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En 1466, la paz de Torun puso fin a
trece años de guerra entre Polonia y los caballeros de la Orden
Teutónica. Éstos tuvieron que ceder Pomerania y la parte
occidental de
Prusia, lo que proporcionó una ventajosa salida al
Báltico para el
trigo polaco. Además, el gran maestre se declaró vasallo
de Casimiro IV. El sultán Mehmet
II conquistó el emirato turco de Karamania, en Asia
menor, que permanecía independiente desde que Timur Lang
descalabrara
el primer Imperio Otomano. Más hacia el este se encontraba la
confederación de los Akkoyunlu
(Carnero Blanco), una agrupación de varias tribus turcas
dirigida por Uzun Hasan Beg, que acababa de conquistar Armenia y ahora
se la disputaba su hermano Yihan Sha,
pero fue derrotado en 1467.
Más al este aún se encontraba la confederación
rival de los Karakoyunlu
(Carnero Negro), otra agrupación de tribus turcas que se
habían independizado poco después de la muerte de Timur
Lang y que dominaba el oeste de Persia.
Ese año murió el duque Felipe
III de Borgoña, y fue sucedido por su hijo Carlos el Temerario.
El estado borgoñón se componía de dos "piezas":
una al sur, formada por el ducado de Borgoña y el Franco
Condado, y otra al norte, formada por diversos condados y ducados a los
que Felipe III había dotado de gran cohesión
política, y empezaban a ser conocidos como los Países Bajos,
aunque era frecuente referirse a ellos como Flandes, ya que el condado
de Flandes había sido el núcleo desde el que se
habían extendido las posesiones borgoñonas en la
región. Los Países Bajos disponían de varios
parlamentos provinciales y un parlamento
general. Carlos se propuso extender esta cohesión a todos sus
dominios, pero esto era imposible mientras permanecieran divididos. Por
ello aspiraba a anexionarse el condado de Champaña y el ducado
de Lorena, para formar así un corredor entre Francia y el Sacro
Imperio Romano, una especie de
resurrección del antiguo Reino Medio formado tras el tratado de
Verdún. Sin
embargo, el rey Luis XI de Francia estaba firmemente decidido a evitar
que esto sucediera.
También murió el conde Juan de Angulema, tío
del duque Luis de Orleans, que fue sucedido por su hijo Carlos, de siete años.
El príncipe Estaban de Moldavia rechazó una
invasión húngara. Sus éxitos militares le valieron
el sobrenombre de Esteban el Grande.
En Japón se desencadenó una
larga guerra civil entre los pretendientes a la sucesión del
shogun Ashikaga Yoshimasa. Los cronistas cuentan que los grandes
señores
entablaron la guerra "por placer", para su gloria. La ciudad de Kyoto
fue presa de las llamas, y en las provincias los guerreros se
enfrentaban sin conocer los motivos de la guerra.
En Camboya abdicó el rey Ponhea Yat, y el país, que
hasta entonces había pasado por un periodo de estabilidad, se
vio sumido en luchas entre distintos pretendientes al trono, alentadas
por el vecino Siam.
En abril se produjo un alzamiento
general en Galicia contra los señores feudales. Los
irmandiños se agruparon en auténticos ejércitos
dedicados a asaltar castillos y perseguir nobles. Algunas fortalezas
fueron asaltadas por grupos de hasta diez mil hombres, y más de
treinta mil persiguieron al conde de Lemos.
Se calcula que tomaron las armas un total de ochenta mil
irmandiños, dirigidos por algunos nobles enfrentados a los de su
clase por razones personales diversas. Cuando tomaban una fortaleza, la
demolían.
El 19 de agosto, el rey Enrique
IV de Castilla se entrevistó en Olmedo con la nobleza que
apoyaba a su hermanastro Alfonso XII. Los principales partidarios del
rey, defensores de la legitimidad de Juana, eran Beltrán de la
Cueva y la familia Mendoza.
Tras el encuentro, un ejército rebelde se presentó en
campo abierto ante el ejército real y los mendoza convencieron a
Enrique IV para presentar batalla. Aunque el rey huyó
rápidamente del combate, sus hombres obtuvieron la victoria,
pero para su desesperación, el rey se obstinó en
continuar su camino dejando que los vencidos se refugiaran en Olmedo,
por lo que la victoria no tuvo ninguna consecuencia.
El duque de Lorena, Juan de Anjou, puso sitio a Gerona, y en noviembre derrotó a los aragoneses
en Vilademat, impidiendo
así que avituallaran la ciudad.
Juana Enríquez, la esposa del rey Juan II de Aragón,
firmó en nombre de su marido el tratado de Ejea de los Caballeros, por el que
su hijastra Leonor era reconocida como heredera del reino de Navarra.
El rey Carlos VIII de Suecia logró recuperar su trono por
segunda vez. Mientras tanto, el rey Cristian I de Dinamarca y Noruega
gobernaba gobernaba Noruega en provecho de Dinamarca. En 1468, el rey Jacobo III de Escocia se
casó con Margarita,
hija de Cristian I, y recibió como dote las islas Orcadas y
las Shetland (al norte de la costa escocesa), que hasta entonces
habían pertenecido a Noruega. La nobleza noruega estaba
dividida entre la influencia danesa y la sueca y se producían
constantes enfrentamientos.
Los impresores alemanes
Schweinheim y Pannartz se instalaron en Roma,
donde imprimieron 300 ejemplares de las cartas de Cicerón,
quizá el
primer best seller de la
historia. Poco después, de la Ciudad
de Dios,
de san Agustín, se imprimieron 325 ejemplares, pero el mayor
éxito lo
alcanzaron las cartas de san Jerónimo, que en dos ediciones
sumaron
1.100 ejemplares.
En Florencia se construyó un reloj de sol para la catedral,
diseñado por Paolo dal Pozzo
Toscanelli, un médico aficionado a las matemáticas
y a la astronomía, que de paso calculó la oblicuidad de
la eclíptica, es decir, el ángulo que forma el eje de
rotación de la Tierra con el plano de su órbita alrededor
del Sol. Naturalmente, Toscanelli no sabía que la Tierra gira
alrededor del Sol, y para él se trataba simplemente del
ángulo que forma con el ecuador celeste la trayectoria que
describe el Sol sobre la esfera celeste (sobre la que están
situadas las constelaciones del Zodiaco). Dicho ángulo determina
a su vez la latitud de los círculos polares y de los
trópicos. Toscanelli tenía ya setenta y tres años.
En su juventud había sido amigo de Brunelleschi, sobre quien
había influido en sus estudios sobre la perspectiva.
Marsilio Ficino publicó su Vita
Platonis, dedicada a su protector, Lorenzo de Médicis.
El rey Jacobo II de Chipre estaba tratando de librarse de la tutela
genovesa mediante alianzas con Venecia, que disponía de un
establecimiento comercial en Pafos. Ese año se casó con
la veneciana Catalina Cornaro.
El duque de Milán, Galeazzo María Sforza, se
casó con Bona, hermana
del duque Amadeo IX de Saboya y de Carlota, la esposa del rey Luis XI
de Francia.
El duque de Borgoña Carlos el Temerario se casó con Margarita de York, hermana del rey
Eduardo IV de Inglaterra. Teóricamente, la Guerra de los Cien
Años no había terminado, por lo que en cualquier momento
Inglaterra y Borgoña podían atacar conjuntamente a
Francia. La ciudad borgoñona de Lieja
se rebeló contra Carlos el Temerario tras haber sido alentada
por el rey Luis XI de Francia, con tan mala fortuna que la
rebelión estalló mientras Luis XI se estaba entrevistando
con Carlos en Péronne.
Carlos reaccionó haciendo prisionero a Luis XI, que tuvo que
entregarle el condado de Champaña y acompañarlo a Lieja,
donde fue obligado a asistir a la sangrienta represión que el
duque desató sobre sus aliados. Finalmente, Luis XI logró
escapar, y desde entonces libró una guerra a muerte contra el
duque. Empezó "organizando su propia casa" mediante algunos
encarcelamientos y algunas decapitaciones, para rodearse de hombres
leales que se lo debían todo.
Ese año murieron:
- El conde de Dunois, en su juventud conocido como el Bastardo de
Orleans. Había
participado en la Liga del bien público, pero después se
había
reconciliado con Luis XI en Conflans. Murió a los sesenta y
cinco años.
- Johannes Gutenberg, el inventor de la
imprenta. En esta época, el concepto de propiedad intelectual no
estaba muy bien definido, por lo que Gutenberg no obtuvo
prácticamente ningún beneficio de su invento. No
obstante, aunque después surgieron dudas y confusiones sobre
quién fue el primero en imprimir con tipos móviles, hay
que reconocer que, quienes aprendieron de él su arte, nunca
trataron de negarle el mérito (los beneficios sí, pero
el mérito no).
- El valenciano Joanot Martorell, que dejó inacabada una
novela de caballería titulada Tirant
lo Blanc (Tirante el Blanco), que fue completada por Martí Joan de Galba. La obra
se diferencia de otras obras de caballería francesas o
castellanas en su verosimilitud. Su protagonista es un héroe
bretón valiente y esforzado, pero no realiza hazañas
exageradas o imposibles. Además el relato incluye rasgos de
humor e ironía nada habituales en el género.
- El príncipe de Albania Jorge Castriota, Scanderberg.
Tenía sesenta y tres años. Sus últimas
campañas contra los turcos no habían sido muy
afortunadas, y su muerte supuso el fin de la resistencia albanesa. La
mitad de la población se convirtió al islam.
- Juana Enríquez, la reina de Aragón. Su muerte
supuso un duro golpe para su
anciano viudo, casi ciego de cataratas. Sin embargo, Juan II conservaba
intacta su habilidad para maquinar intrigas. Puesto que había
perdido el apoyo de Francia, que ahora favorecía su nuevo rival,
el duque de Lorena, necesitaba urgentemente nuevas alianzas, y por ello
entabló negociaciones con Juan Pacheco, el
marqués de Villena, para casar a su hijo Fernando con Beatriz, la hija de éste, y
al mismo tiempo negoció secretamente con la propia interesada el
matrimonio de Fernando con Isabel de Castilla.
- El rey Alfonso XII de Castilla. Murió repentinamente en julio, tal vez a causa de la peste, pero
pero también se especula sobre si fue
envenenado por Juan Pacheco, que vio así el modo de resolver a
su favor el conflicto castellano.
En efecto, los partidarios de Alfonso
XII pretendieron continuar la guerra contra Enrique IV proclamando
reina a su hermanastra Isabel, pero entonces Pacheco promovió la
junta de Castronuevo, que se
celebró en agosto y en la que
Isabel, siguiendo su consejo, optó por la reconciliación
con Enrique IV. Ésta se produjo el 18
de septiembre en la venta de los
Toros de Guisando, llamada
así por su proximidad a un grupo de grandes esculturas celtas en
piedra con forma de animales que data del siglo II a.C. En la
concordia, Enrique IV reconocía a Isabel como princesa de
Asturias, es decir, heredera de la corona castellana, y admitía
que nunca había consumado su matrimonio con Juana de Portugal,
con lo que indirectamente reconocía que Juana la Beltraneja no
era hija suya. Por otra parte, Isabel se comprometía a no
casarse sin contar con la aprobación del rey.
Juana de Portugal,
la esposa de Enrique IV, no dejó de sostener la legitimidad de
su hija, pero permanecía como rehén de Alonso de Fonseca, el arzobispo de
Sevilla, que en su día había casado a los monarcas.
Más tarde había apoyado al infante Alfonso y, tras
haberse reconciliado con Enrique IV, ahora apoyaba a Isabel. El
cautiverio de la reina fue una de las bazas de los isabelinos en las
negociaciones.
Finalmente escapó de la prisión con Pedro de Fonseca, el sobrino del
arzobispo. Se
sabe que Juana y Pedro fueron amantes y tuvieron dos hijos.
El 23 de septiembre el rey dio
quince
días de plazo a la nobleza sublevada para someterse, y al
día siguiente puso en vigor lo acordado en la concordia.
Esto permitió a Enrique IV desentenderse de sus aliados
irmandiños gallegos, que habían escapado a todo control.
Autorizó que los nobles gallegos reclutaran un gran
ejército en Castilla, entre cuyos capitanes estuvo Pedro Álvarez de Sotomayor,
un noble gallego dedicado al bandolerismo que había participado
en la revuelta de los irmandiños, pero que ahora había
cambiado oportunamente de bando. (Acostumbraba a robar de madrugada,
por lo que era conocido con el sobrenombre de Pedro Madruga.)
La condición sobre la supervisión del matrimonio de
Isabel en el pacto de los Toros de Guisando era natural, pues, cuando
una mujer se convertía en
heredera de un reino, su matrimonio se convertía en una
cuestión de estado. Isabel, a sus diecisiete años,
había recibido tres ofertas de matrimonio: la del duque Carlos
de Berry, de veintiocho años, hermano del rey Luis XI de
Francia, la del rey Alfonso V de Portugal, de treinta y seis
años, que había enviudado recientemente, y la de Fernando
de Aragón de dieciséis. La situación era
esencialmente la siguiente:
- El rey Enrique IV prefería al duque de Berry, pues
supondría una
alianza con Francia y un refuerzo de su prácticamente nula
autoridad
ante la nobleza.
- Juan Pacheco y sus aliados de la nobleza preferían a
Alfonso V, pues
era un monarca débil, dominado por su propia nobleza, no tanto
como
Enrique IV, pero lo suficiente como para que no estorbara.
Además Pacheco convenció a los Mendoza, tutores de Juana,
para casarla con Juan, el hijo
de Alfonso V, de trece años (Juana tenía ahora seis), de
modo que los esposos ocuparían el segundo lugar en la
línea sucesoria. Por otra parte, Pacheco pretendía casar
a su hija Beatriz con Fernando de Aragón.
- Isabel prefería a Fernando de Aragón, que era
también el favorito de la mayor parte del pueblo castellano.
- Para Juan II de Aragón y su hijo Fernando, era crucial que
Isabel no se casara con el duque de Berry, ya que en tal caso la Corona
de Aragón se vería atenazada por una alianza entre
Francia y Castilla.
Esto hizo que el matrimonio de Fernando I con Beatriz Pacheco fuera
desestimado, y que las pretensiones de Fernando se centraran en Isabel.
Para hacer más "apetecible" a su hijo, Juan II lo
convirtió en el rey Fernando I
de Sicilia y prometió a Isabel una generosa dote que pudo
reunir a costa de vender las joyas de la corona aragonesa.
Obviamente, al marqués de Villena no debió de hacerle
nada de gracia enterarse del proyecto matrimonial que arruinaba su
triple plan, logró que el enfado del rey fuera equiparable al
suyo y que éste amenazara con arrestar a su hermanastra. Isabel
huyó entonces de la corte y se comunicó con Fernando a
través de correos secretos. A través de ellos
envió a Fernando I una propuesta de contrato matrimonial en la
que se especificaba que Fernando I se comprometía a respetar los
fueros de Castilla, que estaría obligado a residir en ella y a
no salir de sus fronteras sin la autorización de Isabel.
También se precisó la distribución de poderes, de
tal forma que era Isabel quien detentaría la autoridad absoluta.
Es de suponer que Fernando consideró humillante la propuesta,
pero no podía sino aceptarla, así que, ya en marzo de 1469, le devolvió el
contrato firmado y jurado, junto con una gargantilla de rubíes
que había sido de su madre. El arzobispo de Sevilla, partidario
de Juana la Beltraneja, marcha con numerosos jinetes dispuesto a
arrestar a Isabel y encerrarla en la prisión real de Madrid,
Isabel se ve abandonada por sus propios sirvientes y damas de
compañía, pero Alfonso Carrillo, el arzobispo de Toledo,
acude con su propia caballería y consigue que Isabel pueda
escapar a caballo hacia Valladolid, donde es recibida entre
aclamaciones.
Para entonces, la rebelión de los irmandiños gallegos
estaba ya sofocada. Los vasallos tuvieron que reconstruir con sus manos
los castillos que habían derribado.
En Inglaterra, las tensiones entre el clan de los Neville, el
principal
apoyo que había llevado al trono al rey Eduardo IV, y el clan de
los
Woodville, al que pertenecía la reina Isabel, eran cada vez
mayores.
Los Neville se agruparon alrededor de Richard
Neville, el conde Warwick, que ese mismo año casó
a su hija Isabel con el duque
Jorge de Clarence, hermano menor de Eduardo IV. Ambos acabaron huyendo
a
Francia, donde solicitaron asilo, y el rey Luis XI se las
arregló para
reconciliarlos con la casa de Lancaster.
Tras un viaje a la corte de Luis XI realizado el año
anterior, Juan de Anjou se presenta en mayo
ante Gerona con un potente ejército francés. Gerona
capitula en junio, después de
más de año y medio de asedio.
Los consejeros de Isabel de Castilla deciden que su matrimonio con
Fernando de Aragón se debe celebrar lo antes posible, así
que envían a Fernando I dos emisarios disfrazados de mercaderes,
quienes, después de mil peripecias, convocan al aragonés
para que se entreviste con Isabel en Valladolid. Como las fronteras
estaban vigiladas por los partidarios del rey, Fernando I
decidió enviar un cortejo a Castilla en el que se suponía
que iba él, cuando en realidad atravesó la frontera por
otro lugar viajando de noche y disfrazado de mozo de mulas.
Tras una penosa travesía, Fernando I y sus
acompañantes (auténticos mozos de mulas) llegan en octubre ante las murallas de Valladolid,
donde el vigía les lanza una piedra con la catapulta creyendo
que son merodeadores. Habiendo salido ileso de la pedrada y aclarada su
identidad, Fernando I entra en la ciudad entre heraldos y toques de
trompeta. A la mañana siguiente, Isabel y Fernando se
entrevistan durante dos horas, en presencia de Alfonso Carrillo, el
arzobispo de Toledo. Era la primera vez que se veían y,
según se dice, Isabel se enamoró de Fernando. Era
simpático y atractivo y se le daban bien las mujeres:
tenía ya dos hijos bastardos y un tercero estaba en camino.
Se decidió celebrar la boda cuatro días más
tarde, oficiada por el arzobispo Alfonso Carrillo. Como los
contrayentes eran primos segundos, el matrimonio requería la
autorización del Papa, pero el Papa no la concedería sin
el visto bueno de Enrique IV y, aunque la concediera, no era razonable
esperar que llegara a Valladolid sin que fuera interceptada por los
enemigos de Isabel. Pese a todo, la dispensa papal llegó a
tiempo, redactada por Carrillo de acuerdo con Fernando, pero sin que
Isabel se enterara del fraude. Fue presentada por el obispo de Segovia
que, además, dio fe de su autenticidad. La boda se
celebró según lo previsto, financiada mediente
préstamos concedidos por banqueros judíos.
Ese año se casó también una hija de Fadrique
Enríquez, el almirante de Castilla, que era, por lo tanto,
hermana de la reina de Aragón, Juana Enríquez. El esposo
era García Álvarez de
Toledo y Sarmiento, que tenía el título de conde
de Alba de Tormes, pero, a
raíz de su matrimonio, se convirtió en el primer duque de Alba.
La exploración de la costa africana estaba produciendo tantos
beneficios que el rey Alfonso V de Portugal pudo desentenderse de ella
y encomendársela a Fernão
Gomes, que, a cambio del monopolio del comercio con Guinea, se
comprometía, a pagar periódicamente una suma a la corona
y a explorar cien leguas de costa cada año.
El Papa Paulo II predicó una cruzada contra el rey de Bohemia
Jorge de Podebrady, cruzada que se apresuró a organizar
Matías Corvino, el rey Matías I de Hungría.
Éste se hizo elegir rey de Bohemia por la nobleza
católica del país, pero la nobleza husita siguó
fiel a Jorge de Podebrady.
Ese año murió Pedro de Médicis, y sus hijos
Lorenzo y Juliano fueron
reconocidos como príncipes de Florencia.
También murió el pintor Filippo Lippi. Entre sus
discípulos destacaba un joven florentino de veinticuatro
años llamado Alessandro di
Mariano Filipepi, más conocido como Sandro Botticelli. Sus primeras
obras, muchas de las cuales eran Vírgenes
con el niño, siguen fielmente el estilo de su maestro.
Abú Saíd, que había recompuesto parcialmente el
imperio de Timur Lang, murió derrotado por Uzun Hasan Beg, que
se adueñó así de Persia. El resto de su imperio se
lo repartieron sus hijos, entre ellos Ahmad,
que reinó en Samarcanda, y Umar
Sayj, que reinó en Ferganá.
Al otro lado del océano Atlantico
murió el rey azteca
Moctezuma Ilhuicamina. Tenochtitlan era ahora la capital de un imperio
que continuó expandiéndose bajo su sucesor, Axayácatl. El reino vecino de
Tlaxcala quedó sin conquistar, y en el futuro sería el
campo de batalla de las llamadas guerras
floridas, en las que los aztecas capturaban prisioneros para
hacer sacrificios humanos en los templos.
Más al sur, en 1470,
Túpac Inca Yupanqui, el hijo del inca Pachacuti,
conquistó el reino Chimú.
En África, hacía un siglo que el imperio de Kanem
había sido asolado por una guerra civil y el ataque de los bulala. La monarquía
había tenido que refugiarse en Bornu,
uno de los pocos territorios que le seguían siendo fieles. Ahora
subía al trono el rey Alí
Gají, que abrió un periodo de paz interior y de
resistencia activa contra los bulala.
Ese año se imprimió en Venecia el Cancionero de
Petrarca. El prior de la Sorbona, que a la sazón era un
alemán, mandó llamar a tres impresores compatriotas
suyos, que se convirtieron en los primeros impresores universitarios.
El primer libro que publicaron fue el texto de las Epístolas, del
célebre latinista Gasparín
de Bérgamo.
El príncipe elector Federico II de Brandeburgo abdicó
en su hermano Alberto I Aquiles.
El sultán otomano Mehmet II estaba apoderándose de las
islas que los venecianos poseían en el Egeo. El Papa Paulo II
trató de unir a todos los príncipes cristianos contra los
turcos, pero, según era ya habitual, no tuvo ningún
éxito.
Vietnam atravesaba un periodo de fortaleza bajo el rey Le Thant Ton, que había
saneado la economía y la administración, y ahora
derrotaba a los shampa.
El arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca, tomó a su
servicio a un joven de veintinueve años llamado Antonio Martínez de Cala.
Había estudiado en Salamanca, pero los diez últimos
años los había pasado en el colegio de Bolonia, donde
había adquirido una sólida formación
humanística. Había nacido en el pueblo de Lebrija o Nebrija, y decidió cambiarse
el nombre por el de Elio Antonio de
Nebrija, porque en unas inscripciones latinas de su
región se mencionaba a los Aelios.
El matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón no
había proporcionado al rey Juan II el apoyo castellano que
éste esperaba contra la insurrección de Cataluña,
pero la fortuna lo favoreció cuando en agosto murió
repentinamente el duque Juan de Lorena. Tanto fue así que se
sospechó que
había sido envenenado por orden del rey de Aragón. Juan
de Lorena dejó un hijo llamado Nicolás,
que heredó el ducado, y un hijo bastardo llamado también Juan, que heredó el vacuo
título de duque de Calabria, y que
continuó combatiendo a Juan II de Aragón en nombre de su
abuelo, el rey Renato de Cataluña (o duque de Anjou).
En septiembre, el conde de
Warwick y el duque de Clarence regresaron a Inglaterra, pero como
lancasterianos, y con financiación francesa restauraron en el
trono a Enrique VI, mientras Eduardo IV huía a Borgoña.
Ahora que Carlos el Temerario no podía recibir ayuda de
Inglaterra, el rey Luis XI de Francia lanzó un ataque contra
Borgoña.
En octubre, el rey
Enrique IV de Castilla declaró roto el pacto de los Toros de
Guisando, despojó a
su hermanastra Isabel del
título de princesa de Asturias y proclamó bajo juramento
suyo y
de su esposa que Juana era hija suya y, por consiguiente, la
legítima heredera del trono castellano. Juana de Portugal, la
esposa de Enrique IV, se retiró a Madrid
después de haber jurado cuanto se le requirió jurar.
Allí vivió con su
amante, Pedro de Fonseca.
Buena parte de la
nobleza que había apoyado a Isabel, dirigida por Juan Pacheco,
se vuelve ahora partidaria de Juana, con lo que Isabel y Fernando se
encuentran privados de todo apoyo, sin tener siquiera para su sustento.
Isabel reacciona con audacia y se presenta en Segovia,
en la corte de su hermanastro, el cual, intimidado, la acoge con buenas
maneras y muestra públicamente la reconciliación llevando
la brida del caballo de Isabel por las calles de Segovia.
Por otra parte, Enrique IV y la nobleza llegaron a un acuerdo con el
rey Luis XI de Francia para casar a Juana con el duque Carlos de Berry.
La boda se celebró por poderes, pero el esposo, Carlos de Berry,
enemistado con su hermano, dijo luego que no aceptaba, y el matrimonio
resultó nulo. Pacheco propuso entonces el matrimonio de Juana
con Alfonso V de Portugal, pero las negociaciones avanzaron muy
lentamente.
Ese año murió Gastón, el príncipe de
Viana, por lo que el título de heredero de la corona navarra
pasó a su hijo Francisco,
que apenas había cumplido un año.
También murió el rey Carlos VIII de
Suecia. Como no dejó descendencia, el rey Cristián
I de Dianamarca y Noruega trató de recuperar el trono de Suecia,
pero Sten Gustafsson, un
sobrino de Carlos VIII, erigido en regente, levantó a los
campesinos contra el danés y en 1471
lo derrotó en Brunkeberg.
En marzo, el rey Eduardo IV de
Inglaterra regresó al país y obtuvo una victoria en Barnet gracias a la ayuda de su
hermano Jorge, el duque de Clarence, que traicionó a Ricardo de
Warwick. Éste murió en la batalla, y el ejército
lancasteriano volvió a ser derrotado en mayo en Tewkesbury.
El rey Enrique VI fue capturado, encerrado en la Torre de Londres y
ejecutado poco después, junto con su hijo Eduardo. Así se
extinguió el linaje de los Lancaster. El año anterior,
Eduardo IV había tenido un hijo, llamado también Eduardo, que ahora recibió el
título de príncipe de Gales. Esto cambió la
situación entre Francia y
Borgoña. El duque Carlos el Temerario atacó Beauvais, donde la burguesía
resistió ferozmente.
El emperador Federico III hizo un nuevo intento de imponer su
autoridad a los nobles y burgueses alemanes, para lo que reunió
la dieta de Ratisbona, pero
fracasó nuevamente, al igual que en Neustadt, casi veinte
años atrás.
Ese año murió el Papa Paulo II, que fue sucedido por
el franciscano Francesco della Rovere,
que adoptó el nombre de Sixto
IV.
El duque Francisco II de Bretaña se casó con Margarita, hija del gobernador de
Navarra, el conde Gastón IV de Foix.
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