|
De todo el mundo helenístico, Egipto
seguía
siendo la región más próspera. En 270
vio la luz un nuevo proyecto cultural de Ptolomeo II. El monarca
había
heredado el interés de su padre por la cultura judía, y
financió
una traducción de la Biblia al griego. Los textos
bíblicos
estaban escritos en hebreo, si bien la lengua de los judíos era
desde hacía tiempo el arameo. Ambas lenguas eran
semíticas,
por lo que a los judíos no les resultaba difícil manejar
el hebreo como lengua muerta de uso religioso. Por eso nunca se
plantearon
traducir la Biblia al arameo. Incluso la idea habría podido
verse
como sacrílega, pues, obviamente, el hebreo era la lengua que
hablaba
Dios. Sin embargo, a un judío de habla griega el hebreo le
resultaba
extraño, y así, en Alejandría estaba surgiendo una
generación de judíos incapaces de leer la Biblia. La
traducción
encargada por Ptolomeo II recibió el nombre de Biblia de los
Setenta, porque según la tradición fueron setenta
sabios,
entre judíos y griegos, los que la tradujeron. La
tradición
dice también que los setenta sabios tradujeron
independientemente
la totalidad del texto, y que al final comprobaron que las versiones
eran
idénticas. Evidentemente esto se dijo para que los judíos
lo interpretaran como un milagro con el que el mismo Dios sancionaba la
traducción.
Más adelante, la Biblia de los Setenta
sería
la única versión de los textos sagrados judíos de
que dispondrían los cristianos, así que la
traducción
tuvo mucha influencia. Sucedió que, pese al milagroso acuerdo
entre
los sabios, la traducción no era muy buena. Hubo un error de
traducción
que influyó particularmente en el pensamiento judeocristiano
posterior.
En el libro de Isaías, hay un pasaje en que éste advierte
al rey Ajaz que Israel y Siria iban a ser destruidas por Asiria. El
pasaje
empieza diciendo: "Una joven grávida dará a luz un
hijo
y lo llamará Emmanuel". Posteriormente, este pasaje (pese a
que no tenía nada que ver) fue reinterpretado como un anuncio de
la llegada del Mesías. El caso es que los setenta tradujeron la
palabra hebrea "almah" (joven) por "parthenos", que es la forma en que
los griegos se referían habitualmente a una joven, pero que
literalmente
significa "virgen". Puede pensarse que la traducción era a todas
luces inapropiada, hablando de una embarazada, pero la idea de
vírgenes
embarazadas era familiar en la antigüedad. Muchos personajes
insignes
se consideraban descendientes de dioses a través de mujeres que
no habían "conocido varón". El mismo Alejandro
tenía
fama de ser hijo de Zeus, Rómulo y Remo eran hijos de la virgen
Rea Silvia y del dios Marte, y hay muchos casos más. De este
modo,
la traducción de los setenta introdujo un nuevo elemento en la
profecía
mesiánica: el Mesías tenía que nacer de una virgen
y, por consiguiente, sería literalmente hijo de Dios. Esto es
más
importante de lo que pueda parecer, pues los judíos
habían
reconocido el Mesías en varios personajes históricos,
para
luego caer en la cuenta de que se habían equivocado. Cuantos
más
detalles se conocieran a priori sobre el Mesías, más
fácil
resultaría descartar falsos pretendientes. Ahora el
listón
se había puesto muy alto.
En 269 murió el
rey
indio Bindusara y subió al trono
Asoka el Grande, el tercer
rey de la dinastía Maurya, que gobernaba sobre casi toda la
India.
En efecto, el relativamente pequeño reino de Magadha se
había
extendido notablemente desde que el abuelo de Asoka ocupara el trono.
Se
conservan numerosas inscripciones en columnas y rocas donde explica los
principios de su autoridad, basada en la no violencia y en la
adhesión
a la Ley. Por esta época la India experimentó un notable
enriquecimiento artístico, principalmente en la escultura y la
arquitectura.
En el periodo precedente al reinado de Asoka se deja ver la influencia
persa, pero a continuación aparece un estilo propio. En China,
Qin
sufrió una derrota frente a una coalición de los estados
Zhao y Wei.
En 267 Ptolomeo II
decidió
poner a su hijo y heredero, llamado también Ptolomeo, al
frente del gobierno de Canaán.
Roma estaba acabando de poner en orden la
península
italiana. Una vez dominado el sur de Italia, se volvió hacia los
samnitas, que habían apoyado a Pirro. No necesitó
más
de una campaña (a veces llamada la
Cuarta Guerra Samnita)
para destruir todo lo que quedaba de la independencia samnita. Luego se
volvió contra Etruria y en 265 fue
tomada la última ciudad etrusca independiente. Ahora
únicamente
los galos del norte y (nominalmente) algunas ciudades griegas del sur
escapaban
al gobierno directo de Roma. Cada ciudad italiana estaba sujeta a Roma
por un tratado cuyas condiciones eran más o menos duras en
función
de la resistencia que la ciudad había ofrecido a la conquista.
Desde la creación de la República, la
política
romana había experimentado muchos cambios. Las tres tribus
originales
se habían convertido en teinta y cinco. Además de la
división
en curias, se había establecido una nueva división en centurias.
El pueblo se reunía en tres tipos de asambleas llamadas comicios:
los comicios tibutos, los comicios curiados y los comicios
centuriados, donde cada unidad tribu, curia o centuria, contaba
como
un voto independientemente del número de miembros que
contuviera.
Esto hizo que los comicios curiados se ocuparan sólo de asuntos
menores, mientras que eran los comicios centuriados los encargados de
elegir
los magistrados más importantes, de votar las leyes y de dictar
sentencias en apelación contra las sentencias a muerte dictadas
por los magistrados contra los ciudadanos. La razón era que los
ciudadanos ricos tenían más votos en los comicios
centuriados
a pesar de su inferioridad numérica. Estos ciudadanos ricos, de
origen tanto patricio como plebeyo, constituían una nueva clase
social, la nobilitas, que, gracias a este ingenioso sistema
electoral,
se reservaba las magistraturas y privaba de todo poder político
a los más pobres. Los comicios tributos habían ganado
importancia
cuando los plebiscitos, que al principio sólo eran
válidos
para la plebe, pasaron a ser considerados leyes con efecto sobre todos
los ciudadanos. Además elegía a los tribunos de la plebe
(cuya autoridad se extendía también a todos los
ciudadanos)
y a los magistrados menores. La nobilitas también dominaba los
comicios
tributos, pues se las arregló para dar más valor a los
votos
de las cuatro tribus urbanas frente a las treinta y una rurales. De
todos
modos, el poder real lo ejercía el Senado, cuyas consejos (senatus
consultus) tenían fuerza de ley y eran respetados por todos
los magistrados. Tenía a su cargo el tesoro público y la
religión. Mientras aparentemente era el pueblo quien gobernaba
Roma
a través de los magistrados, era el Senado el que ejercía
el poder real. Roma era una oligarquía.
Los mamertinos seguían dando guerra en
Sicilia
tanto a griegos como a cartagineses, así que, de forma
excepcional,
los eternos enemigos decidieron unirse para aniquilarlos
definitivamente.
En 264 Nicomedes I de
Bitinia
estrenó capital: la llamó Nicomedia. Había
sido una antigua colonia de Megara destruida por Lisímaco y que
él se encargó de reconstruir.
Los griegos y cartagineses unidos arrinconaron en
Messana
a los mamertinos una vez más, pero ahora estaban dispuestos a
llegar
hasta el final. Los mamertinos estaban en un serio aprieto, pero
pensaron
que, como eran italianos, podían pedir ayuda a Italia, es decir,
a Roma. Así lo hicieron y Roma aceptó inmediatamente la
defensa
de su causa. Envió a Sicilia un ejército comandado por Apio
Claudio Cáudex, (el zoquete), un hijo de Claudio Caecus. A
pesar
de su sobrenombre, Claudio no tuvo dificultad en batir al
ejército
de Hierón II en 263. El rey
comprendió
perfectamente la situación y se apresuró a firmar una paz
separada con Roma. Sólo Cartago continuo la guerra, que se
convirtió
así en la Primera Guerra Púnica, pues los romanos
llamaban Poeni (fenicios) a los cartagineses.
Ese año murió Filetero, el gobernador
de
Pérgamo, y fue sucedido por su sobrino e hijo adoptivo, que
más
adelante fue recordado como el rey Eumenes I de
Pérgamo,
si bien, al igual que su tío, nunca llevó el
título
real. Antíoco I trató de recuperar el dominio de
Pérgamo,
pero Eumenes I le derrotó en 262,
por
lo que a menudo se considera que fue Eumenes I quien logró la
independencia
del país frente al Imperio Seléucida (bajo Filetero fue
independiente
porque Antíoco no tuvo tiempo de ocuparse de él).
Ese mismo año Roma obtuvo una gran victoria
frente
a Cartago en Agrigento, al sur de Sicilia. Sin embargo, tras
duros
combates, Lilibeo parecía inexpugnable. El problema era que
Cartago
tenía la mejor flota del Mediterráneo y Roma no
tenía
más que unos pocos barcos pequeños. Los romanos ni
siquiera
sabían construir barcos del tamaño y las prestaciones de
los cartagineses. Todas las victorias las habían obtenido en
tierra,
y enfrentarse a Cartago en el mar era una locura. Los barcos romanos
eran
trirremes,
esto es, tenían tres hileras de remos en cada lado, mientras que
Cartago contaba con quinquerremes (barcos muchos mayores, con cinco
hileras
de remos). Roma tuvo la suerte de que un quinquerreme cartaginés
naufragó y fue arrojado a la costa meridional de Italia. Los
romanos
lo estudiaron y, con ayuda de los griegos, lograron construir un
quinquerreme.
En 261 murió
Antíoco
I, y fue sucedido por su hijo Antíoco II. Al año
siguiente,
en 260, inició la Segunda
Guerra
Siria contra Egipto. Por aquel entonces Roma contaba ya con una
flota
de quinquerremes y estaba dispuesta a enfrentarse a Cartago en el mar.
Es verdad que, además de los barcos, Cartago tenía siglos
de experiencia naval, cosa que no es tan fácil de obtener como
una
flota. Pero los romanos lo tenían previsto más o menos.
Unas
pocas naves romanas fueron fácilmente capturadas por barcos
cartagineses,
pero poco después salió del puerto el grueso de la flota,
al mando de Cayo Duilio Nepote (el sobrino, para distinguirlo
de
un tío tocayo). Los barcos romanos maniobraron para situarse
paralelamente
a los cartagineses. En principio esta no era una posición
favorable,
lo ideal (y lo difícil) era ponerse en posición de
embestir
lateralmente a una nave enemiga, así que los cartagineses no se
preocuparon en exceso, pero Duilio había diseñado unos
palos
con garfios en la punta articulados para caer sobre los barcos enemigos
y sujetarlos así para permitir un abordaje. Así
sucedió,
los soldados romanos saltaron sobre las naves enemigas y libraron una
batalla
terrestre sobre las cubiertas de los barcos. Los cartagineses,
atónitos,
no tuvieron nada que hacer. Catorce barcos fueron hundidos y treinta y
uno tomados. Pero Cartago contaba con muchos más barcos y
Lilibeo
continuaba intacta.
En 259 el hijo de
Ptolomeo
II, gobernador de Canaán, se rebeló contra su padre, pero
fue asesinado por sus propios soldados. Mientras tanto Qin logró
una victoria definitiva frente a Zhao. Los 200.000 soldados que se
rindieron
fueron pasados por las armas. En 256 el
monarca
Cheu reconoció al rey de Qin como rey de toda China.
Los romanos decidieron imitar a Agatocles y atacar a
la
propia (y aún indefensa) Cartago. La flota partió al
mando
del cónsul Marco Atilio Régulo (el
príncipe)
bordeando Sicilia. Frente a la costa de Ecnomo, se
encontró
con una flota cartaginesa y allí se libró una batalla
naval
aún mayor que la precedente, de la que Roma salió
nuevamente
vencedora. Desde allí se encaminó a Cartago, donde
Régulo
desembarcó a sus hombres y no tuvo más que presentarse
ante
las murallas de Cartago para que los aterrorizados cartagineses le
pidieran
la paz. Sin embargo, Régulo planteó condiciones tan duras
que Cartago optó por luchar. Casualmente estaba en Cartago un
espartano
llamado Jántipo. La grandeza militar de Esparta
había
desaparecido hace ya tiempo, pero los espartanos seguían
pensando
como siempre. Jántipo habló elocuentemente a los
cartagineses
y afirmó que no habían sido derrotados por los romanos,
sino
por la incompetencia de sus generales. Los cartagineses le dieron el
mando,
Jántipo logró reunir y entrenar un ejército que
contaba
con 4.000 jinetes y 100 elefantes. En 255
condujo estas tropas contra los romanos que asediaban la ciudad, algo
debilitados
porque parte de las tropas habían sido trasladadas a Sicilia. El
caso es que Régulo fue tomado prisionero y su ejército
fue
derrotado.
Ese mismo año terminó la Segunda
Guerra
Siria, y con ella Antíoco II recuperó parte del
territorio
que su padre había perdido ante Ptolomeo II.
Cuando llegaron a Roma las noticias del desastre de
Régulo,
el Senado envió la flota a África. La flota
derrotó
a los barcos cartagineses que trataron de impedirle el paso, pero la
astucia
con la que habían suplido su falta de experiencia naval para
derrotar
a los cartagineses no les valió ante un enemigo mayor: los
marineros
experimentados sabían reconocer los signos de tormenta y se
apresuraban
para resguardarse en el puerto más cercano. Los romanos
carecían
de la experiencia necesaria, así que una tormenta les
sorprendió
en alta mar, la flota fue destruida y miles de soldados murieron
ahogados.
Los cartagineses, al enterarse de esto, enviaron refuerzos, y hasta
elefantes,
a Sicilia. Pero Roma construyó una nueva flota en tres meses.
Zarpó
hacia Sicilia y ayudó a tomar Panormo, pero nuevamente fue
sorprendida
por una tormenta que la aniquiló, como a la flota precedente.
La Grecia continental dio síntomas de
recuperación
de su larga decadencia. Desde hacía décadas que estaba
sometida
al yugo de Antígono Gonatas de Macedonia. No era un yugo muy
opresivo,
pues Macedonia tampoco tenía la fuerza de antaño, pero,
por
ejemplo, unos años antes había ocupado Atenas y le
había
obligado a derruir los Largos Muros. Hacía tiempo que las
ciudades-estado
se habían aliado en dos "ligas", la Liga Etolia, que
reunía
a varias ciudades al norte del golfo de Corinto, y la Liga Aquea,
que reunía a otras tantas del Peloponeso. Eran dos asociaciones
locales de escasa relevancia, pero en 251
un hombre llamado Arato se puso al frente de la liga Aquea y se
dispuso a hacer de ella un instrumento eficaz.
La Primera Guerra Púnica continuaba en
Sicilia
sin que ningún bando mostrara una clara ventaja. Cartago
consideró
oportuno negociar una paz de compromiso. Envió una embajada a
Roma
en la que tomó parte Régulo, quien prometió volver
a Cartago si la embajada fracasaba. En la audiencia ante el Senado,
para
espanto de los cartagineses, Régulo dijo que no merecía
la
pena salvar a prisioneros como él, que se habían rendido
en lugar de morir en la batalla, y que la guerra debía continuar
hasta el fin. Régulo cumplió su palabra y volvió a
Cartago, donde (según los romanos) fue torturado hasta la
muerte.
La guerra continuó.
En 250 murió
Magas,
y con su muerte terminó la independencia de Cirene, que
pasó
a formar parte de Egipto nuevamente.
www.proyectosalonhogar.com |
|