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Simón Bolívar
El Libertador
I. La juventud de Bolívar.
Simón Bolívar nació en Caracas el 24 de julio de
1783. Su ciudad natal era la capital de la Capitanería General de
Venezuela. Era hijo del coronel Juan Vicente Bolívar Ponte y de Doña
María de la Concepción Palacios Blancos, ambos salidos de familias
españolas de gran descendencia.
Estas dos familias, viviendo sobre suelo americano
por numerosas generaciones, hacían parte de la poderosa clase social de
los "Mantuanos", lo que les valía grandes privilegios.
Fue en ese cuadro que nació Simón Bolívar, a quien uno de los miembros
de la familia, el padre Juan Félix Jérez-Aristiguieta Bolívar redactó un
testamento en su favor, asegurándole una fortuna muy grande.
Simón, a quien su madre no podía amamantar, se vio
confiado a una nodriza negra, Hipólita, una de las esclavas de la
familia. Ésta hizo más que alimentar a Simón, se ocupaba de él como si
fuera su propio hijo, y sobre todo a la muerte del coronel Bolívar
cuando su hijo tenía apenas 7 años. Simón Bolívar guardaría siempre en
su corazón mucha ternura por Hipólita.
Alrededor del año 1790, María Antonia, Juana, Juan
Vicente, y Simón, se paseaban bastante seguido con su madre en sus
tierras del valle de Aragua. Simón fue tocado por la belleza y la
tranquilidad de los paisajes que descubría.
Pero el encanto se rompió el 6 de julio de 1792,
cuando murió su madre, quien había tenido siempre una salud frágil. Los
Bolívar quedaron huérfanos. Las dos muchachas, aunque muy jóvenes, no
tardaron en casarse, y fue el abuelo materno, don Feliciano, quien
devino el tutor de Simón, de apenas 9 años.
Pero el joven Simón sufrió mucho por la desaparición de sus padres. Simón había aprendido a leer, escribir y contar
con diferentes preceptores. Fue a la Escuela Pública, dirigida por Simón
Rodríguez, un hombre original y progresista, cuyas ideas pedagógicas y
sociales tendrían mucha influencia sobre un joven de caracter aún muy
maleable.
Pero entretanto, don Feliciano falleció a su vez, y la tutela regresó a
Carlos Palacios, su tío, con quien Simón no se entendía para nada. Don
Carlos, soltero, pasaba mucho tiempo en sus haciendas, y Simón, librado
a su suerte, se paseaba en las calles de Caracas con muchachos que no
eran de su rango.
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A los 12 años, Simón Bolívar se fugó y fue a
buscar refugio con su hermana María Antonia. Pero el niño es reconducido
a su casa, después confiado como interno a cargo de su maestro Simón
Rodríguez.
Rodríguez no tardó en ganar la confianza de Simón, y en algunos meses
lazos estrechos iban a ligarlos, lazos de simpatía, que durarían hasta
la muerte.
Admirador de Rousseau y otros filósofos franceses,
Rodríguez iba a enseñarle mucho a Simón Bolívar, empleando mucho tacto,
sensibilidad y firmeza igualmente. Fue en ese momento que Simón abrió
sus ojos, su espíritu y su corazón a los ideales que marcarían su vida.
II. Simón Bolívar en Europa.
En 1799, viajó por primera vez a España, visitando de
paso Veracruz y México, haciendo una corta escala en La Habana. En
Madrid, estaba rodeado de sus tíos Esteban y Pedro Palacios, así como
por el marqués de Ustariz quien devino su maestro. Simón profundizó sus
conocimientos literarios y científicos y, como todo el mundo que se
respete, perfeccionó su esgrima y su forma de bailar.
Frecuentó numerosos salones donde se lo destacó, a la vez por su
elegancia y por su inteligencia.
Rápidamente, conoció a María Teresa Rodríguez del
Toro y Alaiza, una joven española de quien se enamoró. Pensó
inmediatamente en fundar una familia, tener descendencia y regresar a
Venezuela para disfrutar de sus bienes. Pero su tío pensó que era un
poco precipitado y le aconsejó viajar algún tiempo. Sería tiempo de
pensar en el matrimonio un poco más tarde.
En la primavera de 1801, viajó a Bilbao donde permaneció el resto del
año. Después fue a Francia, a París y Amiens. El país, su cultura, las
gentes lo encantaron. En el mes de mayo de 1802, estaba de nuevo en
Madrid donde se casó, el 26, con María Teresa. Los dos jóvenes esposos
viajaron a Venezuela, pasando momentos felices hasta enero de 1803,
fecha en la cual murió María Teresa.
En una carta dirigida a un amigo que vivía en
Francia, Bolívar expresó sus sentimientos después de la muerte de su
esposa: "La he perdido; y con ella la vida de dulzura que alegraba mi
tierno pecho... El dolor no me deja un solo instante de sosiego". Era
una emoción profunda y sincera, expresada con mucho romanticismo.
El joven viudo regresó a Europa a fin de ese mismo año, pasando por
Cádiz y Madrid, y se instaló en París en la primavera de 1804.
En París, Bolívar llevó una vida social muy intensa,
aprovechando los placeres que ofrecía la capital francesa. Hubo amores
furtivos con una dama francesa, Fanny Du Villars, a quien frecuentaba en
los salones, a los cuales iban los hombres políticos, militares,
diplomáticos, científicos, comerciantes y las bonitas mujeres.
Leía mucho, asistía a conferencias y observaba con sagacidad los
acontecimientos políticos y militares que estaban cambiando el mundo.
Fue la época, en 1804, cuando Napoléon fue coronado emperador. Esto
impresionó mucho a Bolívar quien admiraba el genio militar de Bonaparte,
pero criticó su subida al trono imperial.
En el curso de sus conversaciones con los sabios Humboldt y Bonpland,
Bolívar comenzó a abordar el tema de la independencia de América del
Sur.
En Francia, encontró a su maestro y amigo Simón
Rodríguez. La misma pasión del saber los animaba. Juntos viajaron a
Italia, en 1805. En Roma, en el mes de agosto, hicieron la ascensión del
Monte Sagrado donde Bolívar, de un tono solemne, juró jamás dejar su
alma en reposo ni su brazo mientras la América Hispanoparlante no sea
libre de la dominación española. Era un bello gesto romántico, pero no
sería solamente un gesto... Sería el Libertador, el que prometió y
cumplió sus promesas.
Después de haber visitado Nápoles, Bolívar regresó a
París a comienzos del año 1806, e integró por un tiempo logias
masónicas. A fines de aquel año, embarcó a Hamburgo en un navío que lo
condujo a Charleston, en enero de 1807. Recorrió una parte de Estados
Unidos y regresó a Venezuela hacia mediados de año.
Durante su estancia en la República del Norte, tomó conciencia de lo que
representaba la "libertad racional".
III. Triunfo y fracaso de la
revolución venezolana.
Desde 1807 a los primeros días del año 1810, Simón
Bolívar permaneció en Caracas y en sus haciendas. Sin embargo, no
olvidaba su juramento de Roma. En el curso de las reuniones con su
hermano Juan Vicente y sus amigos, hablaban de literatura pero también
de la independencia de Venezuela.
El momento llegó cuando, el 19 de abril de 1810,
comenzó en Caracas la revolución de independencia. Bolívar devino
coronel, fue comisionado por la Junta de Caracas, con Luis López Méndez
y Andrés Bello, para viajar a Londres, y exponer delante del gobierno
británico los deseos de Venezuela, deseosa de mantenerse, al menos,
autónoma del gobierno que en España había tomado el poder, después de la
detención de Fernando VII por Napoleón.
Bolívar, muy en su interior, aspiraba a la total independencia. Pero el
gobierno inglés observaba una prudente reserva. En Londres, donde
permaneció durante dos meses, Bolívar - quien contaba con el apoyo
franco y entusiasta de Miranda - podía apreciar el funcionamiento de las
instituciones británicas.
A fin de este año, Bolívar estaba de regreso. Poco
tiempo después, Miranda regresó también a su patria. En tanto que
miembro eminente de la Sociedad Patriótica, Club Revolucionario, Bolívar
era uno de los más ardientes en pedir al Congreso que proclamara la
independencia.
Después del 5 de julio de 1805, combatió bajo las órdenes del general
Miranda a fin de someter a los realistas que ocupaban Valencia. El 23 de
julio de 1811, Bolívar recibió su bautismo de fuego y combatió por
primera vez.
El 26 de marzo de 1812, mientras que un temblor de
tierra causó enormes desgastes y numerosas pérdidas humanas en Caracas y
alrededores, Bolívar, en la Plaza de San Jacinto, encaramado sobre un
montón de ruinas, lanzó esta famosa declaración: "Si la naturaleza se
opone a nuestros designios la combatiremos y haremos de suerte que ella
nos obedezca". Era la actitud de un hombre que no cedía, cualesquiera
fueran las dificultades que pudiera encontrar en su camino; era,
también, una forma de contrarrestar el desaliento y el terror que se
habían apoderado de muchos republicanos frente a tal catástrofe.
Algunos meses más tarde, comandando la plaza fuerte
de Puerto Cabello, Bolívar no pudo, pese a sus esfuerzos, impedir que
caiga en manos de los realistas. Sus propios soldados lo abandonaron y
se alinearon bajo las órdenes de los españoles. Debió huir con un puñado
de fieles oficiales.
Algunas semanas más tarde, Miranda debió capitular ante el jefe realista
Monteverde, y la Primera República de Venezuela se apagó. En la Guaira,
un grupo de jóvenes oficiales, entre los cuales se encontraba Bolívar,
detuvieron al infortunado Precursor, Francisco de Miranda, y lo libraron
a los españoles.
Bolívar obtuvo un pasaporte gracias a la generosa
intervención de su amigo Iturbe, y pudo partir, en exilio, a Curaçao.
Desde allá se fue a Cartagena, donde el 15 de diciembre de 1812 publicó
un manifiesto en el cual expuso sus principales ideas, que guiaron su
acción en los próximos años: un solo mando para luchar hasta la
victoria, y la unión de todos los países hispano-americanos para lograr
y consolidar la independencia y la libertad.
Estos principios eran claros y simples. Bolívar se
daba cuenta de que el fracaso de 1812 venía de la desunión. Había que
concentrar los esfuerzos de todos los americanos para ganar la guerra y
organizar a continuación las nuevas naciones. Había que convencer a los
criollos de la exactitud de su causa y adiestrarlos en la lucha por la
independencia. Esta lucha no podía desarrollarse en un solo país, sino
sobre todo el continente a fin de hacer doblegar la dominación realista.
IV. En ruta hacia la independencia.
Poco tiempo después, Bolívar transformó sus palabras en
hechos. A la cabeza de un pequeño ejército, limpió las márgenes del río
Magdalena de todo enemigo, y tomó, en febrero de 1813, la ciudad de
Cucuta. Fue en mayo que él comenzó la liberación de Venezuela.
Por una serie de combates y de hábiles maniobras,
Bolívar condujo sus tropas de la frontera del Tachira hasta Caracas,
donde entró el 6 de agosto. Cuando su pasaje por Trujillo, el 15 de
junio, redactó el Decreto de Guerra a Muerte, con el fin de afirmar el
sentimiento nacional de los venezolanos y obtener una mayor cohesión.
Poco tiempo antes, en la ciudad de Mérida, la
población lo había proclamado Libertador, título que recibió
solemnemente, en octubre de 1813, en Caracas y con el cual él pasaría a
la historia.
El período que va desde agosto de 1813 a julio de
1814 (la Segunda República) fue en verdad el Año Terrible de la Historia
de Venezuela. La Guerra a Muerte estaba en su paroxismo, y los combates
eran indecisos. Girardot y Ricaurte se sacrificaban heroicamente.
Urdaneta defendía Valencia. Ribas triunfaba en la Victoria. Mariño,
quien había liberado el oeste del país, arrivaba en ayuda de Bolívar y
triunfaba en la batalla de Bocachica. Bolívar se defendía uñas y dientes
en el campo parapetado de San Mateo.
Batalla tras batalla, solicitó apoyo de los civiles notables para
restaurar las instituciones, proclamó decretos, y redactó artículos para
La Gazeta de Caracas.
Desgraciadamente, los realistas dirigidos por el
infatigable Boves, batieron en la Puerta a Bolívar y Mariño en junio de
1814. La Segunda República estaba herida de muerte. Los Republicanos
debieron abandonar Caracas. Una gran cohorte, población y ejército
reunidos, se dirigió hacia Barcelona y Cumana. Los Republicanos
sufrieron una nueva derrota en Aragua de Barcelona.
En Carupano, Bolívar y Mariño perdieron la autoridad
sobre sus propios compañeros de armas. El Libertador se fue a Nueva
Granada por un segundo exilio, después se va a la colonia británica de
Jamaica en mayo de 1815.
Entretanto, una poderosa armada y un ejército aguerrido, bajo el mando
del general Pablo Morillo, desembarcaba en Venezuela. La causa de la
independencia parecía perdida.
Bolívar se quedó en Jamaica hasta diciembre de 1815.
Después de haber escapado milagrosamente a una tentativa de asesinato en
Kingston, se fue a Haití donde recibió la generosa ayuda del presidente
Alejandro Petion. Gracias a él, su expedición logró alcanzar Margarita,
después Capurano y Ocumare de la Costa. Allá decretó la emancipación de
los esclavos, convencido de que un país que combate por la libertad no
podía albergar en su seno el cáncer social de la esclavitud.
Separado en Ocumare del grueso de sus fuerzas,
Bolívar estaba a punto de caer prisionero e intentó suicidarse para no
sufrir tal ignonimia. Por suerte, el mulato Bideau lo salvó y lo condujo
a bordo de un navío. Volvió a Haití donde obtuvo una nueva ayuda del
presidente Petion.
Logró volver a Margarita a fin del año 1816, y de allí alcanzó Barcelona
en enero de 1817.
Su objetivo era ahora la liberación de la Guyana,
para hacer la base de sus próximas ofensivas republicanas y un punto de
contacto con el exterior gracias al Orinoco. Pudo contar con el ejército
del general Manuel Piar, quien había ya comenzado la conquista.
En el mes de junio, la capital Angostura (Ciudad Bolívar hoy) cayó en
manos de los republicanos. Un gobierno es nombrado con Bolívar como Jefe
Supremo.Pero Bolívar se enfrentaba a la anarquía que ganaba las tropas. En
octubre de 1817, el general Piar fue fusilado, condenado a muerte por un
consejo de guerra. Los llaneros quienes, en su mayor parte, habían
combatido para los españoles, combatían en adelante por la República
bajo las órdenes del general José Antonio Páez, quien venía de unirse al
Libertador. Numerosos voluntarios europeos llegaban igualmente. En plena
guerra, Bolívar se preocupaba de organizar el Estado de Derecho, y
convocó a un congreso que se reunió en Angostura el 15 de febrero de
1819.
El Libertador pronunció, en la inauguración del
congreso, un discurso en el cual se encuentra lo esencial de su
pensamiento social y político. Les presentó su proyecto de constitución
y les pidió adoptar el Poder Moral que él había elaborado, para
moralizar la sociedad. Pero, con respeto, aceptó no tomar en cuenta el
Poder Moral, que el Congreso juzgó utópico y sin duda peor que la
Inquisición.
A mediados del año 1819, el ejército republicano,
Bolívar a la cabeza, atravezó los Andes y venció al ejército realista de
Nueva Granada en los Pantanos de Vargas y en Boyaca. El ejército entró
triunfante en la ciudad de Bogotá.
En diciembre de 1819, ante la insistencia de Bolívar, el Congreso de
Angostura creó la República de Colombia, que comprendía Venezuela, la
Colombia actual, Panamá y Ecuador.
En 1820, después de ásperas negociaciones, un
armisticio fue firmado en Trujillo por Bolívar y el general Morillo.
Este tratado significó a la vez el fin de la Guerra a Muerte y el
reconocimiento de la Gran Colombia por el gobierno de Fernando VII.
V. La independencia total.
Pero la paz no duraría mucho tiempo. En 1821, las
hostilidades recomenzaron, y el 24 de junio se desarrolló en la llanura
de Carabobo la batalla decisiva para la independencia de Venezuela, que
sería ratificada, en 1823, por la batalla naval del lago Maracaibo.
Después de Carabobo, Bolívar fue recibido triunfal en su ciudad natal,
pero él miraba ya hacia Ecuador, aún dominado por los españoles. La
única recompensa que pidió después de la victoria de Carabobo, para él y
su ejército, fue la libertad de los esclavos.
En 1832, el general Sucre marchó sobre Quito desde
Guayaquil, que se había sublevado contra los realistas, mientras que
Bolívar atacaba por el norte desde Popayan. La batalla de Bombona,
ganada por Bolívar en abril debilitó a los realistas, mientras que la de
Pichincha, ganada por Sucre el 24 de mayo dio la libertad definitiva a
Ecuador. Bolívar llegó a Quito algunas semanas más tarde, donde
conocería a Manuela Sáenz, de quien se enamoraría.
El 11 de julio, Bolívar se encontraba en Guayaquil,
donde desembarcó el general José de San Martín, llegando desde el Perú.
Las dos grandes figuras de la independencia sudamericana se abrazaron.
San Martín venía a negociar el destino futuro de Guayaquil, pero la
provincia estaba ya incorporada a la República de la Gran Colombia.
Bolívar pasó los últimos meses del año 1822 y la
primera mitad del siguiente en Ecuador. Atravezó el país, de Guayaquil a
Cuenca, de Loja a Quito, después se fue a Pasto, en el sur de la Nueva
Granada, donde los paisanos fieles al rey se sublevaron. Era necesario
someterlos.
Después regresó al sur de Ecuador, a Guayaquil. Seguía atentamente el
desarrollo de la guerra en Venezuela, donde el general realista Morales
resistía. Pero pronto fue derrotado en Maracaibo, en tierra y en mar.
La situación en Perú preocupaba mucho a Bolívar
porque, después de la partida de San Martín, la oligarquía de Lima no
había podido vencer al poderoso ejército realista que se mantenía
siempre en el país. Esta presencia amenazaba no solamente la
independencia de Perú, sino también la de todos los otros países
sudamericanos.
En 1823, el Perú llamó al Libertador en su ayuda
porque los republicanos estaban divididos y una potente armada realista
amenazaba destruir la obra comenzada por San Martín. Bolívar desembarcó
en Callao en septiembre de 1823, y se fue inmediatamente a Lima, donde
el Congreso le acordó poderes excepcionales. Fue nombrado Dictador (como
en la antigua Roma), para salvar al Perú. Bolívar concentró toda su
energía en este objetivo. Cuando un amigo, viéndolo hundido por la
enfermedad y a causa de todas las traiciones, le preguntó lo que pensaba
hacer, el Libertador le respondió: "¡Triunfar!".
Con el apoyo de ardientes republicanos peruanos como Unanue y Sánchez
Carrión, Bolívar enfrentó todas las dificultades, las penurias, las
traiciones y las decepciones, y superó igualmente la enfermedad que
minaba su organismo.
Su genio y su fe en el destino de América lo
conducirían al triunfo. En agosto de 1824, la victoria de Junín hizo
inclinar la balanza en favor de los republicanos. En diciembre, la
batalla de Ayacucho ganada por el más valiente de los generales del
Ejército republicano, Antonio José de Sucre, puso fin a la Guerra de
Independencia. La etapa militar estaba terminada y había llegado la hora
de reorganizar política y socialmente los nuevos estados, para reforzar
la unión y, con la paz, modernizar el continente.
VI. El sueño frustrado.
La víspera de Ayacucho, el 7 de diciembre de 1824,
Bolívar había convocado desde Lima al Congreso de Panamá (el cual se
reuniría en 1826), para que las naciones hispano americanas se unieran y
fijaran una posición común frente a las otras potencias mundiales y a
España. El Congreso de Panamá representaba el primer paso en la vía de
la integración latinoamericana. Para Bolívar, las naciones
hispanoamericanas, a las cuales se unía Brasil, debían presentarse
unidas como países hermanos.
En 1825, el Libertador visitó Arequipa, Cuzco y las
provincias del Alto Perú. Ellas constituían una nación independiente,
bajo la protección de Bolívar, de quien tomaría el nombre: Bolivia. Para
ella, el Libertador redactó un proyecto de constitución que él
consideraba aplicable, en líneas generales, a todos los otros países que
su espada había liberado.
Redactó igualmente numerosos decretos orientados hacia la Reforma
Social, con el objeto de proteger a los indígenas, favorecer la
educación organizando escuelas y universidades, construir rutas,
desarrollar el comercio y la agricultura: en una palabra, poner en plaza
el progreso, que era su objetivo principal. La guerra no había sido más
que un medio para conseguir la independencia para comenzar a
continuación la verdadera revolución.
Fue el período más brillante del Libertador. Mientras
que estaba de paso en la ciudad de Pucara, un abogado de origen inca,
José Domingo Choquehuanca, le confió una profecía el 2 de agosto de
1825: "Vuestra gloria crecerá con los siglos como la sombra se apaga
cuando el sol se esconde".
Un día, agentes diplomáticos de Buenos Aires vinieron a buscarlo a
Potosí, para obtener su apoyo en un conflicto entre el Río de la Plata y
el Imperio de Brasil.
Para llevar a cabo sus proyectos de reforma
socio-política, el Libertador contaba ahora con Simón Rodríguez.
Bolívar, en plena madurez, buscaba de nuevo el apoyo de su antiguo
maestro y amigo. Ambos aspiraban a una profunda transformación de las
sociedades americanas, gracias a la educación y al trabajo, y basada
sobre las realidades humanas, geopolíticas y económicas del Nuevo Mundo.
Porque para ellos - y para hombres tales como Gual, Revenga, Vargas,
Mendoza, Sucre, Bello...- la independencia adquirida por las armas en
Boyaca, Carabobo, Pichincha, Junín y Ayacucho no era más que el primer
paso hacia la autodeterminación. No bastaba ser independiente de España,
había que ser también libre. Y para eso existían dos medios: el trabajo
y el saber.
En abril de 1826, una revolución llevada por el
general Páez estalló en Venezuela. Bolívar regresó a su suelo natal y
logró restablecer la paz, evitando los horrores de la guerra civil, en
1827.
Durante los seis primeros meses de 1827, Bolívar restauró la autoridad y
el orden público. Pero se encontró enfrentado a una terrible crisis
económica, consecuencia de la bancarrota de una de las bancas inglesas,
depositaria de una parte de los fondos de la Gran Colombia. Sin embargo,
Bolívar se esforzó en poner el orden en las finanzas, hizo pagar a los
deudores, combatió la corrupción con Cristóbal Mendoza y José Rafael
Revenga.
Con el nombramiento del Doctor José María Vargas en el puesto de Rector
de la Universidad de Caracas, reformó esta institución y la abrió a los
jóvenes deseosos y capaces de estudiar.Pero las fuerzas de la desunión dominaban a las de la
unidad. Los partidos políticos estaban en total desacuerdo y nada
parecía funcionar correctamente.
Bolívar fue proclamado Dictador en Bogotá. Aceptó el mandato para
intentar salvar su obra. El 25 de septiembre de 1828, fue víctima de un
atentado al cual escapó gracias a su sangre fría y a la presencia de
espíritu de Manuela Saenz.
Poco después, debió ponerse otra vez en campaña para
enfrentar la invasión de los peruanos en el sur de la república, y
permaneció en Ecuador casi todo el año 1829.
En su ausencia, el Consejo de Ministros proyectó instaurar una monarquía
en Colombia, pero Bolívar logró rechazar esta idea, reiterando su
antiguo consejo: "Libertador o muerto".
A comienzos del año 1830, estaba de nuevo en Bogotá
para preparar el Congreso Constituyente, el cual, esperaba él, salvaría
la Gran República. Pero Venezuela se agitaba de nuevo, y se proclamó
estado independiente. La oposición se hizo cada vez más importante.
Bolívar, enfermo y agotado, renunció a la presidencia y se fue hacia la
costa con el fin de viajar a Europa. El asesinato en Berruecos del
General Sucre y la actitud de los que gobernaban Venezuela lo afectaron
profundamente.
Bolívar escribió a un amigo para confiarle sus
estados de ánimo: "Sabes que he tenido el poder durante veinte años y no
he sacado más que algunas conclusiones seguras. Primero, América es
ingobernable para nosotros. Segundo, aquel que hace una revolución labra
la mar. Tercero, la única cosa que se podría hacer en América es
emigrar. Cuarto, este país caerá infaliblemente en las manos de pequeños
tiranos..."
Con esta frase célebre, "He labrado la mar", se comprende que
Bolívar no creía más en la democracia.
La muerte iba a sorprenderlo en San Pedro
Alejandrino, una hacienda próxima a Santa Marta, el 17 de diciembre de
1830. Al momento de morir, pronunció estas últimas palabras: "Partamos,
partamos... Estas gentes no quieren más de nosotros en este país...
Vamos, mis niños, lleven mis equipajes a bordo de la fragata!"
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