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Conoce
tu cuerpo
La casa donde vive tu alma y espiritu (tu persona)
Piensa
en la casa donde vives. Está formada por
habitaciones, partes o estructuras, con nombres que
reflejan el papel de cada una, como la sala,
los dormitorios, el comedor, los baños, y la cocina, entre otros.
Y así, cada
una sirve de ellas sirve a varias necesidades del ser humano, como
el
comer, descansar o dormir.
En términos muy generales, se puede decir que tu cuerpo
está organizado como una casa. Está formado por un
conjunto de estructuras, llamadas sistemas o aparatos,
cuyo trabajo armonioso permite que tu organismo funcione
con normalidad. Unos te son más conocidos, como lo son el
Aparato Digestivo y/o el Aparato Respiratorio, y otros más
misteriosos, como puede ser el Sistema Inmunológico. Pero
cada uno de ellos son
muy importantes para la vida. Sobre algunos de ellos, te
hablaremos en este ciclo del Proyecto Salón Hogar, dedicado al Cuerpo Humano.
Los sentidos
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Te
sugiero que hagas el siguiente experimento: solo en una habitación
en silencio, ojalá a oscuras, de pie, cierra los ojos,
tápate los oídos y quédate inmóvil
durante un rato. ¿Cómo te sentiste? o ¿qué
sentiste? Lo más probable es que la respuesta sea: aislado
e indefenso. A lo mejor sentiste la presión en los pies
o tal vez frío o calor. Como te habrás dado cuenta,
el tener oídos y ojos bloqueados produce cierta inseguridad
e inestabilidad.
¿Sabes
por qué te sucedió eso? Porque estamos acostumbrados,
casi de manera inconsciente, a que los sentidos nos informen de
lo que está pasando a nuestro alrededor. Sin ellos, estaríamos
en riesgo constante al no percibir los peligros.
Tenemos cinco órganos de los sentidos: la piel,
que nos permite el tacto; los ojos, que nos proporcionan
la vista; los oídos, que además de captar los
sonidos nos entregan el equilibrio; la nariz, que nos ayuda
a percibir los olores, función que denominamos olfato; y,
la lengua, que nos da la posibilidad de distinguir una compleja
gama de sabores, el gusto.
¿Te imaginas qué pasaría si perdiéramos
alguno o varios de estos sentidos? Además de la desesperación
y la angustia que nos provocaría la situación, estaríamos
expuestos a una serie de accidentes. Lo más seguro es que
requeriríamos de la ayuda de alguien para desenvolvernos,
por lo menos hasta desarrollar los sentidos que nos restan y aprender
a ser independientes de nuevo.
Los sentidos nos proporcionan la información vital que nos
permite relacionarnos con el mundo que nos rodea de manera segura
e independiente. Esto, por medio de las sensaciones, que son el
mecanismo que tiene nuestro cuerpo para procesar todos los estímulos
que recibe: luz, sonidos, sabores, frío o calor, dolor, olores,
incluso las caricias, cosquillas y besos.
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¿Sabías que... La “piel de gallina” se
produce cuando tienes frío, porque pequeños
músculos que están adheridos a los pelitos de la
piel tiran de ellos y los ubican en posición
vertical. El aspecto es similar a la piel de las
gallinas. |
sitios
WEB |
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¿Cómo
sentimos?
Cuando
un mensaje se aproxima a la superficie de nuestro cuerpo,
se da a conocer pulsando algo así como un timbre, que en
la práctica es una terminación nerviosa especializada en
esa información, que transforma en impulso nervioso.
Hay muchos timbres receptores en todo el cuerpo, listos
para detectar señales tanto interiores como exteriores.
Los receptores son células o grupos de células sensibles
a un cambio específico del medio, capaces de producir
una señal o impulso nervioso como respuesta a un
estímulo, que puede ser tactil, auditivo, visual, de
temperatura, etc.
El estímulo es conducido a la médula espinal o
directamente al cerebro, donde se genera la sensación –olor,
sabor, sonido, temperatura, presión, imagen– en base al
análisis de la información recibida. Cuando es necesario,
se produce una respuesta, que puede ser el movimiento de
la parte del cuerpo afectada –alejar las manos de una
fuente de calor excesivo– o la secreción de una glándula
–lágrimas, saliva–. Este proceso es tan rápido que
pareciera que nuestras reacciones son automáticas.
Receptores internos y externos
Los receptores que captan los estímulos provenientes del
exterior se denominan exteroceptores o
receptores externos, mientras que los que captan los
provenientes del propio cuerpo se llaman
interoceptores o receptores internos. Los
exteroceptores son los que nos permiten tener nuestros
cinco sentidos.
Las cualidades o características de los receptores son
tres:
Especificidad: cada
receptor solo responde, o lo hace con más facilidad, a
un tipo de estímulo en particular. Así, los del ojo
reaccionan ante la luz, los del oído a las ondas sonoras.
Excitabilidad: esta
característica se pone en marcha apenas el estímulo pasa
el llamado “umbral de excitación”, que es el nivel
mínimo de estimulación necesario para desatar las
reacciones químicas que movilizan el impulso hacia el
cerebro, que genera la respuesta o sensación.
Adaptación: ya
dijimos que los receptores se ponen en acción apenas
reciben hasta el más leve estímulo. Sin embargo, en la
medida en que este se mantiene constante, la
excitabilidad va desapareciendo y se produce un
acostumbramiento, una adaptación. Por ejemplo, un olor
penetrante nos deja de molestar después de un rato, pues
nos acostumbramos hasta prácticamente dejar de
percibirlo. |
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Suavidad:
Un oso de peluche provoca una agradable
sensación por su suavidad, percibida a través
del sentido del tacto presente en toda la
superficie de nuestra piel. |
El
tacto
Este
sentido es fundamental, ya que los demás se consideran
especializaciones del tacto. Así, para percibir los
sabores es necesario que el alimento se ponga en
contacto con la lengua. Lo mismo pasa con los olores,
que deben tocar la pituitaria. Vemos un cuerpo cuando la
luz que este emite o refleja toca la retina. Los sonidos
deben chocar contra el tímpano para que se inicie la
vibración que nos generará la audición.
Si te preguntan cuál es el órgano más grande del cuerpo,
lo más probable es que respondas que el corazón o tal
vez los pulmones. Sin embargo, la respuesta correcta es:
la piel, que además es el órgano de mayor
sensibilidad táctil.
A través de la piel percibimos todo tipo de sensaciones,
cada una de las cuales tiene receptores específicos: la
sensación táctil –contacto–, la presión, el frío, el
calor y el dolor. Se estima que en la piel humana
existen alrededor de cuatro millones de receptores para
la sensación de dolor, 500 mil para la presión, 150 mil
para el frío y 16 mil para el calor.
Los corpúsculos de la piel
La mayoría de las sensaciones son percibidas por medio
de los corpúsculos, que son receptores que están
encerrados en cápsulas de tejido conjuntivo y
distribuidos entre las distintas capas de la piel
–epidermis, dermis e hipodermis, desde la superficie
hacia abajo–.
Los receptores encargados del tacto o de la
sensación de contacto son los corpúsculos de Meissner,
que nos permiten darnos cuenta de la forma y tamaño de
los objetos y discriminar entre lo suave y lo áspero.
Los corpúsculos de Pacini son los que determinan
el grado de presión que sentimos; nos permiten
darnos cuenta de la consistencia y peso de los objetos y
saber si son duros o blandos. En algunos casos, el peso
se mide de acuerdo al esfuerzo que nos causa levantar un
objeto. Por eso se dice que el peso se siente por el
“sentido muscular”.
Los corpúsculos de Ruffini perciben los
cambios de temperatura relacionados con el calor –nuestra
temperatura normal oscila entre los 36 y los 37 grados–
. Especialmente sensible a estas variaciones es la
superficie o cara dorsal de las manos.
En tanto, los corpúsculos de Krause son los
encargados de registrar la sensación de frío, que
se produce cuando entramos en contacto con un cuerpo o
un espacio que está a menor temperatura que nuestro
cuerpo.
Las distintas impresiones del tacto son transmitidas por
los diferentes receptores a la corteza cerebral,
específicamente a la zona ubicada detrás de la cisura de
Rolando. |
El dolor
El
dolor tiene sus propios receptores, llamados álgidos,
que son terminaciones libres –nervios– presentes en casi
todos los tejidos del cuerpo, en la parte más profunda
de la epidermis y distribuidas entre las cápsulas
de los diferentes corpúsculos.
Cuando el estímulo supera los límites normales –frío por
debajo de los 0° Celsius, calor por encima de los 70° C,
presión excesiva, punción o desgarradura de la piel– es
captado por estas terminaciones, produciéndose el dolor.
Por ejemplo, si la piel entra en contacto con un papel
en llamas, la sensación ya no es de calor, sino de mucho
dolor.
Cuando las células son dañadas, liberan sustancias que
provocan un impulso que surge de las terminaciones
nerviosas.
Una vez transmitida la información al cerebro, se
liberan endorfinas, que bloquean el dolor. Lo
mismo hacen los analgésicos, por mecanismos diferentes.
Los impulsos dolorosos llegan al cerebro a través de dos
tipos de fibras nerviosas, con distinta velocidad de
transmisión: las rápidas, de 12 a 30 metros por segundo
(m/s), y las lentas, de 0,5 a 2 m/s. Es por esto, que
existen dos tipos de dolor: el rápido, que es
agudo, breve y muy bien localizado, que hace que
reaccionemos retirando la parte del cuerpo afectada; y
el lento, que es un dolor intenso pero difuso,
que se mantiene hasta que se alivia la zona dañada.
Nuestra cobertura |
La piel es una envoltura ligera y
resistente que cubre por completo
nuestro cuerpo. Mide alrededor de dos
metros cuadrados, ocupa más de un tercio
de la sangre que bombea el corazón y
pesa entre tres y cuatro kilos,
dependiendo de la altura y contextura de
cada persona. Su espesor depende de la
región del cuerpo en la que se encuentre.
La piel más fina es la de los párpados.
El color de la piel varía debido a los
pigmentos que existen en sus células. La
melanina, que abunda en las
personas de raza negra, tiene por
función proteger la piel del sol. Es por
eso que las personas de este color
provienen de las zonas tropicales, donde
los rayos solares llegan de manera más
directa.
La carotina, que es un pigmento
amarillo, está presente en la piel de
los asiáticos y tiene por objeto
proteger de ciertos rayos solares
perjudiciales.
Las personas blancas, que viven en zonas
más frías, no tienen pigmentos. Sin
embargo, la melanina sigue presente en
las células y se activa con el exceso de
luz ultravioleta. Por eso nuestra piel
se oscurece o tuesta en el verano, al
exponernos al sol.
Las pecas o efélides son
irregularidades en la distribución de
melanina, de origen familiar y racial,
pero con predominio en las áreas
expuestas al sol en personas de piel
sensible. |
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La
audición
Los
oídos, que se encuentran parcialmente alojados en el
hueso temporal del cráneo, son los órganos de la
audición y el equilibrio. Nos permiten percibir los
sonidos y el movimiento gracias a la estimulación de
receptores especializados llamados células ciliadas,
que reaccionan o responden ante las ondas sonoras
transmitidas por el aire y el movimiento de la cabeza.
Las fibras nerviosas que provienen de la vía auditiva y
las estructuras del equilibrio forman el nervio
vestibulococlear, que lleva los impulsos nerviosos
al cerebro para su interpretación.
Anatómicamente, el oído está dividido en tres partes: el
oído externo, recubierto de cilios y glándulas
secretoras de cera; el oído medio, por el que
pasan mecánicamente las vibraciones; y el interno,
cuyas estructuras traducen las vibraciones a mensajes
nerviosos.
Oído externo: está
formado por el pabellón de la oreja o aurícula y
el conducto auditivo externo.
El pabellón de la oreja es la parte visible, un
repliegue formado casi completamente por cartílago,
cubierto por piel y adherido al cráneo, con forma de
embudo, que envía las ondas sonoras hacia el conducto
auditivo. Este, de unos 2,5 centímetros de longitud,
tiene en su entrada pelos cortos y gruesos; en su
interior, glándulas sebáceas –grasa– y ceruminosas –cerumen–,
y al final, una tensa membrana llamada tímpano,
donde llegan las ondas, haciéndola vibrar.
Oído
medio: es una cavidad llena de aire en el
hueso temporal, que está entre el tímpano y el oído
interno. Ligados al tímpano y también entre sí, hay tres
huesos diminutos: martillo, yunque y estribo, que
transfieren las vibraciones del tímpano al oído interno.
En esta parte es importante la trompa de Eustaquio,
canal de unos 4 cm. de largo que conecta el oído medio
con lo alto de la garganta, y cuya función es equilibrar
la presión a ambos lados del tímpano. A cada movimiento
de deglución, se abre la trompa y deja pasar aire al
oído medio. Es por esto, que cuando sentimos los oídos
tapados, al tragar se nos destapan.
Oído
interno: llamado también laberinto,
está compuesto por un complejo sistema de canales
membranosos con un revestimiento óseo. En esta zona
profunda del oído están el centro auditivo,
ubicado en el “caracol”, y el control del
equilibrio, que depende de las estructuras situadas
en el vestíbulo y en los “canales semicirculares”.
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La
visión
La
vista es el más valioso de nuestros sentidos, ya que es
el más especializado y complejo. Representa tres cuartas
partes del total de nuestras percepciones.
Para que podamos ver, los rayos de luz entran en las
pupilas y se registran en las retinas, en el fondo de
los ojos, donde se crean imágenes invertidas. Estas se
convierten en impulsos eléctricos, llevados a través del
nervio óptico de cada ojo al cerebro, al lóbulo
occipital, donde son interpretados.
Las neuronas –células nerviosas encargadas de la
conducción de los impulsos hacia y desde el cerebro– que
permiten este proceso están ubicadas en la retina y son
de dos tipos: los bastones, que contienen un pigmento
sensible a la luz y son capaces de discernir lo claro y
lo oscuro, la forma y el movimiento; y los conos,
que necesitan más luz que los bastones para ser
activados.
Los conos son de tres tipos; cada uno contiene un
pigmento que responde a diferentes longitudes de onda de
la luz –verde, rojo y azul–. La combinación de estas
longitudes de onda permite distinguir cada uno de los
colores.
Cada
ojo ve una imagen ligeramente diferente, pero ambos
campos visuales se superponen parcialmente. Esta zona de
visión binocular permite la percepción en profundidad,
la capacidad para juzgar la distancia de un objeto con
respecto al ojo.
Los músculos del ojo responden automáticamente a la
proximidad o distancia de un objeto cambiando la forma
del cristalino. Eso altera el ángulo de los rayos de luz
que llegan y permite un enfoque más agudo sobre la
retina. La elasticidad del cristalino disminuye con la
edad. Lo mismo sucede con la velocidad y la capacidad de
adaptación.
Algunas partes del ojo |
• Conjuntiva:
membrana mucosa transparente que cubre y
humedece la esclerótica y el interior de
los párpados.
• Córnea:
membrana dura y transparente situada en
la cobertura externa del globo ocular.
Consta de cinco capas.
• Coroides:
membrana intermedia pigmentada que
oscurece el ojo para que se destaque la
imagen.
• Cristalino o
lente: estructura
transparente y curva que se encuentra
entre el iris y el cuerpo vítreo.
• Esclerótica:
membrana opaca y blanca que ayuda a
mantener la forma del ojo.
• Glándulas
lagrimales: producen las
lágrimas que ayudan a limpiar el ojo.
• Iris:
parte de forma circular, situada entre
la córnea y el cristalino, que separa
las cámaras anterior y posterior del ojo.
La contracción del iris altera el tamaño
de la pupila. Su cantidad de pigmento
determina el color del ojo.
• Pupila:
abertura circular en el centro del iris,
a través de la cual penetra la luz en el
ojo.
• Órbita:
cavidad donde se encuentra contenido el
globo ocular, formada por los huesos del
cráneo y la cara.
• Retina:
membrana donde converge la luz y se
forman las imágenes. |
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¿Por qué parpadeamos?
Los párpados suben y bajan para proteger los
ojos de la luz demasiado fuerte, el polvo y
también para mantenerlos húmedos. |
Los
ojos
Para
su seguridad, los ojos están profundamente hundidos en
las cuencas óseas del cráneo. Revistiendo las órbitas
oculares, hay una capa de grasa que amortigua los
golpes y proporciona una superficie altamente lubricada
para el continuo movimiento del globo ocular.
Son seis los músculos que permiten la movilidad
del ojo en ocho direcciones distintas y lo sostienen.
Cuatro de ellos parten del fondo de la órbita y se
dirigen en línea recta hacia adelante -se denominan
rectos-. Los otros dos, se insertan en el globo
ocular partiendo del contorno de la órbita, moviendo el
ojo en sentido vertical, por lo que reciben el nombre de
oblicuos.
El globo, de 2,5 centímetros de diámetro, tiene
tres capas, llamadas túnicas. La túnica fibrosa
exterior tiene dos partes: la córnea,
transparente y curvada, y la esclerótica. La
túnica vascular media contiene el iris, el
cuerpo ciliar -ligamentos que sostienen el
cristalino del ojo- y el coroides, cuyos vasos
sanguíneos riegan todas las túnicas. La tercera capa, en
el fondo, es la retina.
El ojo tiene dos cavidades, la frontal y la del fondo.
Las cámaras anterior y posterior de la cavidad frontal
están llenas de humor acuoso, un fluido que
aporta oxígeno, glucosa y proteínas. La cavidad del
fondo contiene un gel claro llamado humor vítreo.
Producidas por el cuerpo ciliar, ambas sustancias
contribuyen a lograr una presión interna constante que
mantiene la forma del ojo.
Los ojos dependen de estructuras accesorias que los
apoyan, mueven, lubrican y protegen. Estas son los
huesos orbitales -que son los que contienen el globo
ocular-, los músculos del globo, las cejas, los párpados,
las pestañas y las glándulas y conductos lagrimales. La
visión puede ser afectada si cualquiera de estas |
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Especialización
Algunas personas desarrollan el sentido del
olfato para un uso particular. Un fabricante de
perfumes puede distinguir cada flor por su
fragancia, al igual que un productor o un
catador de vinos puede diferenciar una cosecha
por su olor y sabor. |
El
olfato
El
olfato es el más sensible de los sentidos, ya que unas
cuantas moléculas –es decir, una mínima cantidad de
materia– bastan para estimular una célula olfativa.
Detectamos hasta diez mil olores, pero como las
estructuras olfativas, al igual que el resto de nuestro
cuerpo, se deterioran con la edad, los niños suelen
distinguir más olores que los adultos.
Además de advertirnos de peligros como el humo y los
gases tóxicos o venenosos, el olfato contribuye con el
gusto, estimulando el apetito y las secreciones
digestivas.
La nariz es el órgano por el cual penetran todos
los olores que sentimos desde el exterior. Es un cuerpo
saliente del rostro, ubicado entre la boca y la frente,
por debajo de la cavidad craneana.
El olfato está relegado al fondo y a lo alto de la nariz,
cuyo interior está constituido por dos cavidades, las
fosas nasales, separadas por un tabique. Cada fosa
se divide en dos partes: la anterior o vestíbulo,
cubierta por una membrana mucosa llamada epitelio
olfativo, y la posterior, recubierta por la
mucosa nasal, que es donde se encuentran los
receptores olfativos que nos permiten captar los
distintos olores. Cada célula receptora termina en
pequeños pelitos, desde seis a 20, llamados cilios.
Estos están conectados a columnas de células que sirven
de soporte a los receptores del olfato. |
Percibiendo los olores
La
parte interna de la nariz está formada por dos paredes:
la pituitaria amarilla y la pituitaria roja o
rosada. En la amarilla u olfatoria se encuentran los
receptores del olfato, que envían toda la información al
bulbo olfatorio, que es donde se recepciona el
estímulo, transformándolo en impulso nervioso.
La pituitaria roja o respiratoria, llena de vasos
sanguíneos, ayuda a regular la temperatura del aire que
entra y sale de los pulmones, entibiándolo.
Es importante saber que para que un cuerpo tenga olor es
necesario que sea volátil; es decir, que emita pequeñas
partículas químicas que se disuelvan en la mucosidad de
la pituitaria. La intensidad de los olores depende de la
mayor o menor cantidad de partículas volátiles emitidas.
Los cuerpos provistos de olor se llaman odoríferos,
y los que no lo tienen, inodoros.
Cuando las sustancias olorosas –moléculas de olor–
entran en la nariz, se disuelven en la mucosidad nasal,
activando las terminaciones nerviosas de los cilios de
las células receptoras, que generan un impulso. Este
viaja a través de las fibras nerviosas –que son
alrededor de 50 millones en cada fosa nasal–, pasando
por agujeros del hueso etmoides, en el bulbo
olfativo, donde se conectan con los nervios olfatorios
que transportan la información al lóbulo temporal del
cerebro.
Enfermedades |
El
catarro es la congestión de las
mucosas, lo que provoca inflamación,
secreción y la obstrucción de la nariz.
Sus causas más comunes son el resfrío
común, la rinitis alérgica y los pólipos.
La rinitis alérgica se produce
por una reacción hipersensible en los
ojos, la nariz y la garganta al polen o
a otras partículas que lleva el aire.
Los pólipos son tumores benignos
que surgen sobre mucosas irritadas por
estados catarrales frecuentes. Pueden
ser numerosos y llegan a obstruir la
fosa nasal, por lo que es necesaria su
extracción quirúrgica.
La sinusitis, que es una
complicación de los catarros intensos o
mal cuidados, es ocasionada por la
inflamación de la mucosa en el interior
de los huesos de la cara. A veces se
producen derrames purulentos que
producen dolor, fiebre y malestar
general. |
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¿De dónde sale la saliva?
La saliva -que nos permite disolver los
alimentos que ingerimos- es producida por las
glándulas salivales, que segregan diariamente
entre uno a dos litros.
Tenemos tres pares de estas glándulas: uno, tras
la mandíbula superior, a la altura del oído;
otro, bajo la lengua, y; el tercero, bajo la
mandíbula inferior. |
El
gusto
El
gusto consiste en registrar el sabor e identificar
determinadas sustancias solubles en la saliva por medio
de algunas de sus cualidades químicas. Aunque constituye
el más débil de los sentidos, está unido al olfato, que
completa su función. Esto, porque el olor de los
alimentos que ingerimos asciende por la bifurcación
aerodigestiva hacia lamucosa olfativa, y así se da el
extraño fenómeno, que consiste en que probamos los
alimentos primero por la nariz. Una demostración de esto,
es lo que nos pasa cuando tenemos la nariz tapada a
causa de un catarro: al comer encontramos todo insípido,
sin sabor.
Este sentido, además, es un poderoso auxiliar de la
digestión, ya que sabemos que las sensaciones agradables
del gusto estimulan la secreción de la saliva y los
jugos gástricos.
La lengua es el órgano principal del gusto y también
cumple un rol importante en la articulación de los
sonidos, la masticación, la deglución y la succión.
También tenemos sentido del gusto, aunque en menor
medida, en el paladar, la garganta y la epiglotis.
La lengua es un cuerpo carnoso de gran movilidad,
ubicado al interior de la cavidad bucal. Su superficie
está cubierta por pequeñas papilas, que son de tres
tipos. Las caliciformes y las foliadas o fungiformes
tienen papilas gustativas, mientras que las filiformes
son papilas táctiles y registran la temperatura. Las
papilas gustativas son las más importantes, ya que son
estas las que nos permiten tener el sentido del gusto.
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A pesar de lo que nos pueda parecer, percibimos cuatro
sabores: en la parte delantera de la lengua captamos el
sabor dulce; atrás, el amargo; a los lados,
el salado y el ácido o agrio.
El resto de los sabores son sensaciones, producto de la
combinación de estos cuatro, estimuladas por los olores
emanados de los alimentos que consumimos.
Las papilas gustativas están formadas por un racimo de
células receptoras rodeadas de células de sostén o apoyo.
Además, tienen un poro externo pequeño, a través del
cual se proyectan finas prolongaciones de células
sensoriales, que son como diminutos pelillos expuestos a
la saliva que entra por los poros. Un alimento
introducido a la boca y disuelto en la saliva,
interactúa con los receptores de los pelillos del gusto
y genera un impulso nervioso que es transmitido al
cerebro por medio de uno de los cuatro nervios craneales
–glosofaríngeo, vago, mandibular y facial–.
¿Cómo es tu lengua? |
La lengua tiene tres partes: una ósea,
el esqueleto osteofibroso; otra
muscular, y la mucosa.
El esqueleto de la lengua está formado
por el hueso hioides, ubicado debajo de
la lengua, hacia la parte posterior.
Este está unido a los músculos por la
membrana hipoglosa y el septum lingual o
septum medium, que es una lámina fibrosa
ubicada al centro de los músculos
genioglosos.
Solo uno de los 17 músculos de la lengua
es impar, el lingual superior. Los ocho
pares restantes son: los hioglosos,
genioglosos, estiloglosos,
amigdaloglosos, palatoglosos,
faringoglosos, transversos y linguales
inferiores.
La mucosa de la lengua la recubre casi
por completo, a excepción de su base,
donde se confunde con la mucosa de las
encías. |
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Fundación Educativa
Héctor A. García |
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