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Una vez pasado el invierno, el rey Eduardo III de Inglaterra
llevó su ejército a las puertas de París, y el 30 de marzo de 1360 inició un
asedio. Su intención era forzar al delfín Carlos a que le
presentara batalla. Para ello, hizo ostentaciones de fuerza ante las
murallas de la ciudad, envió caballeros para que retaran en
combate singular a cuantos franceses se atrevieran a ello, los
trató de cobardes, etc. Pero Carlos el Sabio fue inmune a todas
las provocaciones: era sabio, no caballero. Pese a la
exasperación de más de un noble, prohibió que
nadie saliera de la ciudad a responder a las bravatas inglesas.
Finalmente, el lunes 14 de abril
(fecha que los ingleses recordarían como el lunes negro) una tremenda granizada
cayó sobre el campamento inglés, acompañada de
fuertes vientos. Además de la mella que el tiempo hizo en los
sitiadores, empezó a cundir la duda de si Dios no se
habría vuelto contra ellos (el lunes negro fue el lunes
siguiente al domingo de resurrección, y había cierto
ambiente religioso entre los soldados). Eduardo III levantó el
asedio. Dos semanas después se iniciaron negociaciones de paz en
Brétigny, a veinticinco
kilómetros de París. Allí Eduardo III
renunció a sus pretensiones a la corona francesa y, a cambio,
recibió toda Aquitania y una ampliación de sus posesiones
alrededor de Calais. Además se fijó una cantidad
razonable como rescate del rey Juan II. Estas condiciones fueron
ratificadas en el tratado de Calais.
Se pagó inmediatamente
la mitad de lo estipulado y el rey fue liberado, pero dejando como aval
de que se pagaría la segunda mitad a su hijo Luis I de Anjou,
que se acababa de casar con María
de Blois, la hija del conde Carlos de Chatillon-Blois. Para
compensarlo por las molestias, Juan II le cambió el
título de conde de Anjou por el de duque de Anjou y, para que sus
hermanos no se sintieran agraviados, nombró duque de Berry a su tercer hijo, Juan, y duque de Turena a su hijo menor,
Felipe el Atrevido, con quien había compartido el cautiverio. El 18 de mayo de 1361 Castilla y
Aragón firmaron la paz de Deza,
que ponía fin a la guerra entre ambos reinos. Se logró
gracias a la mediación de Bernardo
de Cabrera, embajador de Pedro IV de Aragón ante Pedro I
de León y Castilla. Pedro IV casó a su hija Constanza con el rey Federico III de
Sicilia. En Portugal se reunieron las cortes de Elvas, en las que el rey Pedro I
apoyó las peticiones de la burguesía frente a la nobleza
y el clero. Juan de Montfort, el aspirante a duque de Bretaña, se
casó con María,
hija del rey Eduardo III de Inglaterra. Ese año murió sin descendencia el conde y duque Felipe
I de Borgoña. Los condados de Borgoña y Artois pasaron a
manos de su
tía-abuela Margarita I, la hermana de su abuela, la condesa
Juana II de Borgoña, de la que Felipe I los había
heredado y, por consiguiente, heredera legítima. (Margarita era
también la madre del conde Luis II de Flandes.) Sin embargo, no
había ningún heredero legítimo para el ducado de
Borgoña y, siguiendo la costumbre en estos casos, el rey Juan II
lo incorporó a su patrimonio. Otros fallecidos fueron:
El rey Valdemar IV de Dinamarca conquistó la isla sueca de Gotland y, en ella, saqueó la
ciudad de Visby, dominada por
la liga hanseática. Los suecos culparon a su rey, Magnus VII, de
las derrotas ante Dinamarca y lo depusieron en 1362, tras lo cual otorgaron el trono a su
hijo, el rey Haakon VI de Noruega. Olguerd, el gran duque de Lituania, estaba conquistando numerosos
territorios rusos, y obtuvo una victoria frente a los mongoles cuando
éstos trataron de rechazarlo. En Moscú, Demetrio
Donskói, el hijo del fallecido gran príncipe Iván
II, logró a sus doce años recuperar el título
frente al príncipe de Vladímir Demetrio III
Konstantinovich gracias al apoyo de la Iglesia, especialmente del
metropolitano Alexiéi. El rey Pedro I de León y Castilla atacó la ciudad
aragonesa de Calatayud sin previa declaración de guerra, con lo
que se reanudó la guerra de los dos Pedros. Las posesiones inglesas en Irlanda se iban reduciendo
paulatinamente. La influencia inglesa en la isla se sustentaba
principalmente en familias irlandesas leales a la corona. Así,
Eduardo III había casado años atrás a su hijo Lionel con Isabel, la condesa del Ulster. El
año anterior lo había nombrado señor
de Irlanda, y ahora Lionel heredaba a través de su esposa
el título de duque de Clarence.
Su hermano, Edmundo de Langley,
fue nombrado
conde de Cambridge. Por estas
fechas, un poeta llamado William
Langland publicó un poema satírico de dos mil
quinientos versos (en inglés), titulado Pedro el labrador. Este poema
ejerció una gran influencia en la opinión popular e hizo
aumentar el descontento social en el país. Petrarca se trasladó a Venecia, mientras Boccaccio acababa su
Tratatello in laude di Dante.
Ese año le sobrevino una crisis espiritual que lo llevó a
renegar del Decamerón y a consagrarse al estudio y las
prácticas piadosas. La ciudad de Bolonia se sublevó contra el
señorío de Bernabo Visconti. El Papa Inocencio VI lo
excomulgó y trató de adueñarse de la ciudad. Ese año murió el Papa Inocencio VI, y fue sucedido por
el cardenal Guillaume de Grimoard,
que adoptó el nombre de Urbano
V. También murió el conde Luis de Gravina, que fue
sucedido por su hijo Carlos. El rey Luis de Nápoles había conquistado casi la
totalidad de la isla de Sicilia, pero entonces murió, y su
viuda, la reina Juana, se casó en 1363
con Jaime, el hijo del rey Jaime III de Mallorca, que acababa de
escapar del cautiverio en el que el rey Pedro IV de Aragón lo
tenía confinado desde hacía trece años (y que
pretendía ser reconocido como Jaime
IV de Mallorca). Juana conceció a Jaime el título
de príncipe de Calabria, pero no permitió que tuviera
poder alguno en Nápoles. El rey Federico III de Sicilia
empezó entonces a recuperar su reino. El emperador Carlos IV cedió el reino de Bohemia a su
primogénito Venceslao IV
y el rey Juan II de Francia cedió el ducado de Borgoña a
su hijo Felipe II el Atrevido. El rey Haakon VI de Noruega se reconcilió con su padre,
Magnus VII de Suecia, y entonces los suecos ofrecieron el trono a un
alemán, el duque Alberto de
Mecklemburgo, que había sido amigo y colaborador de Erik
Magnusson. Alberto (ahora Alberto III)
expulsó de Suecia a Haakon VI y encarceló a Magnus VII.
El nuevo rey contó con el apoyo de la Hansa, pero trajo un
séquito de
nobles alemanes que causó cierto descontento en el país. Ese año murió envenenado el dux genovés Simone
Boccanegra. También murió el duque Meinhard de la Alta
Baviera, y el ducado se lo repartieron los duques Alberto I y Esteban
II de la Baja Baviera. Meinhard era también conde del Tirol, y
los Wittelsbach vendieron el condado al duque Rodolvo IV de Austria,
que compartió el título condal con sus hermanos Alberto
III y Leopoldo III, al igual que compartía el título
ducal. También murió el rey de Armenia, Constantino V de
Lamprón y los nobles eligieron como sucesor a León VI de Lusignan. Era
menor de edad y su padre, Juan,
ejerció de regente. Por esta época los kanatos mongoles se estaban disgregando en
una multitud de pequeños reinos o principados que
combatían constantemente entre sí. Timur, el
príncipe de Kesh, había marchado a Persia y
destacó en estos combates, por lo que el kan Cagatai
Tugluq lo nombró consejero de su hijo Ilyas Juyya, gobernador de
Transoxiana, pero Timur, en connivencia con su cuñado, Mir Husayn, rey de Kabul, se rebeló contra el
kan. Zhu Yuangzhang dominaba toda la China central cuando se hizo
proclamar rey del estado Wu,
lo que suponía la ruptura definitiva con el emperador Yuan de
Pekin. Bernardo de Cabrera logró por segunda vez concertar un
acuerdo entre los reyes Pedro I de León y Castilla y Pedro IV de
Aragón. Las negociaciones tuvieron lugar en Murviedro (el nombre que los
visigodos habían dado a la antigua Sagunto) y el rey Carlos II
de Navarra actuó como mediador. Se acordó el matrimonio
de Pedro I con Juana, hija de
Pedro IV, y el de Juan, el
heredero de Pedro IV, con una hija de Pedro I. Cada esposa
entregaría como dote una serie de poblaciones que se estipulaban
en el tratado. Los nobles aragoneses reprocharon a Bernardo de Cabrera
que el acuerdo era desventajoso para la Corona, aunque finalmente no se
cumplió y los enlaces no se celebraron. Lo sucedido es algo confuso, pero parece ser que Carlos el Malo
trató de entablar una alianza con Pedro I, pero al no
conseguirlo se dirigió a Enrique de Trastámara, a quien
le molestaba Fernando de Aragón, que había dirigido la
campaña contra Pedro I hasta la firma del tratado de Murviedro y
le robaba el protagonismo que andaba buscando. Entre los dos lograron
que Fernando fuera acusado de conspirar contra Enrique de
Trastámara, de haber robado parte del tesoro real y de tratar de
huir a Castilla con algunas tropas. Pedro IV ordenó el asesinato
de su hermano, y poco después Enrique de Trastámara (sin
duda previo acuerdo con el rey aragonés, que asestaba así
un duro golpe a su rival) reclamó el trono de Castilla. Para
compensar que era hijo ilegítimo de Alfonso XI, inició
una campaña de desprestigio contra Pedro el Cruel, que se
apoyaba en los judíos y en los musulmanes de Granada, mientras
que él, Enrique, era el defensor de la fe cristiana. Entonces Pedro I rechazó el tratado de Murviedro alegando que
Bernardo de Cabrera se había comprometido, como parte del
acuerdo, a asesinar tanto a Fernando como a Enrique de
Trastámara, mientras que el segundo seguía con vida.
Bernardo de Cabrera fue acusado de haber acusado en falso a Fernando de
Aragón y de estar planeando la muerte de Enrique de
Trastámara, por lo que fue encarcelado en Zaragoza y decapitado
en 1364, tras un rápido
proceso. Por su parte, Pedro I puso sitio a Valencia. El año anterior, el duque Luis I de Anjou había
escapado de su cautiverio en Inglaterra y había regresado a
Francia. Su padre, el rey Juan II, que era todo un caballero, le
instó a regresar, pues se había comprometido a permanecer
como rehén hasta que Francia pagara el resto de la cantidad
estipulada en el tratado de Calais. Luis II se negó a volver y
entonces Juan II declaró que su dignidad estaba en juego y se
entregó a los ingleses. (Es probable que Juan II prefiriera
estar en Inglaterra en vez de en Francia. Allí era tratado a
cuerpo de rey y no tenía que afrontar los complicados problemas
que planteaba el gobierno de su país.) Sin embargo, Juan II el
Bueno murió poco después, a sus cuarenta y cuatro
años. Fue sin duda uno de los reyes más incapaces e
irresponsables que había tenido Francia desde hacía
siglos. Si Eduardo III hubiera tenido algo más de vista, no lo
habría tenido apartado de su trono ni un solo día. Por
fortuna para el país, su sucesor, Carlos V el Sabio, era la
antítesis de su padre. Carlos V era un hombre culto, que a lo largo de su vida llegó
a reunir
unos novecientos libros (cantidad notable, en esta época en que
cada libro era una obra artesanal y un artículo de lujo), y
creó la primera biblioteca real de Francia. A pesar de su
cultura, cuidó mucho las relaciones con la Iglesia, pues
además de culto era inteligente: sabía que la
situación política exigía que los franceses no
dudaran ni por un instante de que Dios estaba de parte de Francia y en
contra de Inglaterra. Además, había jurado respetar el
tratado
de Calais y pronto necesitaría que Dios le dispensara de su
juramento, pues no estaba dispuesto a permitir que media Francia
quedara en manos de Inglaterra. Por ello reforzó el
carácter religioso de la ceremonia de coronación y
adoptó siempre una actitud devota. No obstante, a lo largo de su
reinado se preocupó de disminuir el poder de la Santa
Inquisición y hasta intervino varias veces en defensa de los
judíos. Carlos empezó su programa de reformas antes incluso de ser
coronado: suprimió todas las fiestas, torneos, y otros lujos que
la corte no se podía permitir en esos momentos. Nombró a
su hermano, el duque Luis I de Anjou, su lugarteniente general en
Occitania (el sureste del país), con instrucciones de preparar
la reconquista de Aquitania. Pero el grueso del ejército real lo
puso bajo el mando de Bertrand Du
Guesclin, un bretón tosco, feo, inculto y sin el
suficiente abolengo como para ser digno del cargo, pero con más
astucia y talento militar que cualquier ilustre caballero del momento.
Tenía entonces unos cuarenta y cuatro años, y
había destacado bajo las órdenes del conde Carlos de
Chatillon-Blois, el marido de la duquesa Juana de Bretaña, en
las luchas que había mantenido contra Juan de Montfort.
El primer encargo que le hizo el rey fue enviarlo contra Carlos el
Malo, que estaba maquinando de algún modo sabotear la
coronación. Los ejércitos se encontraron en Cocherel el 16 de mayo, y Du Guesclin obtuvo una
rotunda victoria. Las noticias llegaron a Reims dos días
después, mientras se celebraba la coronación, y fueron
recibidas como un buen augurio. A continuación Carlos V envió a Du Guesclin a
Bretaña, para ayudar de nuevo al conde Carlos de Chatillon-Blois
contra Juan, el pretendiente al título ducal. Se libró la
batalla de Auray, en la que Du
Guesclin no tuvo
tanta suerte: fue hecho prisionero y el conde Carlos murió. El
rey se apresuró a pagar el rescate que pedían los
ingleses por Du Guesclin, y tan pronto fue liberado le encargó
otra misión más importante aún: El rey Carlos el
Malo había regresado a Navarra tras su derrota en Cocherel y
había entablado negociaciones con Pedro el Cruel. El potencial
militar de Castilla era grande y, ahora que Inglaterra dominaba
Aquitania, el destino de Francia podía depender en gran medida
de si Castilla apoyaba a Francia para reconquistar Aquitania o apoyaba
a Inglaterra para defenderla. Además, la lana de Castilla era
una pieza fundamental para sontener la economía flamenca sin
depender de la lana inglesa. No había esperanzas de que Pedro el
Cruel colaborara con Francia, pero su hermanastro Enrique de
Trastámara reclamaba la corona y ya había acudido en una
ocasión a Francia, pidiendo ayuda. Ahora era el mejor momento
para prestársela. Carlos V iba a matar dos pájaros de un tiro: Francia estaba
asolada por antiguos soldados que, al verse en la ruina, se
habían convertido en bandidos o mercenarios que luchaban por
cualquiera que les pagara y, en ausencia de trabajo, se dedicaban a
hacer correrías por su cuenta. Eran las llamadas Grandes Compañías. Du
Guesclin se encargó de ir reuniendo poco a poco a cuantos pudo
encontrar de estos bandidos, mientras Carlos IV negociaba con Pedro IV
de Aragón y Enrique de Trastámara. Si finalmente las
Grandes Compañías cruzaban los pirineos, pasara lo que
pasara después, al menos Francia quedaría libre de esta
plaga. El lugar elegido para las reuniones fue la corte papal de
Aviñón. Allí acudió el tío del
Ceremonioso, el conde Pedro de Prades, que
aceptó encantado el refuerzo francés en la guerra de los
dos Pedros.
Entre los motivos oficiales de tamaña injerencia estaba el hecho
de que
Pedro el Cruel se había casado años atrás con
Blanca de Borbón
(pariente del rey Carlos V), pero la había abandonado al poco
tiempo
por su amante María de Padilla, e incluso había llegado a
encarcelarla.
La reina había muerto hacía tres años y
corría el rumor de que Pedro el
Cruel había ordenado envenenarla. El conde Ramón Berenguer I de Ampurias (otro de los
tíos de Pedro el Ceremonioso) se retiró a un convento y
cedió el condado a su hijo Juan
I. El rey Casimiro III de Polonia, después de haber fundado
numerosos hospitales y colegios, fundó la Universidad de Cracovia. Ese año murió sin descendencia Roberto II, el
emperador latino de Constantinopla. El título (y los territorios
latinos de Morea) pasaron a su hermano Felipe
II de Anjou-Tarento. En Rímini murió Malatesta III, que había
aumentado notablemente el patrimonio familiar. El cabeza de familia era
ahora su hermano Galeotto. También murió el príncipe Alejandro I de
Valaquia, que fue sucedido por Ladislao
I. El emperador Alejo III de Trebisonda había logrado que los
turcos
respetaran su pequeño territorio casando a varias de sus hijas
con
emires. Ahora firmaba un acuerdo comercial con Venecia que dio lugar a
un periodo de prosperidad. No corría la misma suerte el Imperio
Bizantino. Murat I, el emir otomano, había conquistado ya toda
Tracia. En 1365 trasladó su
capital a Adrianópolis y se proclamó sultán.
Constantinopla estaba rodeada por los turcos. De los pequeños
emiratos que habían surgido en Asia Menor tras la
desintegración del sultanato de Rum, ya sólo quedaba el
sultanato otomano y el emirato de Karamania,
que rodeaba a Konya, la antigua capital selyúcida. En el tratado de Guérande,
el rey Carlos V de Francia reconoció como duque de
Bretaña a Juan de Montfort, que es conocido
también como Juan IV,
como su padre, porque éste nunca llegó a poseer el ducado
realmente.
Carlos V no podía negarle lo que había conquistado por
las armas, pero con su diplomacia logró al menos que Juan IV le
prestara homenaje. En la guerra contra Pedro el Cruel destacaban dos hermanos poetas
catalanes, Jaume y Pere March, que tenían
entonces sobre los treinta años. Jaume March estaba tomando
parte en un asedio a Murviedro, y con esta ocasión compuso su
poema alegórico Debat entre
honor e delit (Debate entre honor y deleite). Ese año murió el duque Rodolfo IV de Austria, y el
ducado quedó en manos de sus dos hermanos Alberto III y Leopoldo
III. Éste se casó con Viridis,
hija de Bernabo Visconti, el señor de Milán.
También murió el margrave Luis de Brandeburgo (antes
duque Luis VI de Baviera), que fue sucedido por su hijo Otón
(antes duque Otón V de Baviera). En Moldavia murió el voivoda Bogdan I, que fue sucedido por Latcu. Boccaccio, tras haberse reunido con Petrarca en Venecia unos
años atrás, había marchado nuevamente a
Aviñón en su cargo de embajador de Florencia, ahora ante
el Papa Urbano V. Timur y Mir Husayn, después de haber independizado
Transoxiana del kanato de Yagatay, empezaron a luchar entre ellos por
el poder.
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