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En la segunda mitad del siglo II China vivío
una
de sus épocas de mayor esplendor bajo el emperador Wudi. El
nuevo
monarca limitó el poder de la aristocracia local estableciendo
un
sistema de transmisión de bienes que obligaba a dividir las
grandes
propiedades a cada generación, lo que contentaba a los herederos
al tiempo que impedía la formación de grandes
terratenientes.
Estableció que al lado de cada príncipe local hubiera un
"consejero" imperial que hacía las funciones de censor y
espía.
Los letrados confucianos, perseguidos por Qin Shi Huang Di y
despreciados
por Liu Bang apoyaron al nuevo emperador, pues tuvieron facilidades
para
ocupar altos cargos. El funcionariado pasó a ser seleccionado
por
concursos que requerían una gran preparación. Así
se formó una clase de altos funcionarios que se nutría de
los letrados y que recibieron el nombre de mandarines. En esta
época
vivió el poeta Sima Xiangru, que cultivó un nuevo
género literario llamado fu, una prosa rítmica
extremadamente
culta.
En el norte, los hunos fueron aquietados a costa de
suministrarles
cereales y seda. Incluso se les proporcionaban mujeres, que eran
conducidas
a la fuerza hasta los campamentos de los hunos. Esto tuvo como
consecuencia
que la cultura china se difundió más allá de sus
fronteras.
En realidad, los hunos llegaron a tener excedentes de seda que
intercambiaban
por otros productos con otros pueblos del oeste. Poco a poco, la seda
se
fue abriendo camino hacia occidente.
En occidente el Imperio Parto había
sustituido
al Imperio Seléucida, que ahora se reducía a Siria e
influía
más o menos en Canaán.
La expansión de Roma había alterado
drásticamente
su economía. Las familias poderosas se enriquecieron con las
conquistas,
obtuvieron tierras y esclavos que eran forzados a producir al
máximo,
mientras los amos permanecían en la capital, sin preocuparse de
los métodos empleados por los capataces. Los pequeños
agricultores
no pudieron competir con estas explotaciones, y emigraron a la ciudad
donde
se convirtieron en proletarios, que en latín significa
"criadores
de hijos", pues los nobles veían a los ciudadanos más
pobres
como productores de hijos para las legiones. En el sistema electoral
aparentemente
democrático que funcionaba en Roma, el pueblo tenía un
cierto
poder. No el de cuidar de sus propios intereses, pero sí el de
dirimir
entre los intereses de distintas facciones de la clase dominante. Por
ello
los políticos buscaban la popularidad distribuyendo alimentos a
bajo precio, incluso a veces gratis, o bien organizando juegos para la
diversión del pueblo (competiciones, carreras de carros, luchas
de gladiadores, combates con animales, etc.).
Otra novedad que había llegado a Roma
hacía
unos pocos años era el culto a Isis. Naturalmente,
procedía
de Egipto, pero ya hacía tiempo que los griegos le
erigían
altares. Tradicionalmente, los egipcios representaban a Isis con su
hijo
Horus, un dios con cabeza de halcón, pero en las escenas
maternales
el niño tenía cabeza humana, y los egipcios se
referían
a él como Harpechruti (Horus el niño). Fue esta
imagen
la que tuvo éxito fuera de Egipto. La iconografía
representaba
al niño con un dedo en los labios, en una actitud infantil, como
si se chupara el dedo, pero los griegos lo interpretaron como una
petición
de silencio, y Horus se convirtió en Harpócrates,
el dios del silencio. Isis era vista como la "hermosa reina de los
cielos",
y su dulce actitud maternal y protectora se ganó muchas
simpatías
primero en Grecia y luego en Roma.
En el exterior, Roma se había despreocupado
de
los reinos helenísticos, y concentraba sus esfuerzos en
España,
donde los principales focos de resistencia eran los lusitanos dirigidos
por Viriato y la ciudad de Numancia. En 140
Serviliano seguía combatiendo a Viriato, pero se vio cercado y
tuvo
que aceptar sus condiciones. Viriato fue reconocido como rey y "amigo
del
pueblo romano". Se fijaron unos límites territoriales.
El rey seléucida Demetrio II invadió
los
dominios partos. Ganó varias batallas, pero en 139
cayó en una emboscada. Su ejército fue destruido y
él
fue hecho prisionero. Trifón se hizo con el gobierno de Siria.
Mientras
tanto fue elegido cónsul
Quinto Servilio Cepión, quien
logró que el Senado anulara el tratado de paz que su hermano
Serviliano
había firmado con Viriato. Pasó a España y,
persiguiendo
a Viriato, se arriesgó por zonas de la parte occidental de la
península
por donde nunca había penetrado un ejército romano. Sus
soldados
se insubordinaron y no pudo dar el golpe definitivo. Viriato vio que
sus
hombres estaban ya cansados de tantos años de lucha, así
que envió tres emisarios a negociar la paz. Cepión los
sobornó
para que asesinaran a Viriato, así lo hicieron y, cuando
regresaron
a cobrar lo pactado, Cepión les pagó con una frase que ha
pasado a la historia: "Roma no paga a traidores".
En 138 los
cónsules
Décimo
Julio Bruto y Marco Pompilio Lenas se trasladan ambos a
España.
El primero persigue a los Lusitanos, dirigidos ahora por Tántamo,
que cruzan el Miño y así se zafan de los romanos, que no
se atrevieron a cruzarlo pensando que tras él estaba el Finis
Terrae (el fin de la Tierra). Desde allí corrieron a
refugiarse
en Numancia. Éste fue el objetivo de Lenas, que sitió
nuevamente
la ciudad con 8.000 hombres, pero los numantinos salieron y destrozaron
el ejército invasor.
Ese mismo año murió el rey Atalo II de
Pérgamo,
y fue sucedido por su sobrino Atalo III (hijo de Eumenes II).
Era
aficionado a la botánica, sobre todo al estudio de las plantas
venenosas.
También murió el rey parto Mitrídates I, y fue
sucedido
por su hijo Fraates II. A su muerte el Imperio Parto dominaba
la
mayor parte de lo que había sido el Imperio Persa, desde
Mesopotamia
hacia el este, con la excepción de la parte sur de lo que
había
sido la propia Persia (cuya población se aferró a un
mazdeísmo
radical y nunca llegó a integrarse en el Imperio Parto) y el
reino
de Bactriana.
En 137 un hermano de
Demetrio
II derrotó a Trifón y se proclamó rey con el
nombre
de Antíoco VII. Cleopatra Tea, la esposa de Demetrio II,
se enteró de que éste, en su cautiverio, se había
casado con Rodoguna, la hija de Mitrídates I, así
que despechada se casó con su cuñado Antíoco VII.
Éste trató de someter Judea, y sus ejércitos se
enfrentaron
a las tropas judías, conducidas por los dos hijos de
Simón:
Juan
Hircano y Judas. Éstos obtuvieron la victoria.
El cónsul Cayo Hostilio Manciano
trató
de sitiar Numancia con 20.000 hombres, pero la noticia de que los
cántabros
y los vacceos acudían en ayuda de los sitiados bastó para
hacer huir a sus hombres. Manciano tuvo que conceder la
autonomía
total a los numantinos. El senado, indignado por semejantes muestras de
debilidad, ordenó que, tanto Manciano como Tiberio Graco, que
había
estado a sus órdenes como cuestor, fueran entregados al enemigo
atados de pies y manos, pero el pueblo no consintió en que este
castigo se aplicara a Graco. Desde entonces, Tiberio abandonó la
carrera militar y se dedicó a la política.
Por esta época, la isla de Sicilia era el
granero
de Roma. Sus fértiles campos eran trabajados por un
ejército
de esclavos que abastecían a Italia de cereales. Sus condiciones
de vida eran infrahumanas. Casi todos ellos habían sido hombres
libres tiempo atrás, y su único delito había sido
ofrecer resistencia a la dominación romana o meramente haber
habitado
un país conquistado. En 135 un
esclavo
de Sicilia de origen Sirio llamado Euno afirmó ser
descendiente
de la familia real seléucida, se hizo llamar Antíoco y
encabezó
una revuelta. Probablemente nadie le creyó en cuanto a su
ascendencia,
pero vieron que tenía dotes de mando y le siguieron. Los
esclavos
se entregaron al saqueo y la matanza y pronto dominaron la isla.
Naturalmente,
Roma intervino al punto, y se inició así la Primera
Guerra
Servil ("servus" en latín es "esclavo").
En 134 el
astrónomo
Hiparco observó una estrella en la constelación de
Escorpio
de la que no pudo hallar constancia en ningún catálogo.
Esto
era algo importante, pues una creencia fundamental de la
antigüedad
era que los cielos eran inmutables. Sin embargo, no tenía la
garantía
de que en realidad se tratara de una estrella nueva, pues los datos
disponibles
eran muy imprecisos. Para evitar que otro astrónomo se viera en
esa situación, Hiparco registró la posición exacta
de más de mil estrellas, que además clasificó
según
su brillo en magnitudes. Así se elaboró el primer
catálogo
estelar riguroso. Comparando sus observaciones con datos más
antiguos,
Hiparco descubrió la precesión de los equinoccios,
es decir, el movimiento circular del eje de la Tierra que hace que el
punto
del cielo al cual apunta el Polo Norte cambie lentamente con el tiempo.
En Judea, Simón fue invitado a un banquete
por
su yerno Ptolomeo. Acudió con su hijo Judas y, cuando
hubieron
bebido lo suficiente, Ptolomeo los mató, tal y como había
pactado con Antíoco VII. A cambio recibió el
gobierno
de Judea. Así murió el último de los Macabeos. Sin
embargo, Juan Hircano, el otro hijo de Simón, se refugió
en las montañas con un grupo de seguidores que se rebelaron
contra
Ptolomeo. Éste pidió ayuda a Antíoco VII.
Con veintinueve años Tiberio Graco, fue
elegido
tribuno, junto con su amigo Marco Octavio. Alarmado por el
abandono
de las campiñas de Etruria y opinando que la defensa de Roma
sólo
podía estar en manos de los propietarios de las tierras, se
esforzó
por formar una clase media y restablecer la pequeña propiedad.
Para
ello propuso una ley por la cual las enormes propiedades de los
latifundistas
debían ser repartidas entre pequeños propietarios. Una
vez
hecho el reparto, serían inalienables, para que los latifundios
no pudieran ser reconstruidos. Además cada propietario
debería
contratar un cierto número de obreros libres. Los
terratenientes,
escandalizados, actuaron inmediatamente. Sobornaron a Octavio, que no
tardó
en descubrir que en realidad no era amigo de Tiberio y, cuando
éste
estaba a punto de que se aprobara su ley, con el apoyo de la
mayoría
de los romanos, Octavio pudo paralizar la votación, pues era
necesario
el acuerdo de los dos tribunos para que una ley pudiera ser votada.
Tiberio
trató de convencer a Octavio, pero fracasó. Luego
logró
destituirlo mediante una votación, tras lo cual logró que
la reforma agraria fuera aprobada, pero los terratenientes denunciaron
que la destitución de Octavio era ilegal (y tenían
razón),
y lo usaron como base para acusar a Tiberio de tratar de burlar la
legalidad
romana y derrocar el gobierno.
Estas acusaciones hicieron que Tiberio fuera
perdiendo
amigos. En 133 murió el rey Atalo
III
de Pérgamo y, como no tenía descendencia, optó por
legar el país a Roma, confiando en que ésa era la forma
en
que sus ciudadanos estarían mejor protegidos. Pérgamo se
convirtió así en la Provincia de Asia, pero
Tiberio
propuso que el tesoro real, en lugar de ir al Estado (o sea a los
senadores)
se distribuyera entre los propietarios de las tierras redistribuidas
como
ayuda para crear granjas. Esto enojó aún más a los
senadores. Por otra parte, Eumenes II había tenido un hijo
bastardo
llamado Aristónico, que no tardó en ponerse al
frente
de los sectores de Pérgamo disconformes con la decisión
de
Atalo III y reclamó el trono.
Numancia seguía siendo la pesadilla de Roma.
Según
relatan sus propios historiadores, bastaba una falsa alarma, un grito
fuerte
o el rumor de que los numantinos estaban fuera de las murallas, para
que
los legionarios fueran presas del pánico. El Senado
decidió
enviar la mayor expedición jamás enviada: 60.000 hombres
bajo el mando de Escipión el Joven y Cayo Sempronio Graco. El
númida
Micipsa aportó caballos y elefantes. Las tropas númidas
estaban
encabezadas por Yugurta, sobrino de Micipsa. Éste
recelaba
de su ambición, por lo que lo adoptó y lo nombró
heredero
junto a sus hijos, Adherbal y Hiempsal.
En dos meses, la muralla de Numancia fue rodeada por
otra
muralla de 3 metros de altura, con torres con catapultas cada 50
metros.
Pese al muro, cinco íberos lograron burlar el bloqueo y salieron
por trigo hasta Lutia, a 15 kilómetros de Numancia.
Cuando
Escipión se entera, envia una expedición a Lutia, donde
cortó
la mano a 400 jóvenes por haber ayudado a los numantinos.
A los ocho meses de asedio, Numancia fue tomada. Sus
habitantes
murieron de hambre y de peste. Los que quedaron se comieron los
cadáveres
y, cuando vieron que no tenían posibilidades, algunos optaron
por
entregarse, mientras que otros decidieron suicidarse. Los cabezas de
familia
mataron a los suyos, luego se mataron entre ellos, y los últimos
se arrojaron al Duero desde lo alto de las murallas.
Mientras tanto Antíoco VII invadía
Jerusalén
en ayuda de Ptolomeo frente a Juan Hircano, pero lo que él
necesitaba
era dinero para poder reconstruir su imperio, y resultó que Juan
Hircano le ofreció más que Ptolomeo, por lo que
finalmente
entregó Jerusalén a Juan Hircano y Ptolomeo tuvo que
huir.
Por estas fechas el Imperio Chino envió una
expedición
militar a la estepa contra los hunos, a la que siguieron varias
más.
En 132 Tiberio Graco
estaba
a punto de cesar como tribuno, y era consciente de que su vida no
valdría nada a partir de ese momento. (Mientras fuera tribuno
era
inviolable, y ningún senador podía emprender ninguna
acción
contra él.) Por ello trató de ser reelegido, pero,
nuevamente,
esto era ilegal, y se le acusó de intentar proclamarse rey, y
esta
palabra suscitaba siempre en el pueblo el recuerdo de las horribles
historias
sobre Tarquino el Soberbio. El día de la votación se
produjeron
desórdenes que terminaron en motines. Los enemigos de Tiberio
estaban
mejor organizados, y terminaron asesinándolo. Su cadáver
fue arrojado al Tíber. El asesino de Tiberio era un primo de su
madre, Cornelia, de la familia de los Escipiones. El Senado tuvo que
enviarlo
al extranjero para protegerlo, y tuvo que permanecer en el exilio de
por
vida.
Las disputas entre reformistas y conservadores no
terminaron
con la muerte de Tiberio Graco. Escipión y Cayo Graco volvieron
a Roma y el primero se puso a la cabeza de los conservadores. En
España
había declarado públicamente que Tiberio mereció
la
muerte. Mientras tanto terminó la Primera Guerra Servil. Los
esclavos
de Sicilia fueron doblegados y el trato que recibieron de los
coléricos
romanos es fácil de imaginar.
Cleopatra, la exesposa de Ptolomeo VII, logró
el
apoyo de los muchos enemigos que éste tenía en
Alejandría
y expulsó al rey del poder, poniendo en el trono a su hijo Ptolomeo
VIII.
Aristónico ocupó la ciudad costera de
Leuce.
Poco después fue derrotado por los romanos en una batalla naval,
lo que le obligó a retirarse hacia el interior, donde obtuvo el
apoyo de gran cantidad de desheredados y esclavos (a los que
liberó),
así como de buena parte de la población libre, debido al
carácter antirromano de su movimiento. Además,
contó
con la adhesión de personajes como el filósofo estoico Blosio
de Cumas, amigo de Tiberio Graco.
Mientras tanto, el derrocado Ptolomeo VII
logró
secuestrar a su hijo Ptolomeo VIII, lo hizo asesinar, lo
descuartizó
y envió los pedazos a Cleopatra.
En 131
Aristónico
logró derrotar a un ejército enviado por Roma, pero al
año
siguiente, en 130 fue finalmente
derrotado,
capturado y llevado a Roma.
Antíoco VII había logrado reunir un
ejército
adecuado para tratar de obtener algún botín en el Imperio
Parto. Logró conquistar Mesopotamia, los partos se retiraron a
Media,
Antíoco VII los siguió y en 129
fue derrotado y muerto por el rey Fraates II, que a continuación
liberó a Demetrio II. Esperaba que habiendo sido prisionero de
los
partos no se atrevería a volver a atacarlos, y así fue.
Demetrio
II no intentó salir de Siria, e incluso dejó en paz a
Juan
Hircano en Judea. Demetrio II regresó del cautiverio con su
esposa
Rodoguna, pero Cleopatra Tea la hizo asesinar.
Los partos fundaron la ciudad de Ctesifonte,
que
pasó a ser la nueva capital del Imperio. Estaba situada al lado
oriental del Tigris, cerca de Seleucia. Las dos ciudades progresaron a
la par. Ctesifonte fue la capital irania del Imperio y Seleucia la
capital
griega.
En el Senado Romano se produjo una sesión
tumultuosa
en relación con los proyectos reformistas iniciados por Tiberio
Graco. Al día siguiente se esperaba una intervención de
Escipión
el Joven que podría ser decisiva, pero fue encontrado muerto en
el lecho. Los conservadores acusaron a los reformistas de haberlo
envenenado,
pero no se pudo probar nada. Este mismo año Aristónico
fue
ejecutado en Roma, mientras el cónsul Manio Aquilio
terminaba
con toda resistencia en la provincia de Asia. Llamó en su ayuda
al rey Mitrídates V del Ponto, y en recompensa Roma le
cedió
Frigia. Con el apoyo romano, el Ponto no tardó en anexionarse
Capadocia
y Paflagonia (una región fronteriza con Bitinia).
Más al sur, Juan Hircano invadió
Samaria.
En el monte Gerizim estaba el templo sagrado de los samaritanos
y Juan Hircano lo destruyó. Si los seléucidas
habían
pecado de intolerancia religiosa, no hemos de olvidar que fueron los
judíos
los que la inventaron en su día, y ahora no podían quedar
en segundo lugar.
Por esta época Ptolomeo VII logró
recuperar
Egipto, y Cleopatra tuvo que volver a la corte seléucida.
Al noroeste de China, más allá de sus
fronteras,
vivían unas tribus bárbaras conocidas como los Yue
Che.
Por esta época fueron presionados por los hunos y emigraron
hacia
el Oeste. Así se encontraron con el reino helenístico de
Bactriana. Los griegos llamaron Tokarios a los Yue Che.
Bactriana
era más débil que el Imperio Chino, así que los
Tokarios
encontraron más conveniente hostigar a los bactrianos. El
emperador
Wudi envió a uno de sus oficiales, Chan Chien para que
siguiera
a los Yue Che y sellara con ellos una alianza contra los hunos.
Así,
por primera vez, un destacamento chino tuvo noticia de la existencia de
la civilización occidental.
En 128 murió
Nicomedes
II de Bitinia, y fue sucedido por su hijo Nicomedes III. En 127
murió Fraates II y el trono parto fue ocupado por Artabán
II, quien tuvo que enfrentarse a los Tokarios, cuyas incursiones
eran
cada vez más dañinas.
En 126 el oficial
chino Chan
Chien regresó a su país e informó al emperador de
la existencia de la civilización occidental. A partir de
entonces
se multiplicaron las expediciones a occidente, principalmente de
carácter
comercial. Se fue formando la llamada Ruta de la Seda, debido a
que la seda era el principal producto exportado por China. La principal
importación fueron los caballos. El control de las distintas
etapas
de la ruta de la seda iba a ser de capital importancia tanto para
oriente
como para occidente en los siglos venideros.
En 126 un
prentendiende al
trono seléucida que decía ser hijo de Alejandro Balas
derrotó
a Demetrio II cerca de Damasco y se proclamó rey, con el nombre
de Alejandro II. Cleopatra Tea, la mujer de Demetrio II, vio
peligrar
su intención de que sus hijos heredaran el trono, así que
en 125 hizo asesinar a su marido, tras lo
cual uno de sus hijos se declaró rey sin su consentimiento, con
el nombre de Seleuco V, pero Cleopatra Tea hizo que su segundo
hijo
lo matara, y ocupó el trono como Antíoco VIII.
Tuvo
que luchar contra el otro rey, Alejandro II.
Mientras tanto, el rey de Judea Juan Hircano
conquistaba
Idumea. Los judíos obligaron a los idumeos a circuncidarse y
aceptar
el judaísmo usando los mismos medios con los que los
seléucidas
habían tratado de prohibirlo. Tambien lo habían intentado
en Samaria, pero con menos éxito. Al fin y al cabo, los
samaritanos
eran judíos primitivos, pero igualmente aferrados a sus
creencias.
En Roma se aprobó una ley por la que un
tribuno
podía ser reelegido, lo que podría ser útil si
volvía
a elegirse a un tribuno reformista, para evitar que corriera la misma
suerte
que corrió Tiberio Graco. Mientras vivió Escipión,
fue imposible aprobar una ley semejante. Paulatinamente, los
reformistas
fueron ganando terreno en la política romana. Entre ellos
destacaban
Cayo Graco y, más aún, Marco Fulvio Flaco, que
fue
elegido cónsul, pero el Senado encontró una forma de
desembarazarse
de Flaco, al menos temporalmente. La ciudad griega de Massilia
(Marsella)
pidió ayuda a Roma porque los galos estaban violando su
territorio,
así que Flaco fue enviado a la Galia, pero no tardó en
derrotar
a los galos y volver triunfante a Roma.
En 124 murió el
rey
parto Artabán II, y fue sucedido por su hijo Mitrídates
II. La situación en Egipto era delicada para Ptolomeo VII.
Su
exesposa Cleopatra seguía contando con muchos partidarios,
así
que el rey finalmente optó por reconciliarse con ella y la trajo
de nuevo a Alejandría.
Desoyendo los ruegos de su madre, Cayo Graco se
presentó
como candidato y fue elegido tribuno en 123.
Cayo era mucho más elocuente que su hermano, y estaba dispuesto
a vengar su muerte. Coordinó en un mismo programa los intereses
de diversos grupos opuestos a la nobleza. Inmediatamente puso en vigor
la ley de reforma agraria de su hermano, que finalmente se había
dado por aprobada, pero no había sido puesta en vigor por la
influencia
de Escipión. Multiplicó las parcelas de las regiones
alejadas
y montañosas, respetando las posesiones de los nobles en la
Campania,
el Lacio o Tarento. Aumentó la cuantía de las
asignaciones,
y así creó una clase campesina acomodada.
Consiguió
que se aprobase la creación de colonias en los territorios de
Tarento,
Cartago y Capua. Logró que se aprobara una ley frumentaria por
la
que se distribuía mensualmente trigo entre los pobres a precio
de
coste, mientras que se establecía un gravamen sobre los
artículos
de lujo. Para ganarse a la clase media que no formaba parte de la
nobleza,
los llamados equites (caballeros), les asignó la
recaudación
de impuestos en la provincia de Asia. También les
concedió
garantías judiciales, al hacerlos entrar en los tribunales junto
con los senadores, y fijó su importancia social
asignándoles
localidades especiales en el teatro.
Por esta época los romanos se habían
asentado
en la costa mediterránea de la Galia, el territorio por donde
Aníbal
había pasado a Italia. Fundaron la ciudad de Aquae Sextiae
(Aguas de Sextio, la actual Aix) por Sextio Calvino, que era
cónsul
ese año.
En 122 Antíoco
VIII
logró derrotar definitivamente a su rival Alejandro II, que
resultó
muerto. En Roma Cayo Graco fue reelegido como tribuno, y se
dedicó
al acondicionamiento de los mercados, graneros y caminos. Propuso que
se
concediera a todos los italianos la ciudadanía romana, y a los
restantes
aliados el status del que ahora disponían las ciudades del
Lacio.
Sin embargo los nobles aprovecharon estas propuestas para excitar el
egoísmo
del pueblo romano, que, dentro de sus penurias, se sentía
privilegiado
respecto a los italianos y no estaba dispuesto a renunciar a este
status.
Utilizaron al otro tribuno, Marco Livio Druso, que
realizó
una política demagógica. La popularidad de Cayo Graco fue
decayendo y, cuando presentó su candidatura para el tribunado en
121,
no fue reelegido. Durante una discusión en el senado se
produjeron
disturbios, hasta el punto de que se recurrió al Senatus
Consultus
Vltimus, por el que se daba plenos poderes a los magistrados y quedaban
en suspenso las libertades individuales. Se produjo una batalla en el
monte
Aventino entre los partidarios de Graco y los del cónsul
Lucio
Opimio, en la que murieron tres mil ciudadanos, entre ellos Marco
Fulvio.
Cayo Graco, acorralado, optó por suicidarse. En los años
siguientes las leyes de los Gracos fueron paulatinamente abolidas.
Ese año surgieron desavenencias entre
Antíoco
VIII y su madre, Cleopatra Tea, ésta trató de envenenar a
su hijo, pero no tuvo éxito y Antíoco VIII la hizo
asesinar.
Cleopatra Evergetis, la segunda esposa de Ptolomeo VII, tenía
tres
hijas. La mayor, Cleopatra, la había casado con su
hermano
y heredero del trono, mientras que ahora casó a la segunda, Cleopatra
Trifena, con Antíoco VIII. Mientras tanto el sur de la Galia
fue convertida en provincia romana.
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