Con quien no podían los turcos era con
Scanderberg, el príncipe de Albania, con quien Mehmet II se vio obligado a
firmar una tregua. Ese año murió el rey de Bosnia Esteban Tomás, que fue
sucedido por su hijo Esteban V Tomasevic. Bosnia era tributaria de
los turcos desde hacía más de una década. Más dudoso era el caso de Valaquia,
donde gobernaba Vlad el Empalador, que se las había arreglado para ser tenido
por vasallo tanto de los húngaros como de los turcos y, al mismo tiempo, no
pagar tributo a ninguno de los dos. El sultán Mehmet II, que conocía
personalmente a Vlad y sabía que era peligroso, decidió tenderle una trampa. Le
envió como mensajero a un griego llamado Catavolinos, que lo citó en Giurgiu, una fortaleza cercana a Bucarest,
para resolver "un pequeño problema fronterizo"
y al mismo tiempo escondió en las cercanías un destacamento al mando de Hamza Beg. El Empalador no se fio, pero
fingió caer en la trampa. Acudió a la cita con parte de los tributos pendientes
desde los últimos años y con presentes para el sultán, pero a la vez llevó un
fuerte contingente que derrotó sin dificultad al ejército turco (muy inferior en
número) y le permitió capturar al griego y al general Hamza Beg. Ambos fueron
llevados a Tirgovisthe, la capital de Valaquia, y
empalados poco después. Cuando el sultán le envió embajadores para pedirle
explicaciones, mandó que les clavaran el turbante a la cabeza. A lo largo del
año se dedicó a incendiar y saquear los dominios turcos al sur del Danubio.
En una carta fechada el
11 de enero de 1462, dirigida al rey Matías I de Hungría, Vlad Tepes daba
cuenta de haber acabado con más de veinticuatro mil enemigos, y no era una
estimación a ojo, sino que el príncipe hacía cortar las cabezas, amontonarlas y
contarlas después de cada incursión. También aclaraba que esta contabilidad no
incluía las cabezas de los que habían muerto quemados en sus casas.
Las sospechas de que la muerte del príncipe
Carlos de Viana no había sido natural indispuso definitivamente al rey Juan II
de Aragón con sus súbditos catalanes. A esto se unía el conflicto aún abierto de
los campesinos de remensa. El rey Alfonso V había aceptado la petición de sus
sindicados de redimir su adscripción a la tierra a cambio de un pago a la corona
(aunque no de 64.000 florines, como éstos ofrecían, sino de 100.000, lo que
retrasó el proceso en tanto reunían el resto de la suma). Por su parte, Juan II
había confirmado esta decisión al subir al trono, lo que lo enemistó con los
grandes señores. Uniendo a esto que el rey había perdido el control de Navarra
al reconocer a su hija Blanca II como reina, su posición era más débil que
nunca, y, en cualquier momento, el rey Enrique IV de Castilla podría pasarle la
factura de las innumerables intrigas que Juan II había tejido en este reino. (El
rey castellano pasaba por uno de sus mejores momentos. Acababa de arrebatar
Gibraltar al reino de Granada y el rey Sad tuvo que comprometerse a pagarle un
tributo anual.) La pugna entre la Busca y la Biga llegó también a su punto más
candente: el 24 de febrero la Biga fraguó el complot de
San Matías,
después del cual los más radicales trataron de asesinar a los principales
representantes de la Busca, mientras los moderados tramaban otras intrigas.
Ante esta coyuntura, Juan II marchó a Salvatierra para sellar una alianza con el
rey Luis XI. Pidió a su hija Blanca II que lo acompañara para tratar su posible
matrimonio con Carlos, el hermano de dieciséis años del rey
francés, que el año anterior había recibido el título de duque de Berry. (Blanca
II tenía ya treinta y ocho años.) La reina de Navarra, temiendo correr la misma
suerte que su hermano, el príncipe Carlos de Viana, renunció a sus derechos en
favor de su exmarido, el rey Enrique IV de Castilla. Al enterarse, Juan II la
hizo prender y se la entregó a su yerno, el conde Gastón IV de Foix, a la vez
que nombraba heredera de Navarra a su hija Leonor. No se celebró, pues el
matrimonio proyectado, y en su lugar se acordó el de
Magdalena,
hermana de Luis XI, de diecinueve años, con Gastón, el hijo del conde de Foix, de
dieciocho, que recibió el título de príncipe de Viana, como heredero del trono
navarro.
Mientras Juan II estaba firmando el tratado de
Salvatierra, los catalanes nombraron lugarteniente de Cataluña a su hijo
Fernando, que tenía entonces diez años, bajo la tutela de su madre. La reina no
supo reaccionar ante estos hechos y, no queriendo enfrentarse a su esposo, huyó
con su hijo de Barcelona y se refugió en la
Força Vella, una fortaleza de Gerona. Allí fue asediada en mayo por el ejército de la Generalidad, que quería
hacerse con Fernando, y tuvo que ser liberada por el conde de Foix.
Mientras tanto, el rey Fernando de Nápoles
derrotó definitivamente en Troia a su
rival, el duque de Lorena Juan de Anjou. Para ello contó con la ayuda del propio
Juan II, del duque de Milán, Francisco Sforza, e incluso del príncipe de
Albania, Jorge Castriota (Scanderberg).
La entrada en Cataluña de las tropas del conde
de Foix suponían una violación de la Concordia de Vilafranca, aceptada el año
anterior por Juan II, así que los catalanes lo revocaron definitivamente y
ofrecieron el título de rey de Cataluña a Enrique IV de Castilla, lo que
definitivamente sumía a Aragón en una guerra civil. Los beaumonteses navarros
apoyaron la insurrección, y el propio Juan de Beaumont se convirtió en el
lugarteniente en Cataluña del rey Enrique IV. Los agramonteses, naturalmente,
apoyaron a Juan II.
El portugués Pedro de Sintra exploró la costa africana a
lo largo de 1.300 kilómetros al sur de Cabo Verde, y llegó a un punto desde el
que por primera vez pudo divisar un horizonte de mar mirando hacia el este. Los
portugueses llamaron Guinea a todo el
territorio situado al sur del río Senegal. El nombre deriva del berebere
Akal n-Iguinauen,
que significa Tierra de negros.
Una guerra entre príncipes alemanes llevó al
conde de Nassau a saquear Maguncia, lo que hizo emigrar a numerosos impresores,
que se establecieron en varias ciudades alemanas y contribuyeron así a difundir
la nueva técnica de impresión. El mismo Peter Schöffer fue uno de los que
abandonó la ciudad para instalarse en Francfurt.
El sultán turco Mehmet II envió un ejército de
unos doscientos cincuenta mil hombres junto con una flota que remontara el
Danubio para enfrentarse a Vlad el Empalador. Éste no podía disponer de más de
diez mil hombres, y tuvo que adoptar técnicas de guerrilla y "tierra quemada",
con lo que logró resistir hasta que la peste obligó a los turcos a retirarse. El
sultán cambió de táctica y se dedicó a apoyar a un hermano de Vlad, llamado Radu el Hermoso. Una serie de intrigas y unos
documentos falsos lograron que Vlad fuera capturado y entregado a los húngaros,
que lo mantuvieron preso, aunque tratándolo con la máxima consideración. Radu
gobernó Valaquia como títere turco.
El emperador Federico III seguía pretendiendo
la corona Húngara, pero el rey Matías I se presentó en Austria acompañado de un
poderoso ejército, y allí lo obligó a renunciar a ella.
El Papa Pío II revocó las Compactata de
Jihlava, que habían puesto fin a la guerra entre católicos y husitas en Bohemia.
El rey de Bohemia, Jorge de Podebrady, que, a pesar de ser husita, ya tenía
bastantes problemas para mantener bajo control a los reformistas, se negó a
aceptar la decisión, por lo que Pío II instó a Matías I de Hungría a emprender
una cruzada contra Bohemia, que acabó en fracaso.
Ese año murió el mecenas italiano Palla
Strozzi, a la avanzada edad de ochenta y nueve años. Su hijo Filippo había
amasado una gran fortuna en Nápoles como banquero.
También murió el gran príncipe de Moscú Basilio II el
Ciego, que fue sucedido por su hijo Iván III,
de veintidós años. En 1463
se impuso sobre el principado de Yaroslav. Moscú gobernaba ahora una amplia
extensión en la que sólo los principados de Tver y Rostov se mantenían
independientes. Más al oeste, el principado de Nóvgorod controlaba también un
vasto territorio que se extendía hacia el norte. Al sur y al este se encontraban
los kanatos en que se había fragmentado la decadente Horda de Oro mongola,
separados por territorios anárquicos, habitados por tribus nómadas o
seminómadas.
El sultán Mehmet II conquistó la mayor parte
de Bosnia. Sólo el ducado de Herzegovina
pudo resistir la invasión. Luego el sultán declaró la guerra a Venecia, guerra
que se libró en dos frentes: en Morea y en las islas del mar Egeo.
Ese año murió Sad Ciriza, el rey de Granada,
que fue sucedido por su hijo Abú-l-Hasan Alí,
conocido entre los cristianos como Muley-Hacén. La creciente presión castellana
sobre el reino nazarí estaba alimentando una fuerte xenofobia contra los
cristianos, acompañada de una radicalización del islam. Granada generó así un
fundamentalismo que no tardó en exportar a Marruecos.
También murió María, la madre del rey Jacobo
III de Escocia, el cual tenía ahora once años. La regencia quedó en manos de la
familia Boyd.
El inca Pachacuti dominaba ya una extensa región
alrededor de Cuzco. Sus hijos y su hermano, Cápac Yupanqui, habían sometido a los chancas
y recientemente habían conquistado la populosa región de
Cajamarca.
Sin embargo, Pachacuti había hecho ejecutar a su hermano, temeroso de que sus
conquistas estimularan su ambición. Ahora, su tercer hijo,
Túpac Inca Yupanqui, inició una serie de campañas más al norte, contra
los poderosos reinos de Quito y Chimú.
El duque de Milán, Francisco Sforza, gracias a
un acuerdo con el rey Luis XI de Francia, incorporó Génova a su ducado, y con
ella obtuvo también la isla de Córcega, hasta entonces en manos genovesas. Luis
XI se atrevió a enfrentarse al hasta entonces temido duque Felipe III de
Borgoña, al que le arrebató algunas ciudades, y se granjeó la enemistad del
duque Francisco II de Bretaña al tratar de reducir la independencia judicial de
su ducado. Luego se ofreció a mediar entre Juan II de Aragón y Enrique IV de
Castilla respecto a la insurrección de Cataluña. El primer se aseguró el favor
del rey francés al aceptar que éste se anexionara los condados de Rosellón y
Cerdaña. El rey castellano envió como negociador a Juan Pacheco, el marqués de
Villena, quien una vez más lo traicionó y acordó la renuncia de Enrique IV a la
corona que le habían ofrecido los catalanes. Decepcionado, Enrique IV confió el
gobierno de Castilla a Beltrán de la Cueva, lo que llevó a Pacheco a
intensificar sus intrigas contra el monarca.
Los catalanes no se amilanaron porque su
candidato a rey les hubiera dado la espalda. Enseguida encontraron otro en el
hijo del duque Pedro de Coimbra e Isabel de Urgel, nieto, pues, del conde Jaime
de Urgel, que había disputado la corona aragonesa a Fernando de Antequera. Llegó
a Barcelona con un ejército en enero de 1464, donde fue aclamado como el rey
Pedro IV
de Cataluña, y se dispuso a combatir a Juan II.
El rey Fernando de Nápoles sofocó la revuelta
de la aristocracia meridional, que había apoyado al duque de Lorena, Juan de
Anjou.
El rey Cristián I de Dinamarca, Noruega y
Suecia se enemistó con el obispo de Uppsala, Jöns Bengtsson, que había sido el
principal responsable del derrocamiento del rey Carlos VIII de Suecia y ahora
demostró que podía quitarle lo que le había dado: Carlos VIII recuperó el trono
sueco.
El rey Eduardo IV de inglaterra se casó en
secreto con Isabel de Woodville, viuda de un caballero
partidario de los Lancaster. Este matrimonio desató las ambiciones de la familia
Woodville, lo que indispuso al rey con algunos de sus partidarios.
Ese año murieron:
-
La reina Blanca II de Navarra, que seguía
cautiva del conde Gastón IV de Foix, con lo que Juan II, su padre, pudo
imponerse de nuevo como rey de Navarra, aunque mantuvo como lugartenientes a
su hija Leonor y a su esposo, el conde de Foix. Los beaumonteses, derrotados
repetidamente en Cataluña, se habían rendido en
noviembre,
mediante el convenio de Tarragona,
pero inmediatamente reanudaron la lucha en Navarra exigiendo que Leonor
fuese coronada reina. Los agramonteses siguieron apoyando a Juan II.
-
El Papa Pío II. Tras una nueva llamada a
los príncipes europeos para organizar una cruzada contra los turcos, logró
sólo la respuesta de Venecia, Hungría y Albania (los que ya estaban siendo
atacados por los turcos). La muerte le sobrevino cuando se dirigía a Ancona para embarcarse él mismo como cruzado,
a sus cincuenta y nueve años. Fue sucedido por un veneciano llamado
Pietro Barbo,
que adoptó el nombre de Paulo II.
-
El banquero florentino Cosme de Médicis.
La autoridad de los Médicis en Florencia era tan grande, que su hijo Pedro el Gotoso, de cincuenta años, pudo
conservar el gobierno de la ciudad, con la ayuda de su hijo
Lorenzo, de quince años, a pesar de que su enfermedad no le permitía
salir de su casa. Recientemente, Cosme había donado la mansión Careggi para que sirviera de centro
de reunión a poetas, juristas, filósofos y humanistas en general. El
principal impulsor de la Academia de Careggi fue un joven toscano
llamado Marsilio Ficino,
que tenía ahora treinta y un años.
-
El duque elector Federico II de Sajonia.
El ducado lo heredaron sus dos hijos,
Ernesto y Alberto.
-
El condotiero Sigismondo Pandolfo
Malatesta. Unos meses antes había estado en Morea, a punto de tomar Mistra,
pero se había enemistado con el dux veneciano y había vuelto a Rímini. Sus
sucesores siguieron gobernando Rímini, pero no tenían sus mismas dotes.
-
El cardenal, teólogo y filósofo alemán
Nicolás de Cusa.
-
El pintor flamenco Rogier van der Weyden.
En Castilla, el marqués de Villena Juan
Pacheco y su hemano, Pedro Girón, habían organizado a una parte de
la nobleza en la llamada liga de Burgos, que se levantó en armas
contra el rey Enrique IV, y en octubre le impusieron el pacto de Cabezón, en el que, entre otras
exigencias, Enrique IV reconoció como heredero a su hermanastro
Alfonso, de once años, aunque a condición de que se casara con su sobrina Juana, la única descendiente del rey, que
tenía entonces dos años.
Recordemos que Enrique IV era hijo del rey
Juan II y de María de Aragón, la hija del rey Fernando I, mientras que Alfonso,
al igual que su hermana Isabel, eran hijos de Isabel de Portugal, hija del
infante Juan. Por otra parte, Enrique IV había estado casado trece años con la
que después sería la reina Blanca II de Navarra y no había tenido descendencia,
y la pequeña Juana había nacido tras nueve años de su segundo matrimonio con
Juana de Portugal, hija del rey Duarte. Cuando nació la niña, el rey ya era
conocido como Enrique el Impotente,
y ahora Alfonso Carrillo, el arzobispo
de Toledo, el mismo que había bautizado a la heredera, emitió un manifiesto en
Burgos en el que afirmaba que ésta no era hija del rey.
En junio de 1465
el marqués de Villena y sus seguidores proclamaron rey de Castilla en Ávila a
Alfonso XII,
el hermanastro del rey Enrique IV, lo que señaló el inicio de una guerra civil
en Castilla que, de hecho, había comenzado ya el año anterior. Alfonso Carrillo
dirigió una carta a todo el reino insistiendo en que Juana no era hija de
Enrique IV. Las malas lenguas no tardaron en encontrar cierto parecido entre la
niña y Beltrán de la Cueva, el que había sustituido a Juan Pacheco como hombre
de confianza del rey, por lo que Juana fue públicamente conocida como
Juana la Beltraneja.
Rodrigo Manrique fue nombrado condestable de Castilla por los partidarios de
Alfonso XII.
Los gallegos habían solicitado permiso a
Enrique IV para formar una hermandad similar a la Santa Hermandad que actuaba en
Castilla a modo de policía rural, y, dado que entre los adversarios del rey
había muchos nobles gallegos, el monarca accedió a la petición. Sus miembros
fueron conocidos como
Irmandiños.
La Corona de Aragón seguía con su propia
guerra civil. El rey Pedro IV de Cataluña sufrió una grave derrota en Calaf, que le hizo perder prestigio ante las
autoridades catalanas, que lo acusaban de debilidad, autoritarismo y parcialidad
respecto a sus militares lusos. Después de algunas misiones diplomáticas en las
cortes francesa y castellana, Juana Enríquez, la esposa del rey Juan II de
Aragón, fue nombrada lugarteniente general de
la Corona de Aragón.
Los intentos del rey Luis XI de Francia por
someter a la nobleza llevaron a la formación de la
Liga del bien público, promovida por Carlos el Temerario, el hijo del
duque Felipe III de Borgoña, y en cuyas filas se contaban muchos de los que
habían apoyado al entonces Delfín contra su padre Carlos VII. Carlos el
Temerario derrotó a Luis XI en Monthléry
y a continuación asedió París, hasta que obligó al rey francés a firmar los
tratados de Saint-Maur y Conflans, por los que recuperaba las ciudades
que éste le había arrebatado a su padre dos años atrás. Los nobles franceses que
habían formado la Liga también obtuvieron beneficios. Entre ellos estaba el
duque Carlos de Berry, hermano del rey, que recibió el ducado de Normandía.
Menos suerte tuvo el conde Gastón IV de Foix, que había recibido de su
consuegro, el rey, el cargo de lugarteniente en la Guyena y Occitania, pero que
ahora tuvo que huir a Navarra tras haber tomado partido por Carlos el Temerario.
El rey Carlos VIII de Suecia fue expulsado
nuevamente del trono, y el país quedó en manos de los obispos Jöns Bengtsson, de
Uppsala y Kettil Karlsson Vasa, de
Linköping.
Éste último murió ese mismo año y fue sucedido por
Erik Axelsson Thott.
También murió el duque Carlos de Orleans, que
fue sucedido por su hijo Luis, de tres
años de edad.
En Marruecos murió
Abd al-Haqq, que fue el último gobernante benimerín del país. La dinastía
fue reemplazada por la de los Banú Wattás.
El arzobispo de Maguncia,
Adolfo de Nassau, otorgó a Johannes Guttenberg un título nobiliario y lo
acogió en su residencia de Eltwill, donde pudo reanudar sus actividades
tipográficas. La imprenta estaba ya muy extendida por Alemania, y dos impresores
ambulantes, Conrad Schweinheim y Arnold Pannartz, se instalaron en el
monasterio benedictino de Subiaco,
cerca de Roma, donde produjeron los primeros libros impresos en Italia.
El príncipe de Albania Jorge Castriota (Scanderberg)
reemprendió las acciones contra los turcos tras unos años de tregua.
La región oriental del Imperio de Mali se
independizó bajo el caudillo Sonni Alí Bar,
animista enemigo encarnizado del islam. Tras ocupar Tombuctú, en los años
siguientes fue tomando el control del comercio transahariano y construyó el
Imperio Songhai.
El rey de Bohemia Jorge de Podebrady trataba
en vano de poner orden en las rivalidades entre los católicos y los husitas, y
lo único que había logrado era enemistarse con ambas partes. El Papa Paulo II lo
excomulgó en dos ocasiones, la segunda en 1466, cuando además desligó a sus súbditos del
juramento de fidelidad. Esto propició una sublevación de la nobleza, que fue
aplastada.
El rey Pedro IV de Cataluña murió de
tuberculosis sin dejar sucesión. La Generalidad de Cataluña, que no estaba
dispuesta a aceptar como rey a Juan II de Aragón, ofreció entonces la corona al
duque Renato I de Anjou, nieto por parte de madre del rey Juan I de Aragón. El
duque tenía entonces cincuenta y siete años, y vivía en una corte rodeado de
artistas y sabios. Él mismo había compuesto varias obras en prosa de carácter
didáctico y moral, así como novelas en prosa y en verso, y poesías. Sin embargo,
aceptó la oferta y envió a Cataluña como lugarteniente a su hijo Juan, el duque
de Lorena que había disputado sin éxito a Fernando I el reino de Nápoles. Juan
acudió a Cataluña acompañado de gran número de barones napolitanos y con el
apoyo del rey Luis XI de Francia. La Generalidad le concedió el título de
príncipe de Gerona, que le correspondía como heredero del rey.
El rey Juan II de Aragón tenía ya sesenta y
ocho años, por lo que nombró a su hijo Fernando lugarteniente del reino. Durante
los meses de octubre
y noviembre, envió un ejército contra Rosas
bajo la dirección de su esposa, Juana Enríquez, pero la campaña fue un fracaso y
dio la iniciativa a Juan de Anjou.
Filippo Strozzi, que había abandonado
Florencia cuando Cosme de Médicis confiscó los bienes de su padre regresó a su
ciudad natal a sus cuarenta años, convertido en un poderoso banquero.
Allí murió el escultor Donatello, a sus
sesenta años. Estaba entonces trabajando en unos relieves de bronce para los
púlpitos de san Lorenzo,
que dejó inacabados. En sus últimos años había esculpido varias obras de gran
originalidad, como su Magdalena,
tallada en madera.
Su discípulo más sobresaliente fue Andrea di Cione, más conocido como
Andrea del Verrocchio,
porque había empezado trabajando con el orfebre Giuliano Verrocchi. Tenía ahora treinta y un
años, y desde el año anterior dirigía uno de los talleres escultóricos más
importantes de Florencia. Entre sus discípulos se encontraba a su vez
Pietro Vannucci, que había nacido en un pueblo cercano a Perugia y por ello era conocido como
el Perugino.
También murió el duque de Milán Francisco I
Sforza, que fue sucedido por su hijo
Galeazzo María.