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Los judíos llevaban ya muchos años
alejados
de los acontecimientos históricos. Se habían acomodado al
dominio Persa, Alejandro pasó por Judea sin provocar
conmociones,
luego, tras unos pocos ajetreos, Judea quedó en manos de los
Ptolomeos,
que gobernaron con suavidad y, finalmente, cuando vieron que
Antíoco
III tenía las de ganar, los judíos se pusieron de su
parte
y tras la Quinta Guerra Siria fueron bien tratados. Las cosas en
Canaán
estaban más o menos como al comienzo de este periodo: los
judíos
poblaban Judea, y al norte, en el territorio que antaño fuera
Israel,
estaban los Samaritanos, que practicaban una versión primitiva
de
la religión israelita, ajena a las modificaciones que el
judaísmo
incorporó en Babilonia. Judíos y Samaritanos se
tenían
mutuamente por herejes y se odiaban radicalmente. Al norte de Samaria
estaba
Galilea, donde habitaban también algunos judíos, pero la
población era mayoritariamente gentil. Las viejas
idolatrías
contra los que habían abominado siempre los judíos
habían
desaparecido hacía mucho, pero en su lugar había llegado
a sus tierras una idolatría mucho más peligrosa: la
cultura
griega. Las costumbres griegas se estaban difundiendo por el mundo
entero.
Hasta los romanos, que derrotaban a los griegos en las batallas, eran
vencidos
por éstos en el terreno cultural, y estaban adoptando las formas
griegas en la religión, en la literatura, en las costumbres,
etc.
El proceso de helenización en Judea había sido lento
cuando
dependía de Egipto, pero se aceleró bajo los
seléucidas.
Al mismo tiempo, los judíos más conservadores se
escandalizaban
al ver a algunos de sus conciudadanos helenizados y se aferraban
radicalmente
a las viejas costumbres.
Antíoco IV heredó los problemas
monetarios
de su hermano y siguió viendo en el templo de Jerusalén
un
posible remedio. No simpatizaba con el sacerdote Onías III, tal
vez por su empeño de no ceder los tesoros o tal vez porque
Antíoco
IV había oído rumores de su trato con Heliodoro. El caso
fue que el hermano de Onías III, llamado Josué,
propuso
un pacto a Antíoco IV: Podía nombrarlo a él sumo
sacerdote
(lo que le daría un gran poder sobre los judíos y la
oportunidad
de enriquecerse) y a cambio él le cedería una parte
generosa
del tesoro del templo. Para tentar aún mas a Antíoco IV,
le prometió que impulsaría la cultura griega en Judea.
Él
mismo decidió cambiar su nombre hebreo de Josué por el
nombre
griego de Jasón.
Antíoco aceptó el trato. En 175
Onías III fue llevado en arresto a Antioquía y
Jasón
ocupo el sumo sacerdocio. Pronto empezó a cumplir su parte del
trato.
Antíoco IV obtuvo su dinero y Jasón creó un
gimnasio
en Jerusalén, donde los jóvenes acudían a
ejercitarse
al modo griego. Los judíos conservadores se escandalizaron por
el
arresto de Onías III y el expolio del templo, pero lo que
más
les escandalizó fue el gimnasio. La tradición griega
mandaba
que los atletas se ejercitaran desnudos, y el desnudo público
era
inmoral para los judíos. Más aún, muchos
jóvenes
se ponían prepucios postizos para que no se notara que estaban
circuncidados,
con lo que renegaban así del distintivo fundamental del
judaísmo.
Por su parte, Jasón se embolsaba los beneficios que generaba el
gimnasio.
En 173 murió
Cleopatra,
la madre de Ptolomeo VI, pero el rey era todavía menor de edad y
cayó bajo la influencia de los generales que soñaban con
recuperar los territorios perdidos en la última guerra siria, y
así Egipto empezó a prepararse para una ofensiva.
En 172 el rey Eumenes
II
de Pérgamo alertó a los romanos de las intenciones del
rey
Perseo de Macedonia, y Roma no tardó en dar inicio a la Tercera
Guerra Macedónica. Perseo contaba como aliados a los griegos
y a los bitinios, pero éstos no tardaron en llegar a la
conclusión
de que no era buena idea enfrentarse a Roma. Pese a ello, Perseo se
dispuso
a combatir en solitario y reunió el mayor ejército que
había
formado Macedonia desde los tiempos de Alejandro Magno. Con él
resistió
varios años a los ejércitos que envió Roma.
Un primo de Jasón llamado Onías, pero
que,
siguiendo el camino marcado por su pariente, pasó a llamarse
Menelao,
ofreció a Antíoco IV otra porción del tesoro del
templo
si le nombraba a él sumo sacerdote, y el rey volvió a
aceptar.
Partia seguía gobernada por los descendientes
de
Arsaces, todos los cuales adoptaban oficialmente el nombre de Arsaces
al
llegar al trono, pero a menudo eran conocidos también por sus
verdaderos
nombres. Por ejemplo, en 171 murió
Arsaces V o Fraates I y subió al trono parto Arsaces
VI o Mitrídates I. Teóricamente Partia
formaba
parte del Imperio Seléucida, pero desde que murió Antioco
III eso no significaba nada en la práctica. No tardó en
extender
su territorio a costa de Bactriana.
En 170 murió el
rey
Farnaces I del Ponto y fue sucedido por su hermano Mitrídades
IV. Entre tanto Onías III tuvo el valor de denunciar
públicamente
las prevaricaciones de Jasón y Menelao, y seguidamente se
refugió
en un templo griego de un suburbió de Antioquía. Parece
ser
que Menelao sobornó al gobernador del distrito para que
convenciera
a Onías III de que saliera del templo prometiéndole
seguridad,
pero apenas salió fue asesinado. En Judea se produjeron
convulsiones
y disputas sobre quién era o debía ser el sumo sacerdote.
Antíoco IV no prestó atención, pues con el dinero
que había conseguido del templo de Jerusalén y de otras
fuentes
estaba reclutando un ejército con el que esperaba devolver a su
imperio el antiguo esplendor.
Egipto le dio la excusa para iniciar su
campaña.
Como respuesta a un mínimo ataque, Antíoco IV
marchó
sobre Menfis, donde capturó a Ptolomeo VI y se declaró
rey
de Egipto. Pero Alejandría no se rindió, y fue nombrado
rey
Ptolomeo
VII, hermano de Ptolomeo VI. En 169
Antíoco
IV marchó sobre Alejandría y le puso sitio, pero entonces
recibió la noticia de que Jasón había intentado
arrancar
el sumo sacerdocio a Menelao por la fuerza, y que Jerusalén
estaba
en un estado de guerra civil. El ejército de Antíoco IV,
a 550 kilómetros de sus fronteras, no podía permitirse
que
sus líneas de comunicaciones pudieran verse interrumpidas,
así
que el rey se vio obligado a volver apresuradamente a Judea, donde
entró
él mismo en el templo a la cabeza de un contingente armado y se
llevó cuanto encontró de valor.
En 168 Roma
envió
a Macedonia a Lucio Emilio Paulo, hijo del cónsul que
había
muerto en Cannas. Obligó a Perseo a entablar combate en Pidna,
en la costa egea de Macedonia. Sería la última vez que la
falange se enfrentaría a la legión. Paulo ordenó a
sus hombres que se introdujeran en las grietas que accidentalmente se
producían
en la falange tan pronto como aparecieran. La falange fue neutralizada
y los romanos obtuvieron una victoria completa. Paulo recibió el
sobrenombre de Macedónico.
Roma decidió terminar definitivamente con
Macedonia.
Perseo fue llevado prisionero a Roma, donde murió más
tarde.
La monarquía fue abolida y el territorio fue dividido en cuatro
repúblicas. Realizó varias operaciones de castigo en
Grecia
porque algunas ciudades griegas mostraron simpatías por Perseo.
La Liga Aquea era prorromana, pero una parte de sus ciudades
componentes
propuso que la Liga permaneciera neutral durante la guerra
macedónica.
Roma lo prefirió así porque no estaba segura de poder
confiar
en los griegos, pero luego decidió castigarlos por su tibieza.
Mil
de sus hombres principales fueron llevados a Roma como rehenes. Entre
ellos
estaba Polibio, que había conducido un contingente de
caballería
que la Liga Aquea había enviado en ayuda de los romanos, pero
esto
no fue tenido en cuenta porque se sabía que Polibio había
sido uno de los principales partidarios de la neutralidad. No obstante,
Polibio era un hombre culto que pronto trabó amistad con Paulo
Macedónico
y se convirtió en el tutor de sus hijos.
El rey Prusias II de Bitinia no se había
atrevido
a apoyar a su cuñado Perseo y había permanecido neutral
durante
la Segunda Guerra Macedónica. Por si acaso los romanos no
consideraba
aceptable la mera neutralidad, él mismo viajó a Roma y se
postró a los pies de los senadores, a algunos de los cuales
había
obsequiado previamente con buenas muestras del oro bitinio. El apoyo
romano
le permitió expandir su reino a expensas de Capadocia.
Antíoco IV decidió liberar a Ptolomeo
VI,
y le dejó volver a Egipto con un ejército, con la
esperanza
de que reclamara el trono a su hermano y Egipto se viera envuelto en
una
guerra civil. Sin embargo, los dos hermanos se pusieron de acuerdo para
gobernar juntos, por lo que Antíoco IV, irritado, marchó
de nuevo sobre Egipto y llegó otra vez a la capital, pero en el
ínterin ésta había pedido ayuda a Roma. Roma
estaba
ocupada en Macedonia, y no envió un ejército. En su
lugar,
cuando Antíoco IV llegó ante las murallas de
Alejandría,
un embajador romano salió a recibirle. Antíoco
reconoció
a un antiguo amigo de los tiempos en que había vivido en Roma y
se apeó de su caballo para saludarlo con alegría, pero el
embajador estaba allí para decirle únicamente que si no
abandonaba
Egipto tendría que enfrentarse a una guerra con Roma.
Atónito,
Antíoco IV pidió un tiempo para considerarlo, pero el
embajador
trazó un círculo alrededor del rey y le dijo: "piénsalo
antes de atravesar este círculo".
Antíoco IV había marchado victorioso a
través
de Egipto, y disponía de un ejército con el que sin duda
habría tomado Alejandría, pero tuvo que retroceder ante
un
solo romano desarmado. En la historia se han dado pocas humillaciones
tan
dramáticas. En 167, de vuelta en
Antioquía,
decidió que si los romanos le habían humillado los
judíos
no lo harían. Decretó que el templo de Jerusalén
debía
consagrarse a Zeus, identificado con Yahveh, y que en su altar se
realizaran
los sacrificios a la manera griega. Las escrituras judías
debían
ser destruidas, abolidas las regulaciones concernientes a la
alimentación
y al Sabath, y la circuncisión quedaba prohibida.
Los judíos conservadores no tardaron en
rebelarse.
La chispa estalló en la pequeña ciudad de Modín,
fuera
de los límites de Judea, donde un anciano sacerdote llamado Matatías
se había retirado junto con sus cinco hijos. El tercero de estos
hijos iba a ser el más famoso, y era conocido como Judas
Macabeo,
por lo que toda la familia acabó siendo conocida como "los
Macabeos".
Los otros hermanos se llamaban Juan, Simón, Eleazar y Jonatán.
Cuando un oficial de Antíoco IV llegó a Modín
dispuesto
a que se aplicaran las nuevas leyes, pidió a Matatías
como
dirigente judío eminente que diera ejemplo efectuando un
sacrificio
a Zeus según la costumbre griega. Matatías se negó
y cuando otro judío se ofreció a cumplir la orden real,
Matatías
lo mató a él y al oficial seléucida.
Inmediatamente, la familia huyó a las
montañas
del Gofna, y pronto se les unieron otros judíos
contrarios
a las nuevas leyes, que formaron así una banda guerrillera.
Matatías
no tardó en morir, y Judas Macabeo quedó al mando. Pronto
se les unieron bandas de Jasideos (piadosos), el sector
más
conservador del judaísmo, que no tenía ningún
interés
político, y sólo echó mano de las armas ahora que
se le prohibía profesar su religión. Las montañas
del Gofna estaban en territorio samaritano, y el gobernador de la
región,
Apolonio,
se apresuró a ocuparse de los insurrectos, pero pensó que
sería cosa fácil y no tomó muchas precauciones. Su
ejército fue tomado por sorpresa en una emboscada y Apolonio
murió.
Por esta época los sacerdotes inventaron
muchas
historias sobre judíos martirizados en otros tiempos a causa de
su religión y sobre cómo Yahveh les había ayudado
y premiado debidamente. Así surgieron el libro de Yudith y el
libro
de Daniel que, junto con dos libros sobre los Macabeos, completaron los
textos bíblicos. El libro de Daniel contiene varias historias
que
se atribuían primeramente a Abraham (aunque su origen era muy
posterior
a la época del patriarca), pero que fueron actualizadas y
situadas
en la época del destierro en Babilonia. En realidad los libros
sobre
los Macabeos fueron cinco, pero los tres restantes eran totalmente
ficticios
y no fueron incluidos en la Biblia.
El Senado Romano decretó que los ciudadanos
romanos
estaban libres de impuestos directos. Roma tenía suficiente para
abastecerse con las rentas de las provincias y los botines de guerra.
También
tomó una medida contra la isla de Rodas. Aunque había
sido
aliada de Roma, parece ser que vaciló en la guerra contra
Perseo,
así que Roma estableció un puerto comercial en Delos y
desvió
hacia allí su comercio, lo que supuso un duro golpe para la
economía
de Rodas. Por esta época se hallaba en la isla Hiparco,
un
astrónomo que estableció unas bases matemáticas
tan
firmes para la teoría geocéntrica (según la cual
el
Sol y los demás planetas giran alrededor de la Tierra), que
permaneció
indiscutida durante diecisiete siglos.
En 166 Antíoco
IV
envió un ejército mayor a Jerusalén, pero Judas
Macabeo
le tendió otra emboscada y el nuevo ejército fue
destruido
como el anterior. Antíoco IV se estaba quedando nuevamente sin
fondos,
así que decidió partir hacia el este para recuperar
algunos
territorios que poder explotar. Dejó la guerra judía a
cargo
de su ministro Lisias. En 165
Lisias
reunió un ejército en Emaús, a mitad de
camino
entre Jerusalén y el territorio controlado por los macabeos.
Judas
permaneció a la espera, pues sus 3.000 hombres no eran
suficientes
para enfrentarse al ejército de Lisias. Éste
terminó
por impacientarse, pero cometió un error. Dividió su
ejército,
y envió sólo la mitad en busca de los macabeos. Entonces
Judas atacó por sorpresa a la parte que se había quedado
en Emaús, y luego sorprendió a la parte que regresaba sin
éxito de la expedición. Ese mismo año Lisias
dispuso
de un nuevo ejército que fue nuevamente derrotado.
Las victorias de los Macabeos habían puesto
de
su parte a un número suficiente de judíos como para
intentar
tomar Jerusalén. Las fuerzas seléucidas y los
judíos
helenizados todavía dominaban los puestos fortificados de la
ciudad,
pero en 165 los macabeos lograron
apoderarse
del templo. Judas Macabeo procedió a consagrarlo nuevamente,
purificándolo
de la profanación seléucida. Echó abajo el altar
donde
se habían ofrecido cerdos a Zeus y quemó las piedras.
Construyó
un nuevo altar, lo dotó de nuevos vasos sagrados y se realizaron
los sacrificios adecuados. Los judíos aún celebran hoy en
día el aniversario de esta consagración.
A continuación, Judas Macabeo y su hermano
Simón,
marcharon hacia el norte con sendos ejércitos y poco a poco
fueron
destruyendo todo el dominio Seléucida de la región.
En 164 Ptolomeo VI y
Ptolomeo
VII riñeron, y el segundo expulsó al primero a Chipre,
pero
en 163 Ptolomeo VI logró hacerse
de
nuevo con el control de Egipto e instaló a su hermano en Cirene.
Ese mismo año murió el rey Ariarates
IV
de Capadocia, y fue sucedido por su hijo Ariarates V.
También
murió Antíoco IV en Persia, probablemente de
tuberculosis.
En principio, la sucesión recayó en su hijo
Antíoco
V, que tenía sólo nueve años, pero un primo
suyo
reclamó el derecho al trono. En efecto, Seleuco IV había
tenido un hijo, llamado Demetrio, que sido rehén en Roma
como su tío Antíoco IV, pero ahora había logrado
escapar
y consiguió algunos partidarios entre los generales
seléucidas.
Antíoco V era en realidad la baza de Lisias, que se
convirtió
en su tutor para gobernar el Imperio.
En
162 un ejército
seléucida mayor que los anteriores se enfrentó a los
Macabeos
en Betzacaría. El ejército llevaba consigo un
elefante,
y Eleazar pensó que sobre él iría el propio
Antíoco
V, así que se abalanzó sobre él y lo
apuñaló
por el vientre, pero el elefante se desplomó sobre Eleazar y lo
mató. A fin de cuentas, sobre el elefante no iba el rey. Por
primera
vez, Judas Macabeo fue derrotado, y tuvo que llevar los restos de sus
tropas
a las colinas del Gofna nuevamente, mientras las fuerzas
seléucidas
volvían a ocupar Jerusalén. Esta vez se cuidaron de
interferir
en el templo. Lisias no quería conflictos con los judíos
porque necesitaba concentrar sus fuerzas contra Demetrio. Sin embargo,
ese mismo año Demetrio logró asesinarle a él y al
rey Antíoco V, para a continuación ponerse al frente del
Imperio como Demetrio I. Sus primeros pasos fueron encaminados
a
ganarse la amistad de Roma mediante regalos. Luego trató de
controlar
Judea de forma menos drástica que sus antecesores. Los
judíos
afirmaban que, desde que Salomón nombró a Sadoc Sumo
Sacerdote,
el cargo había permanecido ininterrumpidamente en su familia.
Incluso
al volver del destierro en Babilonia, fue nombrado Sumo Sacerdote
Josué,
que presuntamente pertenecía al linaje de Sadoc. Demetrio I
encontró
el hombre idóneo para poner al frente del templo. Nombró
sumo sacerdote a Eliakim, que fue aceptado por los
judíos
por ser del linaje de Sadoc y, al mismo tiempo, era partidario de la
cultura
griega, hasta el punto de que adoptó el nombre griego de Alcimo.
Los jasideos dejaron inmediatamente el combate, y sólo
quedó
un pequeño grupo de radicales en el Gofna dirigidos por los
Macabeos.
En principio no suponían un gran problema, pero Judas Macabeo
tuvo
una idea extremadamente peligrosa para Demetrio I: pedir ayuda a Roma.
El libro I de los Macabeos, en la Biblia, contiene un pasaje muy
interesante
porque muestra la imagen que el mundo tenía de Roma en la
época
(el texto contiene exageraciones e inexactitudes):
Y oyó Judas la reputación
de
los romanos, y que eran poderosos, y se prestaban a todo cuanto se les
pedía, y que habían hecho amistad con todos los que se
habían
querido unir a ellos, y que era muy grande su poder. Había
también
oído hablar de sus guerras, y de las proezas que hicieron en la
Galacia, de la cual se habían enseñoreado y
héchola
tributaria suya; y de las cosas grandes obradas en España, y
cómo
se habían hecho dueños de las minas de plata y oro que
hay
allí, conquistando todo el país a esfuerzos de su
prudencia
y su constancia, que asimismo habían sojuzgado regiones remotas,
y destruido reyes que en las extremidades del mundo se habían
movido
contra ellos, habiéndolos abatido enteramente, y que todos los
demás
les pagaban tributo cada año. [Habla también de
Antíoco,
Eumenes y de los griegos.] pero que con sus amigos, y con los que
se
entregaban de buena confianza en sus manos, guardaban amistad, y que se
habían enseñoreado de los reinos, ya fuesen vecinos, ya
lejanos,
porque cuantos oían su nombre, los temían; que aquellos a
quienes ellos querían dar auxilio para que reinasen, reinaban en
efecto; y al contrario, quitaban el reino a quienes querían; y
que,
de esta suerte, se habían elevado a un sumo poder; que sin
embargo
de todo esto, ninguno de entre ellos ceñía su cabeza con
corona, ni vestía púrpura para ensalzarse, y que
habían
formado un Senado compuesto de trescientas veinte personas, y que cada
día se trataban en este consejo los negocios públicos, a
fin de que se hiciese lo conveniente; y finalmente que se confiaba cada
año la magistratura a un solo hombre [en realidad dos]
para
que gobernase todo el estado, y que todos obedecían a uno solo,
sin que hubiera entre ellos envidia ni celos.
Demetrio I se apresuró a tomar cartas en el
asunto
antes de que Roma pudiera intervenir. En 161
envió a las colinas del Gofna su general Baquides con un
ejército que arrolló a los rebeldes. Judas Macabeo
murió
en la batalla, y sus hermanos Jonatán y Simón pudieron
rescatar
su cuerpo y enterrarlo en Modín.
En 160 las
crónicas
indias hablan de un rey Milinda, que en realidad era Menandro,
lugarteniente del rey Demetrio de Bactriana, que realizó una
expedición
hasta la India y fundó un reino con capital en Singala.
Menandro
se convirtió al budismo. Al parecer, hubo otros reinos
helenísticos
en la India en esta época.
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