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Al inicio del siglo II,
se
construyó en Teotihuacán un enorme templo piramidal (la pirámide
del Sol). Por esta época la cultura Zapoteca había
adquirido
sus rasgos más distintivos: destacan las urnas funerarias de
cerámica
modeladas a mano, que llevaban adosadas figuras de divinidades con
grandes
tocados.
En Perú desaparece la cultura Chavín y
la
región se fragmenta, de modo que surge casi una cultura distinta
en cada valle. Diversas ciudades entran en conflicto al tratar de
expandirse.
Se construyen ciudades fortificadas, entre las que destacan Tiahuanaco
y Huari. La elevada densidad de población obligó
a
explotar nuevas tierras y a construir grandes obras de
irrigación
e ingeniería.
China había encontrado finalmente la
estabilidad
bajo Liu Bang (o Gaodi), el primer emperador de la dinastía Han.
En la India seguían gobernando los Maurya, si bien apenas se
tienen
datos sobre los monarcas que sucedieron a Asoka el Grande. En la parte
occidental de Asia la mayor potencia era el Imperio Seléucida,
que
bajo Antíoco III el Grande había llegado a la cumbre de
su
poder. En Egipto la dinastía de los Ptolomeos estaba en peligro,
pues el rey Ptolomeo V tenía sólo once años.
Grecia
estaba gobernada por la Liga Aquea, dirigida por Filopemén, que
no terminaba de dominar a Esparta. Cartago acababa de ser reducida a la
nada por Roma. Aníbal demostró ser tan buen administrador
como estratega. Se puso al frente del estado y reorganizó las
finanzas
cartaginesas, de tal modo que Cartago estuvo pronto en condiciones de
pagar
a Roma el tributo convenido en el tratado de paz. Y Roma tenía
una
cuenta pendiente con Macedonia que no estaba dispuesta a pasar por
alto.
Filipo V se había aliado con Aníbal e incluso
había
enviado tropas a Zama. Sólo necesitaba una excusa para pasar a
la
acción y la tuvo inmediatamente.
La ciudad de Rodas era una de las pocas ciudades
griegas
independientes que quedaban. Se encontraba en medio del campo de
batalla
de la guerra siria, así que decidió pedir ayuda a Roma
ante
el temor de que terminara siendo absorbida por Antíoco III o por
Filipo V. Algo similar ocurrió con Pérgamo, cuyo rey
Atalo
I pidió la protección de Roma frente a Antíoco
III.
Roma no se hizo de rogar, y decidió -naturalmente- que Filipo V
tenía prioridad. En 200
envió
una embajada a Filipo V instándole a evitar todo acto que
pudiera
perjudicar a Rodas. El rey no aceptó y se inició
así
la Segunda Guerra Macedónica. Roma esperaba que toda
Grecia
se levantase contra Filipo V, pero no fue así, y además
Filipo
V era un buen general, con lo que durante dos años la guerra se
mantuvo en un punto muerto sin que ningún bando obtuviera una
ventaja
decisiva.
Al mismo tiempo Roma envió colonos latinos a
la
Galia Cisalpina y al sur de Italia, con lo que toda la península
quedó rápidamente romanizada, de modo que las
nacionalidades
galas, etruscas y griegas se diluyeron. Por otra parte Roma se ocupaba
también de someter el sur y el este de España,
considerados
como botín de guerra. Envió dos ejércitos, uno a
la
zona sur y otro al este. Estableció un impuesto a toda la
población
y administró las explotaciones mineras. Las rebeliones de los
nativos
fueron constantes. En 197 Roma
organizó
el territorio en dos provincias: la Hispania Ulterior (que
comprendía
la parte sur) y la Hispania Citerior (el este). Esto no
significaba
que los nativos estuvieran bajo control. Al contrario, ese mismo
año
estalló una revuelta en el valle del Guadalquivir y en la costa
suroriental. Al mismo tiempo, el general Tito Quincio Flaminio
fue
enviado a Macedonia, quien obligó a los macedonios a presentar
batalla
en Cinoscéfalos, en Tesalia. Filipo V organizó
dos
falanges, pero los romanos ya conocían la falange desde los
tiempos
de Pirro y la legión supo cómo tratarla. Al mismo tiempo
Pérgamo había derrotado a otro ejército
macedónico
en Asia Menor, así que Filipo V se vio obligado a rendirse. Al
igual
que Cartago, Macedonia tuvo que renunciar a toda influencia sobre
Grecia,
disolver parte de su ejército, ceder su flota y pagar un gran
tributo.
A Filipo V se le permitió conservar su corona, pero ya nunca
más
se enfrentó a Roma.
Flaminio fue invitado a participar en los Juegos
Ístmicos,
donde anunció la restauración de la libertad de todas las
ciudades griegas. Los griegos aplaudieron calurosamente, pero su
concepto
de libertad se reducía entonces a la libertad de luchar unos
contra
otros, e inmediatamente le pidieron a Flaminio que ayudara a la Liga
Aquea
contra Nabis de Esparta, al igual que antes lo había hecho
Macedonia.
Flaminio aceptó con renuencia. Era un admirador de Grecia y no
le
agradaba combatir contra griegos. Expulsó a Nabis de Argos, pero
no consintió que la Liga Aquea tomara Esparta.
En esta campaña, Flaminio contó
con
el apoyo del rey Eumenes II de Pérgamo, que acababa de
suceder
a su padre Atalo I y ratificó así la alianza que
éste
había establecido con Roma. Fue un gran protector de la cultura
y bajo su reinado la biblioteca de Pérgamo se convirtió
en
la gran rival de la biblioteca de Alejandría. Los egipcios
dejaron
de exportar papiro, y cada vez se hizo más escaso. Una
alternativa
era escribir sobre pieles de animales, que eran mucho más
duraderas,
pero también más caras. Sin embargo, alguien en
Pérgamo
descubrió un tratamiento de las pieles que permitía
escribir
por las dos caras, con lo que el precio se reducía a la mitad.
Este
tipo de piel recibió el nombre de pergamino, por la
ciudad
donde fue descubierto, y paulatinamente fue remplazando al papiro.
Por estas fechas Ptolomeo V fue considerado mayor de
edad
y asumió personalmente el gobierno de Egipto. Se celebraron los
correspondientes rituales y fiestas, y entre los diversos testimonios
que
se dejaron del acto estaba una inscripción en piedra, donde el
texto
aparecía escrito en griego y en dos modalidades de egipcio. Esta
inscripción, conocida como la Piedra de Rosetta, fue la
clave
dos mil años después para comprender la escritura
jeroglífica.
Antíoco III había sido en
teoría
aliado de Filipo V, pero no sólo no le había ayudado
contra
los romanos, sino que al conocer su derrota decidió enviar
tropas
a Macedonia para conquistar algunos territorios. Esto sucedió en
196,
el mismo año que Roma envió una embajada a Cartago para
acusar
a Aníbal de planear una nueva guerra, y exigir su entrega
inmediata.
Aníbal tuvo que huir y marchó a Tiro, que entonces
formaba
parte del Imperio Seléucida. En 195
fue a buscar a Antíoco III. Ambos se encontraron en
Éfeso,
y Aníbal le propuso que, mientras Antíoco III continuaba
su campaña en Macedonia, le dotara de un ejército que
conduciría
a Italia contra Roma. Antíoco III no aceptó, y en su
lugar
le propuso que fuera a Tiro para reunir una flota fenicia con la que
dominar
el Egeo. Al mismo tiempo envió más tropas a Grecia.
Aníbal
había comunicado a Cartago sus planes de alianza con
Antíoco
III, pero los cartagineses se asustaron de las consecuencias que ello
podría
tener para su ciudad e inmediatamente avisaron a Roma, la cual
envió
una embajada a Antíoco III para tratar de conocer sus
intenciones,
embajada a la que Antíoco III no quiso prestar atención.
Mientras tanto, Roma envió a España a Marco Porcio
Catón,
que desembarcó en Emporion y desde allí marchó a
Tarraco,
despejando toda resistencia indígena hasta el Ebro.
Ese año murio el emperador chino Han Gaodi, y
fue
sucedido por su hijo Huidi, que continuó la
política
de su padre y conservó la estabilidad alcanzada por éste.
En 194 Flaminio
dejó
Grecia para volver a Roma. Inmediatamente, Filopemén
dirigió
a la Liga Aquea contra Esparta y la obligó a unirse a ella.
Nabis
fue asesinado por unos etolios, con lo que Esparta se desplomó
definitivamente.
Mientras tanto, las campañas de Catón
en
España habían dado resultado y, tras una serie de
estragos
en numerosas ciudades, los rebeldes fueron reducidos y esclavizados.
Los
supervivientes iniciaron una guerra de guerrillas, al tiempo que, en
las
fronteras, los celtíberos y lusitanos incrementaban sus
incursiones
debido a que Roma les había privado de toda posibilidad de
contacto
con las civilizaciones del sur y del este, que habían sido una
de
sus principales fuentes de subsistencia.
En 193 Catón
volvió
a Roma desde España, con un cuantioso botín proveniente
en
gran parte de la venta como esclavos de cuantos hispanos se le
habían
rebelado. Instauró un sistema de expolio y represión que
fue continuado por sus sucesores.
Antígono III dio un paso más en su
política
de alianzas matrimoniales casando a su hija Cleopatra con
Ptolomeo
V. La Liga Aquea dominaba Grecia con el apoyo de Roma, lo cual puso en
mala situación a la Liga Etolia, y así los etolios
decidieron
pedir a Antíoco III que llevara a Grecia en su ayuda las tropas
que tenía en Macedonia. Antíoco III hizo más que
eso.
En 192 invadió Pérgamo,
cruzó
el Egeo y llevó un ejército a Grecia. Roma intervino
inmediatamente,
y en 191 un ejército romano se
enfrentó
con el de Antíoco III en las Termópilas, donde obtuvo una
fácil victoria. Antíoco, aterrado, volvió a Asia
Menor,
pero Roma no estaba dispuesta a consentir que Antíoco III
retuviera
Pérgamo, pues era un estado aliado. Una flota romana, reforzada
por barcos de Pérgamo y Rodas, derrotó a la flota
seléucida,
y por primera vez un ejército romano desembarcó en Asia.
A su mando estaba Lucio Cornelio Escipión, hermano de
Escipión
el Africano. El Senado había mostrado reticencias a confiar el
mando
a Lucio, pero su hermano se ofreció a acompañarle como
segundo
oficial, y esto inspiró confianza.
Ese mismo año murió el emperador chino
Huidi.
Poco antes de su muerte había levantado la prohibición
que
Qin Shi Huang Di había impuesto sobre los libros subversivos, y
así muchos textos del confucianismo que habían
permanecido
en la clandestinidad salieron de nuevo a la luz. Parece ser que la
viuda
de Liu Bang hizo asesinar al hermano de Huidi, así como a muchas
de las concubinas de Liu Bang, lo que le permitió convertirse en
emperatriz.
En 190 los romanos se
enfrentaron
con Antíoco III en Magnesia. Escipión el Africano
permaneció en la cama a causa de una enfermedad, pero su hermano
Lucio no tuvo dificultades en vencer y por ello recibió el
sobrenombre
de El Asiático. En 189
terminó la Guerra Siria. Antíoco III tuvo
que ceder todas sus posesiones en Asia Menor, que pasaron a engrosar
los
dominios de Pérgamo y Rodas. También se
comprometió
a pagar una pesada indemnización y a entregar a Aníbal a
los romanos, pero en cuanto a esto último se las arregló
para advertir a Aníbal a tiempo para que pudiera huir.
Se cuenta que Escipión tuvo ocasión de
entrevistarse
con Aníbal, y que en un momento dado le preguntó
quién
consideraba que había sido el mejor general de todos los
tiempos.
Obviamente Escipión pretendía que Aníbal se
decantara
por uno de los dos, pero la respuesta de Aníbal fue Alejandro
Magno. Entonces Escipión insistió: ¿y el
segundo
mejor general? Esta vez la respuesta fue Pirro. ¿Y
el tercero? Yo mismo -dijo Aníbal. Entonces Escipión
le dijo sonriendo: ¿A pesar de que yo te haya vencido? Y
Aníbal respondió, "Es que si no me hubieras vencido
me
habría situado en primer lugar, por delante de Alejandro."
Aníbal huyó a Bitinia, a la corte del
rey
Prusias I. Era cuñado de Filipo V y le había apoyado en
varias
ocasiones, así que no estaba en muy buenas relaciones con Roma,
justo al contrario que Pérgamo, su vecino y rival. Aprovechando
la derrota de Antíoco III, los gobernadores Artaxias y Zaridis
se proclamaron respectivamente reyes de la Gran Armenia, y de Sófena
y Arzaneno, dos regiones situadas al sur de Armenia. Los armenios
habían
permanecido sometidos a los medos desde que entraron en el territorio
al
que dieron su nombre (el antiguo reino de Urartu), luego estuvieron
bajo
el dominio persa y finalmente bajo los seléucidas, y ahora daban
el primer paso hacia su independencia.
Antíoco III murió en 187,
en Elam, a manos de una multitud que protestaba porque el soberano
estaba
tratando de saquear un templo para pagar a Roma. Fue sucedido por su
hijo
Seleuco
IV. Ese mismo año murió Eutidemo, el rey de Bactria,
y el trono se lo disputaron su hijo Demetrio, casado con una hija de
Antíoco
III, y un general llamado Eucrátides, que finalmente
pudo
hacerse con el poder. El débil vínculo que unía a
Bactriana con el Imperio Seléucida se rompió para
siempre.
En 185 el rey Eumenes
II
de Pérgamo, sabiendo que contaba con el apoyo de Roma, le
declaró
la guerra a Prusias I de Bitinia. Ese mismo año murió
Mitrídates
III del Ponto y fue sucedido por su hijo Farnaces I. Mientras
tanto,
en Roma, los escipiones Publio y Lucio fueron acusados de haberse
apropiado
de parte del dinero pagado por Antíoco III. Escipión el
Africano
siempre tuvo enemigos en Roma. En parte por envidia, en parte por su
descarada
presunción. El caso es que Lucio estaba dispuesto a mostrar los
libros de cuentas, pero Publio se apoderó de ellos y los
destruyó.
Tal vez era culpable, o tal vez era inocente y consideraba una ofensa
que
su palabra no bastara para certificarlo. El caso es que a Lucio se le
impuso
una multa y Publio fue llevado a juicio acusado de haber aceptado
soborno
de Antíoco III. Podía haber sido condenado, pero
recordó
al tribunal que ese día era el aniversario de la victoria de
Zama,
y el clamor popular obligó a absolverle. No obstante ya no
volvió
a tener ninguna relevancia política.
En la India el último rey Maurya fue
asesinado
por Pushyamitra, que inauguró la dinastía de los Sungas.
Bajo esta nueva dinastía, la religión brahmánica
recuperó
su vigor.
En 184 murió
Filopemén
en Mesenia, tratando de sofocar una revuelta contra la Liga Aquea.
Posteriormente
fue llamado "el último de los griegos", porque fue el
último
caudillo griego que obtuvo victorias. Ese mismo año el
escritor
Ennio recibió la ciudadanía romana. Catón fue
nombrado
censor, y ejerció con tanto ahinco su función que desde
entonces
fue conocido como Catón el Censor. Catón era el
arquetipo
de la vieja virtud romana. Desconfiaba de las novedades, como el
interés
por la cultura griega, era uno de los más enconados enemigos de
los escipiones, y reprimió implacablemente cuanto consideraba
inmoral.
Se cuenta que multó a Escipión el Asiático porque
había besado a su mujer en presencia de sus hijos. Fue
también
uno de los primeros prosistas latinos de importancia. Escribió
una
historia de Roma y un tratado de agricultura.
Entre tanto, Eumenes II había emprendido una
serie
de campañas contra los reinos vecinos. Además de la
guerra
contra Bitinia, extendió sus dominios a costa de los
gálatas
y contra Farnaces I del Ponto. Sin embargo, donde se encontró
con
serios problemas fue en Bitinia, porque el rey Prusias I tenía
como
consejero a Aníbal, que pese a su avanzada edad no había
perdido sus dotes. Pérgamo pidió ayuda a Roma una vez
más,
la cual no desaprovechó la ocasión para acosar a
Aníbal.
En 183 fue enviada una embajada que
exigió
la entrega del cartaginés. Prusias I no se atrevió a
imitar
a Antíoco III y facilitar la huida a Aníbal y, al ver que
no tenía escapatoria, optó por envenenarse, a sus sesenta
y cuatro años. Se dice que sus últimas palabras fueron: "Pongamos
fin a la ansiedad de los romanos, que consideran demasiado largo y
penoso
esperar la muerte de un viejo aborrecido." Ese mismo año
murió
Escipión el Africano. En 182
murió
Prusias I y fue sucedido por su hijo Prusias II.
En 181 murió
Ptolomeo
V y dejó tan sólo dos hijos pequeños. El mayor de
ellos fue coronado como Ptolomeo VI y su madre, Cleopatra,
actuó
como regente. Desde que Filipo V de Macedonia fue derrotado por los
romanos,
se mostró siempre leal a éstos. Incluso ayudó a
Roma
en la Guerra Siria, pero al mismo tiempo estaba tratando de reconstruir
discretamente el poder macedónico. Su hijo mayor, Demetrio,
era sinceramente prorromano, así que lo mandó envenenar.
En 180 murió la
emperatriz
Lu, y poco después se produjo una matanza que exterminó a
su familia, el trono de China volvió a la familia de su marido,
cuando fue proclamado emperador Wendi, hermano de Huidi. Su
reinado
supuso un periodo de paz para el imperio. El estado moderó sus
gastos,
al tiempo que potenció nuevas obras públicas: mejoras de
caminos, canales y puertos. También se rebajaron los impuestos.
Roma envió a la Hispania Citerior a Tiberio
Sempronio Graco, que destacó por su diplomacia y
firmó
tratados y treguas con celtíberos y vacceos, con lo que
pacificó
definitivamente la provincia, al tiempo que derrotaba a los lusitanos y
vascones afianzando las fronteras.
En 179 murió
Filipo
V de Macedonia y fue sucedido por su hijo Perseo, quien
continuó
el proyecto de su padre de fortalecer Macedonia al tiempo que fomentaba
el descontento entre los griegos por la dominación romana.
Seleuco IV trataba de recomponer el país del
lastimoso
estado en que se lo había encontrado tras la derrota de su padre
frente a los romanos. El tributo exigido por Roma había
arruinado
las arcas del estado y el monarca tuvo que ir sacando dinero de donde
pudo.
Una de las fuentes más socorridas eran los templos, pero eso
suponía
jugar con las creencias religiosas del pueblo y tenía sus
peligros
(basta pensar en la muerte de Antíoco III). De todos modos,
envió
a un funcionario llamado Heliodoro a expoliar el templo de
Jerusalén.
A la sazón, el sumo sacerdote de los judíos era Onías
III, quien, al parecer, llegó a un acuerdo con Heliodoro por
el
que le daba a él parte del tesoro a cambio de no tener que
dárselo
todo a su amo. Heliodoro aceptó el soborno, aunque la Biblia
relata el episodio en términos ligeramente distintos:
Heliodoro no pensaba en
otra cosa que en ejecutar su designio; y
para ello se había presentado ya él mismo con sus
guardias a la puerta del erario. Pero el espíritu del Dios
Todopoderoso se hizo allí manifiesto con señales bien
patentes, en tal conformidad que, derribados en tierra por una virtud
divina cuantos habían osado obedecer a Heliodoro, quedaron como
yertos y despavoridos. Porque se les apareció, montado en un
caballo, un personaje de fulminante aspecto y magníficamente
vestido, cuyas armas parecían de oro, el cual, acometiendo con
ímpetu a Heliodoro, lo pateó con los pies delanteros del
caballo. Apareciéronse también otros dos gallardos y
robustos jóvenes llenos de majestad y ricamente vestidos, los
cuales, poniéndose uno a cada lado de Heliodoro, empezaron a
azotarlo, cada uno por su parte, descargando sobre él continuos
golpes. [II Mac III, 23-26] (Los versículos siguientes,
hasta el final del capítulo, contienen una de las manipulaciones
bíblicas más divertidas, por su originalidad y descaro.)
Tal vez Heliodoro contó a su señor una historia
similar para justificar su regreso con las manos vacías,
historia que Seleuco IV debió de escuchar con no pocas reservas.
Así pues, sabiendo que si
Seleuco
IV descubría lo sucedido tendría los días
contados, en 175
Heliodoro urdió una trama por la que acabaron asesinados tanto
el rey como
su primogénito. El trono seléucida pasó a Antíoco
IV, hermano de Seleuco IV. Había nacido en Atenas y, tras la
derrota de su padre, fue llevado a Roma como rehén, donde
recibió
buen trato. Cuando se enteró de la muerte de su hermano,
abandonó
Roma y se dirigió a Antioquía, donde no tuvo
inconveniente
en convertirse en el nuevo rey.
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