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John Fitzgerald Kennedy
Presidente asesinado de los Estados Unidos
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ASESINATO]
Pocos
personajes como Kennedy a lo largo de la
Historia han tenido una carga simbólica y
representativa tan importante. Su figura
sirve como icono cargado de los valores de
toda una época, los años sesenta,
probablemente sobrevalorada en cuanto a los
logros efectivos y los cambios y
transformaciones conseguidas, pero sin duda
apasionante en cuanto al espíritu de
renovación, al ímpetu y la búsqueda de
nuevas formas políticas, sociales y
culturales. Si en los años sesenta confluyen
dos mundos, uno que se acaba -el de la
posguerra- y otro que empieza a brotar -el
de la globalización y la postmodernidad de
finales del siglo XX-, Kennedy puede por sí
solo representar la piedra de toque del
cambio y el proceso de transformación. Y no
es que, en lo personal, sus acciones
difirieran demasiado de las de algunos de
sus predecesores o introdujera modos
excesivamente radicales de hacer política,
sino que su figura, su carisma, su imagen
pública, sus gestos fueron entendidos por
una sociedad ávida de cambios como el
símbolo de la llegada de nuevos tiempos. Y
su muerte, revestida de cierta teatralidad y
repetida hasta la saciedad por un medio -la
televisión- cuya capacidad de creación de
personajes y mitos ya se empieza a
vislumbrar, contribuye aun en mayor medida a
agrandar la figura del personaje, dando a la
sociedad lo que ella misma tan ansiosamente
demanda e incluso necesita.
Como el de
Lincoln, el asesinato de Kennedy contribuyó
a magnificar su imagen y su recuerdo, a
veces incluso deformando aspectos concretos
de su persona y sobrevalorando u obviando
algunos extremos de su acción política.
Kennedy fue un político de fuerte imagen y
tirón popular, pues no se debe olvidar que
fue el más joven presidente de los Estados
Unidos. Simpático, bien parecido, sus
discursos llegaban a un electorado que
recibía de buen gusto consignas de apertura
y renovación. La utilización de un medio
audiovisual de importancia creciente como la
televisión le dio una popularidad
parangonable con la alcanzada por Roosevelt
en sus discursos radiofónicos. Kennedy, en
fin, es producto de su época en la misma
medida en que él mismo, más aun, su imagen
como personaje, contribuye a representar
aires de cambio y renovación en una sociedad
como la norteamericana de los años sesenta,
que se ve a sí misma en la vanguardia del
mundo occidental.
Segundo hijo de
una familia numerosa, su padre supo hacer un
imperio económico a partir del patrimonio
modesto heredado de su abuelo Patrick, de
origen irlandés. Gracias a la especulación
en bolsa, las inversiones en la pujante
industria cinematográfica, el negocio del
alcohol en los tiempos de la Ley Seca o el
alquiler de viviendas populares, Joseph
Kennedy logró amasar una inmensa fortuna que
le colocó entre lo más granado de la cerrada
sociedad bostoniana. Conseguida una
inmejorable posición económica, el acceso al
poder político se produjo en virtud de su
matrimonio con Rose, hija del alcalde de
Boston, lo que le colocaba en una envidiable
situación cercana a los círculos del poder.
Su olfato político y empresarial le llevó a
apoyar la campaña electoral del futuro
presidente Roosevelt, lo que sin duda
acrecentó su poder e influencia en el ámbito
norteamericano. La crisis de 1929 y el crack
de la bolsa de Nueva York no mermaron su
posición económica, saliendo reforzado
gracias a su visión para los negocios y a
los contactos políticos.
Después de la
recesión, fue nombrado inspector general de
Wall Street, no sin levantar recelos y
suspicacias en el mundo financiero y
empresarial de Nueva York, que le
consideraba un recién llegado o advenedizo.
En 1938 fue nombrado embajador en Londres,
cargo que desempeñará hasta 1941, gracias a
su amistad con Roosevelt, lo que significa
el punto culminante de su carrera política.
Consciente de su papel como fundador de una
dinastía política y económica, su ambición
personal se proyecta a partir de entonces en
sus hijos, a los que preparará para asumir
en el futuro altos cargos en la
administración norteamericana. Ambiciona que
alguno de sus vástagos ocupe el sillón
presidencial, para lo que les inculca
valores como el sacrificio y la
competitividad. En un principio, las
esperanzas del patriarca están puestas en el
hermano mayor, Joseph. Este ejerce un papel
protector sobre John, un niño débil y
enfermizo, con problemas en la espalda que
le causan fuertes dolores a lo largo de toda
su vida. John estudia en el Croate College
de Wallinford (Connecticut), sin lograr
brillantes resultados.
En 1936 ingresa
en la Universidad de Harvard, cantera de
altos cargos en la Administración
estadounidense, donde estudia Derecho. Hasta
entonces no muestra un especial interés por
la política. Sin embargo, su padre estimula
sus inquietudes políticas y sociales al
enviarle durante dos años (1937-38) de gira
por varios países europeos. Parece ser que
la Guerra Civil española, acontecimiento en
el que muchos jóvenes de la época
adquirieron conciencia política, sirvió de
catalizador de sus intereses y le encaminó
hacia el abandono de los estudios en Derecho
y su licenciatura en Ciencias Políticas.
Así, en 1940, se graduó con una tesis sobre
la "política de apaciguamiento" hacia el
expansionismo nazi desempeñada por Gran
Bretaña y su primer ministro Chamberlain,
titulada "¿Por qué dormía Inglaterra?". Su
conciencia democrática y patriótica le hizo
intentar alistarse en la Marina al iniciarse
la entrada de Estados Unidos en la II Guerra
Mundial, siendo rechazado por sus problemas
de espalda. La intercesión de su padre logró
que fuera finalmente admitido, prestando
servicio como comandante en una lancha
torpedera destinada en el Océano Pacífico.
Una acción de guerra le valió ser
condecorado, pues ayudó a salvar a un
compañero de morir ahogado tras ser hundido
su barco por el destructor japonés Amagiri,
en 1943.
De vuelta a
Estados Unidos hubo de pasar una larga
temporada reponiéndose de su lesión,
agravada por la Guerra, tras lo cual
encaminó sus actividades hacia el desempeño
de la profesión periodística. En este
momento no confía en poder iniciar su
carrera como político, pues ve fuertemente
mermada su capacidad física por su lesión de
espalda. Trabaja entonces como comentarista
político en el International News Service,
si bien a los pocos meses su vida da un giro
inesperado. En 1944, su hermano mayor
Joseph, que prestaba servicio en la aviación
estadounidense, muere accidentalmente cuando
se dirigía a destruir una fábrica alemana de
bombas. Ante este hecho, el patriarca
familiar decide proyectar en el joven John
las ambiciones políticas que tenía puestas
en Joseph. La carrera política de John se
inicia en 1946, cuando consigue un puesto de
congresista por el estado de Massachusett.
La larga mano de su padre está detrás de su
nominación: su influencia política y su
poder económico se ponen al servicio de la
campaña electoral de John en el seno del
Partido demócrata, quien sólo cuenta 29 años
y debe transformar su vida y su personalidad
para conseguir hacer de sí mismo un político
profesional. Comienza así una ascensión
fulgurante tanto en el seno del Partido como
del ámbito político norteamericano. En 1948
y 1950 es reelegido para el cargo, lo que
acrecienta su popularidad y capacidad de
influencia. Ya no es aquél joven tímido de
cuando empezó, sino que sabe valorar y
utilizar sus armas físicas e intelectuales.
El electorado y
su propio partido le ven como un joven
pujante, emprendedor y culto, representante
de una nación y una sociedad que se ven a sí
mismas poseedoras de valores semejantes.
Estados Unidos ha sido la gran triunfadora
de la Guerra. Su entrada en la contienda ha
servido para salvar a las rancias
democracias europeas del acoso de los
totalitarismos y su aportación económica se
empieza antojar fundamental para la
reconstrucción de Europa, como demostrará el
Plan Marshall. Los Estados Unidos, con menos
de doscientos años de historia, ocupan ahora
una posición hegemónica en el conjunto del
mundo occidental, gracias a su capacidad de
sacrificio, esfuerzo y superación. Son todos
ellos valores que el electorado proyectará
sobre la figura del joven Kennedy, quien se
plantea ahora dar un paso más en su
fulgurante carrera política: ser senador.
Resultará fácil, pues logra una diferencia
de más de 70.000 votos sobre su oponente,
Henry C. Lodge.
El mismo
año de su elección como senador conoció a su
futura esposa, Jacqueline Lee Bouver, por
entonces periodista del Washington Times
Herald. El papel de su esposa en la carrera
política de Kennedy no debe ser desdeñado,
pues contribuyó a dar del futuro presidente
una imagen de hombre de familia que
complementaba las aptitudes antes citadas.
Incluso tras la muerte de John, la figura de
Jacqueline juega un papel simbólico de
primer orden en la sociedad norteamericana,
como la "viuda de América". En 1957, Kennedy
gana el premio Pulitzer gracias a su libro
"Perfiles de Coraje", en el que describe, a
través de la figura de personajes
importantes de la historia de Estados
Unidos, los valores y características que
aportaron para el desarrollo de la nación:
el sacrificio personal, la entrega, la
fortaleza de carácter. No en vano, Kennedy
escribe este libro durante un periodo de
convalecencia, pues ha sido operado de la
espalda. Su ambición política, detrás de la
que está la figura de su padre, le hace
intentar formar parte de la candidatura
demócrata a la presidencia, acompañando como
vicepresidente a Adlai. E. Stevenson. Sin
embargo, su propuesta es rechazada por su
propio partido, lo que hace que en las
siguientes elecciones se postule
directamente como candidato presidencial.
Reelegido para
el senado en 1958, es designado por la
Convención como candidato para las
siguientes elecciones nacionales. En torno a
sí, reúne un grupo de trabajo formado por
jóvenes liberales, entre los que destaca su
hermano Robert. Aunque derrota a su oponente
Johnson, posteriormente le incorpora como
vicepresidente en su etapa de gobierno. El
dúo Kennedy-Johnson se presenta a las
elecciones con un programa demócrata
liberal. Enfrente está, por el partido
republicano, Richard Nixon. La campaña
electoral es dura, pues el electorado
norteamericano parece remiso a confiar en un
candidato a presidente demasiado joven,
conforme a los precedentes. Se le achaca
también, en un país de mayoría protestante,
su condición de católico, ante lo que
Kennedy alega que, caso de ser elegido, sus
creencias religiosas no interferirán en sus
decisiones políticas.
Aprovechando
su imagen jovial, lanza un programa
renovador, muy crítico con el estatismo de
la etapa presidencial de Eisenhower. Kennedy
quiere que el electorado identifique su
figura con la de los pioneros que
construyeron la nación americana: jóvenes,
dinámicos, luchadores. Denomina a su
programa como Nueva Frontera, bajo el cual
promete emprender una renovación de las
estructuras sociales, políticas y económicas
que acaben con las desigualdades raciales y
económicas. Pretende, además, integrar al
electorado en la presidencia del país e
incorporarlo a los ámbitos de decisión,
siguiendo una frase para él muy querida: "No
preguntes lo que América puede hacer por ti
sino lo que tú puedes hacer por América".
Sólo 130.000 votos de diferencia le permiten
derrotar a Nixon en 1960. Muy importante
resulta, por primera vez, el debate
televisado que enfrenta a ambos. La imagen
de un Kennedy joven, seguro de sí mismo e
inteligente se opone a la de un Nixon con
barba, algo torpe y lento de reflejos.
Llegado
al poder, nombra a su hermano secretario de
Justicia, e incorpora a Robert McNamara como
responsable de Defensa y Rusk como
secretario de Estado. Los objetivos del
nuevo gabinete son el desarrollo económico,
la elaboración de una eficaz política de
defensa frente a la URSS y el comunismo, la
reforma de una Administración anquilosada y
el despliegue de una política de
intervención en América Latina -llamada
Alianza para el progreso- que, a partir del
desarrollo económico, impida la expansión
del comunismo en los que muchos entienden
como el "patio trasero" de Estados Unidos.
Igualmente son importantes sus iniciativas
de contenido social, fundamentalmente
dirigidas por su hermano Robert.
Volcado en
política exterior -no olvidemos que la URSS
y EEUU juegan en esta época una partida de
ajedrez, con misiles de por medio-, su
primera crisis importante surge con la Cuba
comunista de Fidel Castro. Kennedy teme que
el ejemplo cubano se transmita a otros
países latinoamericanos, "efecto dominó",
por lo que emprende un programa de ayudas
por un importe de 46.000 dólares, destinado
a lograr el desarrollo económico regional.
Todos los países americanos aceptan de buen
grado la ayuda americana, excepto Cuba, en
la órbita de la URSS. En 1961, siguiendo un
plan trazado durante la presidencia de
Eisenhower, un grupo de cubanos exiliados en
Miami intentaron, con el visto bueno de
Kennedy, tomar la isla caribeña
desembarcando en Bahía de Cochinos. El
intento acabó en un sonado fracaso y dio al
traste con la política de distensión que
EEUU y la URSS, con Kruschev al frente,
intentaban implantar. Además, sirvió para
que Castro fortaleciera su posición en el
poder, inaugurando un problema de malas
relaciones que se extenderá hasta la
actualidad. No obstante, un episodio de
mayor gravedad sucederá en 1962, cuando
aviones espía norteamericanos descubran la
instalación de misiles soviéticos en Cuba.
La reacción de Kennedy fue imponer un
bloqueo total de la isla hasta que los
misiles no fuesen desmantelados. Las
relaciones entre EEUU y la URSS empeoraron
hasta el punto que durante unos meses se
temió el estallido de una guerra nuclear.
Finalmente, el
líder soviético accedió a desmantelar las
instalaciones. Con ello, Kennedy se apuntó
diversos tantos: su política de firmeza le
ganó los apoyos de su electorado y del
bloque occidental; además, se apuntó un
tanto en el particular enfrentamiento con la
Unión Soviética y enseñó el camino de lo que
pasaría si en otros países intentara
imponerse un sistema comunista. A pesar de
ello, la partida continuaba, y esta vez el
tablero se desplazaría al sudeste asiático.
En Indochina, expulsados los franceses, el
comunismo parecía instalarse en Laos.
Kennedy lanzó un programa de ayuda militar
al gobierno pro-estadounidense que incluía
la intervención directa de tropas
norteamericanas. La situación llegó a un
"impasse" en el que se produjo un alto el
fuego y una reunión en Viena con Kruschev,
en la que ambos líderes acordaron la
neutralidad de Laos. Otro punto de fricción
entre ambos dirigentes tuvo relación con la
ciudad de Berlín.
Ocupada por los
aliados tras la II Guerra Mundial, la ciudad
estaba dividida en dos sectores, uno
occidental, bajo influencia norteamericana,
y otro oriental, bajo control soviético. La
decisión de estos de levantar un Muro que
impidiera el acceso entre ambos lados supuso
un motivo enfrentamiento, que nuevamente dio
como resultado el envío de tropas
norteamericanas. El mismo Kennedy viajó a
Berlín en 1963 para mostrar su apoyo a la
población del margen occidental. "Yo también
soy berlinés", pronunció. Kennedy estaba en
la cresta de su popularidad, aclamado por
las poblaciones que visitó. Su deseo de
implantar una distensión en las relaciones
con la URSS le llevó a sugerir el
establecimiento de una línea de comunicación
directa entre el presidente norteamericano y
el máximo dirigente soviética, que en
adelante evitara la posibilidad de un
incremento en la escala de tensión. Es el
llamado "teléfono rojo".
Su pretensión
de acabar con la Guerra Fría, en los que
coincide con otra personalidad notable,
Kruschev, le llevan a firmar un tratado con
la URSS y Gran Bretaña por el que se
prohíben las pruebas nucleares. Si son
notables sus logros en política exterior, sí
que cabe achacarle un error mayúsculo y de
importancia capital para la historia de su
país. Solucionada la crisis de Laos,
promueve la intervención directa de Estados
Unidos en Vietnam, en contra del gobierno
comunista de Diem. El envío de 16.000
soldados supone el comienzo de un conflicto
cuya significación en la memoria histórica
norteamericana no puede ser más negativa,
pues supusieron la pérdida de miles de vidas
humanas en un conflicto que aquélla sociedad
nunca pudo entender. En política interior,
su programa de reformas hubo de hacer frente
a la mayoría republicana en el Congreso. Su
primera iniciativa fue la sujeción de la
inflación, a la que siguió el
establecimiento de un salario mínimo, la
implantación de un programa de obras
públicas y la reducción de impuestos.
Su política
social incluyó algunos programas de
distribución de alimentos a los grupos
desfavorecidos y la subvención de la
enseñanza pública. Sin embargo, la promoción
de una igualdad entre negros y blancos
resulta un punto negativo en su política
interior, pues sólo realizó tímidos avances
una vez lograda la presidencia. No obstante,
aunque más efectistas que efectivas -como le
achacaría Martin Luther King-, sus
intervenciones, en especial la de su hermano
Robert, en favor de la igualdad racial
abrieron un camino que terminaría por
expandirse en los próximos años, en especial
durante el periodo liberal de Johnson.
El 22 de
noviembre de 1963 Kennedy se encontraba en
Dallas con motivo de una gira electoral que
le había llevado por varios estados.
Saludando a la multitud desde un coche
descubierto, recibió varios disparos en
cabeza y cuello que le causaron la muerte.
[VER
ASESINATO] El autor único, según la
investigación del suceso a cargo del juez
Warren, fue Lee Harvey Oswald, un enajenado
ex-marine pro-comunista. Arrestado poco
después de los sucesos en el interior de un
cine, dos días más tarde fue asesinado por
Jack Ruby, quien murió también poco más
tarde en circunstancias poco claras.
A partir de
entonces, las dudas, lagunas y conjeturas
acerca del asesinato de Kennedy no han hecho
sino aumentar, apuntando la posibilidad,
nunca desvelada, de que fueran varios los
autores del crimen y respondieran a una
conjura contra el Presidente. Su asesinato
conmocionó a la opinión pública,
contribuyendo, aun más que su carrera
política, a la creación de un mito.
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