CONTENIDO
Capítulo 1:
Los albores de Norteamérica
Capítulo 2:
El periodo colonial
Capítulo 3:
El camino de la independencia
Capítulo 4:
La formación de un gobierno nacional
Capítulo 5:
La expansión hacia el oeste y las diferencias regionales
Capítulo 6:
Conflictos sectoriales
Capítulo 7:
La Guerra Civil y la Reconstrucción
Capítulo 8:
Crecimiento y transformación
Capítulo 9:
Descontento y reforma
Capítulo 10:
Guerra, prosperidad y depresión
Capítulo 11:
El Nuevo Trato y la Segunda Guerra Mundial
Capítulo 12:
Estados Unidos en la posguerra
Capítulo 13:
Décadas de cambio: 1960-1980
Capítulo 14:
El nuevo conservadurismo y un nuevo orden mundial
Capítulo 15:
Un puente hacia el siglo XXI
Bibliografia
PERFILES ILUSTRADOS
El advenimiento de una nación
La transformación de una nación
Monumentos y sitios conmemorativos
Agitación y cambio
Una nación del siglo XXI

AGRADECIMIENTOS
 
Reseña de Historia de Estados Unidos es una publicación del Departamento de Estado de EE.UU. La primera edición (1949-50) fue elaborada bajo la dirección editorial de Francis Whitney, en un principio por la Oficina de Información Internacional del Departamento de Estado y más tarde por el Servicio Cultural e Informativo de Estados Unidos. Richard Hofstadter, profesor de historia en la Universidad Columbia, y Wood Gray, catedrático de historia de Estados Unidos en la Universidad George Washington, colaboraron como consultores académicos. D. Steven Endsley de Berkeley, California, preparó el material adicional. A través de los años, la obra ha sido actualizada y revisada en forma exhaustiva por varios especialistas, entre ellos Keith W. Olsen, profesor de historia de Estados Unidos en la Universidad de Maryland, y Nathan Glick, escritor y ex director de la revista Dialogue (Facetas) de USIA. Alan Winkler, catedrático de historia en la Universidad Miami (Ohio), escribió los capítulos de ediciones anteriores sobre la época posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Man of the People: A Life of Harry S. Truman y For the Survival of Democracy: Franklin Roosevelt and the World Crisis of the 1930s.    Esta nueva edición ha sido revisada y actualizada cabalmente por Alonzo L. Hamby, profesor distinguido de historia en la Universidad de Ohio. El profesor Hamby ha escrito mucho sobre la política y la sociedad estadounidenses. Algunos de sus libros son Man of the People: A Life of Harry S. Truman y For the Survival of Democracy: Franklin Roosevelt and the World Crisis of the 1930s. Vive y trabaja en Athens, Ohio.

Director Ejecutivo—
George Clack
Directora Administrativa—
Mildred Solá Neely
Dirección de Arte y Diseño—
Min-Chih Yao
Ilustración de portada—
Tom White
Investigación fotográfica—
Maggie Johnson Sliker
 


 
Capítulo 7:
La Guerra Civil y la Reconstrucción

Proyecto Salón Hogar
 


El presidente Abraham Lincoln (centro) en un campamento del Ejército de la Unión después de la batalla de Antietam en octubre de 1862.
(Library of Congress)
"Que esta nación, al amparo de Dios, tendrá un renacer de libertad."
-- Presidente Abraham Lincoln, 19 de noviembre de 1863

SECESIÓN Y
GUERRA CIVIL

La victoria de Lincoln en la elección presidencial de noviembre de 1860 hizo que la separación de Carolina del Sur de la Unión el 20 de diciembre fuera un hecho inevitable. El 1 de febrero de 1861 otros cinco estados del sur ya se habían separado. El 8 de febrero los seis estados firmaron una constitución provisional para los Estados Confederados de América. Los demás estados del sur seguían siendo miembros de la Unión, aunque Texas ya había empezado a preparar su separación.

Menos de un mes después, el 4 de marzo de 1861, Abraham Lincoln prestó juramento como presidente de Estados Unidos. En su toma de posesión declaró que la Confederación era "legalmente nula". Su discurso terminó con una exhortación a restaurar los lazos de unión, pero el sur se negó a escucharlo. El 12 de abril los cañones confederados abrieron fuego contra la guarnición federal de Fort Sumter en el puerto de Charleston, Carolina del Sur. Había empezado una guerra en la que morirían más estadounidenses que en ningún otro conflicto armado anterior o posterior.

En los siete estados que se habían separado, la población respondió con presteza al llamado a la acción y al liderazgo del presidente confederado Jefferson Davis. Ambos bandos esperaban con tensión la decisión de los estados esclavistas que hasta entonces habían sido leales. Virginia se separó el 17 de abril y pronto siguieron sus pasos Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte.

Entre la Confederación ampliada y los territorios libres del norte estaba la frontera de los estados esclavistas de Delaware, Maryland, Kentucky y Missouri que seguían siendo leales a la Unión aunque simpatizaban con el sur.

Ambos bandos fueron a la guerra con grandes esperanzas de una pronta victoria. En lo que toca a recursos materiales, el norte tenía una clara ventaja. A 11 estados habitados por nueve millones de personas, incluidos los esclavos, se enfrentaban 23 estados con una población de 22 millones. La superioridad industrial del norte era aún mayor que la demográfica y lo proveía de abundantes recursos para la fabricación de armas y municiones, ropa y otros pertrechos. Su red ferroviaria era muy superior.

Sin embargo, el sur tenía ciertas ventajas. La más importante era la geografía, pues los sureños libraban una guerra defensiva en su propio territorio; podían establecer su independencia con sólo derrotar a los ejércitos del norte. El sur tenía también una tradición militar más sólida y contaba con los líderes militares de mayor experiencia.

AVANCE EN EL OESTE E INMOVILIDAD EN EL ESTE

La primera de las grandes batallas de la guerra fue la de Bull Run, Virginia (conocida también como Primera de Manassas) cerca de Washington, y acabó con las ilusiones de que la victoria sería fácil o rápida. En ella se estableció también una pauta de sangrientas victorias sureñas, por lo menos en el este de Estados Unidos, que nunca se traducían en una ventaja militar decisiva para la Confederación.

En contraste con sus fracasos militares en el este, las fuerzas de la Unión lograron ganar batallas en el oeste y su estrategia se impuso poco a poco en el mar. Cuando empezó la guerra, la mayor parte de la Armada estaba en manos de la Unión, pero era débil y estaba dispersa. El secretario de la Marina de Guerra, Gideon Welles, tomó medidas inmediatas para fortalecerla. Entonces Lincoln declaró un bloqueo de las costas del sur. Aunque el efecto del bloqueo fue insignificante al principio, ya en 1863 impedía casi por completo el embarque de algodón hacia Europa y la importación de los pertrechos, ropa y medicinas que el sur tanto necesitaba.

El brillante comandante naval de la Unión David Farragut dirigió dos operaciones notables. En abril de 1862 condujo una flota hasta la desembocadura del río Mississippi y obligó a capitular a la ciudad más grande del sur, Nueva Orleans, Louisiana. En agosto de 1864, al grito de "¡Al diablo con los torpedos! ¡Avancen a toda máquina!", se abrió paso con sus fuerzas por la entrada fortificada de la bahía de Mobile, Alabama, capturó un barco acorazado de los confederados y cerró el puerto.

En el valle de Mississippi, las fuerzas de la Unión tuvieron una serie casi ininterrumpida de victorias. Al principio destruyeron una larga línea confederada en Tennessee, lo cual les permitió ocupar casi todo el occidente del estado. Cuando los soldados de la Unión tomaron el importante puerto fluvial de Memphis, en el río Mississippi, lograron avanzar cerca de 320 kilómetros en el corazón de la Confederación. Bajo el mando del general Ulysses S. Grant, hombre muy tenaz, resistieron un súbito contraataque de los confederados en Shiloh, en los farallones que dominan el río Tennessee. Hubo más de 10.000 muertos y heridos por cada bando en Shiloh, un índice de bajas que los estadounidenses nunca habían sufrido. Pero era sólo el principio de la carnicería.

En Virginia, en cambio, los soldados de la Unión seguían sufriendo una derrota tras otra en una serie de sangrientos intentos de tomar Richmond, la capital de los confederados. Éstos tenían fuertes posiciones defensivas gracias a las muchas vías fluviales que atraviesan la ruta de Washington a Richmond. Sus dos mejores generales, Robert E. Lee y Thomas J. ("Stonewall") Jackson, superaban por amplio margen a sus homólogos de la Unión. En 1862 el comandante de ésta, George McClellan, hizo un intento lento y demasiado cauto de tomar Richmond. Empero, en las Batallas de los Siete Días, del 25 de junio al 1 de julio, los soldados de la Unión fueron obligados a retroceder sin cesar, con terribles pérdidas para ambas partes.

Después de otra victoria de los confederados en la Segunda Batalla de Bull Run (o Segunda de Manassas), Lee cruzó el río Potomac e invadió Maryland. Una vez más, la respuesta de McClellan fue cauta aunque sabía que Lee había dividido su ejército y estaba en gran inferioridad numérica. El ejército de la Unión y el confederado chocaron en Antietam Creek, cerca de Sharpsburg, Maryland, el 17 de septiembre de 1862, el día más sangriento de la guerra. Más de 4.000 hombres murieron en ambos bandos y hubo 18.000 heridos. Sin embargo, a pesar de su ventaja numérica, McClellan no pudo tomar la ofensiva ni romper las líneas de Lee y éste logró retirarse cruzando el río Potomac con su ejército intacto. A raíz de esto, Lincoln destituyó a McClellan.

La batalla de Antietam no fue definitiva en términos militares, pero sus consecuencias fueron trascendentales. Gran Bretaña y Francia, que estaban a punto de reconocer a la Confederación, aplazaron su decisión y el sur nunca recibió el reconocimiento diplomático o la ayuda económica de Europa que ansiaba con desesperación.

Antietam dio también a Lincoln la ocasión que necesitaba para emitir la Proclamación de Emancipación preliminar, en la cual declaró que a partir del 1 de enero de 1863 todos los esclavos de los estados que se rebelaron contra la Unión quedaban en libertad. La Proclamación tuvo poco impacto inmediato en términos prácticos, pues sólo emancipó a los esclavos de los estados confederados y dejó la esclavitud intacta en los estados fronterizos. No obstante, en el aspecto político significó que, además de preservar la Unión, desde entonces la abolición de la esclavitud fue un objetivo declarado del esfuerzo bélico de la Unión.

La Proclamación de la Emancipación final, emitida en el 1 de enero de 1863, autorizó también el reclutamiento de los afro-estadounidenses en el Ejército de la Unión, algo por lo cual los líderes abolicionistas como Frederick Douglass pugnaron desde el inicio del conflicto armado. A raíz de la Proclamación de la Emancipación, el Ejército de la Unión reclutó y entrenó regimientos de soldados afro-estadounidenses que lucharon con distinción en batallas desde Virginia hasta el Mississippi. Cerca de 178.000 afro-estadounidenses sirvieron en la Tropa de Color de Estados Unidos y 29.500 sirvieron en la Armada de la Unión.

A pesar de las ganancias políticas contenidas en la Proclamación de la Emancipación, las perspectivas militares del norte seguían siendo malas en el este porque el Ejército del Norte de Virginia, comandado por Lee, seguía batiendo al Ejército de la Unión del Potomac, primero en Fredericksburg, Virginia, en diciembre de 1862 y después en Chancellorsville, en mayo de 1863. Pero aunque la de Chancellorsville fue una de las victorias militares más brillantes de Lee, también fue una de las que pagó más caro. Su lugarteniente más apreciado, el general "Stonewall" Jackson, fue baleado y muerto por sus propios hombres por equivocación.

DE GETTYSBURG A APPOMATTOX

Persuadido de que la aplastante derrota del norte en Chancellorsville le abría una gran oportunidad, Lee avanzó hacia el norte hasta Pennsylvania en julio de 1863 y llegó casi hasta la capital del estado en Harrisburg. Un poderoso ejército de la Unión lo interceptó en Gettysburg y allí, en una batalla titánica de tres días — la más larga de la Guerra Civil — los confederados hicieron un valiente intento de romper las líneas de la Unión. Fracasaron y el 4 de julio el ejército de Lee, después de sufrir pérdidas irreparables, retrocedió hasta atrás del Potomac.

En Gettysburg murieron más de 3.000 soldados de la Unión y casi 4.000 confederados; hubo más de 20.000 heridos y desaparecidos en cada bando. El 19 de noviembre de 1863, al inaugurar un nuevo cementerio nacional, Lincoln pronunció ahí el discurso quizá más famoso en la historia de Estados Unidos. Concluyó sus breves comentarios con estas palabras:

...declaramos aquí como nuestro más alto empeño que estas muertes no han sido en vano... que esta nación, guiada por Dios, verá un renacimiento de la libertad... y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no perecerá en la faz de la Tierra.

En el Mississippi, el control de la Unión estaba bloqueado en Vicksburg, donde los confederados se fortificaron firmemente en acantilados demasiado altos para un ataque naval. A principios de 1863, Grant se empezó a movilizar alrededor de Vicksburg y más al sur, y sometió el lugar a un sitio de seis semanas. El 4 de julio tomó la ciudad y capturó al Ejército Confederado más fuerte del oeste. Ahora todo el río estaba en poder de la Unión. La Confederación se partió en dos y le fue casi imposible traer provisiones de Texas y Arkansas.

Las victorias del norte en Vicksburg y Gettysburg en julio de 1863 marcaron el rumbo definitivo de la guerra, aunque el derramamiento de sangre continuó sin cesar por más de año y medio.

Lincoln llevó a Grant al este y lo hizo comandante en jefe de todas las fuerzas de la Unión. En mayo de 1864, Grant se internó en Virginia y se enfrentó al Ejército Confederado de Lee en la Batalla de los Páramos, que duró tres días. Las pérdidas de ambos bandos fueron muy grandes pero, a diferencia de otros comandantes de la Unión, Grant se negó a retroceder y trató de atacar por un flanco a Lee, dilatar las líneas confederadas y asolarlas con cargas de artillería e infantería.

En el oeste, las fuerzas de la Unión controlaron Tennessee en el otoño de 1863 con sus victorias en Chattanooga y en la cercana Lookout Mountain que abrieron paso al general William T. Sherman para la invasión de Georgia. Sherman superó las maniobras de varios ejércitos confederados más pequeños, ocupó la capital estatal de Atlanta y avanzó hasta la costa del Atlántico, destruyendo sistemáticamente vías férreas, fábricas, almacenes y otras instalaciones que halló a su paso. Sus hombres, privados de las líneas normales de aprovisionamiento, saquearon la comarca en busca de alimentos. Sherman avanzó hacia el norte y en febrero de 1865 ya había tomado la ciudad de Charleston, Carolina del Sur, el lugar donde se hicieron los primeros disparos de la Guerra Civil. Sherman comprendió mejor que ningún otro general de la Unión que abatir la voluntad y la moral del sur era un objetivo tan importante como vencer a sus ejércitos.

Grant, entre tanto, sitió durante nueve meses Petersburg, Virginia, en marzo de 1865 y supo antes que Lee que éste tendría que abandonar tanto Petersburg como la capital confederada de Richmond para tratar de retroceder hacia el sur. Sin embargo ya era demasiado tarde y el 9 de abril de 1865, cercado por el enorme ejército de la Unión, Lee se rindió a Grant en el palacio de justicia de Appomattox. Aunque siguió habiendo combates esporádicos en otros puntos durante varios meses, la Guerra Civil había terminado.

Las condiciones de la rendición en Appomattox fueron generosas y al regresar de su entrevista con Lee, Grant aplacó las ruidosas protestas de sus soldados con este recordatorio: "Los rebeldes ya son otra vez nuestros compatriotas".

SIN MALA VOLUNTAD PARA NADIE

En el norte, la guerra produjo un héroe aún más grande en la persona de Abraham Lincoln, un hombre cuya ambición era ante todo fusionar de nuevo a la Unión, mas no por la fuerza y la represión, sino con cordialidad y generosidad. En 1864 fue electo para un segundo periodo en la presidencia, al derrotar a su opositor demócrata, George McClellan, el general a quien él destituyó tras la batalla de Antietam. El discurso de Lincoln en su segunda toma de posesión terminó con estas palabras:

Sin mala voluntad para nadie, con caridad para todos, con firmeza en lo que sea justo y, hasta donde Dios nos permita ver la justicia, pugnemos por concluir la obra que hemos iniciado a fin de restañar las heridas de la nación, atender al que ha llevado el peso de la batalla y velar por la viuda y los huérfanos, con miras a hacer todo lo posible para gozar de una paz justa y duradera entre nosotros mismos y con todas las naciones.

Al cabo de tres semanas, dos días después de la rendición de Lee, Lincoln pronunció su último discurso público y en él expuso una generosa política de reconstrucción. El 14 de abril de 1865, el Presidente estuvo en la que habría de ser la última reunión con su gabinete. Esa noche — con su esposa y una pareja de jóvenes que eran sus huéspedes — asistió a una función en el Teatro Ford. En ese lugar, sentado en el palco presidencial, fue asesinado por John Wilkes Booth, un actor virginiano resentido por la derrota del sur. Booth murió algunos días después en un tiroteo dentro de un granero en la campiña de Virginia. Sus cómplices fueron capturados y luego ejecutados.

Lincoln murió en una habitación del piso inferior de una casa, frente al Teatro Ford, la mañana del 15 de abril. El poeta James Russell Lowell escribió:

Antes de aquella angustiosa mañana de abril, nunca tal multitud de hombres había derramado lágrimas por la muerte de alguien a quien nunca habían visto, como si con él una presencia amistosa hubiera sido arrebatada de sus vidas para dejarlos más fríos y ensombrecidos. Nunca hubo un panegírico mortuorio tan elocuente como las silenciosas miradas de condolencias que intercambiaban los extraños aquel día; su humanidad común había perdido un ser querido.

La primera gran tarea que aguardaba al norte victorioso — ahora bajo el liderazgo del vicepresidente de Lincoln, Andrew Johnson, un sureño que se mantuvo leal a la Unión — era definir la situación jurídica de los estados que se habían separado. Lincoln ya había preparado el terreno; a su juicio, la población de los estados del sur nunca se separó legalmente: sólo fue mal dirigida por ciudadanos desleales que la hicieron desafiar la autoridad federal. Además, como la guerra fue obra de individuos, el gobierno federal tendría que lidiar con ellos y no con los estados. Por lo tanto, Lincoln declaró en 1863 que si el 10% de los votantes registrados en el padrón de 1860 en cualquier estado formaba un gobierno leal a la Constitución de Estados Unidos y se comprometía a acatar las leyes del Congreso y las proclamaciones presidenciales, él reconocería como gobierno legal del estado a las autoridades constituidas de ese modo.

El Congreso rechazó ese plan. Muchos republicanos temían que con él los ex rebeldes se afianzaran en el poder e impugnaron el derecho de Lincoln a negociar con éstos sin consultar antes con ellos. "Algunos miembros del Congreso recomendaron que se aplicaran severas sanciones a todos los estados separatistas; otros sentían que la guerra habría sido en vano si el viejo círculo establecido se reinstalaba en el poder." Sin embargo, desde antes que la guerra terminara por completo ya se habían formado nuevos gobiernos en Virginia, Tennessee, Arkansas y Louisiana.

Para encarar una de sus mayores preocupaciones — la situación de los ex esclavos — el Congreso instituyó en marzo de 1865 la Oficina de Liberados para velar por los ciudadanos afro-estadounidenses y ayudarlos a bastarse por sí mismos. Además, en diciembre del mismo año, el Congreso ratificó la 13ª Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, por la cual fue abolida la esclavitud.

Johnson puso en práctica el programa de reconstrucción de Lincoln, con leves modificaciones, durante todo el verano de 1865. Con una proclama presidencial, designó un gobernador para cada uno de los estados ex confederados y restableció los derechos políticos de muchos ciudadanos del sur mediante el indulto presidencial.

A su debido tiempo hubo convenciones en cada uno de los estados ex confederados para revocar los mandatos de la secesión, desconocer la deuda de guerra y redactar nuevas constituciones estatales. Finalmente, un ciudadano estadounidense por nacimiento fue nombrado gobernador de cada estado, con autoridad para convocar una asamblea de votantes leales. Johnson instó a cada una de éstas a invalidar la secesión, abolir la esclavitud, desconocer todas las deudas contraídas para ayudar a la Confederación, y ratificar la 13ª Enmienda. Al final de 1865 este proceso ya estaba completo, con pocas excepciones.

RECONSTRUCCIÓN RADICAL

Tanto Lincoln como Johnson habían previsto que el Congreso tendría derecho de negar a los legisladores del sur escaños en el Senado o en la Cámara de Representantes de la república, bajo la cláusula de la Constitución según la cual "cada cámara será el juez de... la capacidad de sus propios miembros". Sucedió que, bajo el liderazgo de Thaddeus Stevens, los congresistas conocidos como "republicanos radicales", queriendo evitar una "reconstrucción" rápida y fácil, se negaron a reconocer a los nuevos senadores y representantes electos en esa región. En los meses siguientes, el Congreso empezó a elaborar un plan para la reconstrucción del sur, muy distinto del que Lincoln inició y Johnson había continuado.

Poco a poco se reunió un amplio apoyo público para los miembros del Congreso que pugnaban por que se concediera la plena ciudadanía a los afro-estadounidenses. En julio de 1866, el Congreso ya había aprobado un proyecto de ley de derechos civiles y establecido una nueva Oficina de Liberados (ambos para evitar la discriminación racial bajo las legislaturas del sur). Después de eso, el Congreso aprobó la 14ª Enmienda a la Constitución, en la cual se declara que "toda persona nacida o naturalizada en Estados Unidos y sujeta a su jurisdicción será ciudadana de Estados Unidos y del estado en el cual resida". Con esto se rechazó el veredicto de Dred Scott que negaba a los esclavos su derecho de ciudadanía.

Todas las legislaturas de los estados del sur, con excepción de Tennessee, se negaron a ratificar la enmienda y algunas se opusieron a ella por votación unánime. Además, las legislaturas estatales del sur aprobaron "códigos" para regular a los afro-estadounidenses liberados. Los códigos diferían de un estado a otro, pero tenían disposiciones en común. A los afro-estadounidenses se les exigía que firmaran contratos anuales de trabajo y se preveían sanciones en caso de incumplimiento; sus hijos dependientes quedaban sometidos al aprendizaje obligatorio y a castigos corporales que sus amos aplicaban; y los vagabundos podían ser vendidos al servicio privado si no tenían recursos para pagar fuertes multas.

Muchos norteños interpretaron la respuesta del sur como un intento de restablecer la esclavitud y desconocer la muy difícil victoria de la Unión en la Guerra Civil. De nada sirvió que Johnson, aunque era partidario de la Unión, fuera un demócrata sureño afecto a la retórica destemplada y reacio a las avenencias políticas. Los republicanos arrasaron en las elecciones de 1866 para el Congreso. Firmemente establecidos en el poder, los radicales impusieron su propia visión de la Reconstrucción.

En la Ley de Reconstrucción de marzo de 1867, el Congreso desconoció a los gobiernos que se habían establecido en los estados del sur y dividió la región en cinco distritos militares administrados por sendos generales de la Unión. La opción de escapar de un gobierno militar permanente quedó abierta para los estados que instituyeran un gobierno civil, ratificaran la 14ª Enmienda y concedieran el sufragio a los afro-estadounidenses. En general, los partidarios de la Confederación que no juraron lealtad a Estados Unidos no pudieron votar. La 14ª Enmienda fue ratificada en 1868. La 15ª Enmienda, aprobada por el Congreso al año siguiente y ratificada en 1870 por las legislaturas de los estados, dispuso que "ni Estados Unidos ni ningún estado de la Unión podrá negar o coartar el derecho de los ciudadanos estadounidenses al sufragio por razón de raza, color o condición previa de servidumbre".

Los republicanos radicales del Congreso se enfurecieron por los vetos del presidente Johnson (que más tarde fueron anulados) contra la legislación que protegía a los afro-estadounidenses recién liberados y castigaba a los ex líderes confederados, privándolos del derecho de ocupar cargos públicos. La antipatía del Congreso por Johnson fue tan grande, que por primera vez en la historia de Estados Unidos se instituyeron procedimientos de juicio político para destituir a un Presidente de su cargo.

La mayor ofensa de Johnson fue su oposición a las políticas punitivas del Congreso y el léxico violento que usó al criticarlas. La acusación legal más seria que sus enemigos pudieron hacer fue que, a pesar de la Ley de Inamovilidad en los Cargos Públicos (por la cual se exigía la aprobación del Senado para destituir a cualquier funcionario público previamente ratificado por dicho órgano), él destituyó de su gabinete al secretario de Guerra, que era un firme aliado del Congreso. Cuando se llevó a cabo el juicio político en el Senado se demostró que, técnicamente, Johnson tenía derecho de remover a los miembros de su gabinete y, lo más importante, se dijo que si el Congreso destituía a un Presidente sólo porque éste no concordaba con la mayoría de sus miembros se sentaría un precedente peligroso. Sólo faltó un voto para reunir los dos tercios requeridos para condenarlo en la votación final.

Johnson continuó en su puesto hasta el fin de su periodo en 1869, pero el Congreso logró sentar un precedente que perduraría por el resto del siglo. El vencedor republicano en la elección presidencial de 1868, el ex general de la Unión Ulysses S. Grant, habría de aplicar las políticas de reconstrucción que los radicales iniciaron.

En junio de 1868 el Congreso ya había readmitido en la Unión a la mayoría de los ex estados confederados. En las legislaturas de Louisiana y Carolina del Sur, los afro-estadounidenses ganaron en realidad la mayor parte de los escaños.

Muchos blancos del sur, al ver amenazada su hegemonía política y social, recurrieron a medios ilegales para impedir que los afro-estadounidenses alcanzaran la igualdad. La violencia ejercida contra éstos por organizaciones extralegales como el Ku Klux Klan se hizo cada día más frecuente. En 1870 y 1871 el creciente desorden dio lugar a la aprobación de una Ley de Cumplimiento por la cual se castigaría con rigor a quienes trataran de privar de sus derechos civiles a los afro-estadounidenses liberados.

EL FINAL DE LA RECONSTRUCCIÓN

Al pasar el tiempo, cada día fue más obvio que los problemas del sur no se resolverían con leyes severas y un rencor perenne hacia los ex confederados. "Además, algunos gobiernos radicales de los estados del sur, con prominentes funcionarios afro-estadounidenses, parecían ser corruptos e ineficientes." La nación no tardó en cansarse del intento de imponer la democracia racial y los valores liberales en el sur por medio de las bayonetas de la Unión. En mayo de 1872, el Congreso aprobó una Ley de Amnistía de carácter general que restituyó por completo los derechos políticos de todos los ex rebeldes, salvo unos 500.

Poco a poco los estados del sur empezaron a elegir miembros del Partido Demócrata para cargos públicos, destituyendo gobiernos oportunistas e intimidando a los afro-estadounidenses para que se abstuvieran de votar o aspirar a cargos públicos. En 1876, sólo en tres estados sureños seguían los republicanos en el poder. Como parte de la negociación que resolvió las disputadas elecciones presidenciales de ese año a favor de Rutherford B. Hayes, los republicanos prometieron retirar las tropas federales que habían sostenido a los restantes gobiernos republicanos. En 1877, Hayes cumplió su promesa y renunció tácitamente a la responsabilidad federal de proteger los derechos civiles de los afro-estadounidenses.

El sur seguía siendo una región devastada por la guerra, abrumada por las deudas contraídas por malos gobiernos y desmoralizada tras un decenio de pugnas étnicas. Por desgracia, el péndulo de la política racial del país osciló de un extremo al otro. Un gobierno federal que había apoyado la aplicación de castigos severos contra los líderes blancos del sur, toleraba ahora formas nuevas y humillantes de discriminación contra los afro-estadounidenses. En los últimos 25 años del siglo XIX hubo gran profusión de leyes "Jim Crow" contra ellos en los estados del sur, por las cuales se impuso la segregación en las escuelas públicas, se prohibió o limitó el acceso de los afro-estadounidenses a muchos lugares públicos, como parques, restaurantes y hoteles, y se negó a la mayoría de ellos el derecho de votar, mediante impuestos al sufragio y exámenes arbitrarios de lectura y escritura. "Jim Crow" es una expresión tomada de una canción de un espectáculo de minstrils de 1828 en los que por primera vez un hombre blanco actuó maquillado "con la cara negra".

Los historiadores han tendido a juzgar con dureza la Reconstrucción como un oscuro periodo de conflicto político, corrupción y retroceso que no logró alcanzar sus altruistas metas originales y se derrumbó en medio de un virulento racismo. A los esclavos se les dio la libertad, pero el norte falló por completo en el intento de atenderlos en sus necesidades económicas. A menudo los militares de la Unión ocupantes no podían ni siquiera protegerlos de la violencia y el hostigamiento. Sin recursos económicos propios, muchos afro-estadounidenses del sur no tuvieron más remedio que convertirse en granjeros arrendatarios de tierras que pertenecían a sus antiguos amos, quedando así atrapados en un ciclo de pobreza que habría de continuar hasta ya bien entrado el siglo XX.

Los gobiernos de la era de la Reconstrucción lograron avances genuinos en la restauración de los estados del sur devastados por la guerra y en la ampliación de los servicios públicos, sobre todo en la creación de escuelas públicas gratuitas para afro-estadounidenses y blancos, financiadas por medio de impuestos. A pesar de todo, los sureños recalcitrantes aprovecharon algunos casos de corrupción (que, desde luego, en esa época no eran exclusivos del sur) y los explotaron para derrocar algunos regímenes radicales. Por el fracaso de la Reconstrucción, la lucha de los afro-estadounidenses por la igualdad y la libertad se tendría que aplazar hasta el siglo XX, cuando el tema se convertiría en una causa nacional y no sólo del sur.

LA GUERRA CIVIL Y
LAS NUEVAS PAUTAS DE LA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE

Las controversias de la década de 1850 destruyeron al Partido Whig, crearon el Partido Republicano y dividieron al Partido Demócrata en varias líneas regionales. La Guerra Civil demostró que los whigs estaban perdidos sin remedio y que los republicanos habían llegado para quedarse. Además, sentó las bases de un Partido Demócrata reunificado.

Los republicanos lograron reemplazar sin altibajos a los whigs en todo el norte y el oeste porque eran mucho más que una fuerza a favor de las tierras libres y contraria a la esclavitud. La mayor parte de sus líderes habían sido whigs y no perdieron el interés de éstos por el desarrollo nacional con ayuda del gobierno federal. La necesidad de conducir una guerra no les impidió aprobar también un arancel proteccionista (1861) para el fomento del sector manufacturero del país, la Ley de Protección de Tierras de Colonización (1862) para facilitar la colonización del oeste, la Ley Morrill (1862) para establecer escuelas superiores de agronomía y tecnología con "tierras en concesión" y una serie de Leyes del Ferrocarril del Pacífico (1862-64) para financiar una línea ferroviaria transcontinental. Estas medidas obtuvieron el apoyo de grupos de toda la Unión para los que la esclavitud era una cuestión secundaria y garantizaron la continuidad del partido como la manifestación más reciente de un credo político que había sido propuesto por Alexander Hamilton y Henry Clay.

La guerra sentó también las bases para la reunificación demócrata porque la oposición del norte a ésta se centró en el Partido Demócrata. Como era lógico esperar del partido de la "soberanía popular", algunos demócratas creyeron que no había justificación para hacer una guerra en gran escala a fin de reinstaurar la Unión. Ese grupo llegó a ser conocido como los Demócratas de la Paz. A sus miembros más extremistas los llamaron "Víboras Cobrizas".

Más aún, pocos demócratas, tanto de la fracción "por la guerra" como del grupo "por la paz", creían que la emancipación de los esclavos valiera el derramamiento de sangre del norte. La oposición a la emancipación había sido por largo tiempo la política del partido. En 1862, por ejemplo, casi todos los demócratas del Congreso votaron contra la supresión de la esclavitud en el Distrito de Columbia y su proscripción en los territorios.

Gran parte de esa oposición provenía de los trabajadores pobres, en particular de los inmigrantes católicos irlandeses y alemanes que temían una migración en masa de afro-estadounidenses recién liberados hacia el norte. Ellos resentían también el reclutamiento para el servicio militar (marzo de 1863) que los afectaba en forma desproporcionada. En varias ciudades del norte estallaron disturbios raciales. Los más graves, que tuvieron lugar en Nueva York del 13 al 16 de julio de 1863, fueron precipitados por la condena que el gobernador demócrata Horatio Seymour lanzó contra la conscripción militar. Para restablecer el orden fueron enviadas tropas federales que pocos días antes habían prestado servicio en Gettysburg.

Los republicanos hicieron la guerra sin pensar mucho en las libertades civiles. En septiembre de 1862, Lincoln suspendió el auto de hábeas corpus e impuso la ley marcial sobre quienes interfirieran con el reclutamiento o brindaran ayuda a los rebeldes. Esta excepción del derecho civil, aunque la Constitución la justifica en tiempos de crisis, dio a los demócratas otra oportunidad para criticar a Lincoln. El secretario de Guerra Edwin Stanton aplicó con vigor la ley marcial y hubo muchos miles de arrestos, en su mayoría de partidarios del sur o demócratas.

A pesar de las victorias de la Unión en Vicksburg y Gettysburg en 1863, los candidatos demócratas "partidarios de la paz" siguieron aprovechando los infortunios y la sensibilidad racial de la nación. De hecho, el estado de ánimo en el norte era tal que Lincoln estaba convencido de que perdería la contienda por su reelección en noviembre de 1864. En buena parte por esta razón el Partido Republicano cambió su nombre a Partido de la Unión y reclutó a un demócrata de Tennessee, Andrew Johnson, como compañero de candidatura de Lincoln. Las victorias de Sherman en el sur sellaron la elección a favor de ellos.

El asesinato de Lincoln, la irrupción del Republicanismo Radical y el incierto liderazgo de Johnson fueron factores que influyeron en el carácter de la política de posguerra, en la cual el Partido Republicano pagó las consecuencias de esforzarse demasiado en su afán de reconstruir al sur, mientras que los demócratas, por medio de sus críticas a la Reconstrucción, se aliaron con la mayoría blanca neoconfederada del sur. El prestigio de Grant como héroe nacional de Estados Unidos hizo que los republicanos ganaran dos elecciones presidenciales, pero cuando el sur resurgió tras la Reconstrucción, fue evidente que el país estaba dividido casi a la mitad entre los dos partidos.

Los republicanos tuvieron el predominio en el noreste industrial hasta la década de 1930 y mantuvieron su fuerza en casi todo el resto de la nación, salvo en el sur. No obstante, su fisonomía como el partido del gobierno fuerte y el desarrollo nacional empezó a ser percibida cada día más como el de los aliados de las grandes empresas y el mundo financiero.

Cuando el presidente Hayes concluyó la Reconstrucción, esperaba que fuera posible reconstruir al Partido Republicano en el sur, apoyándose en los viejos whigs como su base y recurriendo a la exhortación al desarrollo regional como un asunto de importancia capital. Sin embargo ya para entonces la mayoría blanca del sur percibía al republicanismo como una filiación identificada con una odiosa supremacía afro-estadounidense. Durante los siguientes tres cuartos de siglo, el sur sería firmemente demócrata. En gran parte de ese tiempo, el Partido Demócrata nacional mostraría una solemne deferencia hacia los derechos de los estados, al tiempo que ignoraba los derechos civiles. Los que más padecerían con el legado de la Reconstrucción serían los afro-estadounidenses.

Capítulo 8: Crecimiento y transformación >>>>