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El rey Carlos I de Sicilia gobernaba su reino con mano dura: impuso
leyes severas contra el asesinato, el robo y el bandolerismo, que
estaban entonces a la orden del día, castigó la
corrupción y la brutalidad de los funcionarios locales, impuso
elevados impuestos a los terratenientes ricos y con el dinero
construyó carreteras, reformó el sistema monetario,
impuso un sistema de pesos unificado, mejoró los puertos y puso
en explotación algunas minas de plata. Sin embargo, sus
súbditos no lo querían: recordaban con añoranza a
Manfredo y también a Conradino, que no llegó a gobernar,
pero Carlos I lo había ahorcado y con ello escandalizó a
la cristiandad. La mejor alternativa a Carlos I era clara: Manfredo había
tenido una hija, Constanza, que ahora estaba casada con el rey Pedro
III de Aragón. Podía considerarse que Pedro III era el
legítimo heredero del reino de Manfredo. Con el tiempo se
difundió incluso la leyenda (falsa) de que cuando Conradino
subía al patíbulo arrojó un guante a la multitud,
guante que fue recogido precisamente por Constanza, como presagio de
que ella vengaría su muerte. De momento, Pedro III estába muy ocupado haciendo frente la
revuelta de la nobleza catalana dirigida por el conde Roger Bernardo
III de Foix, pero en 1280 pudo
sofocarla y el conde fue encarcelado. Otro de los rebeldes
había sido el conde Armengol X de Urgel, que también
acabó en prisión, y
en la cárcel descubrió en su interior la más firme
lealtad hacia su rey. Una vez pacificado su reino, Pedro III pudo fijar
la vista más allá del horizonte. El que un día fuera meramente conde de Anjou era ahora uno de
los hombres más poderosos de Occidente: dominaba Sicilia y el
sur de Italia, Morea, Albania, el reino de Jerusalén, estaba
combatiendo en Épiro, había entablado una alianza con el
rey Jorge I de Bulgaria, amenazaba a Túnez, y todo ello no era
sino una toma de posiciones para su principal ambición: tomar
Constantinopla. Su dominio sobre el
Mediterráneo estaba perjudicando los intereses comerciales de la
Corona de Aragón, y los numerosos enemigos que se iba creando
acababan apelando a Pedro III. Jean de Meung terminó
una segunda parte del Roman de la
rose, compuesta por 17.772 versos, de características muy
distintas a las de la primera parte. Se
conserva el cuadro y los personajes, pero incluye muchas disgresiones
en los que se traducen pasajes de escritores antiguos. El poema es en
parte una enciclopedia y en parte una sátira en la que se
combate atrevidamente las supersticiones y creencias de la
época. Ataca la avaricia y los vicios de los monjes, con
sarcasmo y virulencia. Con la muerte de Hulagu Kan, el Imperio de Trebisonda había
quedado libre del dominio mongol. Ahora estaba gobernado por Juan II Comneno, hijo de Manuel I
(el emperador Andrónico II, su hermano, había muerto
trece años
atrás), que se aproximó a Constantinopla al casarse con Eudoxia, hija del emperador Miguel
VIII Paleólogo. Ese año murió el rey de Noruega Magnus VI el
Legislador, y fue sucedidopor su hijo Erik
Magnusson, de doce años. Su madre Ingeborg ejerció de regente.
También murieron san Alberto
Magno y el Papa Nicolás III. Entonces se le
presentó una oportunidad única al rey Carlos I de
Sicilia: en los últimos años había tratado en vano
de romper las buenas relaciones que el emperador bizantino Miguel VIII
había entablado con el papado, de cara a que el Papa aprobara un
eventual ataque a Constantinopla. Esto podía cambiar si el
próximo papa lo elegía él en lugar del
Espíritu Santo. Estaba en condiciones de influir más o
menos descaradamente en la elección, y aun así no le
resultó fácil. Los cardenales tardaron seis meses en
elegir a su Papa, hasta que el 22 de
febrero de 1281 fue elegido un italiano de unos setenta
años llamado Simon de Brion,
que tomó el nombre de Martín
IV a pesar de que sólo tuvo un predecesor con este nombre
(los cronistas pontificios tomaron como Martín II y
Martín III a los papas Marino I y Marino II, y el nuevo Papa
confirmó el error). La sumisión de Martín IV a Carlos I no tardó en
hacerse evidente: el emperador Miguel VIII fue excomulgado poco
después. La antipatía de los italianos hacia Carlos I se
extendió hasta Roma, donde el partido gibelino (ahora partidario
de Pedro III) se hizo fuerte y no consintió que Martín IV
entrara en la ciudad. Miguel VIII no se amedrentó. Logró expulsar de
Épiro a Carlos I, hizo fracasar una alianza firmada entre
Sicilia y Venecia por mediación de Martín IV y
lanzó a los mongoles sobre Bulgaria. Por su parte, Carlos I casó a su nieto Carlos, el hijo de Carlos el Cojo,
que tenía entonces
diez años, con Clemencia,
hija del emperador Rodolfo I. Mientras tanto Qalaún, el sultán de Egipto, derrotaba
al mongol Abaqa Kan en Homs,
en Siria. En el otro extremo del mundo, dos flotas de mongoles y coreanos con
alrededor de ciento cuarenta mil hombres, desembarcaron en dos puntos
de la costa japonesa. Los samuráis resistieron a los invasores
durante todo el verano, y estaban apunto de sucumbir cuando, en
otoño, un tifón destruyó parte de las
embarcaciones y obligó a los mongoles a retirarse
precipitadamente. Los que quedaron en tierra fueron masacrados por los
japoneses. Ese año murió el caudillo turco Ertogrul,
que seguía luchando contra los bizantinos como vasallo del
sultanato de Rum, y fue sucedido por su hijo Osmán. También murió, al parecer asesinado, Siger de Brabante. En Luxemburgo murió el conde Enrique V, que fue sucedido por
su hijo Enrique VI. En 1282 le tocó el turno
al rey Erik Klipping de Dinamarca firmar una Carta Magna presionado por
la nobleza. El rey se comprometió además a reunir
anualmente a los grandes del reino en un parlamento. En Noruega, el consejo de regencia que asesoraba a Ingeborg, la
madre del rey Erik Magnusson, que tenía entonces catorce
años, decidió que la Iglesia noruega tenía
demasiados derechos y privilegios, y entró en conflicto con el
arzobispo Jon Raude, que
murió en el exilio. El rey tuvo que ratificar las decisiones del
consejo, que disminuían considerablemente el poder de la
Iglesia. Ello le valió el sobrenombre de Erik Prestehater (el que odia a los
curas). Ese año el rey se casó con Margarita, hija del rey Alejandro
III de Escocia. El príncipe de Gales Llewelyn II ap Gruffydd se alzó de nuevo contra el rey Eduardo I de Inglaterra junto con su hermano David, y ambos fueron secundados por los restantes reyes galeses. Sin embargo, Llewelyn II murió en combate, lo que supuso un duro golpe para la resistencia galesa. El rey Esteban V de Servia se retiró a un monasterio con el
nombre de Teoktist.
Dejó el reino a su hermano Esteban
VI Uros Milutin, que empezó a extender los dominios
servios a costa de los búlgaros. Ese año murió el conde Tomás III de Piamonte, que fue sucedido por su hijo Felipe, de cuatro años. El emperador Rodolfo I concedió la marca de Carintia al conde
Meinhard V de Tirol, y traspasó los ducados de Austria y Suabia
y la marca de Estiria a sus hijos Alberto
I y Rodolfo
II. El rey Carlos I de Sicilia estaba ya a punto de lanzar su ataque
definitivo contra Constantinopla cuando se produjo un suceso que
alteró radicalmente sus planes. El 30
de marzo, a la hora de las "vísperas"
(la plegaria vespertina), los habitantes de Palermo se sublevaron y la
rebelión se extendió rápidamente por toda la isla
de Sicilia. La población mató a cuantos franceses cayeron
en sus manos. Fueron las llamadas vísperas
sicilianas. Los sicilianos contaron más adelante que el
detonante de la rebelión fue que una mujer siciliana que se
dirigía a la iglesia fue asaltada por un soldado francés,
al que la multitud mató inmediatamente, pero, tanto si esa
historia es cierta como si no, la mano de Pedro III de Aragón,
secretamente aliado con el emperador bizantino Miguel VIII, fue
decisiva. Carlos I abandonó los Balcanes y con su flota asedió
Mesina. Los sicilianos pidieron ayuda al Papa Martín IV, pero
éste apoyaba a Carlos I. En junio
Pedro III se trasladó discretamente a Túnez, donde se
mantuvo a la espectativa, y envió a Sicilia a su almirante Pere Queralt, quien convenció
a los sicilianos para que ofrecieran la corona. El 30 de agosto desembarcó en Trapani, donde fue recibido como un
libertador, y en septiembre fue
coronado rey de Sicilia en Palermo. No tardó en ser conocido
como Pedro III el Grande. A partir de ese momento existieron dos reinos de Sicilia: el formado
por la propia isla y el que comprendía el sur de Italia, pero
que conservó el nombre de reino de Sicilia como una forma de
reivindicar el derecho de sus monarcas sobre la isla. No obstante,
aquellos a quienes les daba igual quién era el rey
legítimo de Sicilia, empezaron a hablar más propiamente
del reino de Nápoles. El emperador Miguel VIII se vio libre así de la amenaza
francesa, pero no vivió para disfrutar de su éxito.
Murió ese mismo año, y fue sucedido por su hijo Andrónico II Paleólogo.
Ganó popularidad al cortar definitivamente la política de
su padre de sumisión al papado. Sin embargo esto le
dificultó las posibles alianzas con Occidente. A pesar de ello,
logró el apoyo de los genoveses, que se establecieron en el
suburbio de Gálata, en
Constantinopla, rodeado por sus propias murallas. Génova
seguía en guerra con Venecia. Los venecianos también
lograron por su parte concesiones importantes en la capital bizantina,
cuyos inermes habitantes tuvieron que presenciar más de una vez
batallas entre genoveses y venecianos dentro de la propia ciudad. El Papa Martín IV excomulgó a Pedro III el Grande.
Carlos I lo desafió personalmente en territorio neutral
(Burdeos), y el insensato no tuvo mejor ocurrencia que acudir al
desafío. Dejó Sicilia en manos de su esposa Constanza y
de sus hijos menores de edad, Jaime
y Federico, y se
presentó en Burdeos en 1283,
donde estuvo a punto de ser capturado por el rey Felipe III de Francia.
Sin embargo, logró regresar a su reino, donde reclamó de
la nobleza y la burguesía urbana el apoyo necesario a su nueva
política mediterránea. Lo obtuvo, pero a cambio de
importantes concesiones. En las cortes de Barcelona, ambos estamentos
obtuvieron para Cataluña privilegios que limitaban sensiblemente
la autoridad del rey. Unos meses después, la nobleza aragonesa
se alió en la llamada Unión
aragonesa, que en las cortes de Zaragoza obtuvo privilegios
similares. Además, logró que Pedro III estableciera que
el reino de Valencia fuera regido por los fueros aragoneses, en
detrimento de los fueros valencianos. Se inició así un
conflicto entre valencianos y aragoneses. El conde Roger Bernardo III
de Foix fue excarcelado, aunque el rey le obligó a entregarle
como rehén a su hija Constanza.
Pedro III había dejado su ejército siciliano al mando
de Roger de Llúria. Su
padre, Roger, había
muerto en Benevento luchando junto a Manfredo; su madre, Bella d'Amichi, formaba parte del
séquito que acompañó a la reina Constanza cuando
se trasladó a la Corona de Aragón. Fue entonces cuando
Roger pisó por primera vez suelo catalán, a sus doce
años. Ahora, a sus treinta y tres, derrotaba a los angevinos en
la isla de Malta, que se
integró entonces en el reino de Sicilia. Luego empezó a
saquear sistemáticamente las costas del reino de Nápoles. Una buena parte de su ejército estaba formada por los Almogávares, soldados
profesionales que habían surgido en Cataluña durante las
largas guerras contra los musulmanes de Al-Ándalus. Entonces
habitaban en las montañas y se unían a los
ejércitos cristianos cuando emprendían una
campaña. Su especialidad era el combate a corta distancia, con
armas arrojadizas. Vivían de los botines de guerra.
Habían desempeñado un papel decisivo en las conquistas de
Jaime I, pero cuando la Corona de Aragón alcanzó los
límites pactados con Castilla y dejó de tener fronteras
con Al-Ándalus, los almogávares se convirtieron en un
grave problema difícil de controlar. La campaña de Sicilia fue providencial a este respecto, pues
Pedro III logró organizar mínimamente a los
almogávares como para integrarlos en su ejército y
embarcarlos, y así mató dos pájaros de un tiro:
los alejó de Cataluña y al mismo tiempo su
ejército contó con un un temible contingente de fieros y
expertos guerreros. Un teólogo y filósofo franciscano llamado Pierre Olieu se convirtió en
la cabeza de los espirituales de Provenza. Propuso una teoría
del alma como compuesta de varias formas (vegetativa, sensitiva,
espiritual) con las que explicaba las formas más complejas del
conocimiento a partir de constituyentes más simples. Más
graves eran sus teorías sobre la pobreza radical, de las que la
Iglesia lo obligó a retractarse. El rey Venceslao II de Bohemia asumió el gobierno de su
país a los doce años de edad. El Imperio Bizantino estaba arruinado y no podía defenderse a
sí
mismo. En el mar dependía de la flota genovesa, y ahora el
emperador
Andrónico II tuvo que aliarse con el rey Esteban VI de Servia
para
defenderse de los turcos. Ese año murió Felipe I, el emperador latino de
Constantinopla, si bien el título ya no significaba nada.
Dejó sólo una hija de nueve años, la Emperatriz Catalina I. La muerte de Inés, dama de Borbón, convirtió en
nuevo señor de Borbón a su yerno Roberto, el hermano
menor del rey Felipe III de Francia. Con él se inicia la Tercera casa de Borbón, que
es, pues, al igual que la segunda casa de Anjou, una rama de la casa de
los Capetos. También murió Alejandro, el senescal de Escocia, que
fue sucedido por su hijo Jacobo.
Pero la muerte más célebre acaecida ese año fue
la de Francesca da Rimini,
asesinada por su marido, Gianciotto
Malatesta, tras sorprenderla en adulterio con su hermano Paolo Malatesta, que corrió
la misma suerte. Ambos hermanos eran hijos de Malatesta II da Verucchio,
señor de Rimini, ciudad
situada en la costa adriática al sur de Ravena. Su lucha contra
los gibelinos hizo que Bonifacio VIII le confiara algunos territorios
al sur de sus dominios, y su familia empezó así a
aumentar su poderío. Malatesta II tenía otros dos hijos: Malatestino y Pandolfo I. También murió Manuel,
un hermano del rey de León y Castilla Alfonso X el Sabio.
Había estado casado con Constanza,
una hermana del rey de Aragón Pedro III el Grande, y luego con Beatriz de Saboya. Dejó un
hijo de un año llamado Juan
Manuel. Ese año el rey sabio publicó sus Libros de ajedrez, dados y tablas,
y en 1284 terminaba la Crónica general y la General e grand estoria, sus dos
obras de historia, redactadas en los últimos catorce
años. La primera es una historia de España, mientras que
la segunda pretendía ser una historia universal que llegara
hasta la época de su autor, pero que sólo llegó
hasta los padres de la Virgen María. El rey usó las
fuentes más variadas: el Antiguo Testamento, las Metamorfosis de
Ovidio, obras de Ptolomeo, de Suetonio, antiguos romances, así
como diversos textos históricos medievales. Sin embargo, Alfonso X no aplicaba su sabiduría a la
política, pues el rey Felipe III de Francia lo derrotó en
la competición por el trono navarro. Éste
consideró que la reina Juana I ya tenía edad para casarse
(once años), y logró concertar su matrimonio con su
primogénito (de dieciséis años) Felipe el Hermoso (el sobrenombre
formaba parte de la campaña matrimonial), el cual se
convirtió así en el rey Felipe
I de Navarra y conde de Champaña. Para evitar celos, Felipe III concedió a su otro hijo, Carlos, el condado de Valois, que
había pertenecido a su hermano Juan de Damietta. Ahora que ya no necesitaba a Lópe Díaz de Haro como
casamentero, Alfonso X se propuso defender los intereses de sus nietos,
los infantes de la Cerda y, de acuerdo con Felipe III de Francia,
propuso diversas particiones del reino entre éstos y su hijo
Sancho, pero Sancho no las aceptó. En enfrentamiento entre padre
e hijo llegó a su punto más candente, pero, cuando
Alfonso X estaba consiguiendo algunos éxitos, murió a sus
sesenta y tres años. Su hijo fue reconocido como Sancho
IV el Bravo, pero el panorama que se encontró no era muy
esperanzador. Tres años atrás se había casado con
su prima María de Molina,
y el Papa Martín IV se negaba a validar ese matrimonio.
Así, aunque Sancho IV pudiera defender su derecho
legítimo a la corona, este derecho no lo tendrían sus
descendientes. Para conseguir partidarios, había concedido
numerosos
privilegios a la nobleza y a las ciudades, a las que ahora apenas
podía controlar. El que había sido su principal valedor,
Lope Díaz de Haro, pretendía hacerse pagar sus servicios
con cargos y tierras. Los infantes de la Cerda y su tutor, Juan
Núñez de Lara, seguían
constituyendo una amenaza, aunque no mayor que la del tío de los
infantes, el rey Felipe
III de Francia. Por otra parte, Sancho IV mantuvo el apoyo de Pedro III
el Grande, que tuvo que enfrentarse a la rebelión de
Núñez de Lara (vasallo suyo, como señor de
Albarracín). El hermano menor de Sancho IV, llamado Juan, trató de ampararse en
uno de los intentos de Alfonso X de repartir sus reinos entre sus
posibles herederos y se proclamó rey de Sevilla y Badajoz, pero
no encontró apoyos suficientes y tuvo que rendir vasallaje a su
hermano, en Córdoba. Mientras tanto, Roger de Llúria, al mando de la flota
catalano-siciliana, derrotaba en el golfo de Nápoles a la armada
de Carlos el Cojo, el hijo del rey Carlos I, y lo hizo prisionero.
Luego se adueñó de Calabria y de otros territorios en el
sur de Italia. El Papa Martín IV
otorgó la Corona de Aragón a Carlos de Valois, el hijo
del rey Felipe III de Francia. Felipe III empezó a organizar la "Cruzada contra los catalanes", es
decir, una invasión de Cataluña con el fin de imponer de
hecho a su hijo como rey de acuerdo con el "derecho" que le daba la
decisión papal. Actos como éste le valieron al rey
francés el calificativo de Felipe
III el Atrevido, atrevimiento que contrastaba con la prudencia
que hasta entonces habían mostrado los Capetos. En el norte de Italia las ciudades seguían con sus querellas
particulares: Génova derrotó a Pisa en la batalla de La Meloria, como resultado de la
cual los pisanos fueron expulsados de Córcega y Cerdeña
(donde hasta entonces habían convivido con los genoveses). Pisa
entró en crisis y acabó en manos de Ugolino della Gherardesca, que se
adueñó del poder supremo e implantó un
régimen de terror. Por el contrario, Florencia era una de las
ciudades más prósperas de la región.
Mantenía buenas relaciones con los angevinos y cerca de un
centenar de familias de comerciantes estaban extendiendo su influencia
por toda Europa occidental. El año anterior, un aventurero llamado Ibn Abi Umara había aprovechado
los disturbios en el Mediterráneo para arrebatar el trono de
Túnez a Abú Ishaq, pero ahora un hermano de Abú
Ishaq llamado Abú Hafs Umar
devolvió el poder a los hafsíes. Haciendo un gran esfuerzo militar, el rey Eduardo I de Inglaterra había conquistado la totalidad de Gales durante el año anterior, con lo que terminó definitivamente la independencia galesa. Ese año murió el rey Hugo III de Chipre y (uno de los dos reyes) de Jerusalén, que fue sucedido por su hijo Juan I. También murió Eberardo I, un tío del conde
Rodolfo II de Habsburgo que se había casado con Ana,
hija de Herman, el conde de Kyburg, y a través de este
matrimonio había heredado las posesiones de los condes de
Kyburg (entre ellas Friburgo y
Thun), situadas en lo que
antaño había sido el reino de Borgoña. Fue
sucedido por su hijo Eberardo II. Desde que dicho reino fue
absorbido por el Sacro Imperio Romano más de dos siglos
atrás, sus territorios habían corrido suertes diversas:
Provenza había terminado (por matrimonio) en manos del conde de
Anjou, ahora el rey Carlos I de Nápoles; el Condado Libre de
Borgoña se había mantenido relativamente independiente;
otra parte se agrupó en torno a los condes de Saboya, vasallos
del Imperio; mientras que otra parte se agrupó en torno a los
condes de
Viennois y constituyó el Delfinado, también vasallo del
Imperio. Finalmente, la región septentrional del reino
había caído bajo el dominio directo de diversos
señores alemanes, principalmente los Hohenstaufen, los condes
de Kyburg y los condes Habsburgo, que habían obtenido el
condado de Zürich. Cuando Rodolfo I de Habsburgo se
convirtió en emperador heredó varias posesiones de los
Hohenstaufen que, unidas a la herencia de los condes de Kyburg,
convirtieron a los Habsburgo en los dueños de la antigua
región borgoñona. Los profesores que setenta y cinco años atrás
abandonaron la universidad de Oxford para instalarse en Cambridge
habían continuado su labor docente de forma particular, pero con
el tiempo habían llegado a atraer alumnos y nuevos profesores.
Ahora se fundaba en Cambridge el colegio Peterhouse. Venecia empezó a acuñar una moneda de oro, el ducado, que junto con el florín de Florencia iba a
ser el patrón monetario del Mediterráneo occidental. Suecia dominaba ya una buena parte de Finlandia. El rey Magnus
organizó el territorio en un ducado que confió a su
hermano Bengt, el obispo de Linköping. En 1285 el rey Felipe III de
Francia y su hijo Carlos de Valois invadieron Cataluña, y Pedro
III el Grande se encontró con un par de traiciones. Por una
parte, Sancho IV de León y Castilla decidió que no
podía permitirse el lujo de enemistarse más con el Papa
Martín IV y, con la excusa de una nueva invasión de los
benimerines, negó su ayuda al que hasta entonces había
sido su aliado; por otra parte, su hermano Jaime II de Mallorca (que,
como señor de Montpellier, era vasallo de Felipe III)
permitió el paso de los ejércitos franceses por el
Rosellón y les prestó su apoyo. La "cruzada" llegó
hasta Gerona, que capituló tras un duro asedio. El conde Roger
Bernardo III de Foix se unió al ejército francés. Pocos días después murió el rey Carlos I de
Sicilia. Su reino (y el condado de Provenza) pasó a su hijo, Carlos II el Cojo, pero, como
seguía prisionero de Pedro III, se hizo cargo temporalmente su
primo Roberto II de Artois. Los franceses, privados de su armada y víctimas de una epidemia, optaron por retirarse de Cataluña, pero el 1 de octubre fueron aniquilados por el ejército de Pedro III a su paso por el coll de Panissars. Pocos días después murió Felipe III el Atrevido, como consecuencia de la epidemia. Fue sucedido por su hijo, el hasta entonces rey Felipe I de Navarra, que pasó a ser Felipe IV de Francia (el Hermoso). Pedro III el Grande no pudo saborear su triunfo, pues murió
en noviembre. De acuerdo con su
testamento, la Corona de Aragón pasó a su
primogénito Alfonso III,
y Sicilia a su segundo hijo, Jaime I.
En Nápoles murió el poeta francés Adam de la
Halle. Había acompañado a Italia al conde Roberto II de
Artois, y pocos años antes se había representado su Jeu de Robin et Marion, la obra
teatral profana más antigua con acompañamiento musical. También murió el duque Juan I de la Baja Sajonia, y el
ducado fue compartido por sus tres hijos, Juan II, Alberto III y Erik I.
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