ANTERIOR |
FELIPE EL HERMOSO |
SIGUIENTE |
---|
El rey Felipe IV de Francia, Felipe el Hermoso, era un gran
estadista. Se había
rodeado de
inteligentes consejeros, buenos conocedores del derecho romano y que
defendían un Estado centralizado y omnipotente. Esta
concepción del Estado requería un buen sistema fiscal, y
el sistema feudal de recaudación de impuestos no resultaba muy
eficiente. Como complemento, Felipe IV recurrió a los más
diversos métodos para aumentar los ingresos del estado sin
disgustar a sus súbditos: degradó la
acuñación, poniendo en las
monedas menos cantidad de oro y plata, aumentó los
impuestos a los sectores sociales más impopulares,
principalmente a los
judíos, vendía
títulos nobiliarios a los burgueses ricos, ofrecía a los
siervos la exención de ciertas limitaciones (como la
obligación de permanecer en sus tierras) a cambio de importantes
sumas de dinero, etc. Unos años antes había expulsado del
país a una colonia de banqueros italianos a los que
confiscó sus bienes. Felipe IV gobernaba efectivamente la mayor parte del territorio
francés. La excepción principal era, naturalmente, la
Guyena, en manos
inglesas; luego estaba el ducado de Bretaña, cuya
población conservaba
más o menos fielmente sus antiguas tradiciones celtas y se
mostraba más
o menos indiferente al estado francés; pero la región
más delicada era
el condado de Flandes. El conde actual, Gui de Dampierre, había
logrado
el título encabezando una rebelión burguesa, y defender
las exigencias
de la burguesía lo llevaba inevitablemente a enfrentarse a la
política
centralista de Felipe IV. Lo más grave era que Flandes
mantenía unas
fuertes relaciones comerciales con Inglaterra: importaba lana inglesa y
exportaba tejidos de gran calidad. En caso de que surgiera un conflicto
entre Francia e Inglaterra, era seguro que Flandes facilitaría a
los
ingleses su territorio para desembarcar e invadir Francia. Esta era la situación cuando surgió un primer roce
entre ambos países. En 1295
los escoceses se rebelaron contra su rey, Juan de
Baliol, al que acusaban de ser un títere de Eduardo I de
Inglaterra, y para hacerles frente sin darles la razón, el
monarca
decidió pedir ayuda a Felipe IV, que le
envió un ejército al mando del conde Roberto II de
Artois. Esto no hizo ninguna gracia al rey inglés, que se
dispuso a tirar con fuerza de los hilos de su marioneta. Envió
también un ejército a Escocia, con el que en 1296 derrotó al ejército de
Juan, que fue capturado y encarcelado. Eduardo I se proclamó rey
de Escocia. A continuación Eduardo I se dispuso a ajustar cuentas con Felipe IV, y atacó a Francia desde la Guyena. Entonces el Papa Bonifacio VIII exigió a ambos reyes que firmaran la paz. Los motivos de este imperativo pacifista eran, naturalmente, de carácter político y económico. Por una parte, Bonifacio VIII estaba en contra de que Francia empleara sus ejércitos en luchar contra Inglaterra porque quería que los empleara en luchar contra Aragón, pero más importantes aún era que los dos reyes habían aprovechado la guerra como excusa para aumentar los impuestos al clero, y eso menguaba sensiblemente los ingresos de los Estados Pontificios. El caso fue que la guerra continuó y los impuestos al clero
se mantuvieron. Como respuesta, Bonifacio VIII
promulgó en febrero la bula Clericis laicos, por la que
prohibía, bajo pena de excomunión, todo aumento de tasas
sobre el clero sin la autorización del Papa. Eduardo I se
intimidó y rectificó su política fiscal, pero
Felipe
IV plantó cara a Bonifacio VIII y no sólo no bajó
los impuestos, sino que prohibió totalmente la
exportación de oro y plata de su
reino, lo que diezmaba drásticamente las rentas pontificias. Ese año murió san
Pedro Celestino, el que había sido Celestino V. En mayo los sicilianos coronaron
al
hermano de Jaime II el Justo, que pasó a ser Federico II de Sicilia y
lanzó a Roger de Llúria y sus almogávares contra
Calabria y Apulia. El rey Carlos II de Nápoles nombró a su hijo Roberto
duque de Calabria y vicario general, lo que lo convirtió en el
auténtico gobernante del reino. María de Molina, la reina de León y Castilla,
venció al rey Dionisio I de Portugal y le impuso la paz de Alcañices, con lo que el
infante Juan cambió de patrono y se unió a Jaime II de
Aragón, que se alió con los navarros para invadir
Castilla. Acordaron que Alfonso de la Cerda se convertiría en
rey de Castilla, Juan recibiría León y Jaime II se
anexionaría Murcia. La decisión de Felipe IV de Francia de prohibir la exportación de oro y plata había golpeado a Bonifacio VIII más duramente de lo que éste había calculado que podía ser golpeado. En septiembre promulgó la bula Ineffabilis amoris, en la que protestaba por esta medida, pero sin la arrogancia de su bula anterior. En París, Ramon Llull había conseguido cierto
número de discípulos y se oponía al
averroísmo imperante en la Sorbona. Terminó entonces el Àrbre de sciència,
(Árbol de la ciencia), en dos versiones (catalana y latina),
según su costumbre. Era una especie de enciclopedia
alegórica sobre todas las ciencias, escrita para ser entendida
con facilidad. Bajo el símbolo del árbol se distribuyen
todos los aspectos del saber humano, expuestos de forma ordenada y
concisa. Marco Polo cayó prisionero durante una batalla naval entre
Venecia y Génova, y fue encarcelado por los genoveses. El rey Andrés III de Hungría se casó con Inés, hija de Alberto I de
Habsburgo. Ese año murió el conde Florencio V de Holanda, que fue
sucedido por su hijo Juan I. También murió el conde de Lancaster Edmundo el
Jorobado, hermano del rey Eduardo I de Inglaterra, y fue sucedido por
su hijo Tomás. El rey siamés Mangrai se había adueñado de
numerosos territorios que habían estado bajo el dominio de
Angkor. Ahora fundaba Chiangmai
(la ciudad nueva), y la convirtió en su nueva capital. En 1297 el rey Eduardo I de
Inglaterra dio el paso esperado en su guerra contra Francia:
invadió el país, no por Guyena, que quedaba muy lejos de
París, sino por Flandes, en alianza con el conde Gui de
Dampierre. También se alió con el emperador Adolfo de
Nassau, si bien éste pudo prestarle poca ayuda, ya que
tenía que hacer frente a su rival Alberto de Habsburgo. Mientras tanto los escoceses llevaban mal el dominio inglés.
En abril se formó una
resistencia dirigida por William
Wallace, que atacaba por sorpresa a los destacamentos ingleses.
Entre sus seguidores estaban Jacobo, el senescal de Escocia y Robert
Bruce, uno de los que habían pretendido la corona tras la
muerte de Margarita de Noruega. Tenía ahora veintitrés
años. Se había educado en la corte de Eduardo I y el
año anterior le había jurado fidelidad. Por otra parte, el Papa Bonifacio VIII terminó rindiéndose ante el bloqueo económico que le había impuesto Felipe IV. Llegó a un acuerdo por el que aceptaba el derecho de Felipe IV a imponer al clero los impuestos que considerara oportunos (que habían aumentado aún más a raíz de la guerra en Flandes) y a cambio éste levantaba el bloqueo. Como muestra de buena voluntad, Bonifacio VIII canonizó a san Luis, el abuelo de Felipe IV. En septiembre William Wallace
obtuvo la resonante victoria de Stirling
sobre el ejército inglés. Sus filas se engrosaron y los
nobles escoceses lo nombraron regente. Eduardo I tuvo que abandonar la
guerra en Francia para volver a Escocia. No tardó en derrotar a
Robert Bruce, pero Wallace seguía siendo una seria amenaza.
Felipe IV aprovechó la situación para tomar poco a poco
las principales ciudades flamencas. Bonifacio VIII, viendo que había perdido el
apoyo francés, buscó el del rey de Aragón Jaime II
el Justo y se aprovechó de su debilidad por los pactos. Le
exigió que cumpliera lo acordado en Anagni, y Jaime II
así lo hizo: devolvió las baleares a Jaime II de Mallorca
y se dispuso a convencer (por las buenas o por las malas) a su hermano,
el rey Federico II de Sicilia, para que renunciara a su corona. Por su
parte, Bonifacio VIII publicó la bula Super reges et regna, por la que
donaba a Jaime II, en calidad de vasallo suyo, las islas de
Córcega y Cerdeña (aunque en la práctica ambas
siguieron dominadas por Génova). Además, reconocía
a Roberto, el hijo del rey Carlos II de Nápoles, como heredero
del reino. Se estipuló también el matrimonio entre
Roberto y Violante,
hermana de Jaime II de Aragón. Ese año murieron el emperador Juan II de Trebisonda, que
fue sucedido por su hijo Alejo II
Comneno; el príncipe de Morea, Florencio de Hainaut, que
dejó únicamente una hija pequeña, Matilde, por lo que el título
volvió a su esposa, Isabel de Villehardouin; y el burgrave de
Nuremberg, Federico III, que fue sucedido por su hijo Juan I,
bajo la tutela de su tío Conrado
II. El rey Eduardo I de Inglaterra estaba arrasando Escocia, hasta que
en julio de 1298 derrotó al
ejército de Wallace en Falkirk.
La mayor parte de los barones se sometieron a Eduardo I y Wallace
abandonó la regencia, pero continuó la lucha. Entre los
rebeldes que se sometieron al rey inglés estaba John Comyn, al que Eduardo I
nombró regente. El rey Jaime II de Aragón no pudo convencer a su hermano, el
rey Federico II de Sicilia, para que cediera la isla a Carlos II de
Nápoles, así que el rey Justo, fiel a lo convenido, se
enfrentó a él. Roger de Llúria estaba sirviendo a
Federico II, pero ahora se alineó con Jaime II y, en una
campaña en la que tomó parte el propio Jaime II,
asedió Siracusa, aunque fracasó en el intento. El rey Felipe IV de Francia concedió a su hermano Luis, que acababa de cumplir
veintidós años, los condados de Evreux, Etampes y Beaumont-le-Roger. Adolfo de Nassau murió en la batalla de Gölheim frente a su rival,
Alberto de Habsburgo. Éste fue entonces reconocido como rey de
romanos y coronado en Aquisgrán como Alberto I. Sin embargo, el Papa
Bonifacio VIII no accedió a coronarlo emperador. Al contrario,
terminó excomulgándolo. Alberto I traspasó el
ducado de Austria a su hijo Rodolfo
III. También murió el duque Alberto II de la Alta Sajonia, que fue sucedido por Rodolfo I. Lo que había sido la marca de Brandeburgo se había dividido y repartido hasta el punto de que en los últimos años había llegado a tener ocho margraves. Ahora quedaban cinco, entre ellos Otón IV, que murió y fue sucedido por su hijo Hermann. En 1299 los reyes Eduardo I de
Inglaterra y Felipe IV de Francia firmaron la paz con el matrimonio del
primero con Margarita, hermana
del segundo (la primera esposa de Eduardo I, Leonor de Castilla,
había muerto nueve años atrás). Eduardo I
quería tener las manos libres en Escocia y Felipe IV en Flandes.
El rey inglés organizó Escocia bajo el gobierno de un
consejo de regentes, en el que figuraba, entre otros, Robert Bruce. El almirante Roger de Llúria infligió dos derrotas a
al rey Federico II de Sicilia una en cabo Orlando y otra en Ponsa. La primera de ellas fue
especialmente sangrienta, pero Jaime II de Aragón no quiso
acabar personalmente con su hermano y poco después
regresó a
Cataluña. Sus generales prosiguieron la guerra. Juan Manuel, el sobrino de Alfonso X el Sabio, a sus diecisiete
años, se casó con Isabel,
hija del rey Jaime II de
Mallorca. Marco Polo salió de la cárcel. En prisión
había conocido a un escritor pisano llamado Rustichello, que escribió el Libro de las Maravillas del Mundo,
en el que narra las aventuras del veneciano. Por razones de
difusión, en lugar de escribirlo en italiano lo hizo en
francés. El libro se hizo muy popular, si bien muchos dudaron de
su veracidad. Uno de los fragmentos que más interés
despertaron con el tiempo fue la descripción que hace del
país que los chinos llamaban Jepen
Kuo (el país del sol naciente, es decir, Japón),
al que Marco Polo llama Cipango.
Dice que está habitado por "gentes
blancas, de delicadas maneras y hermosas". Son idólatras
y, sobre todo, tienen oro en grandísima abundancia. Las perlas
también abundan, de suerte que con ellas se llenan las bocas de
los muertos. También tienen muchas piedras preciosas, y todas
estas riquezas no salen de la isla, pues se halla demasiado alejada y
los mercaderes no osan llegar hasta allí. El emperador bizantino Andrónico II se casó con Ana, hija del rey Esteban VI de
Servia. Ese año murió el rey de Noruega Erik Magnusson
Prestehater, que fue sucedido por su hermano Haakon V, que ya llevaba años
gobernando el país con el título de duque. También murió sin descendencia el conde Juan I de
Holanda, y el condado pasó a su primo, el conde Juan II de Hainaut.
www.proyectosalonhogar.com |