El rey Juan II de Portugal estaba convencido de que la
exploración sistemática de la costra occidental africana
llevada a cabo los últimos años estaba cerca de encontrar
el extremo sur de África, y de proporcionar, por tanto, un
camino a las Indias que diera a Portugal el dominio sobre una nueva
ruta de las especias. Sin embargo, los hechos no parecían
confirmarlo, y la costa parecía interminable. Para aportar luz
al problema, decidió enviar dos exploradores a las Indias por la
ruta conocida. Los encargados fueron Pedro
de Corvilã y Alfonso de
Paiva. Buenos conocedores del árabe, fingieron ser
comerciantes en miel. Si los musulmanes o los venecianos descubrieran
el propósito de su misión, no dudarían en acabar
con ellos. En 1487 marcharon a
Barcelona, desde allí embarcaron hasta Rodas y desde allí
pasaron a El Cairo. Entonces se unieron a unos comerciantes
árabes, con los que llegaron
hasta el final del mar Rojo. Allí se separaron. Paiva se
dirigió hacia el sur, buscando el "reino del preste Juan", es
decir, Abisinia, pero murió en el viaje. Corvilã se
dirigió hacia el este y llegó hasta la India,
visitó varios de sus puertos, desde allí volvió
a la costa de África y regresó a El Cairo, donde
entró en contacto con dos enlaces a los que entregó un
informe con todo lo que había averiguado. Él se
dirigió de nuevo hacia el sur.
El gran príncipe Iván III de Moscú
inició una serie de largas luchas territoriales contra Lituania.
El año anterior, la guerra de Granada se había
decantado ligeramente en favor de los cristianos, así que el rey
Fernando I de Aragón decidió poner toda la carne en el
asador. Convocó a todos los caballeros para que se presentaran
en Córdoba el 25 de marzo,
alistaron también campesinos e incluso garantizaron inmunidad
para todos los criminales que decidieran colaborar en la campaña
de ese año. El resultado fue la conquista de toda la zona de
Málaga. La propia capital cayó en agosto, después de un largo asedio.
El rey Muhammad XII el Zagal se tuvo que retirar a
Guadix, cerca de Granada. Fernando I
firmó tratados generosos con los defensores de las plazas que se
rindieron inmediatamente, mientras que en aquellas que ofrecieron
resistencia hizo esclavos a sus pobladores y colgó de las
murallas a sus jefes. Además del éxito estratégico
de la campaña, también fue un éxito desde el punto
de vista económico: 192 esclavos musulmanes fueron vendidos por
una cuantiosa suma, 683 fueron regalados a eclesiásticos y
caballeros, 100 fueron enviados al Papa como obsequio, y otros fueron
liberados previo pago de un rescate. Las tierras conquistadas se
repartieron entre las gentes que habían participado en la
campaña.
Ese mismo mes, Bartolomé Dias zarpó
de Lisboa con la misión de avanzar en la exploración de
la costa occidental africana. Navegó hasta 640 kilómetros
más al sur de donde había llegado Diogo Cão en la
última expedición. Llegó hasta el que hoy se
conoce como cabo Dias.
Allí pasó por una fuerte tempestad que lo obligó a
marchar más al sur, alejándose de la costa. Cuanto
amainó la tormenta, desorientado, navegó hacia el este
esperando encontrar la costa, pero sólo encontró agua.
Luego giró hacia el norte, y el 3 de
febrero de 1488 tocó tierra, pero, para su sorpresa, la
costa africana corría de este a oeste, y la tormenta le
había impedido ver el punto en que cambiaba el sentido.
Siguió navegando hacia el este y, después de recorrer 400
kilómetros, llegó a un punto en que la costa
volvía a ascender hacia el norte. Comprendió que el
camino a la India se abría ante él, pero su
tripulación estaba cansada y al borde de la rebelión.
Dias cedió e inició el camino de regreso, siempre
siguiendo la costa. Así encontró el punto donde la
vertiente occidental gira abruptamente hacia el este, el cabo que no
había visto a causa de la tormenta, por lo que lo llamó
cabo de las Tormentas. Sin embargo,
cuando Dias llegó en dicienbre a Portugal e informó al
rey Juan II,
éste se negó a aceptar semejante nombre. No estaba
dispuesto a que las expediciones que enviara en los años
siguientes tuvieran que dirigirse a un lugar con un nombre tan nefasto.
En su lugar, decidió que se llamara cabo de
Buena
Esperanza, un nombre sin duda mucho más atractivo. Pedro
de Corvilã había llegado a Abisinia, donde suscitó
un
gran interés por parte del rey, hasta el punto de que no le
permitió abandonar nunca su reino, pero allí vivió
colmado de honores.
Los sermones moralizantes de Girolamo Savonarola no habían
tenido mucho éxito en Florencia, así que el dominico se
trasladó a Ferrara, con resultados similares.
El poeta Matteo Maria Boiardo publicó los dos primeros libros
de su Orlando innamorato. Se
trata de una novela de caballerías basada en las leyendas sobre
Carlomagno, en la que aparecen todos los elementos del género:
duelos, combates, amores, luchas contra los moros, etc.
En los últimos años, Sandro Botticelli había
cambiado la mitología
griega por la cristiana, y sus últimas obras giraban en torno a
la
Virgen María: Madona de los
candelabros, Madona del
Magnificat y, ya en 1488, la
Madona de la granada.
Ese año murieron:
-
El pintor y escultor florentino Andrea del Verrocchio. Su
última obra fue la estatua
ecuestre de Bartolomeo Colleoni,
con la que invita una vez más a la comparación con
Donatello, en este
caso con su Gattamelata. Como en otras revisiones del trabajo de su
maestro, la versión de Verrocchio gana en expresividad y
dinamismo.
Mientras su genio como escultor no había encontrado un
competidor en
vida, se cuenta que hacía unos años que había
decidido dejar los
pinceles porque no podía igualar con ellos a su discípulo
Leonardo da
Vinci.
-
El rey Jacobo III de Escocia. Poco antes había surgido un
conflicto con Inglaterra, y el rey había tratado de resolverlo
pacíficamente, pero esto le granjeó la enemistad de parte
de la nobleza, que acabó rebelándose. Jacobo III fue
vencido en Sauchieburn y unos
días después fue asesinado por un soldado disfrazado de
sacerdote. Fue sucedido por su hijo Jacobo
IV, que tenía entonces quince años y había
participado en la rebelión contra su padre. Sin embargo, se las
arregló para mantener el orden en su reino y la paz con
Inglaterra.
-
El duque Juan II de Borbón. Todos sus hijos eran
bastardos, su hermano Carlos
era cardenal y renunció al ducado, así que fue sucedido
por su segundo hermano, Pedro II,
que a la sazón era el regente de Francia por su matrimonio con
Ana, la hermana del rey Carlos VIII. El rey había cumplido ya
los dieciocho años, pero el nuevo duque y su esposa
seguían gobernando el país. Algunos nobles, encabezados
por el duque Luis de Orleans, se alzaron en armas contra los regentes.
Fueron derrotados y Luis fue hecho prisionero, pero el joven rey
ordenó su liberación.
-
El duque Francisco II de Bretaña. Fue sucedido por su hija
Ana, de once años.
El duque había luchado por mantener la independencia de
Bretaña frente al rey Luis XI de Francia, mediante sucesivas
alianzas con Inglaterra, Borgoña y, finalmente, con Maximiliano
de Austria. Por ello, el futuro matrimonio de la joven Ana se
convirtió en uno de los puntos candentes de la política
europea.
-
El duque de Gandía, Pedro Luis Borja. Fue sucedido por su
hermano Juan, que se
casó con su viuda, María Enríquez.
-
El sultán de Delhi, Bahlul Lodi, que fue sucedido por su
hijo Sikandar Lodi.
Cristóbal Colón tuvo un hijo con su amante, Beatriz
Enríquez, que fue bautizado como Hernando. Desesperando de conseguir
en Castilla
financiación
para su proyecto, pidió a su hermano Bartolomé que lo
propusiera
de nuevo al rey de Portugal, del que obtuvo una segunda negativa.
Ese año la guerra de Granada estuvo casi paralizada, salvo
algunas acciones aisladas en Almería. Sin embargo, en
1489 los castellanos tomaron la ciudad de
Baza, mediante un asedio que se
prolongó del 20 de junio al
4 de diciembre.
Ese año murió Catalina Cornaro, la madre del difunto
rey Jacobo III de Chipre y regente del reino. En su testamento
cedió la isla a Venecia.
El Papa Inocencio VIII reclamó la custodia de Yim, el hermano
del sultán otomano Bayaceto II, que permanecía prisionero
de los caballeros hospitalarios. Fue llevado a Roma y entonces el Papa
negoció con el sultán, que accedió a pagarle
cuarenta mil ducados anuales a cambio de que no liberara a su hermano.
Ese año nombró cardenal a Juan de Médicis, el tercer
hijo de Lorenzo de Médicis, que tenía entonces catorce
años.
Maximiliano de Austria logró aplastar definitivamente la
rebelión en los Países Bajos y fue reconocido como tutor
de su hijo Felipe, el conde de Borgoña, que ahora tenía
once años.
Bartolomé Colón presentó el proyecto de su
hermano en la corte del rey Carlos VIII de Francia, pero allí
tampoco interesó el proyecto.
Giovanni Picco della Mirandola tenía ya veintiséis
años. Había estudiado derecho en la universidad de
Bolonia, pero su vocación era la filosofía. Unos
años atrás había hecho imprimir un tratado con
novecientas "tesis" y se propuso reunir a todos los filósofos
para discutirlas. Sin embargo, algunos filósofos y
teólogos, sintiéndose desafiados y sin ánimo o
capacidad para refutar los cientos de argumentos del tratado,
encontraron una salida más fácil al convencer al Papa
Inocencio VIII
para que declarara heréticas siete de las tesis. Picco fue
excomulgado y tuvo que huir de Roma a Florencia, para ponerse bajo la
protección de Lorenzo de Médicis. Allí
entabló una estrecha colaboración con Marsilio Ficino en
defensa del humanismo. Picco conocía el latín, el griego,
el hebreo y el árabe, y había estudiado
matemáticas, lógica y filosofía. Mientras tanto,
su antiguo maestro, Aldo Manuzio, se había instalado en Venecia.
En 1490 se rindió el rey
de Granada Muhammad XII el Zagal. Entregó a Castilla la parte
del reino que estaba bajo su control y emigró a Tremecén.
Su sobrino Boabdil resistía en la capital granadina, pero ahora
carecía de acceso al mar, y era evidente que sus días
estaban contados.
Ese año murió el rey Matías I de
Hungría. Había designado como heredero a su único
hijo, Juan Corvino, pero era
bastardo y su viuda, Beatriz de Aragón, se opuso a ello. En su
lugar,
favoreció la coronación del rey Ladislao II de Bohemia.
Los húngaros
esperaban que la unión de Bohemia y Hungría, así
como unas buenas relaciones con Polonia,
facilitarían la lucha contra los turcos.
También murió el duque Carlos I de Saboya, que fue
sucedido por su hijo Carlos II,
de un año de edad. El conde Carlos de Angulema se
casó con Luisa, prima
del difunto Carlos I.
Desde hacía dos años, trabajaba en el taller de
Doménico Ghirlandaio un joven de quince años llamado
Michelangelo Buonarroti, aunque es
más conocido simplemente como Miguel
Ángel. Solía acudir al jardín de los
Médicis para dibujar las estatuas clásicas de la
colección de Lorenzo de Médicis, que inmediatamente lo
distinguió con su predilección y afecto. Por esta
época terminó sus primeras obras: la
Virgen de la escalera, un relieve
de poco realce cincelado en mármol, y el
Combate de los centauros contra los
lapitas, un relieve de mayor profundidad, ambos de una
perfección increíble en un muchacho de su edad.
De esta época datan varios retratos realizados por Leonardo
da Vinci, como El músico, La
dama de la redecilla de perlas
o La dama del armiño.
No se sabe a ciencia cierta quiénes son los retratados, pero
destacan por su realismo, la minuciosidad de los detalles y por la
técnica del sfumato.
Mientras tanto, Michael Wogelmut comprendió que no
tenía nada más que enseñar a su aprendiz, Alberto
Durero, mientras que éste tenía todavía mucho que
aprender. Durero deseaba visitar Italia, pero Wogelmut le
aconsejó que primero viajara por Alemania, que aprendiera de los
artistas alemanes y desarrollara su propio estilo.
Bartolomé Colón trató de convencer al rey
Enrique VII de Inglaterra de que financiara el proyecto de su hermano,
pero nuevamente fue en vano. Enrique VII estaba muy atareado
reconstruyendo Inglaterra política y económicamente, y no
estaba por la labor de gastar dinero en mandar barcos a saber
dónde.
Ese año regresó a Florencia el dominico Girolamo
Savonarola. En 1491 fue prior del
convento de San Marcos y por primera vez su discurso empezó a
cuajar entre el público. Seguía denunciando la frivolidad
y la relajación de las costumbres, anunciaba la
llegada de un nuevo Ciro que atravesaría Italia para restablecer
el orden. Con su celebridad crecía su audacia. Lorenzo de
Médicis no creyó conveniente
castigar sus osadías y sus ataques directos.
El año anterior Maximiliano de Austria se había casado
por poderes con la duquesa Ana de Bretaña, pero Ana de Francia,
la hermana y regente del rey Carlos VIII, logró que éste
se casara con la duquesa y se declarara inválido su matrimonio
anterior. Este matrimonio supuso, además, la ruptura del
compromiso matrimonial pactado años antes por Maximiliano y el
rey Luis XI de Francia entre el entonces Delfín Carlos y
Margarita, la hija de Maximiliano. A partir de este momento Carlos
VIII, que tenía ya veintiún años, empezó a
tomar las riendas del gobierno y decayó la influencia de Ana y
su esposo, el duque Pedro II de Orleans.
El Papa Inocencio VIII se había hecho construir junto al
Vaticano un palacio de verano, el Belvedere
(buena vista). Para decorarlo llamó al Pinturicchio.
El cardenal Rodrigo Borja consiguió para su hijo
César, de diecisiete
años, el obispado de Pamplona.
Al Congo llegó una nueva expedición portuguesa, que
incluía a unos misioneros. El mani Nzinga Kuvu se interesó por
el cristianismo y fue bautizado como Juan
I. Muchos nobles siguieron su ejemplo: se habían enterado
de que el agua del bautismo aseguraba la vida eterna, y no iba a ser el
rey el único en gozarla.
La reina Isabel I de Castilla encargó a
Alfonso Fernández de Lugo la
conquista de las islas de La Palma y Tenerife.
Fray Juan Pérez, el franciscano de la Rábida
amigo de Cristóbal Colón, envió un mensaje urgente
a la reina Isabel I (durante un tiempo había sido su confesor)
que fue inmediatamente contestado por otro que llegó
acompañado de una suma de dinero "... para que lo diese a Colón,
para que se vistiese honestamente e mercase una bestezuela e pareciese
ante su alteza". La noche anterior al envío de la primera
misiva, Colón había estado hablando con fray Juan.
¿Qué había sucedido? No se sabe, pero hay diversas
conjeturas. Entre las más atrevidas está la de quienes
suponen que Colón "confesó" al fraile que si estaba tan
seguro de encontrar tierras en Occidente era porque ya había
estado allí: él era el único superviviente de una
expedición secreta portuguesa. Colón bien pudo inventarse
tal bulo, pero hay explicaciones más simples: tal vez el
genovés se limitó a transmitir a fray Juan su
determinación de marchar a Francia o Inglaterra, siguiendo los
pasos de su hermano. La reina Isabel I nunca había dejado de
interesarse por su proyecto, si bien había dejado pasar los
años porque la guerra de Granada absorbía todos los
recursos del reino. Sin embargo, últimamente las campañas
habían empezado a ser incluso rentables, y además
Granada, tras meses de asedio, estaba a punto de sucumbir, lo que
pondría el punto final a la guerra. Si fray Juan advirtió
a la reina de la intención de Colón de llevar su proyecto
a otros reyes, ello pudo bastar para que Isabel I se apresurara a
llamarlo y evitar así que la oportunidad se le escapara de las
manos.
Conviene tener presente que, aunque la probabilidad de encontrar
tierra en Occidente fuera remota, ésa era la única
posibilidad de expansión de Castilla tras la conquista del reino
nazarí, pues los tratados firmados con Portugal y con
Aragón vedaban una posible expansión hacia África,
tanto hacia el sur como hacia el este. Esto bien podía ser
suficiente para que la reina deseara que el proyecto de Colón
fuera viable. Colón se entrevistó con los reyes en el
campamento de Santa Fe,
levantado frente a Granada. Allí se enfrentó a una nueva
"comisión de sabios" que esta vez informó favorablemente
de su proyecto. (Probablemente, a los "sabios" no se les pasó
por alto que la reina quedaría mucho más satisfecha con
un informe favorable que con uno desfavorable, y ello hizo que los
argumentos geográficos de Colón parecieran más
sólidos.)
Sin embargo, Colón planteó ante los reyes las mismas
exigencias exorbitadas que había planteado al rey Juan II de
Portugal, y eso fue el principio de unas largas y duras negociaciones.
De momento, quedaban en segundo plano frente a la guerra de Granada.
Los musulmanes asediados se dividían entre los partidarios de
pactar una rendición con garantías y los partidarios de
resistir hasta el final, pero, mientras se decidían, todos
colaboraban en defender la ciudad a toda costa. Sin embargo, la
situación era cada vez más desesperada y el
25 de noviembre se firmó un acuerdo
por el que el rey Boabdil se comprometía a entregar Granada a
cambio de diversas contrapartidas: la seguridad de los musulmanes y de
sus bienes, el libre ejercicio del culto islámico, etc. Sin
embargo, el asedio continuó hasta la noche del
1 al 2 de enero de 1492, en la que Boabdil
permitió la entrada de un destacamento de tropas castellanas que
mantuvieran el orden a la mañana siguiente, cuando tuvo lugar la
rendición oficial de la ciudad. El rey Fernando II
encargó a Gonzalo Fernández de Córdoba que
ajustase con Boabdil los términos definitivos de la
rendición.
La conquista de Granada suscitó una profunda emoción
en toda Europa. En Roma se hicieron grandes solemnidades religiosas,
que culminaron con una gigantesca procesión de tres días
de duración presidida por el Papa. En el reino de Nápoles
la victoria cristiana fue conmemorada con una farsa cuyos personajes
alegóricos eran la
Alegría, el Falso Profeta Mahoma y
la Fe. En Londres, en la
abadía de Westminster, el Canciller de la Corona, ante una
enorme multitud convocada por las campanas, anunció solemnemente
la victoria de los cristianos sobre los musulmanes.
El reino de Granada fue anexionado a Castilla y se inició una
intensa actividad repobladora, según la tradición
castellana (se calcula que acudieron unos treinta y cinco mil
inmigrantes castellanos). Boabdil siguió viviendo en Granada,
dedicado a la caza.
Alondo Fernández de Lugo conquistó la isla de La
Palma, con lo que Tenerife era la única isla del
archipiélago canario que aún no estaba sometida a la
autoridad de Castilla.
La negociación entre Cristóbal Colón y los
reyes no llegaba a ninguna parte. Las peticiones del genovés no
sólo eran desaforadas en lo económico, sino que sus
reivindicaciones sobre los derechos sobre las tierras que descubriera
suponían una vuelta a los usos feudales que los monarcas
habían combatido con tanto empeño para doblegar a la
nobleza y reforzar la autoridad real. En marzo,
el rey Fernando II se enfureció y puso fin a las negociaciones.
Colón abandonó la corte decidido a marchar a Francia o
Inglaterra. Marchó a pie, pues no tenía dinero. Sin
embargo, apenas
había caminado unas leguas cuando le alcanzó un alguacil
de la corte a todo galope: la reina le rogaba que volviera. Al parecer,
algunos de sus consejeros: Santángel,
Deza y Cabrero,
habían argumentado ante los reyes que, aunque Colón
pidiera mucho, no importaba, pues si no tenía éxito no
habría que darle nada y, si lo tenía, las riquezas que
proporcionaría el comercio con las Indias superaría con
mucho sus exigencias. Así, los reyes reanudaron las
negociaciones con un talante más abierto.
Mientra tanto, Tomás de Torquemada acabó de
convencerlos de la inutilidad de luchar
contra la heterodoxia de los judíos conversos mientras
éstos se mantuvieran en contacto con los judíos que
conservaban abiertamente su fe. Por ello, el 31
de marzo los reyes publicaron un edicto por el que todos los
judíos de Castilla y Aragón debían bautizarse o
marchar al exilio en un plazo de tres meses. En el caso de que
optaran por el exilio, tenían prohibido llevar consigo oro,
plata u objetos de valor. En años anteriores ya se habían
dictado otros decretos de expulsión, pero no se habían
aplicado. Se calcula que fueron expulsados unos ciento
sesenta mil judíos, la mayoría de los cuales pasó
a Portugal, mientras que otros prefirieron Marruecos, Túnez o
Argelia. También hubo quienes pasaron a Francia o Italia.
Entre los que pasaron a Portugal estuveron los sevillanos
Yehuda y Selomó ibn Verga, (cuyo grado
de parentesco no se sabe con seguridad). Vivieron en Lisboa aparentando
ser conversos. El primero empezó a escribir
La vara de Judá, una
recopilación de episodios que relatan las persecuciones sufridas
por los judíos a lo largo de la historia, pero no tardó
en morir y el libro fue continuado por Selomó.
Antonio de Nebrija publicó dos
vocabularios, castellano-latino y
latino-castellano, así como su Gramática
de la lengua castellana, la primera gramática de una
lengua vulgar. Su prólogo resultó profético, pues
en él se dirige a la reina Isabel I y le pondera la
utilidad de la obra, gracias a la cual podrán aprender la lengua
castellana "muchos pueblos
bárbaros y naciones de peregrinas lenguas" que la reina
"metiese debajo de su yugo".
Isabel I eligió como confesor a
Francisco Jiménez de Cisneros.
Originalmente su nombre había sido Gonzalo. En sus inicios en la
carrera eclesiástica había chocado con el arzobispo de
Toledo, Alfonso Carrillo, a raíz de lo cual pasó algunos
meses en prisión. Después gozó de la
protección del cardenal Mendoza, pero dio un giro a su vida
cuando decidió ingresar en la orden franciscana (y fue entonces
cuando cambió su nombre). Esto había ocurrido ocho
años atrás, y desde entonces llevó vida de
ermitaño. La decisión de la reina lo obligaba a cambiar
de vida nuevamente. Llegó a la corte vestido con un viejo sayal.
Se dice que el primer día que la reina fue a confesarse con
él, Cisneros, sentado en su sillón, le hizo señas
para que se arrodillara a su lado. Isabel I le hizo notar que,
según el protocolo, era el confesor el que debía
arrodillarse ante ella, pero cisneros replicó:
Alteza, aquí no hay reina, sino una
penitente; yo estaré sentado, pues represento a Dios, y vos
arrodillada, como simple pecadora. Y así se hizo. La
reina comentó después: "Éste
es el confesor que a mí me gusta".
Ese año murieron:
-
El rey Casimiro IV de Polonia, y fue sucedido por su hijo
Juan I, hasta entonces gran duque de
Lituania. A su vez, Alejandro
sucedió a su hermano Juan en Lituania.
-
El infante Alfonso de Portugal, heredero del rey Juan II. El
año anterior se había casado con Isabel, la hija mayor de
los reyes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, tal y
como se había acordado al firmar el tratado de
Alcáçovas. A sus veintiún años, Isabel tuvo
que regresar a Castilla.
-
Lorenzo de Médicis, el señor de Florencia,
recordado como Lorenzo el
Magnífico. Fue
sucedido por su hijo Pedro II,
de veinte años. Su protegido, Miguel Ángel, se
trasladó a su casa paterna, donde esculpió un
Hércules de mármol,
su primera escultura propiamente dicha (no un relieve), que hoy
se ha perdido.
-
El pintor Piero della Francesca. Dejó dos tratados,
De prospectiva pingendi y
Libellus de quinque corporibus, en
los que expresó su deseo de plasmar la realidad de las cosas
según un orden matemático que sea reflejo de la suprema
armonía de la creación.
-
Sonni Alí Bar, el
creador del imperio Songhai. Dejó un hijo llamado
Sonni Baru, pero los musulmanes,
reprimidos durante su reinado, ayudaron a su general
Mamadú Turé a tomar el
poder, con el título de askia.