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JUAN EL BUENO Y CARLOS EL MALO |
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El 27 de marzo de 1350 la peste
mató al rey de León y Castilla Alfonso XI el Justiciero,
mientras dirigía el asedio a Gibraltar. El rey había
tenido diez hijos con su amante, Leonor de Guzmán, y
únicamente dos con su esposa, la reina María de Portugal.
El trono fue heredado por el segundo de éstos, Pedro I, de dieciséis
años, pues su hermano Fernando
había muerto antes de su nacimiento. La muerte del rey supuso la
caída en desgracia de su amante, que fue encarcelada en Sevilla
y luego en Carmona. Desde la
prisión, no dejó de intrigar contra Pedro I y
logró casar a su hijo Enrique
con Juana Manuel, hija del
infante Juan Manuel. Poco después fue trasladada a Talavera, donde fue asesinada por Alfonso Fernández de Olmedo,
escudero de la viuda de Alfonso XI. Enrique era apenas un año más joven que Pedro I, y
junto con sus hermanos Fadrique
y Tello encabezó el
grupo de la nobleza castellana partidaria de apoyar a Francia en la
guerra de los cien años, principalmente a causa de que Pedro I
era partidario de apoyar a Inglaterra. La guerra estaba reforzando el nacionalismo en Inglaterra. Ese
año el francés fue sustituido por el inglés en las
escuelas. En Francia, éste fue un año nupcial: el rey Felipe IV
se casó con Blanca de Navarra,
hermana del rey Carlos II; su hijo, el delfín Juan, se
casó con la condesa Juana I
de Auvergne, la madre y regente del conde y duque de Borgoña
Felipe I (Bona de Luxemburgo, la primera esposa de Juan, había
muerto el año anterior); y su nieto Carlos, hijo de Juan, que
tenía entonces doce años, se casó con Juana, hija del duque Pedro I de
Borbón. Sin embargo, Felipe VI murió el 2
de agosto, con lo que el delfín Juan se convirtió
en el rey Juan II de Francia y
Carlos se convirtió en el nuevo delfín. Juan II
tenía otro hijo, de once años, al que en 1351 convirtió en el conde Luis I de Anjou. Con él se
inicia la Tercera Casa de Anjou.
Juan II resultó ser un gobernante mediocre, que confió
en consejeros más mediocres e incompetentes aún.
Después de firmar tratados de amistad con Pedro IV de
Aragón y Pedro I de León y Castilla, el rey Carlos II de
Navarra marchó a Francia dispuesto a sacar partido de estas
"virtudes" de su pariente. La cuestión era que si el rey
Eduardo III de Inglaterra lograra imponer su criterio de que la ley
sálica era un fraude, eso no lo convertía a él en
rey legítimo de Francia, ya que la ley sálica
había sido aplicada anteriormente para excluir del trono a
Juana, la hija de Luis X y madre de Carlos II. Por consiguiente, si se
abolía la ley sálica, el legítimo rey de Francia
era el actual rey de Navarra. Si Eduardo III ganaba la guerra que
libraba contra Francia y Juan II se veía obligado a renunciar a
su corona, entonces Carlos II lo tendría muy fácil para
conseguir el apoyo de los franceses para que lo aceptaran como rey,
como sólida alternativa a un odiado rey inglés. Aunque no
fuera lo suficientemente poderoso como para hacer valer estos derechos,
seguro que ambas partes estarían dispuestas a contentarlo
generosamente para que renunciara oficialmente a ellos. El rey Pedro I de León y Castilla tuvo que tomar medidas
contra los estragos que estaba causando la peste negra. En las cortes
de Valladolid trató de imponer precios y salarios, para evitar
que subieran los unos y bajaran los otros, declaró obligatorio
el trabajo y dictó medidas contra el bandolerismo. Ordenó
confeccionar un índice fiscal en el que figurarían los
privilegios de cada municipio y los impuestos que le
correspondía pagar y el beneficiario de los mismos. Esto hubiera
acabado con los privilegios de numerosos señores que cobraban
impuestos en determinadas villas sin ninguna justificación
jurídica. La nobleza, dividida esencialmente en dos facciones,
según fueran partidarios de Francia o Inglaterra, hizo ahora
frente común en contra de las intenciones fiscalizadoras del
monarca. El rey Eduardo III de Inglaterra recompensó el talento
militar del conde Enrique II de Lancaster nombrándolo duque de Lancaster. El rey Luis I de Hungría expulsó a los mongoles de Moldavia, la región
más oriental del país, al este de los Cárpatos.
Como jefe político y militar, encargado de impedir el retorno de
los mongoles, dejó en la región a un guerrero local
llamado Dragos, que llevaba el
título de Voivoda. Los emperadores bizantinos Juan V y Juan VI se enzarzaron en una
nueva guerra civil. Juan V se alió con el emperador Esteban IX
de Servia y con su ayuda ocupó Adrianópolis. El duque Esteban de Transilvania se casó con Margarita de Baviera, hija del
difunto emperador Luis IV. Ese año murió Luis de Wittelsbach, el margrave de Brandeburgo, que fue sucedido por el duque Luis VI de la Alta Baviera. El duque Luis V logró entonces que el tercer duque, Otón V, el hijo de Luis VI, perdiera también el título al haber renunciado a él su padre. Zurich se convirtió en el quinto cantón de la
Confederación Helvética. La peste negra empezó a remitir. Esto no significa que la
enfermedad desapareciera, ya que en los siglos siguientes
aparecería a intervalos junto con las otras muchas epidemias que
aquejaban a la población europea desde siempre: viruela,
tuberculosis, etc. Se había llegado a comprender que las
enfermedades se contagiaban por la proximidad a los enfermos o a sus
cadáveres, de modo que podían ser contenidas mediante
cuarentenas. Desde entonces a los mendigos y leprosos se les hizo la
vida mucho más dura, pues cualquiera de ellos podía estar
apestado. La peste y la guerra crearon una cultura de la muerte y lo macabro:
la muerte era representada como un esqueleto armado con una
güadaña, con la que segaba las vidas de los hombres. Esta
imagen llenó las iglesias, las fiestas populares, los relatos,
etc. Otra alegoría característica de la época es
la de la rueda de la fortuna,
que hace que unos asciendan a la gloria y otros caigan de improviso. La
preocupación por la "buena muerte" invadió Europa. Los
testamentos, incluso los de gente modesta, incluían largas
listas de disposiciones que ordenaban, sobre todo, centenares, e
incluso miles de misas y oraciones por el eterno descanso del alma.
(Así proliferaron los capellanes que vivían de este
negocio.) Cuando los cristianos se creían cerca de la muerte,
multiplicaban sus obras piadosas, realizaban peregrinaciones, compraban
indulgencias, etc. Inevitablemente, la muerte se asoció al
castigo divino, consecuencia de los pecados de los hombres. El diablo
acechaba en todas partes, y a veces lograba que almas descarriadas le
rindieran culto. No tardaron en surgir fábulas sobre brujas que
volaban montadas en sus escobas para acudir a los aquelarres. Cualquier
infeliz podía ser acusado de brujería o de estar
poseído por el diablo. En la India murió el sultán de Delhi Muhammad Tugluq,
que fue sucedido por Firuz Tugluq.
A pesar de que sus dominios eran mucho más reducidos que los de
su predecesor, pudo mantener la grandeza del sultanato. En China se desbordó el río Amarillo, lo que
provocó la inundación de regiones enteras y el hambre
hizo estragos. La situación del país era crítica:
una inflación galopante afectaba al papel moneda y la
administración estaba sumida en el caos por la
desorganización, la desidia y la codicia de los funcionarios
mongoles y musulmanes. Se inició entonces la rebelión de
los llamados "Turbantes rojos",
dirigidos por Han Shantong,
que afirmaba ser la reencarnación del buda Maitreyas. Corrió la voz de
que unos obreros que trabajaban en el curso
alto del río Amarillo habían desenterrado una vieja
estatua de piedra con un solo ojo y que en su parte posterior
tenía una inscripción que decía: "No desprecies esta estatua aunque sea
tuerta; su aparición anunciará rebeliones en todo el
Imperio". (Este mismo truco de la estatua enterrada ha servido
en Occidente para fomentar el culto a una infinidad de vírgenes
y santos.) Aragón y Génova entraron nuevamente en guerra a
propósito de Cerdeña. Los genoveses buscaron el apoyo del
rey Pedro I de León y Castilla, mientras que el rey Pedro IV el
Ceremonioso buscó y obtuvo la alianza de Venecia. En 1352 argoneses y venecianos derrotaron a
castellanos y genoveses en el Bósforo. También el
emperador bizantino Juan VI Cantacuceno se alió con los
venecianos, a los que tuvo que ceder algunos territorios. Con la ayuda
de los turcos, expulsó a Juan V de Adrianópolis y
derrotó a los servios en Didimótica.
Juan V se refugió en Tenedos.
El emperador latino Roberto II de Anjou-Tarento fue liberado del
cautivero al que lo tenía sujeto el rey Luis I de
Hungría. Éste no pudo evitar que Luis, el hermano de
Roberto II y asesino del hermano de Luis I, se coronara rey de
Nápoles, tras lo cual Luis apartó a su esposa Juana del
poder. La Confederación Helvética seguía creciendo,
ahora con la incorporación de los cantones de Glaris y Zug, que se liberaron así del
dominio de los Habsburgo. Ese año murió el príncipe de Valaquia Juan
Basarab, que fue sucedido por su hijo Alejandro
I. También murió el Papa Clemente VI, y fue sucedido por
el cardenal Etienne Aubert,
que adoptó el nombre de Inocencio
VI. El emperador Carlos IV le envió a Cola di Rienzo, que
seguía siendo su prisionero, pero el nuevo Papa decidió
liberarlo y en 1353 lo envió
a Italia junto con el cardenal Gil Álvarez de Albornoz, que
desde Peruggia estaba logrando restablecer el dominio papal sobre los
Estados Pontificios. La flota aragonesa derrotó completamente a la genovesa en la
batalla de Alguer (en
Cerdeña). Parecía que la lucha había terminado,
pero Mariano IV, el juez
(gobernador) de Arborea,
rompió con la política tradicional de su familia y se
sublevó contra el poder catalán en la isla. El rey Pedro I de León y Castilla derrotó a una
confabulación de la nobleza que se oponía a sus reformas.
Algunos nobles se sometieron y otros, entre ellos su hermanastro
Enrique, optaron por el exilio y fueron
acogidos por el rey Pedro IV de Aragón. Pedro I gobernó
con la ayuda de juristas y burgueses. Ese año se
casó con Blanca, hija
del duque Pedro I de Borbón. No obstante, el rey acababa de
tener una hija con su amante María
de Padilla. En un intento de controlar al rey Carlos II de Navarra, el rey Juan
II de Francia le concedió la
mano de su hija Juana, que se
había casado a los cuatro años con el duque de Limburgo,
pero que ahora, a sus nueve años, llevaba ya tres años
viuda. (Carlos II tenía entonces veinte años.) Sin
embargo, esto no sirvió de nada. Con el rey de Francia como
suegro, Carlos II proclamó más sonoramente aún su
derecho al trono. Juan II había prometido a Carlos II los
condados de Champaña y Brie, que habían pertenecido a su
madre, así como el condado de Borgoña, del que era
regente la reina Juana de Francia; sin embargo, finalmente no
cumplió su palabra, y Carlos II empezó a intrigar en
París para apoderarse de ellos. Un tiempo atrás
había sofocado enérgicamente una revuelta en Navarra y
había adquirido el sobrenombre de Carlos el Malo, que ahora se
volvía a poner de moda, en parte por oposición a Juan II,
que era conocido como Juan el Bueno.
La Confederación Helvética incorporó el
cantón de Berna. El emperador Carlos IV cedió el condado de Luxemburgo a su
hermano Venceslao I. El rey Magnus VII de Suecia volvió a constituir Finlandia en
un ducado que entregó a su amigo Bengt Algotsson. Los duques de la Baja Baviera se repartieron su territorio: Esteban
II se quedó con la Baviera de Landshut
y Guillermo I y Alberto I con la Baviera de Straubing. Ese año murió el gran príncipe Simeón de
Moscú, y fue sucedido por su hermano Iván II, que logró
mantener la supremacía de Moscú sobre los otros
principados rusos. También murió el ban de Bosnia Esteban II Kotromanic,
y fue sucedido por su sobrino Tvrtko
I. El conde palatino del Rin, Rodolfo II, fue sucedido por Roberto I. Disfrutando de privilegios eclesiásticos y encargado de
diversas labores diplomáticas, Petrarca se trasladó a
Milán, donde se dedicó a sistematizar su
producción literaria. Por esta época terminó una
de sus más reputadas obras latinas: De secreto conflictu curarum mearum,
formado por tres supuestos diálogos entre Petrarca y san
Agustín, en presencia de la Verdad. Analiza en ellos la lucha
interna entre dos tendencias de su alma: el deseo de fama y la
aspiración a una vida humilde y solitaria; el amor de Laura y
las imposiciones de la conciencia religiosa. Boccaccio terminaba la que iba a ser su
obra más famosa: el Decamerón
(en griego, los diez días), una colección de cien cuentos
hilvanados por la historia de siete mujeres y tres hombres florentinos
que, ante la llegada de la peste, deciden retirarse a una villa vecina,
donde, para entretenerse, acuerdan que cada uno de ellos contará
un cuento cada día. El retiro dura diez días, lo que nos
da los cien cuentos que contiene la obra. Boccaccio empezó la
redacción el mismo año en que la peste irrumpió en
Florencia. Casi ninguno de los cuentos es original del autor, pero
sí lo es el tratamiento de las historias, muy alejadas de los
cuentos medievales, superficiales, moralizantes o cargados de un falso
idealismo. Los relatos del Decamerón son sentimentales,
trágicos, líricos, edificantes y muchos de ellos
licenciosos, pero son presentados como sátiras burlonas de las
flaquezas humanas, con sentido del humor y sin verdadera acritud. Estas
características "modernas" han hecho de Boccaccio, junto con
Dante y Petrarca, uno de los primeros autores medievales cuya obra
sigue vigente hoy en día y ha pasado a formar parte de la
Literatura Universal. En 1354, el rey Pedro IV de
Aragón, tras haber nombrado lugarteniente de la Corona de
Aragón a su tío Pedro, el conde de Prades,
participó personalmente en una campaña contra
Cerdeña, que fue dirigida por el conde Lope de Luna. Tomó
la ciudad de Alguer y la repobló con catalanes, aunque no
terminó con la sublevación de los Arboreas. Pedro I de Castilla repudió a su esposa, Blanca de
Borbón, y se casó con Juana
de Castro, si bien su amante, María de Padilla le dio la
tercera de sus hijas (Beatriz,
Constanza e Isabel,
habidas a una por año). Con la excusa de defender los derechos
de la esposa repudiada, un grupo de nobles se rebeló en Toledo
contra el rey, entre ellos su hermanastro Fadrique. Ese año murió el rey Yúsuf I de Granada.
Durante su reinado se fundó la universidad de Granada. Fue
sucedido por su hijo Muhammad V.
En agosto, Cola di Rienzo pudo entrar de nuevo en Roma con el
curioso título de senador
único, pero fijó unos impuestos que lo hicieron
muy impopular, y fue asesinado durante un tumulto poco después.
La historia de Rienzo (o Rienzi)
dio lugar a una leyenda en la que es recordado como el último tribuno de Roma. En Milán murió el arzobispo Giovanni Visconti, que
había adquirido Bolonia. La sucesión pasó a la
rama de su sobrino Stefano,
hijo de Matteo I, cuyos hijos, Matteo
II, Galeazzo II y Bernabo, se repartieron el estado
milanés. En Moldavia murió el voivoda Dragos, que fue sucedido por su
hijo Sas. El emperador bizantino Juan VI nombró emperador asociado a su
hijo Matías Cantacuceno,
pero sufrió un revés cuando un terremoto permitió
a sus aliados turcos
tomar la ciudad de Gallípoli, que se convirtió en la
primera posesión
otomana en Europa, esto minó seriamente sus apoyos bizantinos.
El emperador Esteban IX de Servia se disponía a atacar la
mismísima Constantinopla cuando le sobrevino la muerte. Fue
sucedido por su hijo Esteban X Uros,
que no llevó adelante el proyecto de su padre. El conde Venceslao I de Luxemburgo se casó con Juana, la hija
y heredera del duque Juan III de Brabante. El emperador Carlos IV
ascendió a su hermano a duque
de Luxemburgo. Boccaccio fue nombrado embajador de Florencia en
Aviñón. El rey Luis de Nápoles lanzó un nuevo ataque contra el
rey Luis I de Sicilia. Éste murió en 1355 y fue sucedido por su hermano Federico III, que continuó la
lucha para rechazar el ataque angevino. Ese mismo año, tras la
muerte de su primo Federico de Ranzazzo, Federico III heredó los
ducados de Atenas y Neopatria, pero se los cedió a su hermana
Leonor, esposa del rey Pedro IV de Aragón. Pedro de Portugal, el heredero del rey Alfonso IV, había
enviudado diez años atrás de su esposa, Juana Manuel,
pero desde antes de esa fecha tenía como amante a una de sus
damas, Inés de Castro,
con quien tuvo cuatro hijos: Alfonso,
Juan, Dionisio y Beatriz.
La presencia en la corte de los hermanos de Inés, Alfonso y Fernando, inquietó a los
palaciegos, que convencieron al rey del peligro de que Fernando, el hijo legítimo de
Pedro y de Constanza, pudiera perder sus derechos al trono. Entonces
Alfonso IV envió a Coimbra a tres hidalgos portugueses que
mataron a Inés. Cuando Pedro se enteró, se alzó en
armas contra su padre, y se inició así una guerra civil. Haakon VI, el hijo del rey Magnus VII de Suecia, al cumplir los
quince años, tomó posesión del trono de Noruega.
Erik, el primogénito del rey sueco, se rebeló contra su
padre y obtuvo el gobierno de la mayor parte de Suecia. El emperador latino de Constantinopla Roberto II tenía un
hermano llamado Felipe, que se
casó ese año con María de Anjou-Calabria, la
hermana de la reina Juana de Nápoles, que había estado
casada con el duque Carlos de Durazzo. El conde Amadeo VI de Saboya se casó con Bona, hija del duque Pedro I de
Borbón. En Milán murió Matteo II, y el emperador Carlos IV
concedió el título de vicario imperial a su hermano
Galeazzo II. El emperador bizantino Juan VI Cantacuceno había tenido que
romper su alianza con los turcos tras la caída de
Gallípoli, pero no pudo sobreponerse al golpe político.
Una revuelta dirigida por Francesco
Gattilusio permitió a Juan V entrar en Constantinopla.
Entonces Juan VI se retiró como monje al monte Athos y
después a Mistra. No obstante, Juan V tuvo que continuar la
lucha contra Matías, el hijo de Juan VI. Petrarca terminó por esta época sus Inuectiuae contra medicum, en las
que defiende la poesía y se burla de las supercherías de
la época. Son cuatro libros polémicos y apasionados,
escritos en una prosa casi coloquial, con toques humorísticos. Boccaccio acababa el Corbaccio,
una sátira misógina, a la que no tardó en seguir
su De claribus mullieribus,
una recopilación de elogiosas biografías femeninas. En China, el cabecilla de los Turbantes Rojos, Han Shantong,
logró que su hijo Han Liner
fuera proclamado rey, supuestamente de la dinastía Song. Al
mismo tiempo se produjo el alzamiento de un monje llamado Zhu Yuanzhang, que no tardó
en ponerse bajo las órdenes de un guerrero llamado Guo Zixiang.
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