feudal. Las medidas que tomó contra ella debilitaron militarmente al Estado, que se vio expuesto a invasiones de servios y húngaros. Ese año murió Raniero de Monferrato, el gobernador de Tesalónica. Reinaldo de Chatillón logró algunas victorias frente a los musulmanes y llegó incluso a amenazar La Meca, pero luego fue sitiado por Saladino. Las cosas se complicaron cuando Saladino logró tomar Aleppo a los hijos de Nur al-Din, lo que le dio el dominio definitivo sobre Siria. Ahora rodeaba totalmente a los Estados Latinos de Oriente. El conde Raimundo III de Trípoli decidió pactar con él y el rey Balduino IV de Jerusalén firmó una nueva tregua. Aleppo quedó bajo el mando de al-Malik al-Ádil. El gran príncipe de Vladímir Vsiévolod el Grande amplió sus dominios hasta el Volga tras varias campañas militares. Los Minamoto lograron expulsar a los Taira de Kyoto, la capital imperial. En 1184 el Papa Lucio III convocó un concilio en Verona en el que se excomulgó a los valdenses, que seguían extendiéndose por Europa. Poco después se les unió una facción de los humillados de Milán, lo que hizo que al cabo de unos años se pudiera distinguir dos sectas de valdenses con diferencias doctrinales: los franceses y los lombardos, si bien todos aceptaban la dirección de Pedro Valdo. El Califa almohade Yúsuf I emprendió una expedición en la que trató de conquistar la ciudad portuguesa de Santarem, pero fracasó ante la intervención del rey Fernando II de León. El Califa resultó herido de muerte en la batalla. Fue sucedido por su hijo Yúsuf II, que corrió a Marrakech para recibir el juramento de fidelidad de sus súbditos. Unos pocos familiares y funcionarios reacios a aceptarlo como Califa dejaron de poner objeciones una vez asesinados. El rey Muhammad de las islas Baleares fue derrocado por sus dos hermanos Alí y Yahyá. Cuando les llegó la noticia de la derrota almohade en Santarem el primero zarpó hacia el norte de África y con la ayuda de tropas beduinas atacó a los almohades. Muhammad aprovechó esta expedición para hacerse de nuevo con el poder y reconoció a Yúsuf II como Califa, pero cuando éste trató de hacer efectivo su dominio sobre las islas, Myhammad cambió de idea y se alió con el rey Alfonso II de Aragón para resistir a los almohades. También murió el conde Armengol VII de Urgel, que fue sucedido por su hijo Armengol VIII. En Brandeburgo murió el margrave Otón I, que fue sucedido por su hijo Otón II. En Georgia murió el rey Jorge III, que fue sucedido por su hija Tamar, a la que había asociado al trono seis años antes. El reino experimentó una prosperidad como nunca había tenido ni volvería a tener. El poder real estaba limitado por unas sólidas instituciones feudales y por una poderosa Iglesia. Las ciudades experimentaron un gran desarrollo favorecido sobre todo por las caravanas de comerciantes que unían Europa con la India. Florecieron la ciencia, la filosofía y el arte, alimentadas de la cultura bizantina. El obispo Absalón hizo que el rey Canuto IV de Dinamarca tomara el título de rey de los vendos. El rey Guillermo II de Sicilia estaba interesando en oriente desde hacía tiempo. Ya había enviado diversas expediciones para proteger los intereses sicilianos en Egipto, pero la matanza de cristianos llevada a cabo en Constantinopla con el advenimiento de Andrónico I le proporcionaron la excusa ideal para intervenir en el débil Imperio Bizantino. En 1185 un ejército normando desembarcó en la costa bizantina del Adriático, tomó Durazzo, avanzó hacia el interior, tomó Tesalónica y, en represalia por la matanza de cristianos, Guillermo II hizo ejecutar a siete mil griegos. Al mismo tiempo, el rey Bela III de Hungría envió una expedición a Dalmacia. En Constantinopla cundió el pánico. El emperador estaba enemistado con la nobleza, a causa de sus intentos de reformas. Tal vez habría podido resistir si hubiera tratado de ganarse al pueblo, pero cometió el error de prohibir las carreras de caballos (por ser un gasto imposible de afrontar en los tiempos que corrían), pero, claro, ningún ciudadano podía apoyar a un emperador que estaba en contra de las carreras de caballos. El populacho se alzó contra el anciano emperador y lo torturó lentamente hasta la muerte. La rebelión fue dirigida por un primo de Andrónico I, que fue proclamado emperador con el nombre de Isaac II Ángelo. Isaac II abandonó todos los proyectos reformistas de su antecesor y, sobre todo, restableció las carreras de caballos. La suerte le sonrió, pues el general Alejo Branas logró expulsar a los normandos y a los húngaros. Sin embargo, el gobernador de Chipre se declaró independiente y Constantinopla perdió el dominio del Egeo. También Bulgaria se declaró independiente, dirigida por dos hermanos, Juan y Pedro Asen, que ocuparon Macedonia. Mientras tanto moría el rey de Jerusalén Balduino IV el Leproso. Luchó valerosamente contra los musulmanes hasta que su enfermedad acabó con él. Como no tenía hijos, su sucesor natural era Gui de Lusignan, el esposo de su hermana mayor, Sibila de Anjou. Sin embargo, las escasas dotes del heredero habían llevado a Balduino IV a asociar al trono dos años antes a un hijo que Sibilia había tenido en un primer matrimonio con el conde Guillermo de Monferrato. Este hijo, a sus nueve años, se convirtió en el nuevo rey con el nombre de Balduino V, bajo la tutela del conde Raimundo III de Trípoli y de Jocelin III, hijo del conde Jocelin II de Edesa, que tenía el cargo de senescal del reino. También murió el Papa Lucio III y en su lugar fue elegido el cardenal Uberto Crivelli, arzobispo de Milán, que adoptó el nombre de Urbano III. Como su predecesor, tampoco pudo entrar en Roma y tuvo que residir en Verona. Reforzó la centralización del poder de la Iglesia. Hugo de Vergy derrotó al duque Hugo III de Borgoña, tal y como pretendía el rey Felipe II de Francia. Éste se apoderó finalmente del condado de Artois (a título de dote matrimonial) tras derrotar al conde Felipe de Flandes. A lo largo de los años siguientes Borgoña iría cayendo paulatinamente bajo el dominio efectivo del rey francés. El rey Fernando II de León se casó con su amante, la castellana Urraca López, poco antes de que ésta le diera un hijo: Sancho. El rey ya tenía un hijo de su primera esposa, que se llamaba Alfonso y tenía entonces catorce años. Su madrastra empezó a mirarlo con malos ojos. El rey Alfonso VIII de Castilla tuvo que retirarse de los últimos territorios conquistados a los almohades en el valle del Júcar. En Portugal murió el rey Alfonso I, que fue sucedido por su hijo Sancho I el Poblador, llamado así porque dedicó los primeros años de su reinado a realizar una importante labor repobladora. Estaba casado con Dulce, hermana del rey Alfonso II de Aragón. El rey Alfonso II de Aragón le quitó el condado de Provenza a su hermano Sancho I para otorgárselo a su hijo, que pasó a ser Alfonso II de Provenza. En compensación, a Sancho I le otorgó el condado de Cerdaña. El príncipe Igor de Nóvgorod dirigió una campaña contra los cumanos, en la que fue derrotado y hecho prisionero. (Es el mismo príncipe Igor que da título a la célebre ópera de Borodín.) El 24 de abril, Minamoto no
Yoshitsune
destruyó
la flota de los Taira en la batalla de Dan-no-ura. Los Taira
que no murieron en combate se lanzaron al mar. El emperador Antoku tenía siete
años, y su abuela Nii
decidió que no debía caer en manos del enemigo. La Heike Monogatari (Gesta de los
Taira, escrita poco después), relata así lo sucedido a
continuación: El emperador había cumplido aquel año los siete de edad, pero parecía mucho mayor. Era tan hermoso que parecía emitir un resplandor brillante, y su pelo negro y largo le colgaba suelto sobre la espalda. Con una mirada de sopresa y ansiedad en su rostro preguntó a la Dama Nii: ¿Dónde vas a llevarme? Ella miró al joven soberano mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas y [...] lo consoló, atando su largo pelo en su vestido de color de paloma. Cegado por las lágrimas, el niño soberano juntó sus bellas manitas. Se puso primero cara al Este para despedirse del dios de Ise, y luego de cara al Oeste para repetir el Nembutsu [una oración a Buda]. La Dama Nii lo agarró fuertemente en sus brazos mientras decía "en las profundidades del océano está nuestro capitolio", y se hundió finalmente con él debajo de las olas. Sólo quedaron cuarenta y tres mujeres Taira, que
sobrevivieron vendiendo sus favores a los pescadores de la zona. Ellas
mantuvieron vivo el recuerdo de esta batalla, que se sigue conmemorando
en la actualidad cada 24 de abril. Entre los pescadores se
extendió la leyenda de que los guerreros Taira
permanecían en el fondo del mar en forma de cangrejos. Cuando
pescaban una cierta especie de cangrejo cuyo caparazón recordaba
vagamente la cara de un guerrero, lo devolvían al mar
creyéndolo uno de los guerreros ahogados, y esta
selección artificial ha logrado, con el paso de los siglos, que
hoy en día exista en la región un cangrejo cuyo
caparazón reproduce inequívocamente la cara de un
guerrero japonés. La Heike monogatari es la tercera de tres obras de corte
histórico escritas en este siglo. Las dos primeras son la Hogen monogatari y la Heiji monogatari. El japonés
en que están redactadas, especialmente la de los Taira, se
convirtió en la nueva lengua literaria japonesa, fuente directa
del japonés moderno. Volviendo a Yoshitsume, su hermano Yoritomo receló de la popularidad que había adquirido a raíz de su victoria frente a los Taira y llevó a cabo una campaña contra él. Juan sin Tierra cumplió los dieciocho años, y su padre, Enrique II Plantagenet, decidió que no debía hacer honor a su apodo por más tiempo. Era su hijo favorito, pues, a diferencia de sus hermanos, nunca se había rebelado contra él. Por eso le otorgó el gobierno de sus posesiones en Irlanda. Sin embargo el joven se mostró incapaz de dominar a los señores normandos y nueve meses después, ya en 1186 tuvo que volver a Inglaterra. Ese año su hermano Godofredo fue arrojado de su caballo en un torneo y murió a causa de las heridas. El emperador Federico I Barbarroja concertó el matrimonio de su hijo Enrique con Constanza, hija póstuma del rey Roger II de Sicilia y tía del rey actual, Guillermo II, el cual no tenía descendencia y, por consiguiente, Constanza era la heredera legítima del reino. Si todo salía bien, esta alianza podía desembocar en la anexión de la Italia normanda al Sacro Imperio Romano. Después, el dominio del norte de Italia sería cosa fácil. El conde Alberto III de Habsburgo incorporó a las posesiones familiares el condado de Zürich y el landgraviato de la Alta Alsacia. Un monje alemán llamado Meinhard fundó un obispado católico en Livonia, desde donde se inició la evangelización de este territorio, todavía pagano. En Ceilán murió el rey Parakramabahu I, y tras él empezó la decadencia de su reino, que se vio amenazado por los Tamiles, procedentes de la India. Los cingaleses tuvieron que ir trasladándose paulatinamente hacia el sur, de capital en capital. Saladino llamó de nuevo a Egipto a su hermano al-Malik al-Ádil y encomendó Damasco a su hijo al-Malik al-Afdal. El joven rey Balduino V de Jerusalén murió a los pocos meses de ocupar el trono y su madre, Sibila de Anjou, coronada reina, asoció al trono a su marido Gui de Lusignan. Reinaldo de Châtillon volvió a interceptar una rica caravana y ello agotó la paciencia de Saladino, que nuevamente declaró rota la tregua firmada con el rey Balduino IV. En 1187 reunió un gran ejército y marchó sobre Palestina. Mientras tanto murió sin descendencia el conde Raimundo III de Trípoli, y el condado pasó a Raimundo IV, el hijo del príncipe Bohemundo III de Antioquía, al que Raimundo III había adoptado poco antes de morir. No se sabe muy bien qué sucedió entonces, pero al parecer su hermano menor Bohemundo IV se las arregló para quedarse con el condado y Raimundo IV murió. Bohemundo IV se alió con Saladino, que empezó a descender hacia Jerusalén. El rey Gui de Lusignan reunió todas las fuerzas cruzadas, incluyendo a los caballeros templarios y hospitalarios, y partió para hacer frente a los musulmanes. Los ejércitos chocaron en Hattin, cerca del lago Tiberíades. Los cruzados eligieron mal el terreno y dejaron atacar insensatamente a los templarios. Fueron arrollados. Todos los templarios y hospitalarios capturados fueron ejecutados, y Saladino ejecutó personalmente a Reinaldo de Châtillon, tal y como había prometido tiempo atrás. Gui de Lusignan también fue capturado, pero fue retenido con vida para cobrar un rescate. Ese año murió el rey Rubén III de Armenia y fue sucedido por su hermano León II el Magnífico, quien rechazó a los musulmanes, conquistó Isauria y se declaró vasallo del emperador Federico I Barbarroja. Trasladó la capital del reino de Tarso a Sis. El rey de Servia Esteban Nemanja extendió su estado conquistando Montenegro, Dalmacia, Herzegovina y la Servia Danubiana. Mientras tanto Juan I Asen se proclamó rey de Bulgaria y obligó al emperador bizantino Isaac II a reconocer el llamado Segundo Imperio Búlgaro. Ocupó la llanura del bajo Danubio (Mesia y Valaquia) en donde instaló su capital, Tarnovo. Conrado de Monferrato se casó con Teodora, hermana del emperador Isaac II, pero se separó de ella poco después. El rey almorávide Muhammad, de las islas Baleares, fue derrocado y sucedido por su hermano Tasufin, que a su vez fue derrocado por un ejército enviado a toda prisa desde África por su hermano Alí, que puso en el trono a otro hermano, Abd Allah. Por su parte, Alí fue derrotado por una gran expedición enviada por el Califa almohade Yúsuf II. Los rebeldes fueron empujados hacia Libia. En octubre Saladino entró en Jerusalén. Pocos días después murió el Papa Urbano III y fue elegido como sucesor Alberto di Mora, que adoptó el nombre de Gregorio VIII. La noticia de la caída de Jerusalén conmocionó a occidente, e inmediatamente surgió el proyecto de una Tercera Cruzada. Es interesante que la imagen que llegó de Saladino a occidente no fue la de un hereje fanático, sino todo lo contrario. En sus relaciones con los cruzados sus actitudes se ajustaban más a los ideales caballerescos que las de cualquier caballero occidental. Pronto se propagaron leyendas por Europa que hacían de él un héroe casi cristiano. Ciertamente, Saladino fue un buen gobernante y sus súbditos cristianos no tuvieron motivos de queja, pero, desde luego, no tenía nada de cristiano. Al contrario, su guía fue siempre obrar de acuerdo con el islam. Dedicó grandes esfuerzos a regenerar material y moralmente sus dominios. Egipto no había estado tan bien gobernado desde los tiempos de Ptolomeo III. Gregorio VIII murió en diciembre, y fue sucedido por Paolo Scolari, que adoptó el nombre de Clemente III y, gracias al fervor cristiano que suscitaron los preparativos de la Cruzada, pudo entrar en Roma. En 1188 Saladino dominaba todo el reino de Jerusalén excepto Tiro, que estaba defendida por Conrado de Monferrato. Conrado pagó el rescate por el rey Gui de Lusignan, que inmediatamente se puso a organizar a los cruzados. Poco antes había muerto el marqués Guillermo de Monferrato, el padre de Conrado, así que éste volvió a Italia para tomar posesión de la herencia. Ese año murió el rey Fernando II de León. Su madrastra Urraca buscó el apoyo de un grupo de nobles para dar el trono a su hijo Sancho, de tres años, pero el primogénito del difunto rey no tuvo dificultad en eludir la conjura de Urraca y proclamarse rey, con el nombre de Alfonso IX. Urraca tuvo que retirarse a Castilla, aunque conservó algunas fortalezas en León que le había otorgado su marido. Desde el mismo inicio de su mandato, el nuevo rey favoreció a la burguesía en detrimento de la nobleza. Ese mismo año convocó una curia regia en León a la que asistieron por primera vez representantes de las ciudades. Esta asamblea se considera el nacimiento de las Cortes de León, en la que se promulgó una serie de leyes destinadas a asegurar a todos los súbditos, en sus personas y en sus bienes, contra los abusos de poder. El emperador Federico I Barbarroja concedió el ducado de Rothenburg a su hijo Conrado, que acababa de cumplir quince años, al tiempo que éste se casaba con Berenguela, hija del rey Alfonso VIII de Castilla. En África murió el almorávide Alí, pero sus hombres se agruparon en torno a su hermano Yahyá, que mantuvo la guerra contra los almohades desde Libia. Gregorio VIII había embarcado a Federico I con una hábil diplomacia que terminaba de limar todas las asperezas que había habido entre el Sacro Imperio Romano y el Papado. A Ricardo Corazón de León no hacía falta convencerlo: había sido educado por su madre, Leonor de Aquitania, y su cabeza rebosaba de ideales caballerescos: ardía en deseos de partir hacia oriente a defender la cristiandad. Otro asunto era el caso de Felipe II de Francia. Sabía perfectamente lo nefasto que había sido para su padre participar en la segunda cruzada y no tenía ningún deseo que la historia se repitiera, pero Ricardo era ahora su amigo y aliado y, ni quería enturbiar la relación entre ambos, ni tenía argumentos para excusar su participación en la Cruzada. El prestigio de la corona se resentiría gravemente si dejaba que Federico I y Ricardo luchaban heroicamente contra los infieles mientras él se quedaba cómodamente en París. Lo único que podía hacer era intrigar para que su presencia en Francia fuera imprescindible y para que Ricardo tuviera otras cosas en que pensar. No lo tuvo difícil: Enrique II llevaba un tiempo intentando convencer a su hijo Ricardo de que cediera el ducado de Aquitania a su hermano Juan. Al fin y al cabo, él era ahora el heredero de todo, luego podía (y debía) cederle una parte a su hermano como vasallo. Pero Aquitania era la tierra de su madre, Leonor, donde Ricardo había sido educado, y Ricardo no estaba dispuesto a renunciar a esta parte de su herencia (ni mucho menos al reino de Inglaterra). Felipe II no debió de encontrar dificultades en hacer ver a su "amigo" lo probable que era que al volver de Tierra Santa se encontrara a su hermano Juan bien instalado en Aquitania. Con los ojos abiertos por Felipe II, Ricardo habló con su padre y se convenció de que ésas eran realmente sus intenciones, así que aceptó la oferta del rey Francés y entre ambos empezaron a conquistar uno a uno los castillos de Aquitania. En un derroche de virtuosismo diplomático, Felipe II logró convencer también a Juan sin Tierra para que se uniera a ellos contra su padre: el argumento era que si no estaba junto a su hermano en esto, terminaría quedándose sin nada, mientras que si lo apoyaba se beneficiaría sin duda de su gratitud. Éste fue el golpe de gracia, pues Enrique II se llevó un amargo disgusto al enterarse de que Juan, su hijo favorito, se había alzado contra él. Tenía ya cincuenta y seis años y sintió que ya no le quedaban fuerzas. Dicen que exclamó: ¡Que sea lo que sea! ¡Ya no me preocupo por nada más! En 1189 firmó un tratado de paz con Felipe II, concedió a Ricardo todo lo que quería, se metió en la cama y en ella permaneció hasta que murió poco después. Ricardo y Juan se disputaron la herencia de su padre, pero venció el primero con el apoyo de su madre, Leonor de Aquitania, que finalmente pudo salir de su cautiverio. Ricardo Corazón de León se convirtió así en el rey Ricardo I de Inglaterra, duque de Normandía, de Aquitania y de Bretaña, conde de Anjou, etc. El emperador Federico I Barbarroja inició la marcha a Tierra Santa dejando el Imperio a cargo de su hijo Enrique. El condado de Borgoña se lo cedió a su otro hijo, que pasó a ser el conde Otón I de Borgoña (su madre, la condesa Beatriz I, había muerto cuatro años atrás). Al poco tiempo de que Federico I se hubiera marchado, Enrique el León volvió a Alemania con la intención de recuperar los ducados que le habían sido arrebatados. Al poco tiempo murió sin descendencia el rey Guillermo II de Sicilia. Teóricamente, el reino debía pasar a Constanza, la hermana de Guillermo II, que estaba casada con Enrique, el hijo de Federico I, pero los nobles normandos no querían la dominación germánica, así que aceptaron como rey a Tancredo, conde de Lecce, un hijo bastardo del difunto duque Roger de Apulia, hermano de Guillermo II. Pronto obtuvo el reconocimiento del Papa Clemente III y del emperador Bizantino Isaac II, en contra de los intereses de Federico I y su hijo. También murió el conde de Saboya Humberto III el Santo, que fue sucedido por su hijo Tomás I. En Japón, tras cuatro años de lucha, Minamoto no Yoshitsune se vio acorralado por su hermano Yoritomo en la fortaleza de Koromogawa, donde se suicidó. Yoritomo se convirtió desde entonces en el amo indiscutible de Japón. Tal vez Felipe II de Francia pensó que su socio Ricardo estaría demasiado ocupado tomando las riendas de su Imperio como para acordarse de la Cruzada, pero no fue así. Ricardo se dispuso rápidamente a preparar su marcha. Para conseguir dinero vendió todo lo que pudo: vendió cargos eclesiásticos y seculares, vendió privilegios a las ciudades, esquilmó a los judíos, y hasta vendió Escocia al rey de Escocia, Guillermo el León, al que exoneró de su vasallaje. En 1190 inició el viaje, dejando el país en manos de William Longchamp, al que el año anterior había nombrado obispo de Ely y al que ahora otorgó los cargos de canciller y justicia. A su hermano Juan lo envió a Irlanda, con el juramento de que no volvería a Inglaterra al menos durante los tres próximos años. Felipe II de Francia no tuvo más remedio que marchar también. Dejó su reino a cargo de un Consejo de Regencia integrado por nobles y burgueses. Ese año murió su esposa, Isabel de Hainaut. También partieron para Oriente el duque Hugo III de Borgoña, el marqués Conrado de Monferrato y el duque Leopoldo V de Austria. Enrique el León aprovechó la ausencia de Federico I Barbarroja para tratar de recuperar sus ducados una vez más, pero fue derrotado por Enrique, el hijo del emperador. El rey Sancho VI de Navarra firmó un tratado con Alfonso II de Aragón para defenderse de Alfonso VIII de Castilla. Al mismo tiempo, los reyes Sancho I de Portugal y Alfonso IX de León firmaban un tratado similar, por el que el rey Leonés se comprometía con Teresa, la hija de Sancho I. Durante el año anterior, Sancho I había logrado ciertas victorias sobre los almohades, pero Yúsuf II había vuelto de África e hizo retroceder al portugués hasta Santarem, a la que puso sitio. En Holanda murió el conde Florencio III, y fue sucedido por Dirk VII. También murió el duque Godofredo VIII de la Baja Lorena. Su hijo Enrique I adoptó el título de duque de Brabante y de Lothier (una variante de Lorena) y desde entonces el ducado de la Baja Lorena pasó a ser conocido como ducado de Brabante, mientras que el ducado de la Alta Lorena se convirtió simplemente en el ducado de Lorena. Maimónides escribió la Guía
de
perplejos, su gran obra filosófica, cuyo título alude
a quienes vacilan entre la doctrina judía y la filosofía
aristotélica, y en la que se demuestra que no existe ninguna
contradicción
entre ambas.
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