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En
1440
murió el rey azteca Itzcoatl, y fue sucedido por Moctezuma Ilhuicamina, que era hijo del rey
Huitzilihuitl, y había estado al frente del ejército azteca durante los
reinados de Chimalpopoca e Itzcoatl. Ahora tenía cincuenta años.
En sus últimos años de reinado, Itzcoatl había convertido a Tenochtitlan en
la capital de un pequeño imperio que se extendía por los alrededores del lago
Texcoco. El rey azteca llevaba el título de
tlatoani,
y reunía poderes de carácter religioso, político, militar, jurídico, legislativo
y fiscal. El segundo hombre más poderoso del imperio era el cihuacoatl, título ostentado a la sazón por
Tlacaelel, que se había convertido en una especie de lugarteniente de Itzcoatl y
conservó su influencia bajo su sucesor.
A Tlacaelel se le atribuye la mayor parte de las reformas políticas,
religiosas y económicas que permitieron la consolidación del imperio azteca.
Entre ellas está la elaboración de la historia oficial, por la que los aztecas
dejaron de ser un pueblo de salvajes que había pasado la mayor parte de su
historia buscando un sitio donde asentarse de donde no los expulsaran sus
vecinos y se convirtieron en protagonistas de una epopeya místico-guerrera
auspiciada por Huitzilopochtli, el dios del Sol. Previamente, Tlacaelel había
hecho quemar todos los códices históricos de los pueblos sometidos a los aztecas,
para borrar el recuerdo de cualquier hecho que contradijera la nueva historia
oficial. No obstante, el rey tepaneca Netzahualcóyotl se negó a acatar la orden.
La sociedad azteca tenía una organización muy compleja. La tradición decía
que, originalmente, la tribu azteca había estado dividida en siete clanes o calpulli, que con el tiempo se habían
incrementado a veinte, y a su vez estaban repartidos en cuatro
campan o barrios. Cada calpulli tenía un jefe llamado
calpuleque.
La clase dirigente estaba formada por los calpuleque, los pipiltin, o nobles por nacimiento, y los
quaupipiltin, o nobles por méritos. De ellos se nutrían los diferentes
consejos encargados de auxiliar a los jefes encargados de las distintas
actividades del imperio (religiosas, judiciales, militares, etc.) La clase
sometida estaba integrada por los macehualtin, labradores o artesanos que
formaban parte de los distintos calpulli, los mayeques, arrendatarios de las tierras de
los pipiltin, y los tlacotin
o esclavos. También estaban los pochteca o comerciantes, que hacían las
veces de espías o de embajadores ante los otros pueblos de México.
Las tierras eran propiedad comunitaria de cada calpulli. El jefe mantenía una
parte en común, trabajada por todos, y el resto lo repartía proporcionalmente a
las familias del calpulli. Si una familia dejaba de cultivar su parcela, ésta
volvía al calpulli. No existía la moneda, pero los granos de cacao servían de
referencia para los trueques.
Los aztecas conocían una escritura pictográfica cuyas imágenes formaban una
especie de guión para la lectura. Escribían códices sobre un tejido de fibra de
maguey recubierto por una disolución adhesiva y cal, o sobre cuero de venado.
Había códices históricos, geográficos, mitológicos, tributarios, etc. Algunos se
usaban para la educación de los jóvenes, especialmente los
Huehuetlatolli o pláticas de los ancianos,
que reunían arengas, consejos y proverbios. Había dos centros educativos, el
Calmecac
para los pilpitin y el Telpochcalli
para los macehualtin. En ambos, la disciplina era muy rígida, los castigos duros
y las materias de estudio muy variadas. Los alumnos recibían una formación moral
muy severa.
El calendario azteca era muy complejo, y se basaba en un sistema matemático
vigesimal y en conocimientos astronómicos. En realidad había dos calendarios,
uno solar de 365 días, formado por 18 periodos de 20 días más 5 días
considerados aciagos, y otro ritual de 260 días, dividido en 20 periodos de 13
días. La combinación de ambos calendarios daba lugar a un "siglo" de 18.980
días, formado por 52 años solares o 73 años rituales.
El panteón azteca estaba presidido por Quetzalcóatl, dios civilizador, del
viento, de la vida y del planeta Venus, y Huitzilopochtli, dios del Sol y de la
guerra. También estaba Tonatiuh, otro dios solar; Metztli, hermana de Huitzilopochtli, diosa de
la Luna; Tezcatlipoca,
dios de los hechiceros, de los jóvenes guerreros, patrón de los príncipes, etc.;
Tlaloc, dios de la lluvia y del rayo, uno de los más adorados en México, que los
aztecas erigieron en rey de uno de sus tres paraísos, el Tlalocan, donde todo es felicidad, danza,
juego y canción; Coatlique,
diosa madre o diosa de la tierra;
Mictaltecuhtli
y Mictecacihuatl, que reinaban en el
Mictlan, o paraíso subterráneo, y eran dioses de la muerte; y a éstos les
seguían muchas otras y variadas divinidades. El ceremonial religioso era muy
diverso y estaba ligado al complejo calendarios. Comprendía toda clase de
sacrificios, incluidos los humanos, algunos voluntarios, y entre ellos se
distinguía entre el sacrificio por espada, por flechas, por decapitación, por
degollamiento y por extracción del corazón. En algunos de los rituales se
practicaba la antropofagia.
También los incas, bajo el reinado de Pachacuti, estaban construyendo su
propio imperio. Desde la caída del imperio de Tihuanaco y Huari, más de dos
siglos atrás, la región andina no había tenido unidad política, y las distintas
culturas preservaron su independencia construyendo grandes ciudades
fortificadas, capitales de pequeños reinos locales. La potencia más próxima a
los dominios incas era el reino de Chancay.
Parece ser que el ascenso de los incas se inició con una victoria frente a los
chancas, en la que tal vez perdiera la vida Urcon, el hermano de Pachacuti que
debía haber heredado el reino.
Aunque el territorio dominado por los incas era aún pequeño, una prueba de su
vocación de expansión la constituye el hecho de que Pachacuti impusiera como
lengua oficial el quechua, que no era la lengua de los incas
(hoy perdida), sino la de una tribu vecina. Probablemente el quechua había sido
la lengua predominante durante el imperio de Tihuanaco, por lo que, si no era
conocida en todo el territorio andino, era de todos modos más conocida y útil
que la lengua propia de los incas. Es probable que la aristocracia inca
mantuviera durante un tiempo su idioma como un distintivo elitista más frente al
pueblo llano.
La estructura social de los incas era singular. Podría describirse como una
especie de comunismo con aristocracia. En efecto, a la cabeza del imperio estaba
el inca, con poder absoluto por encima de toda ley. Originariamente se casaba
con la hija de algún jefe tribal vecino, pero, con el engrandecimiento del
imperio, la exaltación del soberano fue tal que ninguna mujer era considerada
digna de ser su esposa salvo su propia hermana. Esta hermana y esposa recibía el
título de coya. La tradición fue trasladada a los
mismos orígenes del pueblo inca, al establecer que el fundador, Manco Cápac, se
había casado con su hermana, Mama Ocllo.
De todos modos, la nobleza inca era polígama (no así el pueblo llano), por lo
que el inca disponía de un harén cuyas componentes eran seleccionadas entre las
más hermosas de todo el imperio. Las rechazadas por el inca eran entregadas como
vírgenes del Sol y se dedicaban al servicio de los templos, o bien eran
regaladas como recompensa a los nobles que se ganaban el favor del soberano. El
inca vivía en un espléndido palacio rodeado de lujos, Viajaba en una litera
llevada a hombros por nobles. Durante las audiencias nadie podía alzar los ojos
hacia él y recibía honores divinos.
El pueblo llano se dividía en ayllus, una especie de clanes formados por
familias emparentadas que compartían tierras, animales y posesiones. La
propiedad privada se limitaba a unos pocos enseres personales: objetos
domésticos, utensilios y vestidos. Todo lo demás era de uso común. Cada puric, o individuo adulto en edad de
trabajar, recibía un terreno y unos animales para su propio sustento, en función
de las necesidades de su familia, pero cada día debía dedicar unas horas a
trabajar las tierras del inca y las de los sacerdotes. Además, durante un cierto
periodo del año, cada puric era reclamado para otros servicios públicos
(extracción de minerales, construcción de calzadas, puentes, fortalezas, etc.).
Existían oficios especializados (alfareros, tejedores, etc.) que estaban exentos
de trabajar los campos, pero no de prestar servicios en las obras públicas. Por
otra parte, en caso de guerra, todos los purics estaban obligados a participar
en las campañas militares según se considerara oportuno.
Los incas desconocían la escritura, pero tenían un sistema para llevar
cuentas y censos conocido como quipu, basado en cuerdas anudadas. En
general, la cultura y el arte de los incas era inferior a los de las culturas
que les precedieron, pero destacaron en los aspectos culturales más prácticos:
eran grandes ingenieros y constructores, a pesar de que no conocían la rueda, ni
la bóveda o el arco. Entre sus dioses destacaba el Sol (Inti), la Luna (Mamaquilla) e Ilapa, el dios del rayo y la lluvia, pero el
dios principal era Viracocha,
creador del universo y dios civilizador, que enseñó a los hombres la agricultura
y la artesanía. Sin embargo, al margen de esta religión oficial, muchas gentes
sencillas se limitaban a rendir culto a innumerables fetiches (huacas)
que eran considerados sagrados por cualquier motivo.
En el lejano reino de Abisinia seguía gobernando la dinastía salomónica,
cuyos monarcas pretendían ser descendientes del rey Salomón. No se sabe mucho de
la historia pasada de este reino, pero las crónicas hablan de numerosas guerras
contra los musulmanes. El rey actual era Zera
Yakob,
ferviente defensor del cristianismo, que instauró en el país una especie de
Inquisición, un grupo de jueces encargado de verificar la ortodoxia de las
prácticas. Algunos de sus súbditos fueron obligados a tatuarse en la piel
elementos del credo cristiano. Construyó numerosas iglesias e hizo que los
sacerdotes impartieran enseñanzas religiosas los domingos. Mandó compilar obras
de referencia, y él mismo redactó el
Libro de la luz, para exponer sus ideas
religiosas. Durante siglos, la Iglesia Abisinia se había considerado supeditada
al Patriarca de Constantinopla, pero Zera Yakob tuvo noticia de la celebración
del concilio de Florencia y se dispuso a enviar una delegación para someter su
Iglesia a la Iglesia de Roma. Occidente no había olvidado la existencia de
Abisinia. En las leyendas se había convertido en el
reino del preste Juan, un antiguo reino cristiano aislado del resto de la
cristiandad, al sur de los dominios islámicos.
Mientras tanto, el rey Carlos VII de Francia estaba reconstruyendo el Estado,
que, tras años de guerra civil y más de un siglo de guerra contra Inglaterra,
distaba mucho de ser la poderosa maquinaria que había sido en tiempos de Felipe
el Hermoso. El rey nunca dejó de contar con eficientes asesores. (Le llamaban Carlos el Bien Servido.) Ese año nombró
ministro de finanzas a Jacques Coeur. Hijo de un peletero de
Bourges, se había hecho rico comerciando con Oriente y había financiado algunas
de las campañas del rey contra los ingleses. Ahora se dedicó con éxito a
centralizar y racionalizar la economía francesa.
Como era de esperar, un sector de la nobleza, acostumbrado a la más absoluta
independencia en los años precedentes, veía con malos ojos los intentos del
monarca por restaurar la autoridad real, así que conspiraron contra él, y
lograron atraerse como jefe (al menos nominalmente) al mismo Delfín Luis, que
tenía ahora diecisiete años. En febrero estalló una revuelta que fue conocida como
la praguería,
en alusión a Praga, donde habían surgido las revueltas husitas. Entre los
rebeldes de más peso estaba el duque Carlos I de Borbón. Los nobles trataron de
ganarse al pueblo propugnando la paz con Inglaterra y menos impuestos, pero la
población recordaba que cuando Francia había tenido una monarquía fuerte las
cosas iban mejor, así que apoyó al rey. La praguería fue derrotada en Poitu por
el condestable Arturo de Richemont, aunque los vencidos continuaron la lucha en
Auvernia. Finalmente, en julio se rindieron al
rey en Cusset y obtuvieron una amnistía.
Carlos VII envió al Delfín al Delfinado, donde se reveló como un buen gobernante
que hizo prosperar la región.
El duque Felipe III de Borgoña casó a su hijo Carlos, de siete años, con Catalina, hija de
Carlos VII.
En Inglaterra, la praguería había dado alas al partido belicista, dirigido
por el duque Humphrey de Gloucester. El mariscal La Hire fue derrotado en
Harfleur. Pero la derrota de la rebelión dio cierta iniciativa a los partidarios
de la paz, entre ellos el regente, Enrique Beaufort, los cuales presionaron para
que se liberara al duque Carlos de Orleans, que seguía en un plácido cautiverio,
dedicado a la poesía, desde que fue capturado en Azincourt. Liberarlo sería un
acto conciliador con Francia que facilitaría llegar a un acuerdo de paz. El
duque Felipe III, quizá algo incómodo por haber cambiado de bando, negoció la
liberación, que finalmente tuvo lugar en noviembre. Se casó por tercera vez y llevó una vida
retirada, en una corte a la que afluyeron numerosos artistas franceses.
El infante portugués Enrique el Navegante estaba decidido a explorar
sistemáticamente la costa africana. Su objetivo era rodear África y abrir así
una ruta hasta "las Indias", que era el nombre genérico que se daba entonces a
las tierras del lejano Oriente, hasta las más remotas, que según el relato de
Marco Polo llegaban hasta la isla de Cipango, llena de riquezas. Cualquier
intento de llegar hasta ellas por las rutas conocidas pasaba necesariamente por
territorio islámico, por lo que a las naciones occidentales les era imposible
establecer un comercio regular. Una vía marítima que bordeara África, podía tal
vez ser más larga, pero a lo mejor era también más rápida y, desde luego, más
segura. Si estas expectativas podían convencer más o menos a la burguesía para
que apoyara su empresa, a la nobleza la seducía con la posibilidad de contactar
con el reino del preste Juan. Una alianza con este reino cristiano permitiría
atacar a los musulmanes por dos frentes simultáneamente, lo que sería de un
incalculable valor estratégico en la lucha contra el islam.
Sin embargo, la realidad era que la exploración de la costa africana suponía
un gasto enorme para el estado portugués y no había reportado más que el
contacto con una costa desértica de la que no podía extraerse ningún beneficio.
Además, la costa africana se extendía hacia el suroeste, de modo que los barcos
que la bordeaban se alejaban cada vez más de las Indias, en lugar de acercarse a
ellas. Una excepción notable la constituían las islas colonizadas en los últimos
años: Madeira y las Azores. Éstas sí habían resultado lucrativas. Además de la
caña de azúcar, ahora estaba implantándose con éxito el cultivo del trigo.
El balance global de la política marítima portuguesa era muy distinto para la
burguesía y para la nobleza. La burguesía estaba satisfecha: las colonización de
las islas era muy provechosa y la exploración de la costa africana, aunque no
diera frutos en sí misma, lo cierto era que proporcionaba trabajo a marineros,
armadores y a muchos otros oficios (mientras la corona pudiera sufragar los
gastos, claro); la nobleza, en cambio, consideraba más conveniente centrar los
esfuerzos en la lucha contra el islam en el norte de África, lo que
proporcionaría grandes botines y emplazamientos estratégicos. El duque Pedro de
Coimbra, y regente del reino, apoyaba a su hermano Enrique, mientras que la
reina madre Leonor se puso al frente de la nobleza y tuvo el apoyo del alto
clero, partidario también de la guerra contra los herejes antes que de la
explotación pacífica de unas islas deshabitadas. Se produjo una revuelta que
trató de arrebatar a Pedro la regencia en favor de Leonor, pero la burguesía se
alineó con el duque de Coimbra y la revuelta fue sofocada. La reina Leonor tuvo
que exiliarse en Castilla, en la corte de su primo, el rey Juan II. Éste casó a
su hijo Enrique,
de quince años, con Blanca,
de dieciséis, hija de los reyes Juan II y Blanca de Navarra.
Pedro Manrique murió de una extraña enfermedad, tal vez envenenamiento,
contraída mientras estuvo en prisión.
También murió el príncipe elector Federico I de Brandeburgo. Su primogénito,
conocido como Juan el Alquimista, había renunciado a sus
derechos sucesorios, así que fue sucedido por su segundo hijo,
Federico II.
En Inglaterra murió Juana Beaufort, la hija de Juan de Gante. Dejó una hija
de veinticinco años, Cecilia Neville, que se había casado con el
duque Ricardo de York.
El año anterior, los concejos de Dinamarca y Suecia habían depuesto al rey
Erik. En Dinamarca fue sucedido por su sobrino
Cristóbal III,
que en 1441 fue aceptado también como rey de
Suecia, donde Karl Knutsson continuó como regente.
Ese año murió la reina Blanca de Navarra. En su testamento dejó el reino a su
hijo Carlos, al que su abuelo Carlos III le había otorgado el título de príncipe
de Viana para asegurarle la sucesión, pero, en una cláusula, la reina le rogaba
que no tomase el título de rey "más que con el
consentimiento y la bendición de dicho rey, su padre".
Carlos tenía entonces veinte años, y reclamó el título de rey, con el apoyo de
su hermana Blanca, de diecisiete, que el testamento reconocía como heredera si
Carlos moría sin descendencia, pero Juan II no le dio su consentimiento ni su
bendición.
Desde hacía varios años, la nobleza navarra estaba dividida en dos partidos
rivales que cuyos enfrentamientos habían llegado a convertirse en alguna ocasión
en una auténtica guerra civil. Uno de ellos estaba dirigido por el señor de
Agramont, por lo que era conocido como el bando de los agramonteses; el otro estaba dirigido por el
condestable Luis de Beaumont y su
hermano Juan,
por lo que era conocido como el bando de los beaumonteses. Los agramonteses tenían el
apoyo de Juan II, por lo que los beaumonteses apoyaron los derechos del príncipe
de Viana, al que reconocieron como Carlos IV de Navarra. Sin embargo, tras
algunas negociaciones, Carlos aceptó el cargo de lugarteniente del reino. Dueño
de Aragón y de Navarra, la influencia de Juan II en Castilla creció
notablemente, hasta el punto de que su hermano Enrique quedó relegado a un
segundo término.
Los turcos dominaban la mayor parte de Servia, y ahora lanzaban una incursión
sobre Hungría bajo la dirección de Mezit beg, que fue derrotado en Semendria por Juan Hunyadi, el gobernador de Transilvania.
Las ciudades aliadas del norte de Italia lograron doblegar al duque de Milán,
Felipe María Visconti, que tuvo que ceder varias ciudades. Ese año Francesco
Sforza logró casarse con Blanca María,
hija natural del duque, a pesar de que éste no se llevaba muy bien con el
condotiero, al que reprochaba no compartir su enemistad contra los venecianos.
El duque Federico I de Sajonia casó a su hija Catalina con Federico II de Hohenzollern, el
príncipe elector de Brandeburgo.
Ese año murió el duque Antonio II de Atenas, y su hermano Ranieri II recuperó
el ducado.
Una expedición portuguesa capitaneada por
Nuño Tristão
llegó al cabo Blanco,
donde termina el Sahara. Más al sur, si no desértica, la costa sigue siendo
árida. El territorio se conoce como Mauritania, y era el punto de contacto entre
los musulmanes, instalados desde la época del imperio almorávide, y el África
Negra. Desde principios de siglo, una etnia bereber, los
sanhaya,
se había aliado con una tribu negra, los kunta, contra los árabes hasaníes, y habían entablado una lucha
encarnizada por la supremacía que se mantendría durante siglos. La zona tenía su
importancia porque la atravesaban las rutas comerciales que unían el imperio de
Mali con el norte del continente, principalmente con el reino de Tremecén, que
se había enriquecido con este comercio. Mali seguía siendo el origen de valiosas
mercancías: oro, marfil y esclavos, principalmente, aunque, políticamente, el
imperio estaba muy debilitado. Las diferencias entre las costumbres de la
población islámica y la que mantenía la antigua cultura local afectaban entre
otros aspectos a la sucesión dinástica, por lo que había continuas luchas de
sucesión. Desde hacía una década, los comerciantes tuareg habían logrado el
control sobre la región que rodeaba a Tombuctú, lo que a su vez había devuelto
su autonomía a la región de Gao.
En Bohemia, un religioso llamado Petr
Chelcicky, continuador de la obra de Jan Hus, publicó La postilla, una obra en la que exponía su
doctrina, que postulaba el retorno a la pureza evangélica. De este mismo año
data la copia más antigua que se conserva de una obra religiosa anónima escrita
en latín, la Imitación de Cristo. La
tradición ha convertido en autor al copista, un sacerdote alemán llamado
Tomás Hemerken, aunque es más conocido como Tomás de de Kempis. La obra consta de cuatro
partes independientes, que originalmente debieron de circular de forma separada.
En Brujas murió el pintor flamenco Jan van Eyck.
El duque Felipe III de Borgoña logró que Isabel de Görlitz, usufructuaria del
ducado de Luxemburgo, dejara en sus manos el gobierno del ducado. Teniendo en
cuenta que el duque Antonio de Lorena no era más que un títere suyo, ahora
Felipe el Bueno gobernaba un vasto territorio entre Francia y Alemania. En
1442
murió Isabel de Luxemburgo, prima de Isabel de Görlitz, hija del emperador
Segismundo, viuda del emperador Alberto II de Habsburgo y madre del pequeño
Ladislao, rey de Bohemia y duque titular de Luxemburgo.
También murió el duque Juan V de Bretaña, que fue sucedido por su hijo
Francisco I.
El rey Cristóbal III de Dinamarca y Suecia fue reconocido también como rey de
Noruega, que se comprometió a que cada uno de los tres reinos fuera gobernado
por sus naturales. Su tío, Erik de Pomerania, resistía en Gotland.
Juan Hunyadi volvió a derrotar al turco Mezit Beg, esta vez en
Sibiu. Mientras tanto, al otro lado de los Cárpatos, Vlad Dracul fue
derrocado en Valaquia por Mircea, que
poco después fue derrocado a su vez por Basarab II.
Jacques Coeur, el ministro de finanzas del rey Carlos VII, se convirtió en el
primer burgués admitido en el consejo real de Francia. Su destacada posición en
la corte redundó en beneficio de sus negocios privados. Obtuvo la concesión de
nuevas minas de plomo argentífero en la región de Lyon, compró extensos
dominios, obtuvo el monopolio de la sal en Occitania, y sus factorías se
multiplicaron por toda Europa: Nápoles, Florencia, Brujas, Londres, etc.
Lucca della Robbia terminó el ciborio de Santa María de Peretola,
donde empleó la terracota vidriada, una
técnica desarrollada probablemente para impermeabilizar los relieves
escultóricos exteriores, pero que adquirió gran popularidad, en parte porque
permitía pintar las esculturas, hasta el punto de que della Robbia la llamó
ars superlucrativa.
En sus próximas obras mostró un completo dominio de esta nueva técnica.
El rey Alfonso V de Aragón mantenía el asedio de la capital napolitana, donde
el duque Renato de Anjou terminó claudicando y se dispuso a regresar a Francia.
El 2 de junio el rey aragonés pudo entrar
triunfalmente en Nápoles. Proclamado rey de las Dos Sicilias (Sicilia era el nombre oficial
del reino de Nápoles y el nombre no oficial del reino de Trinacria), formó una
lujosa corte, en la que protegió a numerosos artistas. Fue conocido como
Alfonso V el Magnánimo. Hablaba castellano, catalán, francés, italiano y
latín. Además, como lector asiduo de la Biblia, mostró interés por el hebreo.
Una de las razones por las que Alfonso V se estableció en Nápoles fue para
mantenerse alejado de su esposa, María de Castilla, a la que no veía desde hacía
más de diez años. El rey tenía un hijo de veinte años, Fernando, cuya madre era una dama valenciana.
En 1443 lo nombró heredero, a pesar de ser
bastardo. Mientras tanto, María había estado esquilmando Cataluña para financiar
la campaña napolitana de su marido. El resto de la corona de Aragón no tuvo que
soportar esta carga, sino la más liviana de apoyar los intereses en Castilla de
Juan II de Navarra, que ese año se casó con
Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla, Fadrique Enríquez. En julio, con la complicidad de su hermana María, la
esposa del rey Juan II de Castilla, dio el golpe de estado de
Rámaga,
por el que éste quedó prácticamente prisionero de los infantes de Aragón.
Un poeta de Ferrara llamado Tito Vespasiano
Strozzi compuso dos libros de poemas latinos, el Eroticon Liber y el Eglogarum liber, inspirados en Petrarca.
El husita Petr Chelcicky terminó su obra El lazo de la verdadera fe.
Vlad Dracul recuperó el principado de Valaquia.
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