Viajero
veneciano que nació en 1254 en Venecia y murió en 1324 en esa
misma ciudad.En 1271, con tan sólo 17 años, viajando
con su padre y su tío, que eran mercaderes, llegó a China
pasando por Armenia, Persia, Jurazän, Pamir y el desierto del
Gobi. En 1275, fue recibido en Pekín por Qubilay kan. Allí vivió
junto con su padre Niccolò y su tío Maffeo, en la corte del gran
kan y, según sus propios informes, fue distinguido con numerosas
misiones oficiales en China, en el curso de las cuales pudo
conocer a fondo el país y sus gentes. Aquella China de la que
Europa tenía por primera vez noticias exactas, después de los
datos fragmentarios aportados por los misioneros católicos
enviados como embajadores en la segunda mitad del siglo XIII,
era la China de los mongoles conocida con el nombre de Catay.
El veneciano nos informa de las gigantescas ciudades de
tiendas y de los palacios resplandecientes de oro de Qubilay en
Pekín y en Shang-tu, con su parque salvaje de 25 kilómetros
cuadrados utilizados por el kan para la caza de águilas,
leopardos y tigres con halcones amaestrados. Nos habla también
de las opíparas fiestas de la corte, en las que se bebían
ingentes cantidades de vino de arroz y de kumyss mongol hecho de
leche de yegua ligeramente fermentada y que acababan con
frecuencia en grandes borracheras. Nos describe asimismo,
maravillado, la excelente organización del inmenso imperio: los
silos y graneros estatales que, en épocas de necesidad,
distribuían pan y cereales a cargo del estado; la red de
carreteras que cruzaban el país, con árboles a ambas orillas
para proporcionar belleza y sombra; el gran canal, que corría
desde Hangzhou hasta Pekin y que los mongoles cuidaban de
mantener siempre en buen estado, porque deseaban establecer
sólidos vínculos comerciales entre la China del Norte y la del
Sur, ahora reunificadas bajo su mano, pero, sobre todo, porque
querían asegurar el abastecimiento de Pekín con los víveres
procedentes del Sur. Marco Polo habla finalmente del magnífico
sistema de correos y mensajeros, con estaciones cada cincuenta
kilómetros con más de cien caballos dispuestos noche y día para
el servicio de los altos funcionarios. Existían además, entre
estación y estación, pequeñas aldeas, situadas a 5 kilómetros de
distancia unas de otras, donde vivían los mensajeros y en las
que se mantenía asimismo un número de caballos preparados para
casos de necesidad, de tal suerte que un correo especial que
galopara noche y día sin descanso y cambiara de montura cada 5
kilómetros podría recorrer en 24 horas una distancia de 800
kilómetros.
El punto culminante de las descripciones de Marco Polo
sobre China lo constituye su descripción de Kinsay, ciudad que
por aquella época tendría unos 150 kilómetros de perímetro y más
de millón y medio de habitantes. Dentro de la ciudad, según este
relato había numerosas calles hechas con cantos rodados y
pavimentadas con ladrillos, así como una red de canales,
cruzados por más de 12000 puentes, que con frecuencia tenían
arcos tan elevados que los barcos podían pasar bajo ellos con
los mástiles levantados. En todos los puertos principales había
noche y día un servicio de vigilancia contra incendios, que era
de vital importancia en una ciudad cuyas casas estaban
construidas en su inmensa parte de madera. Este servicio daba la
alarma en caso de fuego, luchaba por apagarlo y acudía en
socorro de los habitantes afectados o amenazados por el incendio,
ayudándoles a trasladar sus bienes y a ponerlos a salvo en la
casa comunal, de piedra, que había en cada uno de los barrios de
la ciudad. Además de esto, señalaba las horas a golpes de gong.
Diez mercados, cada uno de los cuales tenía un kilómetro
cuadrado de extensión, y otras innumerables tiendas proveían de
víveres a los habitantes. En cada uno de los mercados se
congregaban, tres días a la semana, de 40000 a 50000 personas.
Había en ellos una multitud ingente de animales de toda especie:
corzos, ciervos, gamos, liebres, conejos, perdices, faisanes,
codornices, gallinas y un número indescriptible de patos y
gansos. En todas las estaciones del año se ofrecía gran
abundancia de frutas y verduras de todo tipo, sobre todo peras,
de tan extraordinario tamaño que una de ellas llegaba a pesar 10
libras; por dentro eran blancas como la harina y tenían un
perfume muy agradable. En tiempo de la recolección había también
melocotones amarillos y blancos, de muy gustoso sabor. No había
uva, pero se la importaba, seca y en buen estado, de otras
regiones. Lo mismo podía decirse del vino, que los habitantes no
tenían en mucho aprecio, porque estaban acostumbrados a su
propia bebida, obtenida del arroz y especias. Del mar, que dista
25 millas de la ciudad, llegaba cada día, por vía fluvial, una
abrumadora cantidad de pescado; también del lago próximo a la
ciudad se obtenía gran abundancia de peces.
Cada uno de los diez mercados estaba rodeado de altas
casas destinadas a viviendas. En la parte inferior de las mismas
se encontraban las tiendas, en las que podían comprarse las más
diversas mercancías.
En algunas calles, comunicadas con los mercados, había
baños de agua fría, en las que los que servidores de ambos sexos
estaban a disposición de los hombres y mujeres que desearan
bañarse. Los visitantes de estos baños estaban acostumbrados
desde la infancia al agua fría, pues la consideraban muy
beneficiosa para la salud. Todos procuraban bañarse diariamente,
sobre todo antes de las comidas.
En 1291, volvió a Europa por Sumatra, las costas
meridionales de Asia y el Golfo Pérsico. Fue hecho prisionero en
una guerra entre Venecia y Génova (1296). El gobierno veneciano
nombró a Marco Polo, capitán de una galera veneciana durante la
guerra contra Génova de 1298, la otra potencia enemiga. Asi pues,
durante la Batalla de Cuzorla (Mar
Andriático) del mismo año, Marco Polo fue apresado y encarcelado
por un año. Volvió a Venecia en 1299. En la prisión de Génova
dictó al escritor Rustichello la obra "El libro de Marco Polo",
que es una descripción geográfica, étnica y económica de China,
acompañada de un registro de instituciones y creencias y de la
crónica de los quince años de actividad política y comercial de
su autor al servicio de Qubilay kan. Esta obra constituye el
primer testimonio preciso sobre Extremo Oriente
Todos los mercaderes, exploradores,
navegantes... siguieron de muy de cerca los relatos de Marco
Polo, como fueron Cristobal Colon o Vasco de Gama, fascinados
por ellos. Hasta hoy en dia, sus relatos, aún despiertan la
curiosidad entre los más pequeños. En 1299 Génova lo libera y
éste regresa a su tierra. En Venecia es nombrado miembro del
Gran Consejo de Venecia, donde pasaria el
resto de su vida hasta su fallecimiento en 1324.