|
Presentamos aquí dos fragmentos
del
poema de Gilgamesh junto
con algunos versículos del remake
que aparece en la Biblia (Génesis VI-VIII). El poema data del III milenio a.C.,
mientras que el relato bíblico es aproximadamente del siglo VI a.C..
Gilgamesh
habló a Utnapishtim el Lejano: «Te he estado observando,
pero tu aspecto no no es extraño, ¡eres como yo!
Tú mismo no eres diferente, ¡eres como yo! Tenía la
intención de luchar contra ti, pero (en cambio) mi brazo se posa
amistosamente sobre
ti. Dime, ¿cómo asististe a la Asamblea de los dioses y
encontraste la vida (eterna)?»
Utnapishtim habló a Gilgamesh, diciendo: "Te revelaré,
Gilgamesh, una materia oculta, y un secreto de los dioses te
diré: |
|
Suruppak, ciudad que tú
conoces y que en las
riberas del Éufrates está situada, esa ciudad era
muy antigua, y había dioses en ella. Los corazones de los
grandes dioses los
impulsaron a suscitar el diluvio. El padre de
todos, Anu, ordenó el juramento [de no revelar lo que
allí se hablara], el valiente Enlil era su consejero, Ninurta,
su asistente, Ennuge,
su irrigador. Ea (el sabio
príncipe) también estaba con
ellos bajo el juramento [de silencio], así que repitió su
parlamento a la choza de cañas: «¡Choza de
cañas, choza de cañas! ¡Pared, pared! ¡Oh,
Hombre de Suruppak, hijo
de Ubar-Tutu! ¡Demuele (esta)
casa y construye una nave!
Renuncia a tus riquezas y busca la vida. ¡Desdeña tus
posesiones y
mantén vivos los seres vivos! A bordo de la nave lleva la
simiente de todas las cosas vivas. El barco que
construirás, sus dimensiones deben medir por igual, igual
será su amplitud y su longitud. Como el Apsu lo
techarás».
|
Haz
para ti un arca de
maderas bien acepilladas: en el arca dispondrás celdillas, y las
calafatearás con brea por dentro y por fuera. Y has de
fabricarla de esta suerte: la longitud del arca
será de
trescientos codos, la latitud de cincuenta, y de
treinta codos su
altura. [...] Y de todos los animales de toda especie meterás
dos en el arca, macho y hembra, para que vivan contigo. |
Entendí y dije a Ea, mi
señor: «He
aquí, mi señor, lo que así ordenaste tendré
a honra ejecutar. Pero, ¿qué contestaré a la
ciudad, a la gente y a los ancianos?» Ea habló,
diciéndome a mí, su servidor: En tal caso, esto es lo que
has de decirles: «He sabido que Enlil me es hostil, de
modo
que no puedo residir en vuestra ciudad, ni poner mi pie en el
territorio de Enlil. Por lo tanto, a lo profundo bajaré, para
vivir con mi señor, Ea. Pero sobre vosotros
derramará la abundancia, los pájaros selectos, los
más excelentes peces. La tierra se colmará de riqueza de
cosechas. Por la mañana hará que lluevan panes y por la
noche trigo». |
|
Al primer resplandor del alba,
[la gente de] la región se
juntó a mi alrededor, el carpintero trajo su hacha, el artesano
de las cañas trajo su piedra (de
trabajo),
[...] el niño llevaba la brea, el débil trajo todas las
otras
cosas necesarias. Al quinto día
tendí su maderamen exterior. Un acre (entero)
era el espacio de su suelo,
diez docenas de codos la altura de cada pared. Diez docenas
de codos cada borde del cuadrado puente. Preparé los contornos (y) lo ensamblé.
Lo proveí de seis puentes, dividiéndolo (así)
en siete pisos. Cada piso lo
dividí en nueve compartimentos. Clavé desaguaderos en
él.
Me procuré pértigas y acopié suministros. Tres sar de betún eché en
el horno.
Tres sar de asfalto
también eché en el interior, tres sar de aceite los portadores de
cestas transportaron, Aparte de un sar
de aceite que la calafateadura consumió, y los dos sar
de aceite que el barquero estibó. |
|
Bueyes maté para la
gente y sacrifiqué ovejas cada día. Mosto,
vino rojo, aceite y vino blanco di a los trabajadores para beber, como
si fuera agua del río, para que celebrasen como en el día
del año nuevo. Abrí... ungüento,
aplicándo(lo) a mi
mano. Al séptimo día el barco
estuvo completo. La botadura fue ardua. Tuvieron que formar una pista
de rodillos que llevaban de atrás adelante hasta que dos tercios
de
la estructura entraron en el agua. Cuanto tenía cargué en
él: cuanta plata tenía cargué en él;
cuánto oro tenía cargué en él;
cuántos seres vivos tenía cargué en él.
Toda mi familia y parentela hice subir al barco. Las bestias de
los campos, las salvajes criaturas de los campos. Todos
los artesanos hice subir a bordo. |
Por
tanto tomarás contigo toda especie de comestibles, y los
pondrás en tu morada, y
te servirán tanto a ti como a
ellos de alimento. [...]
En el plazo señalado del día dicho, entró
Noé con Sem, Cam y Jafet, sus hijos, su mujer, y las tres
mujeres de sus hijos con ellos, en el arca.
|
Shamash me había fijado
un
tiempo: «¡Por mañana haré que lluevan panes,
y por la noche trigo! ¡Sube [entonces] a bordo y sella la
entrada!» Aquel tiempo señalado llegó: por la
mañana, hizo que llovieran panes, y por la noche trigo.
Contemplé la apariencia del tiempo. El tiempo era espantoso de
contemplar. Subí al barco y sellé la entrada. Por haber
calafateado el barco, a
Puzur-Amurri, el barquero, cedí la estructura
con su contenido. [En otros textos, Utnapishtim le entrega al barquero,
que cierra la
escotilla por fuera, una tablilla nombrándolo heredero de todos
sus bienes que quedan atrás.] |
[...] Y
el Señor
lo cerró por la parte de afuera.
|
Al primer resplandor del alba,
una
nube negra se alzó del horizonte. En su interior Adad
truena, mientras Sullat y Hanis van delante, moviéndose como
heraldos sobre colina y llano. Erragal arranca los postes; avanza
Minurta y hace que los diques se desborden. Los Anunnaki levantan las
antorchas, encendiendo la tierra con su fulgor. La consternación
por los actos de Adad llega a los cielos, pues volvió en negrura
lo que
había sido luz. La vasta tierra se hizo añicos como una
vasija.
Durante un día el viento del sur sopló, más y
más fuerte, sumergiendo los montes, atrapando a la
gente como un ataque. Nadie ve a su prójimo, no pueden
reconocerse unos a otros en el torrente. Los dioses se aterraron del
diluvio y, retrocediendo, ascendieron al cielo de Anu. Los dioses se
agazaparon como perros acurrucados contra el muro exterior. |
Pasados
los siete
días, las aguas del diluvio inundaron la Tierra. [...] Entonces
vino el diluvio por espacio de cuarenta días sobre la tierra, y
crecieron las aguas.
|
Ishtar
gritó como una mujer parturienta, la señora de dulce
voz de los dioses gime: «Los días antiguos se han trocado,
¡ay!, en arcilla porque dije maldades en
la Asamblea de los dioses. ¡Cómo pude decir maldades en la
Asamblea de los dioses, ordenando una catástrofe para
destrucción de mi
gente! ¡No tardé más en dar a luz a mi querido
pueblo de lo que él tarda ahora en llenar el mar como los peces!
Los
dioses Anunnaki lloraban
con
ella, Los dioses, humildemente, lloran sentados, con los labios
ardiendo, muertos de sed.
|
[...] y
todo cuanto en la
tierra tiene aliento de vida, todo pereció. [...] Y las aguas
dominaron la tierra por espacio de ciento cincuenta días.
|
Seis días y siete noches
sopló
el viento del diluvio, mientras la tormenta del sur barre la tierra. Al
llegar al séptimo día, la tormenta del sur (transportadora) del
diluvio amainó en la batalla, que
había reñido como un ejército. El mar se
aquietó, la tempestad se apaciguó, el diluvio
cesó. Contemplé el tiempo: la calma se había
establecido, y toda la humanidad había vuelto a la arcilla. El
paisaje era llano como un tejado. Abrí una escotilla y la
luz hirió mi rostro. Inclinándome muy bajo, me
senté y lloré, deslizándose las lágrimas
por mi cara. Miré en busca de la línea litoral en la
extensión del mar: cada doce leguas emergía una
región (de tierra). En
el Monte Nisir el barco se detuvo. El
Monte Nisir mantuvo sujeta la nave, impidiéndole el
movimiento, Un primer día, un segundo día, el Monte Nisir
mantuvo sujeta la nave, impidiéndole el movimiento. Un tercer
día, un cuarto día, el Monte Nisir mantuvo sujeta la
nave, impidiéndole el movimiento. Un quinto y un sexto (día), el Monte
Nisir mantuvo sujeta la nave,
impidiéndole el movimiento.
Al llegar el séptimo
día, envié y solté una paloma. La paloma se fue,
pero regresó. Puesto que no había
descansadero visible, volvió. Entonces envié y
solté una golondrina. La golondrina se fue, pero regresó;
Puesto que no había descansadero visible, volvió.
Después envié y solté un cuervo. El
cuervo se fue y, viendo que las aguas habían disminuido, come,
se cierne, grazna y no regresa.
|
Dios,
entre tanto, teniendo presente a Noé, y a todos los animales, y
a todas las bestias que estaban con él en el arca, hizo
soplar el viento sobre la tierra, con que se fueron disminuyendo
las aguas. [...] Y el arca, a los veintisiete días del mes
séptimo, reposó sobre los montes de Armenia. Las aguas
iban menguando de continuo, pues en el primer día de este mes se
descubrieron las cumbres de los montes. Pasados
después cuarenta días, abriendo Noé la ventana que
tenía
hecha en el arca, despachó al cuervo, el cual no volvió
hasta que las
aguas se secaron sobre la tierra. Envió también
después de él la paloma, para ver si ya se habían
acabado las aguas en el suelo de la tierra, la cual, no hallando donde
posarse, volvió a él, al arca, porque había agua
sobre toda la tierra [...] |
Entonces dejé salir (todo) a los
cuatro vientos y ofrecí un sacrificio. Vertí una
libación en la cima del monte. Siete y siete
vasijas cultuales preparé, sobre sus trípodes
amontoné caña, cedro y mirto. Los dioses olieron el
aroma, los dioses olieron el dulce aroma, los dioses se
apiñaron como moscas en torno al sacrificio.
Cuando, al fin,
la gran diosa llegó, alzó las grandes joyas que Anu
había labrado para su disfrute: «Dioses, tan cierto como
que no lo vidaré este
lapislázuli que está en mi cuello, recordaré estos
días, sin jamás olvidarlos. Vengan
los dioses a la ofrenda; (pero)
no acuda Enlil a la ofrenda, porque,
sin mostrar respeto alguno, causó el diluvio y a mi pueblo
condenó
a la destrucción».
|
Salió,
pues Noé, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de
sus hijos, como también salieron del arca todos los animales
[...] Y edificó Noé un altar al Señor y, cogiendo
de todos los animales y aves limpias, ofreció holocaustos sobre
el altar. Y el Señor se complació en aquel olor de
suavidad, y dijo: «Nunca más maldeciré la tierra
por las
culpas de los hombres» |
Cuando finalmente llegó
Enlil y vio el
barco, Enlil montó en cólera, le invadió la ira
contra los dioses Igigi: «¿Escapó algún ser
vivo?
¡Ningún hombre debía sobrevivir a la
destrucción!». Ninurta habló al valiente Enlil,
diciendo: «¿Quién, salvo Ea, podía idear
algo así? Sólo Ea, que conoce toda
maquinación».
|
|
Ea habló al valiente
Enlil, diciendo: «Tú, el
más
sabio de los dioses, tú, héroe, ¿cómo
pudiste, sin respeto alguno, causar el diluvio? ¡Al pecador
impón sus pecados. Al trasgresor impón su
trasgresión! ¡(Sin
embargo), sé benévolo
para que [la humanidad] no sea cercenada! ¡Sé paciente
para que no muera! En lugar de traer tú el diluvio,
¡ojalá un león hubiera surgido para disminuir la
humanidad! En lugar de traer tú el diluvio, ¡ojalá
un lobo hubiera surgido para disminuir la humanidad! En lugar de traer
tú el diluvio, ¡ojalá una hambruna hubiera surgido
para menguar la humanidad! En lugar de traer tú el diluvio,
¡ojalá una pestilencia hubiera surgido para herir a la
humanidad! No fui yo quien reveló el secreto de los grandes
dioses. Yo sólo hice que Utnapishtim viese un sueño, y
percibió el secreto de los dioses. ¡Reflexiona ahora en lo
que le atañe!». |
He
aquí una
diferencia notable entre ambos textos: en el Génesis no hay
ningún dios
sabio como Ea que le saque los colores a Yahveh por el crimen contra la
humanidad que cometió al desencadenar el diluvio. |
Lo que sigue es el
episodio final del poema, que también está
conectado, aunque de forma más indirecta, con la
mitología judía. La
serpiente que arrebata la inmortalidad a Gilgamesh (y a todos los
hombres con quienes pensaba compartirla) es probablemente "la misma"
que desencadena la expulsión de Adán y Eva del
Edén, impidiendo que
lleguen a comer del Árbol de la Vida, que les hubiera dado la
inmortalidad. |
Y dijo
[el Señor]:
"Ved ahí a Adán, que se ha hecho como uno de nosotros,
conocedor del bien y del mal, ahora, pues,
echémoslo de aquí, no sea que alargue su mano y tome
también del fruto del árbol de la vida, y coma de
él, y viva para siempre.
|
Gilgamesh dijo a Utnapishtim el Lejano:
«¿Qué haré, Utnapishtim; adónde
iré, ahora que el Despojador hace presa en mis miembros? En mi
alcoba acecha la muerte, ¡y doquiera que pongo mi pie está
la muerte!» Utnapishtim dijo a Urshanabi, el
barquero:
«Urshanabi, ¡que el desembarcadero no tenga
contento en ti, que el lugar de travesía a ti renuncie!
¡que a ti que vagas en su playa, te sea negada su playa! Al
hombre
que trajiste (aquí),
cuyo cuerpo está cubierto de suciedad, la gracia de cuyos
miembros pieles desfiguraron, lleva, Urshanabi, y condúcelo al
lugar del baño. Que se libre de su suciedad con agua limpia como
la nieve, que se despoje de sus pieles y el mar (las) arrastre, que su cuerpo sea
untado con aceites finos, que la belleza de
su cuerpo se pueda ver. Haz que renueve la banda de su cabeza, que
se ponga ropajes reales dignos de él, hasta que se vaya a su
ciudad, hasta que reanude su viaje. ¡Que sus ropas no tengan
manchas, que sean totalmente nuevas!».
Urshanabi lo llevó y condujo al lugar del baño. Se
lavó la suciedad con agua limpia como la nieve. Se
despojó de sus pieles, el mar (las)
arrastró, se untó con aceites finos, renovó la
banda que ceñía su cabeza, se puso ropajes reales dignos
de él hasta que se fuera a su ciudad, hasta que reanudara su
viaje, sus ropas permanecieron sin manchas, totalmente limpias.
Gilgamesh y Urshanabi subieron a la barca. Lanzaron la barca a las
olas (y) zarparon. Su esposa
dice a él, a Utnapishtim el Lejano: «Gilgamesh vino
aquí, penando y esforzándose. ¿Qué (le) entregarás para que
regrese a su tierra?». Entonces Gilgamesh levantó su
pértiga para acercar la barca a la playa. Utnapishtim
habló a Gilgamesh, diciendo:
«Gilgamesh, viniste aquí, penando y
esforzándote. ¿Qué te entregaré para que
regreses a tu tierra? (Te)
revelaré, oh Gilgamesh, una cosa oculta, y un secreto de los
dioses te diré: Hay una planta, como el cambrón es su...
Sus
espinas pincharán tus manos como la rosa. Si tus manos obtienen
la planta, tú hallarás nueva vida».
En cuanto Gilgamesh oyó esto, abrió la
cañería, ató piedras pesadas a sus pies. Le
bajaron a lo profundo y vio la planta. Cogió la planta, aunque
pinchó sus manos. Cortó las piedras pesadas de sus pies y
el mar lo lanzó a la orilla. Gilgamesh habló a Urshanabi,
el barquero, diciendo: «Urshanabi, esta planta es
una planta contra la decadencia, por la que un hombre puede
reconquistar el aliento
de su vida. La llevaré a la amurallada Uruk, haré que un
anciano la coma para probarla. El nombre de la planta es "El
Hombre se hace Joven en la
Senectud". Entonces, yo mismo (la)
comeré y así volveré al estado de mi
juventud».
Después de veinte leguas comieron un bocado, después
de treinta leguas se prepararon para la noche. Gilgamesh vio un pozo
cuya agua era
fresca. Bajó a bañarse en el agua. Una serpiente
olfateó la fragancia de la planta; salió del agua y
arrebató la planta. Al retirarse mudó de piel.
A esto Gilgamesh se sienta y llora, Las lágrimas se deslizan
por su cara. Cogió la mano de Urshanabi, el barquero:
«¿Para quién, Urshanabi, mis manos trabajaron?
¿Por quién se gasta la sangre de mi corazón? No
obtuve una merced para mí. ¡Para el león de tierra
logré una merced! ¡Y la marea la llevará a veinte
leguas de distancia! Cuando abrí la cañería y...
el año, hallé lo que se había puesto como
señal para mí: ¡Me retiraré, y dejaré
la barca en la orilla!» Después de veinte leguas comieron
un bocado, después de treinta leguas se prepararon para la
noche. Cuando llegaron a la amurallada Uruk, Gilgamesh dijo a
él, a Urshanabi, el barquero:
«Anda, Urshanabi, ve a las almenas de Uruk. Inspecciona la
terraza, examina sus ladrillos, ¡Si su obra no es de ladrillo
quemado, y si los Siete Sabios no echaron sus cimientos! Un sar es ciudad, un sar huertos, un sar tierra marginal; (además) el recinto del
Templo de Ishtar. Tres sar y
el recinto, incluida Uruk».
www.proyectosalonhogar.com |
|